ON THE ROAD: HILAR CON CUERDAS DE ACERO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

APOCALYPTICA

 

Eicca Toppinen lo dijo al final del concierto aquella noche del 2017, luego de agradecer los aplausos y las ovaciones: “Cuídense mucho. Vienen tiempos muy difíciles y extraños, prepárense”. Esa frase se me quedó grabada porque estaba muy fuera de contexto en ese momento, ¿a cuento de qué venía ese aviso? En marzo del 2020 lo supe, ¿pero él cómo?, ¿tenía una bola de cristal o alguna conexión directa con los dioses, con los nórdicos, los antiguos y paganos, que estaban más al tanto de este mundo que otros?

 

En fin, el anuncio premonitorio se cumplió y Apocalyptica y Toppinen están más presentes que nunca en mi bitácora cotidiana de estos días aciagos…(escribí tal cosa en mayo del 2020, con el Coronavirus sobre todo el mundo, en pleno, y luego: Ucrania, Palestina, el trumpismo…)

 

Durante los últimos años sesenta y en los setenta del siglo XX a menudo se subrayó el parentesco que existía entre la música sinfónica y el rock progresivo, barroco o el jazz-rock, así como la influencia de Richard Wagner en el heavy metal –más en la imaginería y pomposidad que en otra cosa–. Muchos músicos de los subgéneros “pesados” tenían –y tienen– una manifiesta y confesa afición por aquello.

 

En el fondo de sus corazones guardaban tendencias definitivamente románticas en el momento de elegir la instrumentación orquestal como punto de descarga para sus ampulosas ambientaciones y alegorías mitológicas. En algunos casos tal tendencia condujo al kitsch y a la producción de chatarra mística, en otros al avant-garde.

 

Los representantes del sector clásico, por el contrario, eran reacios y conservadores al respecto. Por lo común expresaban poco o nulo interés por el rock en general, por no hablar del metal en lo particular. Muchos por una actitud snob más que otra cosa.

 

Esa situación se mantuvo a lo largo de varias décadas y por lo mismo, a nadie de tal sector se le hubiera ocurrido arreglar las canciones de un grupo como Metallica para cello, hasta que cuatro estudiantes de la renombrada Academia Sibelius, de Finlandia, emprendieron la tarea a mediados de los años noventa, pese a las dudas y reservas de sus profesores. Lo hicieron, como prueba, durante un campamento de verano, en el formato de cuarteto y con el nombre de Apocalyptica.

 

De entrada, al experimento se le podía descartar como un juego intelectual meramente, cuyo factor de originalidad se pudiera reducir de manera drástica después de la tercera adaptación. Sin embargo, el tanteo obtuvo un brillante resultado y abrió con ello una nueva ruta dentro de la música contemporánea.

 

En el álbum consecuente, Plays Metallica by Four Cellos (1996), así como en sus presentaciones en vivo, las interpretaciones de dicho grupo camarístico desarrollaron una fuerza indomable. Esto se debió de manera fundamental al contundente oficio de este cuarteto de cuerdas poco ortodoxo.

 

La reunión de estos cuatro músicos en Apocalyptica (que en realidad puede crecer a siete, según se trate de un concierto en vivo, de una grabación o de una colaboración, en la que se agrega un baterista, un o una cantante, un violinista u otro invitado) fue uno de los más destacados y raros hechos de buena fortuna para la música de nuestro tiempo.

 

Una intensa atracción espiritual enlaza la energía de este grupo con un magnetismo que ha afectado grandemente el rumbo del cuarteto de cuerdas y de quienes giran alrededor de él, que bien pueden ser otros grupos de metal, de cuerdas o experimentales y hasta de ex integrantes del mismo. No en vano su ya larga producción y existencia.

 

En su sonido se perciben los poderosos elementos de la naturaleza (que en su origen emulaban las emociones íntimas), el arrebato y la potente interacción de energías eléctricas, el asombroso misterio del silencio que siempre atinan a poner en el lugar correcto y a veces una voz que canta evocadoramente con elegancia y vigor metalero.

 

Estos instrumentistas de formación clásica tienen el don de sondear los misterios de esas pequeñas notas en suspenso sobre el papel que ansían la liberación hacia la obra tántrica del sonido universal del acero. El don de la ilusión que nos permite escuchar la transformación perfecta de un tejido musical en otro.

 

El don de la paciencia que le permite al éxtasis apoyarse en planos cada vez más altos, y el de expresar con intensa y eficaz convicción que eso que hacen sea de lo más natural. Y, lo más importante, el don que permite a cuatro almas llenas de regocijo volar como una sola hacia tierras inexploradas.

