STANDARDS: «MOON RIVER»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Ella era una mujer con ambiciones, poseedora de una belleza que magnetizaba. Alguien también que aparentaba tener un dinero que no poseía, que viajaba en taxis e iba a fiestas elegantes, pero siempre llevaba el mismo vestido negro, aunque con distintos accesorios.

Su nombre: Holly Golightly, una escort (mujer remunerada como acompañante para eventos sociales, es decir, a la que un cliente paga por acudir con él a reuniones, fiestas, salidas a otra ciudad, etcétera. El servicio suele incluir sexo, aunque no siempre, en cuyo caso, se da bajo consentimiento, y no como parte de la contratación. Una forma de prostitución, finalmente. En la mayoría de los casos, el cliente de este servicio busca acompañamiento femenino para acudir a cenas o eventos de negocios. En español se les conoce como “chica de compañía”).

Ésta scort quería subir en la escala social, y sin embargo no prosperaba en tal intención. Ni habiendo dejado atrás su lugar de origen, esposo, familia y nombre original: Lullamae, el cual había cambiado por el más sencillo de Holly.

Para el escritor Truman Capote, el creador de este personaje varado en mitad de Nueva York y cuya estela empieza a oler a manjar pasado, Golightly, la protagonista de Breakfast at Tiffany’s (Desayuno con diamantes, en su versión al español), tenía primeramente el rostro de Marilyn Monroe, y los encargados de su adaptación al cine lo tenían muy claro: Marilyn era la actriz para ello.

Sin embargo, Lee Strasberg (profesor de actuación de la actriz) le señaló a su protegida del peligro que entrañaba encarnar a una mujer semejante. Ella rechazó el papel. Los productores del drama barajaron otros nombres y finalmente, tras descartar a Jean Seberg y a Kim Novak, volaron a Suiza para contratar a Audrey Hepburn.

Ella, por su parte, aceptó el papel, pero pidió el cambio de director. Por lo tanto, adiós a John Frankenheimer (el cual había destacado por la reciente dirección de The Young Savages), y bienvenido Blake Edwards.

 

Breakfast at Tiffany’s era, para empezar, una novela, muy buena, del mencionado Truman Capote; después fue una excepcional película, un regalo para el cinéfilo, una oda a la belleza de Audrey Hepburn y a su talento. Porque con sólo un bonito rostro, y ella lo tenía, no se puede componer un personaje tan complejo, tan rico en matices y dolor como el de Holly, que empieza a enamorarse de su nuevo vecino, encarnado por George Peppard, un escritor (y gigoló) que, desde luego, no le servirá para ascender.

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La novela se desarrollaba en 1943, la versión cinematográfica en los años sesenta, y quien tomara esa decisión para acercar la historia a un tiempo más liberal acertó… aunque el flirteo de Holly con la bisexualidad se borró del guion (al igual que la claridad sobre su trabajo, su aborto, su afición a la marihuana) para someterse a la censura que permeaba en aquel tiempo.

Hepburn históricamente es uno de los rostros más famosos del cine, y Breakfast at Tiffany’s, uno de sus trabajos determinantes. Hoy en día, en la memoria colectiva mundial, además del inicio ante el escaparate de la famosa joyería Tiffany’s, resuenan los ecos de “Moon River”, la canción que Henry Mancini escribió ex profeso para la película: una mujer con una guitarra y el pelo recién lavado en una ventana. Pocas imágenes describen también el desamparo, la soledad y, a la vez, el afán por sobrevivir.

El cine siempre ha recurrido a la música para que expresara, tradujera, exaltara, aclarara lo que le estaba ocurriendo a los sentimientos de los protagonistas o los que flotaran en el ambiente.

Ahí es otoño, con sus nubosidades, sus ambientes ambarinos y sus aromas a calles mojadas. Es una época que estimula la introspección, no tanto quizá como lo hace el invierno, sino con un dejo de suave melancolía. ¿Y qué es el otoño en la vida sino eso mismo? Pero ¿cómo se refleja esto en la música de una película?

Hay canciones de amor que parecen no serlo, sus letras, que gustan por su secreto atisbo de profecía y otras porque copian e iluminan las vivencias de la gente. Unas llegan a las vidas de las personas mucho antes de que descubran, experimenten y comprendan lo que allí se nos cuenta y las otras parecen inspiradas en la propia historia individual.

Al final, las dos formas parecen creadas y cantadas para cada uno de los escuchas. Están ahí, han llegado para quedarse por motivos superiores a todos y forman parte esencial de la banda literaria y sonora de la vida común.

La pieza central del soundtrack, de la banda musical de la película Breakfast at Tiffany’s, es “Moon River”, tema compuesto, arreglado y dirigido por Henry Mancini, con la lírica de Johnny Mercer. Ambos, Mancini y Mercer, reconocidos autores por su trabajo en general, ganaron el Óscar en 1961 a la Mejor Canción Original por dicha canción.

Moon River y Mancini también ganaron el Óscar al Mejor Soundtrack Original. Mancini, a la postre, contó así la historia del nacimiento de tal composición: “Por entonces, había visto la obra musical Funny Face, con Audrey Hepburn. Luego de ver la secuencia en que cantaba ‘How Long Has This Been Going On?’, de George Gershwin, me vino a la mente una melodía que estuviera adoptada a su limitado rango vocal. Cuando la tuve clara me dirigí inmediatamente al piano para tocarla”.

VIDEO SUGERIDO:  Breakfast at Tiffany’s (3/9) Movie CLIPS – Moon River (1961) HD, YouTube (Movieclips)

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