LOS EVANGELISTAS: ROBERT PLANT

Por SERGIO MONSALVO C.

 

RETRATO DE UN GRAN MAESTRO

 

La obra de Robert Plant (West Bromwich, Inglaterra, 1948) es fruto de una cosmovisión asentada en diferentes formas artísticas, estéticas y de pensamiento, donde el esoterismo y el erotismo, materias en las que ha estado inmerso desde los años sesenta, son elementos decisivos para él de aproximación hacia el conocimiento universal.

 

La trama de sus discos como solista (más de una docena de estudio hasta la fecha) se teje con una extraordinaria cantidad de hilos que, yuxtapuestos, dibujan la totalidad de su universo musical. De algunas de estas vías de creación da cuenta su álbum Carry Fire.

 

Este título que apareció a finales del año 2017, se convirtió en el álbum más escuchado por mí en el 2018, al margen de lo que iba surgiendo, e incluso frente a los mejores discos del curso. Lo oí cada semana (al menos una vez) durante los doce meses de este año. ¿Por qué? Porque me parece un muestrario ejemplar de su evolución como músico (un icono, por donde se le vea).

 

Este británico jamás se ha quedado atrapado en ninguna de las etiquetas que le han endilgado a lo largo de su carrera, y en las que cualquier otro con menos ambición se hubiera plantado para el resto de su vida. Fue pionero del heavy metal, en metalizar el blues, en electrificar la balada mística, en abandonar a una agrupación en la cima del éxito y seguir una carrera como solista.

 

«Mi vida ha adquirido otro ritmo –dijo en aquellos momentos–. Ya no trato de aferrarme al título ‘King of Cock Rock‘ que me dieron hace un millón de años, cuando eso aún funcionaba. La música alimentada por el hedonismo, por la ira, por la locura. Aún tengo algunos de esos problemas, pero ya sólo quedan unas dos personas que recuerdan aquello. Ya no significa nada. Y por eso me gusta lo que hago en la actualidad. Es una actividad completamente personal. Canto lo que quiero cantar”.

 

Pero no sólo llegó hasta ahí: inició el swing rock (lo popularizó y evitó a toda costa luego convertirse en crooner), lideró la ola retro del rockabilly y fue de los primeros en abrir el horizonte del world beat (con énfasis en las sonoridades del Medio Oriente) y en relacionarlo con el rock, el folk y la americana. En resumen, Robert Plant es un espíritu inquieto, artístico, talentoso y productivo.

 

Sobre los enigmas de la música versa su continuado discurso estético. Es una meditación que transcurre por una vía sensual y de tono oriental y sahariano en el que discurren los sutiles cantos, acompañados por la música de The Sensational Space Shifters, una inspirada y compacta banda para un proyecto igualmente sólido (es su segundo álbum conjunto).

 

Ellos son: Justin Adams, guitarra; Liam Tyson, guitarra; John Baggott, teclados; Billy Fuller, bajo y Dave Smith, batería. Todos acreditados en las composiciones que integran la obra, y a los que se agregan: Seth Lakeman, en la viola y fiddle, y Redi Hasa, en el cello.

 

Actúan en los límites de una frontera sonora en donde las imperfecciones no quedarían impunes y en cambio las aportaciones de genio enriquecen el resultado.

 

¿Y cuáles son sus aportaciones? Varias. Al proceder de mundos ajenos al rock traen con ellos otra imaginería y otras maneras de crear (tanto en estructuras como en ambientes). La lluvia de ideas del conglomerado va construyendo las piezas, embriagándose en lo musical y fomentando el clima adecuado para que Plant muestre la amplitud de su estilo vocal en plena madurez.

 

En su propuesta hipermoderna hay riesgo (sin ese elemento, ¿para qué ser pintor, escritor o músico?), se incrusta lo lejano en lo nuevo, el rock en la world music y todo se entreteje con el beat electrónico. Éste produce el ambiente y la seducción.

 

El ritmo que emerge de todo ello es el corazón del disco: aires de un paisaje místico, de aromas sugestivos que se deslizan como mantras a través de una voz aún dócil y maleable.

 

Dicho ritmo pone en trance reflexivo al escucha sobre las temáticas presentadas: el romance, la mortalidad, el esoterismo, la observación, el poder y el uso de los medios, la demencia de los poderosos que gobiernan y retuercen la realidad. Es decir, hay sustancia y poso en Carry Fire.

 

Que es como un cuadro que muestra el trabajo de orfebrería realizado al unísono, como en los de taller que gustaban de trabajar los pintores del barroco neerlandés, durante su Siglo de Oro, donde la calidad técnica era muy alta. La mayoría de aquellos personajes seguía el sistema medieval de formar aprendices con un maestro o varios. (“Cuando tengo una idea para una melodía, la elaboramos conjuntamente, como si fuera una pintura colectiva”, ha declarado el cantante al respecto).

 

 

Plant es un tipo culto en el que la sabiduría se ha instalado al entrar en esa edad en la que sólo cuenta lo importante. En su mirada hay preocupación por lo que ve y las señas de la experiencia. Es bueno que se haya hecho fotografiar así (por Mads Perch), para luego ser recreado en la portada al estilo de los Grandes Maestros (con el diseño de Richard Robinson). Un estilo en el que reverberan lo ecos de la sapiencia, esos que ensanchan los universos.

