BABEL XXI-766: NAVIDAD XV (DISCOS CLÁSICOS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

El rock se involucró con la Navidad desde los años cincuenta, para celebrar su aparición en tal década y sumarse asimismo a la celebración de tal festividad a nivel mundial. Desde entonces han sido muchos los artistas participantes en esta cadena cultural y festiva, y sus interpretaciones ya forman parte de los listados de millones de personas, en ese sentido.

 

Así que cuando Eric Clapton anunció que iba a sacar su primer álbum navideño de estudio, los fans se congratularon de que alguien como él (un hito musical histórico) continuara la tradición iniciada en el rock con Elvis Presley. Aparecería en varios formatos y llevaría el nombre de Happy Xmas, bajo su propio sello, Bushbranch Records, y distribuido a través de Surfdog Records.

 

Happy Xmas fue el álbum de estudio número 24 del guitarrista y el primero de estudio desde “I Still Do” del 2016. En él y mezclan temas clásicos navideños con títulos únicos menos conocidos, así como una nueva canción original “For Love on Christmas Day”.

 

Como dato adicional habrá que mencionar que el álbum también incluye una versión de “Jingle Bells” dedicada al fallecido artista y DJ Avicii, recién fallecido en Omán, del que Clapton era admirador.

Con referencia al disco, el músico británico explicó que «tenía en mente que estas canciones navideñas se podían hacer con un ligero tinte de blues, y comencé a descubrir cómo tocar las líneas del género entre las voces que llenarían el álbum. Lo aprendí y una de las piezas más identificables del mismo, la que se convirtió en el estilo fundamental, fue ‘Have Yourself a Merry Little Christmas'».

 

Desde que Bob Dylan lanzó el sorprendentemente tradicional Christmas In The Heart en 2009, la idea de que las grandes estrellas del rock lanzaran álbumes navideños parecía el camino a seguir. “Bob lo hizo y muy bien, así que yo quería participar en ello”, dijo Clapton.

 

Sin embargo, Eric –que no es ajeno a los caprichos sentimentales– ya había entrado en el mundo de la música navideña años antes que Dylan. “Slowhand”, como se le conoce también, contribuyó cantando y tocando en el concierto A Very Special Christmas Live de 1999, pero no fue hasta la temporada navideña del 2018, y a los 55 años después de carrera, que se decidió a lanzar un disco completo, el cual incluye como portada e ilustraciones interiores los dibujos del propio Clapton.

 

Musicalmente, Happy Xmas por lo general sigue el modelo post-Unplugged del artista, específicamente con el sonido de sus últimos dos álbumes, entre los que destaca el magnífico I Still Do del 2016, su reunión con el legendario productor Glyn Jones.

 

 Por su parte, Happy Xmas fue producido por el propio Clapton junto a Simon Climie, como coproductor, quien desde hace mucho tiempo (mediados de los 90) se ha dedicado a hacerlo con una mezcla de géneros. Desde el blues puro, el rhythm & blues, con un toque de country, reggae, y probadas de EDM.

 

 

Dos canciones que fueron grabadas para A Very Special Christmas Live – el blues de Freddy King, “Christmas Tears” y el clásico frecuentemente versionado de Charles Brown, “Merry Christmas, Baby” – aparecen en Happy Xmas en versiones fieles recién grabadas. Esos dos temas, junto con “Lonesome Christmas” de Lowell Fulson, representan el lado blues puro de Clapton y suenan como si pudieran haber sido grabados durante sus sesiones para el disco From the Cradle.

 

El guitarrista desempolva un clásico del country, “Christmas in My Hometown”, un éxito de Sonny James y ofrece, además, dos temas de rhythm & blues de Anthony Hamilton; el suave y dulcemente seductor “Home for the Holidays” y el ritmo del rock de “It’s Christmas”.

 

Los cortes más tradicionales de Happy Xmas se secuencian en torno a las canciones menos conocidas y más contemporáneas, lo que hace que todo el proyecto tenga un sonido fresco. “Silent Night” avanza sobre una suave ola de reggae, mientras que “White Christmas” recibe el característico tratamiento de blues de Slowhand.

 

Un conmovedor “Away in a Manger” se combina de buena manera con el coro de “Christmas in My Hometown”. También en el departamento del soul, el blues se amplifica con un standard de la compañía Stax de William Bell, «Everyday Will Be Like a Holiday».


El único track original, “For Love on Christmas Day”, recuerda la era de Clapton en que grabó Pilgrim. Profundamente melancólico y trágicamente hermoso, merece convertirse en un clásico.

