En el mundo en general, las sociedades han avanzado y avanzan en el vacío sobre el sentido último del ser humano. ¿Qué se le va a hacer? Cada uno tiene que resolver su quo vadis personal. Para evitar la depresión por las esperanzas frustradas en el acontecer cotidiano, los artistas de clubes y salones europeos han proporcionado una respuesta ante la crisis: la construcción del placer mediante la música de baile o el relax de la escucha nítida y presuasiva. El d-jazz encarnado por De-Phazz es, pues, además de un estilo con más de una década de existencia, una metáfora epitemológica de la contemporaneidad que busca precisamente al sujeto y su sentido como ente hedonista.
VIDEO: De-Phazz & The Radio Big Band Frankfurt “The Mambo Craze”, YouTube (monophonicsoundz)
BXXI-757 THE ROLLING STONES (X)
A finales del año 2022, Jagger, Richards y Ron Wood entraron al estudio, con Darryl Jones al bajo y Steve Jordan a la batería. Andrew Watt, de 33 años, se hizo cargo de la producción con Don Was. En Hackney Diamonds el grupo ofrece un menú genérico con un sonido directo y nítido que hace perfecta justicia al suyo clásico. La dupla Jagger/Richards llegó con bastantes canciones buenas a la mesa: Angry, Get Close , Whole Wide World y Driving Me Too Hard, que habrían sido un excelente material en cualquier disco anterior de los Stones. La colaboración con invitados también se desarrolló en condiciones favorables. Todos esos aspectos destacados hacen de Hackney Diamonds uno de los mejores álbumes de los Stones.
VIDEO: The Rolling Stones – Angry (Official Music Video), YouTube (TheRollingStonesVEVO)
BXXI-758 DAVID BOWIE 1.OUTSIDE (I)
En el álbum Outside hay otros lenguajes, otras texturas y otra fenomenología de lo sonoro (en la que se encuentran la mano de Brian Eno y los influyentes ecos de Nine inch Nails), lo que implica comportamientos multidisciplinarios, tanto en lo tecnológico como en lo humanístico. Outside es en ese momento el summum y crisol de la cultura cyber con el thriller. Con génesis sociales y morales, dimensiones históricas, psicológicas y conceptos de impensables alcances. El pensamiento y el deseo son alterados de forma profunda en un nuevo sistema de creatividad. Fue la obra de David Bowie para despedir el siglo y el milenio.
VIDEO: David Bowie – Outside (live at Lorelei 6-22-96), YouTube (BowieOutsideAudio)
BXXI-759 DAVID BOWIE I.OUTSIDE (II)
Los catorce temas, sin contar los enlaces (“segues”), que integran la obra Outside, individual o colectivamente, son un auténtico desfile de la carne sometida; el espíritu de los tiempos canalizado por la imaginería de estos dos músicos empeñados en inyectar dosis de misterio y energía al fin del milenio, en el cual el sida vino a agregar el miedo a la sangre. El concepto de David Bowie/Brian Eno, con el detective profesor Nat Adler (uno de los tantos alter egos de Bowie) como personaje de este thriller sonoro, viene a hablar de un mundo fetichista, de las ceremonias sanguinolentas dedicadas al deseo, al arte del realismo extremo como único afecto por la vida y la muerte.
VIDEO: David Bowie – Outside, YouTube (David Bowie)
BXXI-760 FUSIÓN
Hoy en día se oye hablar con frecuencia de la difusión de una cultura global o universal, en la que la humanidad entera participa de manera creciente con su cúmulo de valores. El jazz es parte destacada de todo ello. Y así lo han entendido sus intérpretes de cada época. El elemento primordial para la génesis del jazz fue el encuentro de diversas culturas, su crisol fundamental. Tal fenómeno no ha dejado de ser importante a lo largo de la historia del género, y el futuro no predice otra circunstancia. Al contrario, fortalece esa simiente con nuevas corrientes y manifestaciones musicales tanto globales como regionales. El conocimiento de estilos musicales como el tango, la bossa nova, el dub o el del-jazz, por ejemplo, son producto de la fusión más genuina.