 

Ningunos otros artistas era capaces de jugar con la luz y la sombra como lo hacían esos Maestros –Rembrandt, Van Dyck, Frans Hals, Ferdinand Bol–, admirados sobre todo por cómo las usaban para atraer la atención sobre sucesos y figuras en sus cuadros. Se atrevieron a ser creativos, a ser diferentes. Su estilo les daba a aquéllos un aire dramático o casual y/o animado.

 

Sus amplias pinceladas hicieron que sus obras cobraran vida sobre el lienzo.  Estaban cargadas de vitalidad. Sabían cómo captar un momento en el tiempo, incluso iban por delante de él. Los cuadros carecían en su mayor parte de la idealización y el amor por el esplendor típicos del arte barroco europeo. La mayor parte de ellos refleja un detallado realismo –los ejemplos de personajes entrando en la vejez, son grandes y maravillosas muestras–.

 

Sus famosas pinceladas ágiles tenían la capacidad de mostrar a los modelos relajados, alegres o preocupados. Un tipo muy particular de cuadro era el que combinaba elementos del retrato, la historia y la escena de género intimista. Usualmente se trataba de una representación de medio cuerpo de una figura sola que muestra una expresión o estado de ánimo inusuales.

 

Además, entre otras de sus aportaciones estuvo el empleo de una luz dorada que creaba sensacionales efectos atmosféricos que reflejaban las relaciones del individuo con la sociedad y eran simbolizadas en el retrato.)

 

De las oscilaciones dinámicas y temporales que emana el disco Carry Fire, amplificadas y determinadas por las interacciones entre lo acústico y la tecnología, nace un sonido definitivo, en el que las referencias musicales tanto como el deseo amoroso despliegan una verdadera constelación con elementos diversos y distantes en apariencia, que tensan la flecha de un espacio atemporal fuera del propio ser que emite la voz, instalado en el presente, pero con la mano en la palanca visionaria.

 

Inspirado por las canciones, Plant cuenta las historias que son un fresco de erótica y mística en la frontera incierta entre el amor y de la muerte. Una lírica apasionada en el éxtasis indecible de la ubicuidad, con el punto exacto del movimiento, del beat, elevado con humildad y sabiduría hacia el infinito.

 

“Todo lo que pretendo es entretener con un poquito de intelecto. Mis observaciones no son profundas, son tan solo un catálogo de las locuras de la humanidad y la corrupción del poder. No hay nada nuevo en lo que digo, está por todas partes. Ahora mismo estamos preocupados, en cada esquina y en cada ciudad del mundo”, ha dicho el cantante.

 

El suyo es un proceso incontenible que sostiene la “danza” irreversible del vivir. Es la integradora duración extendida de piezas en las que se abre un camino que no necesita pasos, sólo el puro fluir del ahora, en esa su hora. Ahí es donde radica el gusto que puede despertar este álbum: en la forma de contar que tiene este gran maestro y músico británico, siempre instalado frente al misterio, como lo plasma su fiel retrato en la portada.

 

VIDEO: Robert Plant – Carry Fire (Live), YouTube (1983mobydick)

 

 

 

 

 

PLUS: UNA COSTUMBRE AÑEJA

Por SERGIO MONSALVO C.

Es de madrugada cuando vaga el espíritu en la vigilia del sueño. El término viene de lejos en el tiempo, de las épocas primigenias del género humano, en que tras el bullicio diurno o vespertino se dedicaba al hecho de pensarse, por el acto mismo del entendimiento. Relajados o inquietos los sentidos. Rodeados de naturaleza se afanaban los hombres en la construcción de la conciencia.

Así nacieron los cuentos, las fábulas, las narraciones orales, las mitologías, la forma de relacionarse con todo aquello que los rodeaba. Fue un tiempo de magia y encantamiento, de dioses y héroes, de criaturas extrañas y creencia animistas. Así lo fue en cada región de la Tierra. Y de alguna manera la explicación del mundo y de estar en él continúa dándose de madrugada.

En el norte de Noruega, ya dentro del Círculo Polar, la madrugada es de una oscuridad silenciosa y azul, el frío es como un cristal y ni los Trolls –sus habitantes míticos más antiguos– se atreven a moverse para no romper el momento.

El agua está en calma y parece como si en el mundo no existiera más que la naturaleza y toda la ansiedad que ésta pudiera desatar en los estados anímicos de los que velan por la aparición de alguien en aquellos fiordos sin tiempo.

En la orilla de tal espectáculo nocturno existe un pueblo al que han dado en llamar Stokmarknes, ubicado en una de las tantas islas de ese archipiélago nórdico. Tiene una población de tres mil habitantes y la consigna de vigilar la entrada a los fiordos más bellos de la de por sí bella Noruega.

Todo es férrico en este lugar, incluyendo el espíritu anochecido de sus habitantes. En un territorio plagado de leyendas y de combates sordos por su supremacía.

La poesía es una costumbre añeja en esta zona del mundo. Primero los bardos vikingos se encargaron de hablar de sus gestas, montañas y ríos; de sus descubrimientos y de las deidades y demonios que lo poblaban todo.