 

El caso atípico es el tema navideño por excelencia, “Jingle Bells”, que aquí se vuelve casi irreconocible ya que se le da el tratamiento EDM como tributo al productor y DJ sueco Avicii, quien falleció en abril de 2018.

 

Clapton había sido fanático durante mucho tiempo de su música electrónica, admiración que se remonta al menos a 1997, cuando aquél y Climie lanzaron el experimento EDM, TDF. En el disco de Clapton su estilo aparece lo suficientemente accesible como para no desentonar con el resto del material.

 

Uno de los mejores momentos llega al final, cuando el maestro del piano, oriundo de Tulsa (y ex miembro de los héroes del country-rock de Oklahoma, The Tractors), Walt Richmond, guía a Clapton a través de una versión verdaderamente pegadiza de “Have Yourself a Merry Little Christmas”. Momento para tomarse otro rompope.

 

Happy Xmas es un muy buen álbum navideño, definitivamente lo es, y hay que darle la bienvenida como adición a la incomparable obra de Eric Clapton, así como un eslabón sólido en la cadena del álbum navideño rockero. Una tradición aunada a otra tradición da la que todo rockero se siente parte y agradecido de que exista.

 

BABEL XXI-766

Por SERGIO MONSALVO C.

 

NAVIDAD XV

(DISCOS CLÁSICOS)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/766-Navidad-XV-Discos-clasicos

BLUES: HARD AGAIN (MUDDY WATERS/JOHNNY WINTER)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

Las artes y humanidades deben gran parte de su desarrollo a la trasmisión de los conocimientos de los maestros a sus discípulos. En 1977, se dio uno de estos momentos mágicos en la música. Corrían esos tiempos para el rock. En gran parte esto podía atribuirse al redescubrimiento del lenguaje bluesero por parte  del público rockero.

Los patriarcas del blues de Chicago, como Muddy Waters, adquirían un renovado merecimiento como maestros del género, puesto que una generación de discípulos más jóvenes, como Johnny Winter, se habían forjado carreras respetables con dichas raíces por derecho propio, y ahora le devolvían algo de aquella herencia. Le produjo un disco a Muddy Waters para reactivar su carrera.

El concepto fue sencillo y nació durante las charlas nocturnas entre ambos. Winter sería el productor y juntos tratarían de organizar ese casamiento discográfico “entre leyendas del blues y estrellas más jóvenes del rock, empapadas en el blues”, como dijeron los medios por aquel entonces.

La propuesta era promover ejecuciones magistrales no constreñidas por la mentalidad de los «sencillos» ni por la tecnología relativamente simple que caracterizó las grabaciones señeras de Waters por el sello Chess en los años cincuenta.

No. La idea era como la hechura de un disco en vivo pero, en este caso, sería un álbum de estudio bien hecho, como mandaban los cánones del blues (crudo, tiempo breve y con todos los músicos tocando al unísono. Y tal vez la presencia de un Johnny serviría para vender unos cuantos discos más en el pujante mercado blanco para el blues.

Como un mago de las cuerdas, el albino John Dawson Winter III, nacido el 23 de febrero de 1944 en Beaumont, Texas, dio con el blues y el rock and roll en su juventud. Desde el momento en que en 1967 formó un trío con su hermano Edgar, para luego seguir como solista. Desde entonces sus discos se movieron principalmente entre un country blues casi puro y un ardiente blues-rock.

En 1971, Winter formó su grupo con Rick Derringer en la guitarra y dos ex McCoys, Randy Hobbs en el bajo y Randy Zehringer en la batería. Después de sacar los discos And y And Live, los problemas de Winter con sus adicciones lo obligaron a retirarse hasta 1973, cuando regresó a la escena. Desde mediados de los setenta se desvió hacia la dureza guitarrística apoyada por el hard, para luego producir un par de excelentes discos para su héroe Muddy Waters: Hard Again y Nothin’ But The Blues.

Winter fue un intérprete contemporáneo del blues texano, tenía un estilo personal y reconocible al instante: con su sensación de intensidad, urgencia, seriedad, sinceridad y convicción. Siempre dio la impresión de que era uno con su música y no simplemente el instrumentista que interpretaba una canción. Dependió menos de las letras tradicionales y fue poseedor un ritmo fuerte, poderoso y energético.