VIDEO: Gotan Project – Last Tango In Paris (La Revancha del Tango Live), YouTube (ChillgrooveR)
El enésimo álbum conceptual del compositor y virtuoso tecladista francés Jean-Michel Jarré, cuyo tema en esta ocasión, como su título lo indica: Chronologie (Dreyfus/Polydor, 1993), es una cronología de La Vida. Nada menos. Las ocho piezas no incluyen ni una palabra de texto.
Más aún, ni siquiera tienen títulos. Por lo tanto, las composiciones instrumentales desarrolladas en el sintetizador, que como única identificación son encabezadas por cifras y que por cierto no se diferencian mucho de los discos anteriores de Jarré, exigen al escucha una enorme sensibilidad y un gran poder de imaginación.
Ya analizadas en forma más detenida, resulta que hubieran podido tratar de igual manera de la vida de una albóndiga. Para producir su música tecnocrática, Jarré recurre a técnicas ultramodernas.
Su colaboración con los grupos ingleses de dance Sunscreem y Praga Khan en los remixes del sencillo «Chronologie Part 4» demuestra, además, su atención a la evolución más reciente del pop (o lo que se toma por ello). Desafortunadamente no se incluyen en el álbum estos remixes, con su testimonio de un deseo de renovación. Chronologie se distingue sobre todo por su carácter predecible.
VIDEO: Jean-Michel Jarre – Chronology Pt. 4, YouTube (JeanMichelJarreVEVO)
Philip Glass no tuvo el apoyo del sistema como artista en los Estados Unidos. Tampoco se le pidió al compositor dar clases en alguna parte. A fines de los años sesenta, la comunidad académica rechazaba por completo lo que hacía él y otros colegas. Había poca oportunidad, por lo tanto, de trabajar de profesor.
Hoy, al estadounidense la palabra «minimalismo» ya no le parece representativa, y opina que este término ha perdido por completo su significado. La música que a fines de los sesenta empezó a hacer furor era obra de un gran grupo de compositores, no sólo por los tres o cuatro que suelen mencionarse con frecuencia.
Únicamente en Nueva York eran como veinte. Y había muchos más, como Louis Andriessen en Holanda y Gavin Bryars en Londres. Por todos lados había gente trabajando, compositores y músicos que pretendían cambiar el lenguaje de la música moderna.
Brotó toda una generación en cuya opinión dicho lenguaje se había vuelto demasiado abstracto y los compositores sólo trabajaban ya para un pequeñísimo mundo de colegas y críticos. Querían replantear los principios básicos de la música –armonía, melodía y ritmo– y la relación con el público.
La generalidad formaba sus propios grupos. Andriessen tenía al suyo en Ámsterdam. Terry Riley trabaja con varios grupos. Daban conciertos y se dirigían al público de una nueva manera. Buscaban el diálogo. Por supuesto los académicos decían que se prostituían, que sólo querían agradar al público. Nada más falso.
Había mucha diferencia. Componían música y al mismo tiempo causaban placer al público. «Ponerle a eso ‘minimalismo’ equivalía a ‘minimizar’ lo que estábamos haciendo» ha comentado Glass recientemente.
La hechura de un nuevo lenguaje no era la única intención de su ataque al orden establecido. Iba dirigido contra una situación decadente, en la que todo giraba en torno a un puñado de personas y donde los jóvenes compositores no podían trabajar si se negaban a conformarse a los lineamientos de los académicos, quienes lo controlaban todo: el dinero, los conciertos, incluso las carreras de los noveles. La generación de Glass dijo, finalmente: «¡Basta! Ya no queremos eso.»
Cuando salió la ‘Low’ Symphony de Glass en la compañía disquera propia de éste, Point, se establecieron las diferencias. Esta obra se basa en temas sacados del glorioso disco con el que David Bowie y Brian Eno dieron inicio, en 1977, a una colaboración que posteriormente produjo los álbumes Heroes y Lodger, las cuales también se convertirían en simfonías.
VIDEO: Glass: Low Symphony (from the music of David Bowie and…), YouTube (Brooklin Philharmonic Orchestra)
AXIOM COLLECTION, Illuminations (Axiom/Island).- El proyecto Axiom de Bill Laswell ha producido maravillas como Illuminations, una compilación armónica de músicas plenas de multiplicidades intensivas.