Durante el periodo romántico, de mediados del siglo XIX, la literatura inflamó el sentimiento por recuperar todo aquello, de unir los periodos culturales del país. Intentaron la creación de un idioma propio (hasta ese momento su lengua había correspondido a su dependencia de Islandia, Dinamarca y Suecia, en diversos momentos de su historia).

Expresión típica de esta época son las primeras colecciones de cuentos populares noruegos (Norsk folkeeventyr), realizadas por los escritores Peter Christen Asbjornsen y Jørgen E. Moe, así como las antologías de poesía y música folklóricas de Magnus B. Landstad.

 

A partir de entonces, la poesía la han practicado los ancianos poseedores de los cánones y los niños, con su recitación de los cuentos fantásticos. Sin embargo, hoy la voz cantante la tienen los jóvenes. Éstos tienen ante sí la dura consigna de hacerse un lugar no sólo entre los extremos de la música que aflora por territorio noruego (el tenebroso black metal y el pop rock de A-ha) sino en un mundo globalizado.

Además de dicho handicap, los jóvenes integrantes de Madrugada, oriundos de Stokmarknes, quisieron hacer épica, como la hicieron sus célebres coterráneos Ibsen, Munch, Grieg o Hamsun, en sus respectivas disciplinas. Así que fueron varios poetas (Sirvert Hoyem y Øystein Wingard Wolf) quienes los surtieron de material para que salieran a contar sus historias.

Y como Madrugada, con ese concepto del tiempo, el espacio fantasioso y la imaginería, recorrieron los continentes con un habla común que todos pudieran entender (el inglés).

VIDEO SUGERIDO: Madrugada – Beauty Proof, YouTube (gabilaro)

Propagaron su poesía intimista plagada de dudas existenciales y la convivencia con seres tan cercanos como ficticios, tan fascinantes como terribles y diabólicos, un mundo de luces singulares y sombras ontológicas. Como si el ser humano actual, en soledad, se enfrentara por primera vez a la naturaleza, el cosmos y a quienes los gobiernan.

El grupo se formó en aquel pueblo en la década de los noventa con amigos de la infancia como Sirvert Hoyem (en la voz y composición), Frode Jacobsen (bajo) y Robert Buras (guitarra, voz y arreglos). A ellos se agragaron varios bateristas, que fueron cambiando con el paso de los años, y el guitarrista de acompañamiento Cato Thomassen.

Con letras muy trabajadas, plenas de imágenes oníricas, metáforas existenciales, nostalgias amorosas, una atemorizante zoología y un rock atmosférico que se movía entre el dark progresivo y lo alterno lanzaron su primer álbum en 1999.

Para estar cerca de la acción y de los modernos estudios de grabación se trasladaron a Oslo, donde rápidamente se rodearon de la bohemia literaria y teatral. Afinaron su sonido y sus miras artísticas.

Su música se caracterizó desde entonces por un tono de desolación y oscura melancolía. Tal como los paisajes de su tierra lejana. El romanticismo de su estilo tuvo buena recepción y el siglo XXI los recibió con los brazos abiertos.

El sonido de Madrugada evitó los recursos habituales del dark wave, tales como la música fantasmagórica con muchos efectos y distorsiones digitales. El suyo se fundamentó en lo musical con una importante base de guitarras tanto eléctricas como acústicas o el piano, en sus álbumes más sofisticados. Sus letras, como ya se mencionó, cuidadas en extremo y por ello se les suele comparar con Nick Cave o los Tindersticks.

Consolidada su carrera como grupo varios miembros del mismo concretaron, a su vez, algunos proyectos como solistas o con formaciones paralelas, para dar salida a materiales con expresiones particulares diferentes a las manejadas en Madrugada

El cantante Sivert Hoyem hizo un disco con otra parte de sus poemas, titulado Exiles, mientras que el guitarrista Robert Buras creó la banda My Midnight Creeps, de rock duro. No obstante, este último se encontraba al final de una gira con dicha banda cuando uno de los deportes más populares del país le pasó la factura: el suicidio. Esto ocurrió el 12 de julio del 2007, en Oslo.

Al morir Buras estaba por producirse el siguiente álbum de Madrugada. Tenían los materiales grabados por éste, pero la banda se cuestionó seriamente continuar como tal dada la cercanía familiar entre sus miembros.

El golpe había sido brutal e inesperado. A pesar de ello su productor logró convencerlos y entraron al estudio para grabar en su honor el siguiente disco de nombre homónimo: Madrugada, el sexto. Hicieron una atormentada gira con dicho contenido y luego, tras un par de años lanzaron The Best of Madrugada (2010), pero aún continúa la incógnita sobre un próximo retorno.

De cualquier manera sus palabras aún reverberan: “Que no te engañe la mirada ni el corazón se exceda/ al robarte la memoria de la sangre./ Frente a ti yace el mar./ Sólido y rotundo como antaño fuera sobre el fuego de la tierra./ Pero este mar llora en la ladera del tiempo/ y su frialdad no cede ante nuestras voces/ huellas de asfalto y carretera./ Que no te engañen tus ojos rociados por sales de plata./ Esta quietud soberbia/ imita la negrura de las olas y a ellas acuden/ fugitivos de la noche eterna,/ su hielo y su misterio.