Por el otro lado, en los años treinta del siglo XX Muddy Waters comenzó a tocar en fiestas campiranas, muy influenciado por el sonido de Son House. Al principio de la década de los cuarenta emigró del Delta del Mississippi hacia Chicago y poco después se le pudo ver acompañando nada menos que a Sonny Boy Williamson. Lentamente fue haciéndose un hueco en una escena local muy competida.

En 1944, fue uno de los primeros músicos en pasar del instrumento acústico a la guitarra eléctrica. Seguía tocando blues tradicional del Delta del Mississippi (de hecho, nunca dejó de hacerlo), pero consiguió un sonido más compacto, potente y señero. Su nombre se convirtió entonces en sinónimo de evolución y en gran ejemplo musical.

Aparte de sus innegables, enormes y excepcionales cualidades como compositor, cantante y guitarrista, Waters se caracterizó además por su talento como líder de banda, cualidades que lo elevaron a la categoría de maestro y muy buen vendedor de discos, tanto de rhythm and blues como de blues, hasta la llegada del rock and roll que eclipsó su figura por un tiempo.

La de los sesenta fue una década en la que se dio el renacimiento, resurgimiento o redescubrimiento del blues, o como se quiera designar. Para la música y para su público fue una década de expansión y exploración, un fenómeno de múltiples dimensiones y direcciones. El álbum Fathers and Sons fue el epítome de ello.

Sin embargo, una década después los vaivenes comerciales lo habían dejado a la deriva, hacía presentaciones en vivo, pero ya no grababa, no tenía contrato discográfico. Fue en ese momento que Johnny Winter se acercó a él para hacerle la propuesta de producirle un álbum nuevo.

Hard Again resultó no solo uno de los mejores álbumes de blues de todos los tiempos, y es igualmente uno de los mejores álbumes de todos los tiempos. En él colaboraron los miembros regulares de la banda de Waters y unos músicos allegados en algún momento al veterano bluesman: el guitarrista Bob Margolin, el pianista Pinetop Perkins, el baterista Willie Smith, el armoniquista James Cotton y el bajista Charles Calmese.

La música de Waters que produjo Winter fue todo fuego, lo que uno busca escuchar en una conexión semejante. Ambos músicos dejaron el alma en cada canción, y desde luego, como en los discos de cada uno de ellos, no dieron un tema por bueno si no transmitía un entusiasmo puro y vibrante.

En los álbumes de su buena época cuesta encontrar un instante en el que Winter no sonara como un jovencito que acaba de descubrir que puede tocar y cantar. Una de las primeras cosas que sorprenden de Hard Again es la capacidad de Johnny para embarcarse en largos solos que nunca descendían de intensidad, al igual que los gritos de impulso hacia su admirado maestro.

El álbum se erigió como si fuera una factoría de blues, como aquellas donde los grandes maestros de la pintura trabajaban al unísono con sus discípulos, o, metafóricamente, como una de esas gigantescas llamas que permanecen encendidas día y noche en lo alto de las montañas mitológicas. Algo muy ilustrativo, muy de la tierra donde se dan los momentos mágicos y los encuentros entre gigantes.

Hard Again ganó premios tras su publicación y sin lugar a dudas su mejor pieza se convirtió en la síntesis de una legendaria historia musical: «The Blues Had a Baby and They Named It Rock and Roll» (“El blues tuvo un bebé y ellos lo nombraron Rock and Roll”.

 

VIDEO: Muddy Waters: The Blues Had A Baby (And They Named Rock and Roll), YouTube (mercydee)

MY BACK PAGES: EDDIE BRICKELL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EDDIE BRICKELL, Picture Perfect Morning (Geffen).- Primero como líder de un grupo (The New Bohemians) y luego como cantautora solista, Eddie Brickell se presenta con un bajage lleno de legados y del conocimiento de un pasado genérico.

Se planta en el disco con un mensaje que corresponde a la naturaleza humana en general. Para ello echa mano de los géneros indispensables (folk, blues, pop, soul, funk, rhythm and blues), en apoyo de una poesía rica, atractiva, cotidiana, desgarradora a veces, intimista otras.

JOHN MAYALL, Jazz Blues Fusion (Polygram).-  Con el inicio de la década de los setenta, Mayall llevó a cabo una especie de ajuste de cuentas con el blues y el jazz y decidió amalgamarlos en un solo disco:  Jazz Blues Fusion (1972).

Resultó uno de sus discos clásicos y uno de los mejores grabados en vivo en aquella época.  Amor, conocimiento e improvisación fueron los implementos que contribuyeron con este trabajo al impulso de una corriente aún nueva.