Peregrinaje de sensaciones conscientes a través de una sorprendente comunión de artistas con aportaciones de variadas regiones planetarias. Laswell se erige así en el lazo de unión de israelís, indios, marroquís, gambeses, ingleses y otras etnias emparentadas entre sí por su cosmovisión.
BIG MOUNTAIN, Unity (BMG/Ariola).- Debido a sus hilos conductores, incluida la religión y la protesta, el reggae se expandió por el mundo entero y se diluyó o espesó, según el intérprete que lo manipulara.
Big Mountain fue un grupo de tercera mano en ese sentido. Su disco Unity posee un encanto llamémosle ingenuo. Optimista a rajatabla, el grupo cantaba como una familia «natural» en busca de la unidad de la conciencia humana.
BON JOVI, Crossroad (Mercury).- A Bon Jovi –tras once años de carrera grupal– le llegó el virus del The Best of… Ya se habían tardado. La justificación: «Un disco de éxitos es resumir una era, cerrar un capítulo, el final de algo, el principio de otra cosa…»
Así se legitima la materia más importante de la compilación: la nostalgia. Se exhuma de esta manera parte del patrimonio de estos músicos, esfuerzo que, según la compañía disquera y hasta los integrantes, debe recibirse con beneplácito.
VIDEO: Bon Jovi – Livin’ on A Prayer, YouTube (BonJoviVEVO)
Tenderse a escuchar el track, una y otra vez, hasta encontrar la punta del hilo, la idea, el nervio, la explicación. Esa es mi meta de hoy. “Hotel California” es una canción clásica y galardonada –al igual que el disco homónimo del que procede–. La he oído desde que apareció originalmente, pero en la que nunca me detuve en realidad. Los Eagles, sus intérpretes, no están en mi canon personal, ni mucho menos. No deploro su ausencia en ningún ámbito. Siempre los sentí impostados.
Ponía el disco en el aparato de sonido y lo escuchaba completo sin mayor cosa, sin conmoverme en algún momento. Corroborando con ello la definición de Tom Waits con respecto a él: “Sólo sirve para evitar que el plato de la tornamesa no se llene de polvo”. Al menos esa función cumplió para mí en mucho tiempo. Hasta que la gente dejó de hablar de él, hasta que los Eagles desaparecieron del panorama.
Luego, un día, escuché una versión absolutamente disparatada, repetitiva en su orquestación; absurda por su traducción y literalidad: la de los Gipsy Kings (ese grupo francés que aprovechó la oportunidad, en medio de las trifulcas, envidias y falta de visión de los propios artistas españoles creadores de la rumba flamenca, para erigirse en representantes de tal género ante el mundo).
Por supuesto tuvo éxito. Todos esos productos tienen éxito (dada la desinformación generalizada) y eso lo hace todo más absurdo (su versión de «Hotel California» forma parte del soundtrack original de una enorme película: El gran Lebowski).
Bueno, el caso es que a través del absurdo entré de nuevo en contacto con la canción original del grupo californiano. Sólo que ahora, ante el pasmo de dicho cóver rumbero, el contacto fue más “real”.
Me propuse “sentirla” a base de oírla una y otra vez. Sin tener que trabajar en ella para escribir algún texto para la radio, una revista, periódico o sitio online. No. Sólo sería una escucha intensa y reiterada. Exclusivamente para mí. Dejé de hacer otra cosa y me concentré en ello, con los ojos cerrados.
Fue entonces que en cierto instante llegué al meollo. Es la descripción de un espíritu dañado. Deformado por el dolor de no saber su papel en el mundo, por la profunda duda. Otra de sus anomalías está en que la mayoría de la gente la califica como “bonita”, cuando en realidad es todo lo contrario o, más bien, posee la belleza de lo terrible.
Habla de la negrura de la vida. Del corazón de las tinieblas personales. Es angustiosa, a final de cuentas. Demasiado exceso o demasiada abstinencia. El conflicto entre ser algo o no ser nada. Es una descripción expresionista del espíritu en su ritmo y melodía, cuyo veneno dulzón corroe desde la primera nota.