VIDEO SUGERIDO: Madrugada – Blood Shot Adult Commitment, YouTube (MoreTen)

PRIMERA Y REVERSA: UNPLUGGED (10,000 MANIACS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

El grupo 10,000 Maniacs dejaba de existir en ese momento. Con este álbum se despidió este grupo estadounidense de folk-rock. También hubiera podido ser un Best of o un álbum en vivo, pero ya que corría el 1993 se convirtió en MTV Unplugged

 

Pese a que los discos de estudio del grupo por lo general eran de calidad bastante aceptable, a veces parecían sobreproducidos y en este sentido el sonido puro y natural de MTV Unplugged constituyó un alivio. 

 

Natalie Merchant había sido bendecida con una voz cálida y lírica, pero sus limitaciones técnicas fueron expuestas en el marco acústico. Sin embargo, esto no desmereció la alta calidad del material que presentaron en este disco, que incluyó desde clásicos de 10,000 Maniacs, como «What’s the Matter Here» y «Trouble Me», a tracks tomados del último álbum de estudio, Our Time in Eden, complementados con un cover de Springsteen (conocido también por la versión de Patti Smith), «Because the Night». 

 

Los momentos en que todos los elementos colaboraron de manera ejemplar se gozan plenamente.  MTV Unplugged fue el convincente acorde final de la que sería su primera atapa. Merchand se despediría para seguir una carrera como solista, mientras que el resto delos miembros se reunieron para continuar sin ella algún tiempo después.

VIDEO: BECAUSE THE NIGHT – remastered – (1993 MTV UNPLUGGED), 10, 000 MANIACS BEST…YouTube (WTV Today)

 

 

 

 

HITOS: THE VELVET UNDERGROUND (I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Durante los años sesenta, en los Estados Unidos, la inteligencia oficial —intelectuales, analistas, científicos sociales, etcétera— no leía al Marqués Sade o a Bram Stoker, pero la cultura popular se alimentaba, abrevaba en ellos, a través del cine serie B y la Pulp Fiction. El rock, con sus fuertes raíces acendradas en el vulgo, en la extravagancia marginal como parte de su esencia, se nutrió de esas imágenes subterráneamente.

 

Hasta que llegó el momento de emerger, de soltar el freno a la continencia y la oscuridad, de exponer sus criaturas más desarrolladas. La luz pública se escandalizó y horrorizó con ello cuando apareció. En la superficie la gente común lidiaba con otros seres menos terribles, mejor alimentados y adoradores de la luminosidad del sol, de la vida.

 

Era el mundo de los hippies, de la ilusión deslumbrante, utópica, del izquierdismo soft. Era un mundo en el que chicas sin maquillaje soñaban con una vida en comuna entregadas al amor libre, a ordeñar cabras y cultivar zanahorias sin insecticidas; un mundo anhelante de la armonía con la naturaleza, de las drogas orgánicas para congraciarse con el universo y traspasar las puertas de la mente.

 

Tal situación no pudo prolongarse para siempre. El demonio de la decadencia, con sus historias de dominatrices y travestis, de perversiones burguesas y autodestructivas, mundanas, nebulosas, espesas, de cruda existencial y adictiva, estaba a punto de irrumpir en la superficie con su espejo negro, aterciopelado, con sus narraciones fascinantes y cantos fríos, con su música estridente y demoledora. Perfecta para escuchar las pesadillas de la realidad o el soundtrack de la sublimación materialista. El azar, con la mano del destino al estilo de los dioses griegos, abandona en una calle cualquiera el leitmotiv para la creación de la leyenda: un libro.

 

LA CABEZA DE LA HYDRA

 

Antes de que el joven músico John Cale encontrara en el arroyo neoyorkino un libro de bolsillo serie B con el título The Velvet Underground, mientras iba camino a un ensayo del grupo con el que tocaba —lo hojeó con destreza de lector consuetudinario para revisar su contenido, se maravilló con su portada de botas con tacón de aguja, látigo y antifaz. Un auténtico volumen de pornografía. Leyó el nombre del autor, la editorial y el año: Michael Leigh, Macfadden Books, 1963—.

 

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Su grupo se presentaba con los más diversos nombres en los bares y las galerías de la ciudad: The Primitives, The Warlocks, The Falling Spikes…Se trataba de una agrupación curiosa, independientemente de su apelativo. Las dos cabezas visibles de la banda, Lou Reed y el mismo Cale, en realidad parecían sobrecalificados para trabajar en un grupo de rock.

 

Lou Reed (Louis Firbank, Freeport, Long Island, Nueva York, 1942) era el hijo mayor de un contador, tuvo una juventud parecida a la de muchos estadounidenses.  Cuando sus padres andaban fuera de casa —y eso sucedía a menudo—, se ocupaba solo. Veía la tele o se dedicaba a un pasatiempo que adquirió desde los 12 años: la guitarra. Sus progenitores empezaron a preocuparse por él pues con frecuencia sus reacciones eran extrañas e impredecibles, y su sexualidad, dudosa. En un hospital fue sometido a una terapia de electroshocks. Cuando volvió a su casa los síntomas de la esquizofrenia parecían haber desaparecido, en gran parte.

 

Tiempo después, ingresó a la Universidad de Syracuse, del estado de Nueva York, donde estudió periodismo y “escritura creativa”. Ahí, trabajó bajo la influencia de su mentor literario, Delmore Schwartz. Éste (a quien posteriormente le dedicaría la canción “European Son”) era un escritor alcohólico, egocéntrico, paranoide y depresivo, a quien sólo su amor por la poesía lo mantenía con vida.