YANNI, En vivo en Acrópolis (BMG).- Yanni es conocido por sus interpretaciones de ligerísima música instrumental. Acompañado por una orquesta de más de 70 músicos, su obra, a través de expresiones diversas, texturas y paisajes sonoros, invita a la tranquilidad más light.

Su producción En vivo en Acrópolis, la cual permaneció durante 22 semanas en la lista de los 200 álbumes más vendidos del Billboard (The Billboard 200). Se le puede ubicar como otro Richard Clayderman.

 

VIDEO: John Mayall Jazz & Blues Fusion Live Philharmonic Hall, New…, YouTube (FinkSoulBluesJazzRockPop Live Music)

ROCK Y LITERATURA: NEUROMANCER (WILLIAM GIBSON)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

William Gibson es uno de los autores más mencionados como representantes del género cyberpunk en la ciencia ficción. La revista esporádicamente publicada por Bruce Sterling, Cheap Truth, influyó mucho en el nacimiento del género.

Sterling (nacido en Texas, en 1954) también editó Mirrorshades, una antología muy vendida de cuentos de ciencia ficción del mencionado género. En la introducción, el autor definió el término “cyberpunk” de la siguiente manera: «Una alianza profana del mundo de la tecnología con el mundo del disentimiento organizado. El mundo subterráneo de la cultura pop, la fluidez visionaria y la anarquía callejera. Esta integración se erigió en la fuente crucial de energía cultural para el final del siglo XX. En forma paralela a la obra de los cyberpunks, se desarrolló la cultura pop a lo largo de los años ochenta: los videos de rock, el underground de los hackers, la estremecedora tecnología callejera del hip hop y el scratch. Nadie pudo haber previsto los futuros que nos imaginábamos”.

William Gibson (nacido en Carolina del Sur, en 1948), por su parte, se hizo cargo de ello. Es el autor de la antología de cuentos Burning Chrome y de la novela cyberpunk por antonomasia, Neuromancer.

Al salir en 1984, arrasó con los premios del género: Nebula, Hugo y Philip K. Dick.  Hollywood ha trabajado, desde entonces, en los planes para una versión cinematográfica.

«Lo más importante para mí –ha dicho su autor– es que Neuromancer habla sobre el presente. En realidad, no trata de un futuro imaginado. Es una forma de manejar la admiración y el terror que me inspira el mundo en que vivimos.

«Burroughs tuvo una profunda influencia en mí. Nunca pensé que los escritores de ciencia ficción en los Estados Unidos fueran a aceptarlo, porque o no saben quién es o se muestran hostiles inmediatamente…él tomó la ciencia ficción de los cincuenta y la usó como un abrelatas oxidado en la yugular de la sociedad. No lo entendieron nunca. En una entrevista que me hicieron en Londres, le dije al entrevistador que la diferencia entre lo que Burroughs hacía y lo que yo hago es que él pegaba los textos en el papel, mientras que yo uso el aerógrafo».

El cyberpunk es tanto una protesta como una celebración. Gibson y Sterling ya estaban metidos en la celebración, porque, si bien mostraban los aspectos un poco más viles de estas cosas, también se regocijaban con las texturas superficiales del mundo hipercontemporáneo.

“Examiné las ramificaciones políticas de las manipulaciones de alta intensidad hechas en los medios, los mensajes subliminales, el control visual de la mente, los aparatos capaces de extraer información del cerebro o de implantarla en éste. Todo ello tiene aplicaciones maravillosas y diabólicas también. Decidí escribirlo”.

«Estamos presenciando alteraciones considerables en la mente colectiva de la visión que tenemos de nosotros mismos –asegura este autor–. La cultura se estará redefiniendo constantemente a lo largo de los próximos treinta años, y el cyberpunk se ocupa activamente con esa redefinición. La cultura de masas. En el caso ideal, estamos tratando de meternos al cerebro de ésta, alimentarnos de su cuerpo y redirigirla un poco también.

“A esto se le puede llamar ‘parasitismo revolucionario’. Por supuesto es peligroso. Tal vez la gente se burle y diga: Crees estarla redirigiendo, pero en realidad ella te está devorando, a ti. Tal vez. Ya veremos».

VIDEO: Billy idol – Cyberpunk – YouTube (MarkvBob)

LA AGENDA DE DIÓGENES: JEAN-MICHEL JARRÉ

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

LA CRONOLOGÍA DE LA VIDA

                                                                                                                   

El enésimo álbum conceptual del compositor y virtuoso tecladista francés Jean-Michel Jarré, cuyo tema en esta ocasión, como su título lo indica:  Chronologie (Dreyfus/Polydor, 1993), es una cronología de La Vida. Nada menos. Las ocho piezas no incluyen ni una palabra de texto. 