 

VIDEO: Apocalyptica – Master of Puppets (live), YouTube (Felipo Martell)

 

Todo ello apoyado por una puesta en escena bien cuidada por los finlandeses: vestidos todos de negro, largas melenas agitadas al unísono (convertido el movimiento en marca de la casa), iluminados por luz roja de frente y deslumbrantes reflectores blancos por detrás. Instrumentos escénicos utilizados con criterio y gran efecto, que se convirtieron en grandes protagonistas secundarios de sus actuaciones en vivo.

 

Aquella agitación de las melenas rubias y trigueñas realizada con frenesí continuó en pleno 20 años después, durante la gira que el grupo realizó por los continentes para festejar el aniversario de su debut discográfico, aunque ya sólo la ejecutaron dos de sus miembros, ubicados al centro del podio: Eicca Toppinen y Perttu Kivilaakso.

 

 

Los otros, Paavo Lötjönen y Antero Manninen “Mr. Cool” (ex miembro original y luego invitado a la celebración), en los extremos, efectuaron actos distintos durante los conciertos: uno, el primero, incentivó al público con su arco revestido de neón para provocar los aplausos de acompañamiento, los coros de las piezas más conocidas o el levantamiento de  los puños en señal de solidaridad; mientras al segundo, más contenido, le correspondió el uso del cello “incendiado” y humeante que ilumina el cráneo de una calavera.

 

Así fue como los vi esa noche del 25 febrero del 2017 en el auditorio TivoliVredenburg de Utrecht, en Los Países Bajos. Obviamente tenían más tablas y dinámica, más discos en su haber (tanto de estudio como en vivo), más recursos y piezas originales, un baterista (Mikko Sirén) con estilo e instrumento excepcionales.

 

Su música había evolucionado (construyendo auténticas catedrales barrocas, con todo y sus atmósferas, que llevan de la suavidad al estallamiento emocional en un solo tema) pero manteniendo la misma calidad, el fundamento estético y la incombustible energía que hacía dos décadas cuando los admiré por primera vez.

 

Eicca Toppinen, el instrumentista líder (actualmente también compositor, productor y arreglista), fue también el encargado de presentar los temas, a los integrantes y de comunicarse con el público. Logró la atención y las ovaciones para luego extraer oro de los cellos conjuntos, a la par que sus compañeros, en los temas evocados de su primer disco (tributo a Metallica): de «Creeping Death» a “Welcome Home”.

 

Apocalyptica sabe y disfruta de extender al unísono una alfombra sonora tejida con fibras de acero. Incluso los martillazos de «Wherever I May Roam» o «Master of Puppets» no han perdido nada de su fuerza, al contrario, han ganado en virtuosismo.

 

Su versión de «Enter Sandman» fue el pináculo de ello, y la ovación seguida les concedió el estandarte y la heráldica a perpetuidad. Una hazaña desde el punto de vista técnico y de ejecución al haber traducido una música de guitarras eléctricas a partituras para cello.

 

De esta forma, los músicos finlandeses que conforman Apocalyptica, han proyectado su sensibilidad y educación clásica en el selecto material metalero, ajeno y propio, y en su riff encarnado.

 

El sonido de sus instrumentos conectados directamente a amplificadores le agrega un tono de prosopopeya a las piezas. Por lo mismo, sus conciertos son intensos tanto para los protagonistas como para el público. Su crossover interdisciplinario, su metal sinfónico, ha cumplido casi tres décadas y de la mejor manera, seduciendo al escucha con la experiencia.

 

VIDEO: Apocalyptica – Nothing Else Matters (HQ), YouTube (liptonn76)

 

 

 

 

 

DOCE CONEXIONES: A ASS POCKET OF WHISKY (R.L. BURNSIDE/JON SPENSER)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

La década de los noventa fue rica en entablar conexiones musicales y en propiciar un legado cultural muy importante. Una de estas conexiones fue entre el garage punk neoyorkino y el country blues de la zona montañosa del Mississippi. A ello contribuyó uno de esos hombres que trabajan incansables para rescatar las raíces de la música que les gusta, desde que se pudieron grabar las cosas in situ con los medios a su alcance.

 

Se trató de Robert Palmer, un compositor que enseñaba música en la Universidad de aquel estado. Dicho estudioso frecuentaba la escena local de los bluesmen veteranos de la región. Era asiduo de lugares como el Junior’s Place de la familia del músico Jim Kimbrough en Chulahoma, donde éste tocaba en compañía de R. L. Burnside.

 

Las actuaciones de ellos lo decidieron a llevar a cabo la realización en 1990 del documental Deep Blues, que daría cuenta de muchos nombres famosos en la comarca hacia fines de siglo, y en donde Burnside ocupaba un lugar destacado.