 

Particularmente por la propia, que recitaba con una voz cuya falta de expresividad y tono conversacional se parecía en algo al “canto hablado” del talking blues, el cual desde entonces sería manejado por Reed. Schwartz despreciaba el lenguaje simbólico abstracto de los poetas contemporáneos; prefería un estilo realista, “revelador”, y extraía sus temas del entorno inmediato de su vida.

 

También en este aspecto su influencia en la obra de Reed resulta inconfundible. Schwartz incluso le ayudó a publicar algunos de sus poemas y cuentos por esa época. Lou ya traía consigo un gran bagaje lírico. Obtuvo su licenciatura y desarrolló poco a poco una relación de amor-odio con la ciudad de Nueva York.

 

En 1957, a la tierna edad de 14 años, ya había grabado un sencillo con su primer grupo, los Shades, con el título de “So Blue”. En aquel entonces lo único que existía para él era el doowop y el temprano rhythm & blues (interpretaba canciones de Ike y Tina Turner con L.A. and The Eldorados).

 

A principios de los sesenta anduvo siguiendo los pasos del cuarteto de Ornette Coleman por los clubes de jazz de Nueva York y de manera efímera soñó con ejecutar él mismo el free. Si bien tales planes nunca se llevaron a efecto, las improvisaciones furiosas y llenas de feedback con las que supo destacar en la guitarra en los álbumes del posterior Velvet Underground (y casi nunca en los que ha sacado bajo su propio nombre) constituyen una especie de “traducción al rock” de la filosofía del free jazz.

 

Al buscar un empleo en la industria de la música Reed ocupó un puesto como autor de canciones con Pickwick Records, donde se sentó con su guitarra y su cuaderno a tratar desesperadamente de componer algo parecido a un hit. Es posible que la banalidad frustrante del mundo empalagoso y sentimental del pop que debía crear ahí lo haya hecho reaccionar con el antisentimentalismo radical de los textos que escribió para el Velvet.

 

Como sea, es seguro que su significativo encuentro en ese entorno con John Cale, un espíritu musical muy libre, haya contribuido a su emancipación. Reed se atrevió a dar el salto que resultaría definitivo: fundir sus poemas y su música en una sola unidad.

 

VIDEO: The Velvet Underground – Venus in Furs – Live, YouTube (Ludovic Macioszczyk)

 

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Exlibris 3 - kopie

BABEL XXI-718

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

MADELEINE PEYROUX

AROMAS DEL ARTE CALLEJERO

(REMAKE)

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/718-madeleine-peyroux-aromas-del-arte-callejero-remake/

RAMAJE DEL ROCK: ROCK DE GARAGE (1)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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La historia del rock son sus mitos. Y los que contiene el del garage son de los más grandes. La presente serie tratará del rock como música y como idea. Vale la pena apuntar que como música no es más sencillo que como idea.

 

El rock de garage, al igual que la ideología de la que surge, constituye un fenómeno subjetivo. El neófito que visita el Museo de Arte Moderno ve una obra de Jackson Pollock y dice: «Cualquiera podría hacer eso; sólo es un montón de pintura lanzada sobre el lienzo». El escucha neófito aborda el rock de garage con la misma actitud: «Cualquiera podría tocar eso. Es sólo un montón de ruido. Notas repetidas una y otra vez». Sin embargo, la excepción en dicho supuesto radica precisamente en aquello de que «cualquiera podría tocar eso«. 

 

Considérese el caso de Lalo Schifrin, por ejemplo, compositor de Hollywood, el cual una y otra vez intentó producir, durante décadas, una música de rock “adecuada” para acompañar a los motociclistas, los marginales y los outsiders que poblaban los sórdidos departamentos y clubes nocturnos de las películas serie «B», para las que componía los soundtracks o pistas musicales. La práctica no hizo competente al señor Schifrin, todo un profesional de la música, en lo que al rock se refiere.

Sus intentos de reproducir el sonido de Dick Dale o de Link Wray siempre sonaron mal. Y si un profesional tan respetado como él fracasó de manera constante en lograr siquiera una semblanza del rock, ¿cuánto crédito le podemos dar al neófito que cree que se puede sacar un track exitoso como el de las 5.6.7.8’s en una sola tarde de ocio? 

 

El rock de garage es la música más disponible de nuestra cultura global —una cultura más homogénea de lo que por lo común se quiere admitir—, pero disponible no es sinónimo de fácil. Aquí cabe apuntar que como idea surge de los veneros del romanticismo filosófico. Esto quiere decir que Eureka de Edgar Allan Poe y una pieza de los Yeah Yeah Yeah’s forman un producto emergido de la misma fuerza cultural; Los Himnos de la noche de Novalis y los temas de los Riffles, igual.

 

En el rock de garage, las culturas romántica y popular suscriben el mismo conjunto de conceptos: pasión, energía, actitud, espíritu, y el prurito por excelencia de que “origen es destino”. El rock de garage se distingue de cualquier otra música a causa de esta ideología compartida que atraviesa todas sus divisiones internas y evoluciones cronológicas —del rhythm and blues al underground-garage de la primera década del siglo XXI, pasando por el proto-punk, el revival, el psycho y el garage punk, entre otros derivados—.