Tras su larga, larga, escucha duermo y sueño con la pieza, con sus imágenes, su simbolismo. El mentado hotel está distorsionado, tanto que en lugar de parecerlo es más un larguísimo puente techado por nubarrones tormentosos, agoreros. Es un cuadro de Munch, me digo apesadumbrado. El puente se extiende desde el inicio del tiempo hasta los confines del universo ignoto.
En dicho hotel-puente hay alguien más, percibo su presencia: es alguien que llora. La atmósfera del lugar oprime y envuelve como si estuviera vivo. Percibo con toda claridad sus latidos y su olor. Yo soy una parte más de él. Así es la canción. ¿Qué soy? Me pregunto. Y no sólo la pienso, sino que me formulo la pregunta en voz alta. Pero sé que es una pregunta insoluble, inútil.
Estoy en el apéndice de mi existencia, en una de sus habitaciones, con numerosas circunstancias que no recuerdo haber consentido pero que se han convertido en atributos míos de manera involuntaria.
A mi lado duerme una mujer y en la mesa de noche hay un vaso en cuyo fondo quedan unos milímetros de whiskey y una hostil –aunque quizá sólo sea diferente— luz de neón (que anuncia el nombre del hotel), cargada de polvo. Afuera llueve (estoy inmerso en un cliché, me digo y me bebo el whiskey sobrante). Oigo unos sollozos apagados. Una voz sofocada, procedente de un lugar oscuro al otro lado de la pared.
El Hotel California existe en realidad, confirmo. Es un lugar anodino que contiene esa venenosa y contradictoria levedad sonora de la náusea existencial. Sus huéspedes se mueven por los pasillos como finas sombras, arrimados a la pared. Retienen el aliento o intentan el grito y se quedan en la densa mueca. En el silencio a veces llega el eco del elevador en funcionamiento o su mudez.
De cualquier forma es un lugar extraño. Evoca algo parecido al miedo o al asco cotidiano. Quizá al mismo cuadro de Munch. Con criaturas alteradas que avanzan en la dirección equivocada y no pueden retroceder. Bajo ese puente está anegada la vida. Nadie tiene la culpa de eso y tampoco nadie puede resolverlo. Y es que para empezar nunca se debió haber construido ese hotel-puente. El error siempre es uno: el primero. Y poco a poco todo va deformándose de manera perniciosa.
Abro los ojos. La escucha ha terminado. El inmueble creado por Don Felder, Glenn Frey y Don Henley me ha inscrito en su dilatado registro, en donde no hay primeros ni últimos huéspedes. Uno mismo tiene que hacerse la cama y no hay servicio al cuarto.
VIDEO SUGERIDO: Hotel California The Eagles 1976) (SACD Remaster Audio 1080p H…, YouTube (Momcilo Milovanovic)
Después de salir de la preparatoria en 1978, Robert López (un mexico-americano de segunda generación nacido en San Diego, California, en 1960) no quiso convertirse en un matoncito más de alguna banda callejera y se trasladó a Los Ángeles con la intención de integrarse como músico a la ola punk de aquella zona, que encabezaban grupos como X, Blasters o The Plugz (estos últimos también de origen chicano).
En las alforjas llevaba su colaboración, mientras fue estudiante, con el destacado grupo local The Zeros. Su acomodo en el vecindario de Hollywood, donde llegó a residir, no le resultó difícil.
En los siguientes tres años tocó con varias agrupaciones, entre ellas Catholic Discipline y los Boneheads. Sin embargo, intereses extra musicales llamaron más su atención. El arte folclórico captó su quehacer imaginativo y el punk quedó como una herramienta estética.
Durante un tiempo se dedicó a la importación de dicho arte procedente de México y Centroamérica. En esta labor se mantuvo hasta 1988, cuando recibió la oferta de convertirse en curador de tales materiales de la galería La Luz de Jesús, ubicada en la famosa avenida Melrose de Los Ángeles.
Y ahí, entre la obra bizarra de pintores como Robert Williams, la pantomina estrafalaria de Gary Panter y las lecciones de pragmatismo aprendidas del coronel Tom Parker (mánager de Presley), se comenzó a fraguar un modelo de artesanía viva: El-Vez.