 

Más aún, ni siquiera tienen títulos. Por lo tanto, las composiciones instrumentales desarrolladas en el sintetizador, que como única identificación son encabezadas por cifras y que por cierto no se diferencian mucho de los discos anteriores de Jarré, exigen al escucha una enorme sensibilidad y un gran poder de imaginación.

 

Ya analizadas en forma más detenida, resulta que hubieran podido tratar de igual manera de la vida de una albóndiga. Para producir su música tecnocrática, Jarré recurre a técnicas ultramodernas.

 

Su colaboración con los grupos ingleses de dance Sunscreem y Praga Khan en los remixes del sencillo «Chronologie Part 4» demuestra, además, su atención a la evolución más reciente del pop (o lo que se toma por ello).  Desafortunadamente no se incluyen en el álbum estos remixes, con su testimonio de un deseo de renovación.  Chronologie se distingue sobre todo por su carácter predecible.

 

VIDEO: Jean-Michel Jarre – Chronology Pt. 4, YouTube (JeanMichelJarreVEVO)

 

 

 

MY BACK PAGES: AXIOM COLLECTION

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

AXIOM COLLECTION, Illuminations (Axiom/Island).-  El proyecto Axiom de Bill Laswell ha producido maravillas como Illuminations, una compilación armónica de músicas plenas de multiplicidades intensivas.

 

Peregrinaje de sensaciones conscientes a través de una sorprendente comunión de artistas con aportaciones de variadas regiones planetarias. Laswell se erige así en el lazo de unión de israelís, indios, marroquís, gambeses, ingleses y otras etnias emparentadas entre sí por su cosmovisión.

 

 

 

BIG MOUNTAIN, Unity (BMG/Ariola).- Debido a sus hilos conductores, incluida la religión y la protesta, el reggae se expandió por el mundo entero y se diluyó o espesó, según el intérprete que lo manipulara. 

 

Big Mountain fue un grupo de tercera mano en ese sentido.  Su disco Unity posee un encanto llamémosle ingenuo. Optimista a rajatabla, el grupo cantaba como una familia «natural» en busca de la unidad de la conciencia humana.

 

 

BON JOVI, Crossroad (Mercury).- A Bon Jovi –tras once años de carrera grupal– le llegó el virus del The Best of…  Ya se habían tardado. La justificación:  «Un disco de éxitos es resumir una era, cerrar un capítulo, el final de algo, el principio de otra cosa…» 

 

Así se legitima la materia más importante de la compilación: la nostalgia. Se exhuma de esta manera parte del patrimonio de estos músicos, esfuerzo que, según la compañía disquera y hasta los integrantes, debe recibirse con beneplácito.

 

VIDEO: Bon Jovi – Livin’ on A Prayer, YouTube (BonJoviVEVO)

 

 

 

BABEL XXI-759

Por SERGIO MONSALVO C.

 

DAVID BOWIE

1.OUTSIDE (II)

 

 

 

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/759-David-Bowie-Outside-II

 

 

 

 

 

HISTORIA DE UNA CANCIÓN: EN UN CUARTO DE HOTEL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL HOSPEDAJE EXTRAÑO

 

Tenderse a escuchar el track, una y otra vez, hasta encontrar la punta del hilo, la idea, el nervio, la explicación. Esa es mi meta de hoy. “Hotel California” es una canción clásica y galardonada –al igual que el disco homónimo del que procede–. La he oído desde que apareció originalmente, pero en la que nunca me detuve en realidad. Los Eagles, sus intérpretes, no están en mi canon personal, ni mucho menos. No deploro su ausencia en ningún ámbito. Siempre los sentí impostados.

 

Ponía el disco en el aparato de sonido y lo escuchaba completo sin mayor cosa, sin conmoverme en algún momento. Corroborando con ello la definición de Tom Waits con respecto a él: “Sólo sirve para evitar que el plato de la tornamesa no se llene de polvo”. Al menos esa función cumplió para mí en mucho tiempo. Hasta que la gente dejó de hablar de él, hasta que los Eagles desaparecieron del panorama.