 

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Lo que existe ahora o vaya a existir en el futuro en esta música es inherente a lo ya sucedido desde tiempos consecutivos en aquella mítica cochera familiar, que a falta de otro sitio, se convirtió en EL LUGAR, en la cuna de la creación (de ideas musicales, movimientos, corrientes y géneros) y el desfogue (para reproducir lo oído, hacer cóvers o piezas originales o demos, entre cartones de huevo para aislar el sonido). Producto del auge económico de la posguerra, del surgimiento de Suburbia y del nacimiento de la cultura automotriz, el garage (que ahora puede ser un sótano, una covacha, covertizo, una bodega abandonada, etcétera) fue hogar de los anhelos juveniles (para conocer chavas, divertirse, echar relajo) y de sus esperanzas de expresión (emulando a sus ídolos de una forma accesible, con instrumentos baratos o construidos por ellos mismos, con tecnología lo-fi) de manera amateur, fuerte, impetuosa, acelerada, sin saber de música o casi nada, junto a otros congéneres con el objeto manifiesto de eternizar el espíritu que los invadía en ese particular y bullente momento de la vida. Romanticismo puro.

 

Como ya apunté, el género que nos ocupa en primera instancia y para siempre será una idea Vaya un parámetro: La pieza «My Way» cantada por Frank Sinatra es un pop anticuado, tradicional, integrado a una visión regresiva de la existencia, una especie de Big Crunch en términos cosmológicos, pero Sid Vicious interpretando la misma canción es rock, puro y simple. La versión de Sinatra es la canción de un viejo cuyo objetivo es aceptar la vida tal y como fue. La de Vicious conforma la denuncia de un joven rebelde acerca de todo lo añejo, autocomplaciente y nostálgico. Las letras, el acompañamiento y los demás criterios objetivos pudieran ser los mismos en ambas versiones en una situación dada, pero una siempre será rock y la otra nunca.

 

El sentimentalismo del pop significa evitar la rispidez, lo físico, salvar la difícil travesía del mundo material guiándose cuidadosamente por la razón del “buen gusto” y la dicha esperanzadora. La crudeza apasionada del rock de garage hace caso omiso de ello. Es el aquí, ahora y se acabó (en un siempre omnipresente). De esta manera el romanticismo decimonónico se prolonga en la cultura de masas de los siglos XX-XXI; y la temática de los Fiery Furnaces o los White Stripes cumple con las profecías de Novalis, el poeta emblemático, al respecto.

         

El rock y su mitología son profundamente románticos. Le otorgan el mayor mérito a toda desmesura y a las explosiones del genio individual, sobre todo a aquello que refleje el barullo mental y emocional que se transpira siendo de naturaleza airada y víctima circunstancial del mundo circundante. Y su constante es la necesidad del descubrimiento, de lo dinámico y de lo evolutivo. El papel que sus intérpretes y seguidores le asignan a la música se acerca mucho al de un credo pagano, por cuanto tiene la misión de hacer visible la intuición absoluta y su revelación no acepta más que la libertad creativa absoluta también.

 

La serie Rock de Garage definirá la cualidad musical de un rock al que es imposible imitar por parte de quienes no comparten el espíritu del género, y explicará el mundo y pensamiento en el que viven sus hacedores desde su primera manifestación hace varias décadas, un mundo literalmente impensable —que avanza a toda velocidad y en retrospectiva cuidando su precioso arcano contra viento y marea—, para los despistados que pululan por ahí en gracia de supina ignorancia, autocomplacidos con el mundo circundante.

 

VIDEO: The White Stripes – Seven Nation Army (Live at Bonnoroo 2007), YouTube (The White Stripes)

 

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Exlibris 3 - kopie

BABEL XXI – SINOPSIS (143)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BABEL XXI (FOTO 1)

 

(711 – 715)

 

SINOPSIS 143 (FOTO 2)

 

BXXI-711 A. R. AMMONS

 

La poesía de A. R. Ammons, se abrió paso, encontró interlocutores y mirada cómplices, sensibilidades ajenas a las que sedujo y fascinó. De eso se trataba. Para el autor, la medida del oficio de escriba es “el trabajo bien hecho”, que se produce cuando un proyecto concreto cobra vida, a veces de manera no prevista, provocando interconexiones creativas fértiles. Así sucedió con el grupo de rock que tomó su nombre del poema y entrelazó con él sus ideas “crudas y difusas” y con ello alcanzaron la coherencia retrospectiva que sustentaría su obra de ahí en adelante. Fue el más fuerte eslabón con aquel poema que tiene al despojo (la basura) como símbolo y representación del artificio humano.

 

VIDEO: Garbage – Shut Your Mouth (Jagz Kooner Radio Mix, YouTube (Official Garbage)

 

SINOPSIS 143 (FOTO 3)

 

BXXI-712 HEY HEY, MY MY

 

El disco de Neil Young y Crazy Horse, Rust Never Sleeps (de 1979, título inspirado en un tema del grupo Devo) fue un álbum de homenaje a la década de los setenta que finalizaba (el cual incluyó temas en vivo grabados durante la gira del mismo, y a la postre con la película correspondiente). Contenía un tributo a Johnny Rotten en la pieza acústica “My My, Hey Hey (Out of the Blue)” y su espejo eléctrico “Hey Hey, My My, (Into the Black)”, en general una de las propuestas éticas del decálogo rocanrolero: “Es mejor arder que apagarse lentamente”. La frase que trascendería sobremanera. Sobre esa esencia habla la canción en sus dos modalidades, y que abre y cierra el disco: la acústica y la eléctrica.