Una especie de traducción cultural al más puro estilo hipermoderno que incluía el mestizaje, el arte plástico, la iconografía prehispánica, el kitsch, la religión, el tributo musical bien informado, el espectáculo pospunk y el activismo sociopolítico. Todo ello mezclado (y resuelto el asunto de los tópicos) con mucho sentido del humor, en lo musical y en lo lírico.
A El-Vez, su producto, Robert López lo autonombró “el Elvis mexicano”. Y con él dio rienda suelta a una imaginería sincrética que se ha plasmado en más de una decena de discos vibrantes y en cientos de sorprendentes conciertos por todo el mundo.
A la plasticidad pictórica, que fue su embrión, el artista ha agregado ingredientes de diversa procedencia para sintetizar un personaje carismático, tan internacional como intercultural.
Cada día es Día de Muertos para Robert López al encarnar a su impersonado Elvis, del cual no es un imitador convencional.
Toda la parafernalia que se utiliza en tal celebración tradicional mexicana es incluida durante las actuaciones del mismo, al igual que en sus fotografías, portadas y DVD’s, las esculturas de papel maché, las delgadas calaveras de azúcar y las fotos de sus queridos difuntos (dándole preponderancia a la figura de Elvis, por supuesto), entre otras muchas cosas.
Todo comenzó en aquella galería donde como promoción en las inauguraciones mensuales montaba performances con boxeadores y luchadores sobre un ring y auténticos happenings.
Lo mismo que actuaciones temáticas sobre la magia tradicional, la obra culinaria, el gusto cinematográfico underground o exposiciones de libros sobre ocultismo y devociones estrambóticas. De lo absurdo a lo surrealista, del esoterismo folclórico a lo popular mundano.
Fue en una de estas presentaciones que decidió hacer un show sobre Elvis Presley pero a su manera y respetando al objeto de su homenaje. Sintió que él mismo podía hacerlo y le puso creatividad a la construcción.
Su experiencia como músico y como curador le ayudaron a amalgamar la puesta en escena. El muestrario de la cultura popular mexicana, empapada de patrioterismos, referentes religiosos católicos y de emigración a la Unión Americana.
VIDEO SUGERIDO: El Vez Suspicious mind Kids in America, YouTube (Malmoeman)
Todo esto combinado con la asimilación de los elementos locales y acrisolada en estanterías de cerámica en barro, juguetes de hoja de lata, miniaturas de héroes en plástico y mucho papel picado, vistieron al imitador del rey del rock como si fuera un acrílico o una acuarela surgida del propio arte pictórico de East L.A.
Un rey del rock envuelto en la raza de bronce, con espumoso copete negro y bigote de latin lover, finamente recortado; enfundado en un traje de naco juarista iluminado por los colores de la bandera mexicana ostentando el escudo del águila y el nopal en la bragueta.
A eso se agregaron los crucifijos, escapularios y medallitas guadalupanas colgados en el pecho descubierto y la camisola con el cuello retro que recordaba al Elvis de Las Vegas.
Las letras de sus canciones reelaboradas en un spanglish puntilloso, coloquial y lleno de alusiones a las vivencias de los pochos en los Estados Unidos.
El evento resultó un éxito y lo animó a presentarse en La Semana Internacional de Tributo a Elvis que se realiza anualmente en Memphis. Su preparada actuación se llevó de calle a los amateurs —faltos del timing y de habilidad en el canto— que desfilaron por el escenario.
Ese triunfo le valió un contrato para actuar en el club Bad Bob’s de la ciudad. Se puso a escribir toda la tarde en el cuarto de hotel las letras de su repertorio y a diseñar el show de 20 minutos que haría esa noche como karaoke.
Recibió muy positivas reseñas en la prensa durante su temporada y luego fue invitado a la radio angelina y a la televisión nacional en la NBC. Decidió profesionalizar el asunto y armó una banda para que lo acompañara, incluyendo coristas y cambios de vestuario.
Para eso necesitaba primero ponerse a componer y no salir hasta que escribiera algo trascendente, canciones representativas, paródicas, repletas del 4 por 4, de ese sonido que escuchó por primera vez siendo niño del barrio. De ese sonido que lo invadía y ocupaba su mente a todas horas. Terminó las canciones como quería. Luego se allegó a unos buenos y sólidos músicos y comenzaron las giras.