 

Luego, un día, escuché una versión absolutamente disparatada, repetitiva en su orquestación; absurda por su traducción y literalidad: la de los Gipsy Kings (ese grupo francés que aprovechó la oportunidad, en medio de las trifulcas, envidias y falta de visión de los propios artistas españoles creadores de la rumba flamenca, para erigirse en representantes de tal género ante el mundo).

 

Por supuesto tuvo éxito. Todos esos productos tienen éxito (dada la desinformación generalizada) y eso lo hace todo más absurdo (su versión de «Hotel California» forma parte del soundtrack original de una enorme película: El gran Lebowski).

 

Bueno, el caso es que a través del absurdo entré de nuevo en contacto con la canción original del grupo californiano. Sólo que ahora, ante el pasmo de dicho cóver rumbero, el contacto fue más “real”.

 

Me propuse “sentirla” a base de oírla una y otra vez. Sin tener que trabajar en ella para escribir algún texto para la radio, una revista, periódico o sitio online. No. Sólo sería una escucha intensa y reiterada. Exclusivamente para mí. Dejé de hacer otra cosa y me concentré en ello, con los ojos cerrados.

 

Fue entonces que en cierto instante llegué al meollo. Es la descripción de un espíritu dañado. Deformado por el dolor de no saber su papel en el mundo, por la profunda duda. Otra de sus anomalías está en que la mayoría de la gente la califica como “bonita”, cuando en realidad es todo lo contrario o, más bien, posee la belleza de lo terrible.

 

Habla de la negrura de la vida. Del corazón de las tinieblas personales. Es angustiosa, a final de cuentas. Demasiado exceso o demasiada abstinencia. El conflicto entre ser algo o no ser nada. Es una descripción expresionista del espíritu en su ritmo y melodía, cuyo veneno dulzón corroe desde la primera nota.

 

Tras su larga, larga, escucha duermo y sueño con la pieza, con sus imágenes, su simbolismo. El mentado hotel está distorsionado, tanto que en lugar de parecerlo es más un larguísimo puente techado por nubarrones tormentosos, agoreros. Es un cuadro de Munch, me digo apesadumbrado. El puente se extiende desde el inicio del tiempo hasta los confines del universo ignoto.

 

 

En dicho hotel-puente hay alguien más, percibo su presencia: es alguien que llora. La atmósfera del lugar oprime y envuelve como si estuviera vivo. Percibo con toda claridad sus latidos y su olor. Yo soy una parte más de él. Así es la canción. ¿Qué soy? Me pregunto. Y no sólo la pienso, sino que me formulo la pregunta en voz alta. Pero sé que es una pregunta insoluble, inútil.

 

Estoy en el apéndice de mi existencia, en una de sus habitaciones, con numerosas circunstancias que no recuerdo haber consentido pero que se han convertido en atributos míos de manera involuntaria.

 

A mi lado duerme una mujer y en la mesa de noche hay un vaso en cuyo fondo quedan unos milímetros de whiskey y una hostil –aunque quizá sólo sea diferente— luz de neón (que anuncia el nombre del hotel), cargada de polvo. Afuera llueve (estoy inmerso en un cliché, me digo y me bebo el whiskey sobrante). Oigo unos sollozos apagados. Una voz sofocada, procedente de un lugar oscuro al otro lado de la pared.

 

El Hotel California existe en realidad, confirmo. Es un lugar anodino que contiene esa venenosa y contradictoria levedad sonora de la náusea existencial. Sus huéspedes se mueven por los pasillos como finas sombras, arrimados a la pared. Retienen el aliento o intentan el grito y se quedan en la densa mueca. En el silencio a veces llega el eco del elevador en funcionamiento o su mudez.

 

De cualquier forma es un lugar extraño. Evoca algo parecido al miedo o al asco cotidiano. Quizá al mismo cuadro de Munch. Con criaturas alteradas que avanzan en la dirección equivocada y no pueden retroceder. Bajo ese puente está anegada la vida. Nadie tiene la culpa de eso y tampoco nadie puede resolverlo. Y es que para empezar nunca se debió haber construido ese hotel-puente. El error siempre es uno: el primero. Y poco a poco todo va deformándose de manera perniciosa.

 

Abro los ojos. La escucha ha terminado. El inmueble creado por Don Felder, Glenn Frey y Don Henley me ha inscrito en su dilatado registro, en donde no hay primeros ni últimos huéspedes. Uno mismo tiene que hacerse la cama y no hay servicio al cuarto.

 

VIDEO SUGERIDO: Hotel California The Eagles 1976) (SACD Remaster Audio 1080p H…, YouTube (Momcilo Milovanovic)