 

VIDEO: Neil Young – Hey Hey, My My (Into the Black) – Live al Farm Aid 2003, YouTube (Farm Aid)

 

SINOPSIS 143 (FOTO 4)

 

BXXI-713 EMMANUEL JAL (REMAKE)

 

“¿Cómo es posible que alguien pueda pensar que es divertido matar?”, se pregunta el joven sudanés Emmanuel Jal. Él sabe por experiencia que no lo es. Las circunstancias de la guerra civil en su país lo obligaron a participar como combatiente a los 8 años de edad. Fue un niño soldado, un lost boy, que padeció las atrocidades que ningún niño de cualquier parte del mundo debe sufrir. A pesar de las muchas penalidades sobrevivió gracias a la ayuda de organizaciones internacionales. Aprovechó dicha ayuda y en la actualidad con el hip hop como instrumento cumple con su misión de griot contemporáneo, el que denuncia y lleva las noticias no sólo a su localidad si no al mundo entero.

 

VIDEO: Emmanuel Jal ‘Baakiwara’ Live, YouTube (emmanueljal)

 

Michael Buble's Christmas in Hollywood - Season 2015

 

BXXI-714 NAVIDAD XIV

 

El disco Christmas de Michael Bublé se ha convertido en un clásico al que el tiempo ha legitimado. Pertenece por derecho propio a la misma categoría del de Bing Crosby o al de Elvis Presley. La voz de Bublé es fuerte y clara. Canta con solvencia, intención y flexibilidad. Y, por si fuera poco, el sonido es perfecto. En ‘White Christmas’ compite definitivamente con la versión de Crosby, pero Bublé le da un giro y agrega la voz de Shania Twain a la mezcla, que resultó brillante. El escenario sonoro y la dinámica están bien representados además por sus versiones del cancionero tradicional. Después de tal lanzamiento exitoso (ventas certificadas, premios y reconocimientos) fue apodado “Mister Christmas”, con justa razón.

 

VIDEO: Michael Bublé – It’s Beginning To Look A Lot Like Christmas (Official HD Audio), YouTube (Michael Bublé)

 

Calligraphy lettering 1974 birthday, Made in 1974

 

 

En el devenir de su existencia los músicos del género rockero que en 1974 habían colaborado de manera decisiva en convertir “una simple moda pasajera de no más de tres meses” —como calificó Frank Sinatra al rock and roll en sus inicios—, que al principio se consideraba fugaz y puberta, en una auténtica forma de arte, vida y cultura. Hoy, de cada nota de aquellos álbumes de David Bowie, Big Star, The Rolling Stones, Lou Reed, Badfinger y Lynyrd Skynyrd, entre otros, y de cada canción que los componen, se cuelgan 50 años de historia, 50 largos, turbulentos y gloriosos años, porque finalmente como cantaran los Stones en uno de ellos: es sólo rock and roll, pero nos gusta.

 

VIDEO: DAVID BOWIE – DIAMOND DOGS – LIVE LORELY 1996 – HQ, YouTube (theMusicfmyLife1)

 

 

 

*BABEL XXI

Un programa de:

Sergio Monsalvo C.

Equipo de Producción: Pita Cortés,

Hugo Enrique Sánchez y

Roberto Hernández C.

Horario de trasmisión:

Todos los martes a las 18:00 hrs.

Por el 1060 de AM

96.5 de FM

Online por Spotify

Radio Educación,

Ciudad de México

Página Online:

http://www.babelxxi.com/

 

 

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OBI-2: MIS ROCKEROS MUERTOS (2024)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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El poeta estadounidense Randall Jarrell escribió que “el modo en que perdemos la vida es parte de nuestra vida”. Aunque a veces no lo parezca. Asimismo, entre las sentencias sobre el deceso se encuentra aquello de que “no hay que temer a la muerte, sino a no haber vivido” (habría que preguntarse bajo qué parámetros). Una opinión que parecen compartir muchas personas.

 

Aunque ya entrados en esto de las frases acerca del fin, yo me quedaría con la que lanzó la aguda actriz Mea West, al respecto: “solo se vive una vez. Pero, si lo haces bien, con una es suficiente”. Aunque ahí, igualmente, cabrían los asegunes, y dentro del mundo del rock, aún más, dados sus antecedentes.

 

Si bien la presencia de la finitud de la vida dentro del arte musical rockero ha sido una de sus grandes y publicitadas constantes, al tomar múltiples formas discursivas o representativas, la obsesión y fascinación reflejada por dicho acontecer a veces ha alcanzado cuotas exorbitantes y  desproporcionadas (como en el caso del infamous Club de los 27). ¿Para sus celosos propagadores? Algo totalmente justificado.