El siglo XXI lo ha proyectado internacionalmente y siempre son esperados sus conciertos, donde se presente. Su espectáculo es fruto de la unión y conciliación de culturas distintas, resaltando su carácter de fusión y asimilación de factores diferentes.
Junto a sus Memphis Mariachis o los Spiders from Memphis (según la ocasión) y a sus Lovely Elvettes (Priscilita, Gladysita, Lisa María y Qué Linda Thompson), arma un show tan sincrético como variado y sorprendente.
Sus collages musicales abarcan más de 200 canciones (no todas de Elvis, aunque sí fundamentadas en el rock and roll: The Jam, U2, Aerosmith, por mencionar algunos) que combina en el más puro remix para obtener el impacto deseado —un brillante pastiche de pop cultural que recoge más de 50 años de música en un estilo de revista de enormes proporciones—: “In the Ghetto” con “Losing My Religion”, “Black Magic Woman” versión Santana con “Maggie Mae” de Rod Stewart para recrear “It’s Now or Never”, o las paráfrasis latinizadas de “Lust for Life” de Iggy Pop, “Viva las Vegas!” (”Viva la Raza”), “Graceland” convertida en “Aztlán”.
Con ellas canta, entre otras cosas, sobre el “diabólico” presidente de los Estados Unidos, Quetzalcóatl, los conquistadores españoles, Emiliano Zapata, “los espaldas mojadas” en la Unión Americana, el sexo seguro o la erradicación de las “gangs” y proyectos de integración.
Porque El-Vez no es una estrella cualquiera, quiere hablar de los sentimientos de su comunidad, de los problemas que la aquejan, de los gustos de los jóvenes, de las raíces culturales, del habla sui géneris, de la personalidad dividida, de los líderes comunitarios, de lo que a diario se vive. Ser como un periódico musical rocanrolero y chicano.
Sus canciones no son panfletos ni propaganda, sino sátiras finas y parodias inteligentes. Son, si se quiere, documentos informativos para acercarse al fenómeno chicano, inmersos en un teatro musicalizado de activismo social con estilos que van del rock and roll a lo alternativo, pasando por el rock de garage y el revival.
Política sin límites en teoría y práctica, en donde la obviedad de las letras actúa como pasajero del mejor vehículo: el humor. “El-Vez has entered the building”.
Igualmente, Robert López lidera desde el comienzo de la primera década del XXI un proyecto paralelo llamado Trailer Park Casanovas, un cuarteto oriundo de Hollywood de rhythm and blues, rockabilly y un estilo texano de country alternativo, que ha grabado ya un EP y los compactos End of an Era, Livea at Caesar Palace (compuesto de cóvers) y So Charmin’, y es colaborador ocasional también del grupo The Straitjackets.
Discografía selecta: Fun in Español (1994), Graciasland (1994), G.I. Ay, Ay! Blues (1996), Pure Aztec Gold (2000), Boxing with God (2001), Está bien Mamacita, está bien (2005). Todos con Sympathy For the Record Industry. DVD: Elvez/Gospel Show in Madrid (2007, Munster Records), God Save The King (2013).
VIDEO SUGERIDO: El Vez “Chuhuahua” Monterey 2008, YouTube (jessen88)
“Lo que aprendí en la gira Freedom of Speech –dijo a la postre Neil Young— es que ahora hay una mayor intolerancia hacia quien disiente. En los años sesenta podíamos paralizar las universidades y salíamos en los medios, nos consideraban irrelevantes; y a las canciones, inofensivas. Ahora hay mucho temor a dar espacio a las opiniones opuestas a las decisiones del gobierno, porque se pueden considerar antipatrióticas. Enfrentar el miedo en ese sentido es uno de los aspectos en que insiste la película CSNY/Déja vu. Mostramos abiertamente cómo participamos en el proceso político, apoyando a candidatos en contra de la invasión de Irak”.
Antaño, la cultura de la protesta era diferente. En ello tenía que ver que el servicio militar era obligatorio para todos los jóvenes estadounidenses en ese entonces. En la primera década de este siglo ya no, lo cual fue un logro sesentero: a los estudiantes de aquellos años les preocupaba ir a Vietnam y terminar ahí sus vidas. Querían acabar con un sistema que los obligaba a combatir en guerras imperialistas.