 

Este documental presentó las cosas reales, sin imágenes de archivo, que estaban sucediendo justo frente a las cámaras. La mayor parte de Deep Blues está filmada en la zona montañosa del norte de Mississippi, donde Fred McDowell era la figura representativa de la tradición local (a diferencia del Delta, donde Charlie Patton y Robert Johnson son las deidades).

 

Empobrecido y aislado, el blues vivía allí en una forma silvestre prácticamente apenas influenciada por el sonido de Chicago o el rock & roll. Debido a ello, Deep Blues se convirtió en una ventana a la era del blues original.

 

Y, como nota al margen interesante, el documental jugó un papel decisivo también en el lanzamiento de un sello discográfico (Fat Possum) que llevó a muchas de las estrellas del filme a un público mucho más amplio; R.L. Burnside en particular fue salvado así de la oscuridad.

 

Este bluesman había nacido en 1926 en Harmontown, la parte rural del condado de Lafayette, Mississippi, que a la postre sería cubierta por lo que hoy es el lago Sardis. Las siglas de su nombre pueden proceder del apodo “Rural” o de Robert Lee, nunca quiso aclararlo.

 

Primero aprendió a tocar la armónica y luego empezó a tocar la guitarra a los 16 años. Lo hizo por primera vez en público a los 21 o 22 años. La ejecución la había aprendido principalmente de Mississippi Fred McDowell, que había vivido cerca de Burnside cuando éste era niño. Lo escuchó a tocar a los 7 u 8 años y, con el paso del tiempo y el aprendizaje, se unió a sus conciertos para tocar en los últimos sets con él.

 

Asimismo, otros maestros locales fueron su tío Ranie Burnette el casi desconocido Henry Harden, Jesse Vortis y posiblemente Stonewall Mays. Burnside citó también como sus influencias primeras a los cantos gospel y,  ya adulto, a Muddy Waters, Lightnin’ Hopkins y John Lee Hooker.

 

A finales de los cuarenta la familia se mudó a Chicago buscando mejores condiciones de vida, donde trabajó en una fábrica de metal y vidrio. Pero a los Burnside se le torcieron ahí las cosas, cinco de sus miembros fueron asesinados en distintos momentos. Él, a su vez, mató en una reyerta a un hombre por un juego de dados y fue encarcelado.

 

Al salir libre trabajó manejando un tractor, en los condados de su estado natal, donde pasó las siguientes cuatro décadas como aparcero, pescador chofer de camión, y en sus tiempos libres tocando en sitios locales, fiestas familiares y eventos al aire libre.

 

Sus primeras grabaciones las hizo en 1967 para George Mitchell, que recababa sonidos del country blues por aquello lares. Esas canciones se publicarían hasta treinta años después, cuando Burnside ya tenía un nombre en la escena. Tocaba ahí las guitarras acústica y eléctrica. Luego de eso comenzó a viajar animado por algunos promotores del género.

 

 

  1. L. Burnside tenía una voz poderosa y expresiva, que no le falló con la vejez, sino que se hizo más rica. Tocaba las guitarras con y sin slide. Su estilo cargado era el más característico del blues de la zona montañosa. Al igual que otros músicos del género, no siempre se adhirió a patrones estrictos de blues de 12 o 16 compases, y a menudo añadió ritmos adicionales a un compás como mejor le parecía.

 

Fue a Canadá y estuvo 17 ocasiones en Europa durante las siguientes décadas. Alan Lomax lo grabó para el documental The Land Where the Blues Began, pero a la postre las partes donde aparecía fueron cortadas. Y así siguió su vida, sin protagonismo, entre locales pequeños, ferias, exposiciones, giras intermitentes y grabaciones informales, que no se distribuían de buena forma. Se unió al guitarrista Kimbrough para actuar en su restaurante y ahí lo conoció Robert Palmer, quien lo haría personaje de su Deep Blues.

 

Unos cuantos meses después, en un concierto en Nueva York en torno al estreno de este documental, llamó la atención del rockero Jon Spenser, el líder de la banda neoyorquina Blues Explosion, que lo invitó como abridor para sus presentaciones.

 

El punk blues con el que se había denominado a la música de Spencer había creado escuela y seguidores, ampliando la cultura del garage underground. Este power trio, que rompió con las normas del rock alternativo demostrando una devoción infinita por la música de raíces como el blues y el r&b básico.

 

Pero también la había por la experimentación independiente y enriquecedora con la electrónica o el garage-punk. El grupo se inclinaba entonces, por este último rubro y recopilaba algunos de sus temas más crudos, potentes y sudorosos, reforzados por su sonido estridente, sucio y distorsionado, por su canto vociferante, por su manufactura lo-fi, y por su rock and roll post punk lleno de adrenalina.