 

La histórica incertidumbre y deseo de comprender el ciclo completo de la vida de los músicos del género  desaparecidos mediante imágenes, símbolos, expresiones plásticas, vídeos, instalaciones o arte objeto ha encontrado su eco y significación dentro de las dinámicas sociales, en cualquier época reciente, geografía o contexto, ya sea con fines mercantiles, encomiendas financieras, búsquedas de notoriedad personal o simplemente como testigos de cada período de la historia rockera, cuya cultura ha inscrito a la muerte como una presencia omnipresente.

 

Sin embargo, hay muertos que hacen ruido y lo siguen haciendo como en su momento, y el cual continúa reverberando. Como en el caso del músico japonés Damo Zuzuki (fallecido el 9 de febrero del 2024).

 

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DAMO ZUZUKI

(CAN)

 

A finales de los años sesenta, una vez superada la psicodelia y a punto de entrar en su etapa progresiva, el rock no esperaba encontrarse con algo como el grupo Can. Inspirado tanto por la música concreta, la experimental, el funk, los ritmos étnicos y el free jazz.

 

Can, más que un conglomerado común, eran una estrategia para afrontar la música moderna. Dado lo indefinible e idomable de su estilo, no era una banda hecha para el éxito ni el consumo masivo, pero por eso mismo, sentaron el precedente de algunos de los cambios que tuvieron lugar en la música desde el punk hasta nuestros días.

 

Prueba irrefutable de esa capacidad transformadora es el disco Tago Mago, con sus invocaciones de magia negra y sus alucinaciones sobre hongos, que no son precisamente orgánicos sino fruto de explosiones nucleares (es lo que tiene cuando cuatro alemanes y un japonés, nacidos tras la II Guerra Mundial, se juntan para improvisar). Por todo ello es una de sus más aclamadas liturgias sonoras.

 

Los ritmos hipnóticos de Jaki Liebezeit (difunto en el 2017), las visiones de Suzuki (que en Halleluwah canta “busco mi futuro negro” precisamente por eso, porque se le había perdido por el castillo kafkiano), el insistente bajo de Holger Czukay (muerto en el 2017) y la imprevisible guitarra de Michael Karoli (fallecido en el 2001), así como las improvisaciones de Irmin Schmidt (el único sobreviviente hasta la fecha), dan pie a cualquier cosa, desde collages a lo Mothers Of Invention hasta una balada folk.

 

Reeditado en una versión que conmemoró su 50 aniversario y que añadió un disco en vivo al material de estudio original, Tago Mago fue su tercer álbum y también su primera obra esencial precisamente porque presentaba en toda su plenitud las características que hicieron inimitable al grupo.

 

En Tago Mago confluyen estilos variopintos filtrados a través de la idiosincrasia de cinco músicos que ven su trabajo como materia en constante evolución. Pertrechados en su cuartel general, un castillo de Colonia donde hicieron su estudio entre 1968 y 1969, crearon, junto a vocalistas intermitentes como el americano Malcolm Mooney y el japonés Damo Zuzuki, música que fluía en las más diversas direcciones.

 

El fruto de la improvisación, pero también de la desinhibición, de una actitud libertaria que hizo de los componentes del grupo chamanes que canalizaban energías creativas llegadas de vaya usted a saber dónde. “Eso es lo que nos gustaba de Can -escribió Brian Eno en un breve ensayo sobre el grupo publicado en el disco de remezclas Sacrilege (Mute, 1997)-, atraparon el espíritu de un momento, un lugar y un determinado tipo de comunidad musical, una filosofía que afirmaba que no se trataba solo de la música en sí misma sino también de cómo afrontarla”.

 

La discografía de Can se caracterizó por esa libertad desbocada que les llevó a probar con todos los estilos posibles (música disco incluida) a lo largo de los 12 álbumes grabados entre 1968 y 1989 (año en el que se reunieron tras diez años separados), y entre los que destacan, además del mencionado, Ege Bamyasi (1972) y Future Days (1973).  Huellas indelebles que dejó su música, de la que Zuzuki fue partícipe destacado.

 

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John Mayall

 

 

OTROS MÚSICOS FALLECIDOS

 

Eric Carmen, ex miembro de los Raspberries y creador de la pieza “All By Myself”, con la que regularmente se le recuerda (murió el 11 de marzo). Melanie, la cantante de extracción hippie, que interpretaba “Beautiful People”, “Brand New Key” y una buena versión de “Ruby Tuesday” (23 de enero). Jim Beard, de Steely Dan (2 de marzo). Chris Cross, de Ultravox (25 de marzo), así como Mary Weiss, integrante del puntal grupo girly, The Shangri-Las (19 de enero), Wayne Kramer y Dennis Thompson de MC5 (2 de febrero y 9 de mayo, respectivamente), Dickey Betts de Allman Brothers Band (18 abril), Steve Albini de Shellac (7 de marzo), Doug Ingle de Iron Butterfly (24 mayo), John Mayall  de The Bluesbreakers (22 julio), entre otros.

 

A todos ellos: ¡GRACIAS!

 

VIDEO: John Mayall Feat. Eric Clapton – All Your love, YouTube (Tim Bukto)

 

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BABEL XXI-717

Por SERGIO MONSALVO C.

 

The Rolling Stones

 

 

 

THE ROLLING STONES

(MEJORES DISCOS – I)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

 

https://www.babelxxi.com/717-the-rolling-stones-mejores-discos-i/

 

 

 

 

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