En años recientes, lo que han pretendido los estudiantes es entrar al sistema, conseguir un trabajo. Por eso no se desarrolló un movimiento fuerte de protesta antibelicista. Para los jóvenes norteamericanos la guerra sólo existía en CNN, estaba lejos, era irreal.
Por eso Fogerty, Young, Dylan, Springsteen y demás cantaron al respecto. Con sus cantos trataron los síntomas de una sociedad en crisis, secuestrada, recortada en sus libertades. CSN&Y fueron atacados como antipatriotas por su canción emblemática durante la gira. Todo quedó grabado en el documental mencionado, que además puso los focos rojos sobre dicho asunto.
“En épocas en las que el país se encuentra en guerra, cuestionar su sentido y su legitimidad es calificado de falta de patriotismo. Si se detiene uno para explicar la postura propia, te tachan de izquierdista; si protestas contra la tortura entonces eres amigo del terrorismo. Si lees un libro eres un elitista y nada tienes que ver con tu vecino, el ‘americano común’, y así sucesivamente. Descalificar toda reflexión y volver sospechoso a quien tenga una postura crítica. Esa ha sido la estrategia del gobierno de Bush (y hoy de Trump), y la derecha quiere hacernos creer que esos son los fundamentos del Estado”.
Quien así se expresó fue Bruce Springsteen, desde que la administración neoconservadora que rodeó al expresidente Bush quiso hacer de los Estados Unidos el único líder del mundo, con el afán de reinar como poder unilateral en una sociedad global, y para conseguirlo sacó a relucir su arsenal, como hoy.
VIDEO: Bruce Springsteen – Born In The U.S.A. (Live), YouTube (BruceSpringsteenVEVO)
Los Sex Pistols muy bien pudieron ser el primer grupo punk de la historia, como tal. Sin embargo, Clash fue el más importante, conceptualmente hablando.
El punk, como fue inventado (de forma malévola), inspirado y conducido a una conclusión formal (aunque no histórica) por McLaren, constituyó una revuelta caótica basada en una suma de contradicciones que lo sostuvieron en el sentido estético y lo condenaron a muerte en el aspecto social.
McLaren aprovechó que el rock era la cultura más importante para los jóvenes, quizá la única que realmente les interesaba; comprendió que para ellos todo lo demás (la moda en el vestir, la jerga, los estilos sexuales) emanaba del rock, estaba sujeto a sus parámetros o extraía su validez de él, y que éste, por lo tanto, no representaba sólo el ineludible primer principio de toda revuelta juvenil, sino el imprescindible blanco de ésta (vgr.: The Sex Pistols).
De cualquier manera, y a pesar de la espuria finalidad de McLaren, a muchos otros les resultó también posible trazar conexiones sociopolíticas con muchos otros blancos: de poderse iluminar la forma en que el rock se había convertido sencillamente en la pieza más reluciente del orden establecido, quizá su desmitificación desembocaría en la del sistema.
De tal manera, los punks emanados de tal concepto dejaron muy claro que su ataque contra el vacío del rock progresivo y del mainstream, representaba sólo un medio instintivo para un ataque mucho más perturbador contra el sexo como la mistificación tras el amor, contra el amor como la mistificación tras la familia, contra la familia como la mistificación tras el sistema de clases, contra el sistema de clases como la mistificación tras el capitalismo y, finalmente, contra la noción misma del progreso como la mistificación última tras la propia sociedad occidental de la era postindustrial (vgr.: The Clash).
Así, los pioneros de la primera hora se convirtieron en los mártires de un movimiento que, en forma subterránea y a través de etapas coloridas, siguió después su desarrollo hacia una subcultura dividida y bien delimitada, dentro de la cual pudieron subsistir una al lado de la otra, interpretaciones notablemente distintas entre sí del concepto punk, tanto en cuanto a la dirección musical como al contenido y las características externas.
El elemento que las unió fue, además de su condición de vida, la verdadera herencia de la revuelta original del punk: su funcionamiento único como alternativa independiente y por completo autosuficiente frente a la industria establecida del rock.
VIDEO: The Clash – I Fought the Law (Official Video), YouTube (theclashVEVO)