 

De tal manera, Burnside comenzó a hacer giras con este grupo en 1995, como telonero, ganando muchos nuevos fans. A Spencer se le ocurrió la idea de grabar un disco, y trasladó la banda a un lugar aislado en la zona rural de Mississippi con nada más que su equipo y una gran cantidad de alcohol.

 

No es difícil imaginar una escena más idílica: media docena de músicos jóvenes blancos en una cabaña de caza, bebiendo whisky, maldiciendo y hablando de mujeres y tocando ese tipo de blues crudo junto al bluesman al que le tenían admiración. El álbum llevaría por título A Ass Pocket of Whiskey.

 

Este disco de 1996 fue grabado en cinco breves horas en Holly Springs, Mississippi. Un blues como muchos lo habían olvidado a tocar: áspero y desafiante, casi sin 12 compases a la vista. Un enfrentamiento sonoro infernal de vida y muerte entre Burnside, su guitarrista Kenny Brown y la Blues Explosion de Jon Spencer, el cual provocó la saturación permanente de los amplificadores. A Burnside le gustaba mucho tocar fuerte, quedaba bien con su estilo. Y, por otra parte, no era por nada que a Jon Spencer le dijeran Blues Explosion. No tocaba el blues, sino que verdaderamente lo hacía explotar.

 

No hay duda de que A Ass Pocket of Whiskey tiene una buena cantidad de bagaje contextual. Sólo la idea de un grupo de rockeros independientes, en presencia de un intérprete veterano de un universo diferente animándolo a alcanzar las alturas que originalmente llevaron a los seguidores a su órbita, ya es bastante.

 

Todos ellos, se siente que se la están pasando genial. La banda está relajada pero se mueve según los mandatos, la producción es apropiadamente tosca  y la selección de canciones se basa en las favoritas de Burnside. Sólo basta escuchar la versión de «Shake ‘Em on Down» para conocer la amenaza de los acordes y la soltura de los tambores detrás del ritmo. Las guitarras se entrelazaron en un diálogo perfecto.

 

El álbum obtuvo elogios de la crítica y de gente como Iggy Pop. Las revistas especializadas escribieron que el disco «suena como ningún otro álbum de blues jamás realizado».

 

VIDEO: R.L. Burnside – Shake ‘Em on Down (Official Audio), YouTube (Fat Possum Records)

 

Jon Spenser Blues Explosion

 

 

 

LA AGENDA DE DIÓGENES: EMERSON, LAKE AND PALMER

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

Emerson Lake and Palmer fue el grupo quintaesencial de rock progresivo de los años setenta, combinando influencias de la música clásica con grandiosas ejecuciones teatrales.

 

Veterano del rhythm and blues inglés, el tecladista Keith Emerson fue el miembro clave de Nice, originalmente el grupo de acompañamiento de la ex Ikette P. P. Arnold. Aparecen en su éxito de 1967 «The First Cut Is the Deepest», de Cat Stevens. 

 

Después de dejar a Arnold, Nice desarrolló una intensa mezcla de brío e histrionismo: durante sus interpretaciones de «America» de Leonard Bernstein, por ejemplo, Emerson prendía fuego a la bandera estadounidense.  Como desquite, el compositor se aseguró de que la grabación hecha por Nice de su obra no se editara en la Unión Americana. 

 

Sus primeros álbumes exitosos en Inglaterra salieron bajo la etiqueta de Charisma e incluyeron Ars Longa Vita Brevis (1968) y Five Bridges Suite (1970), una serie de composiciones de Emerson inspirada en su ciudad natal de Newcastle-upon-Tyne.

 

Junto con el exbajista de King Crimson, Greg Lake, y el anterior baterista de Arthur Brown, Carl Palmer, Emerson fundó un nuevo grupo en 1970. Su primera presentación pública tuvo lugar en el festival de la isla de Wight del mismo año, con la versión creada por Emerson de Pictures at an Exhibition de Moussorgsky (con letras que incluían la frase «La muerte es vida»), obra que grabaron al año siguiente. 

 

Una vez contratados por Island y por la subsidiaria Cotillion de la Atlantic en los Estados Unidos, lograron dos hits menores en este último país, con las composiciones de Lake «Lucky Man» y «From the Beginning» (ambas de 1972). Estas piezas, aunadas a sus largas y vistosas giras convirtieron a los álbumes en bestsellers de ambos lados del Atlántico. 

 

El disco epónimo, su primero, fue seguido por Tarkus, Pictures y Trilogy (1972). Ese mismo año, ELP logró su único sencillo de éxito en Inglaterra con su versión de «Fanfare for the Common Man» de Aaron Copland.

 

En 1973, ELP fundaron su propia disquera, Manticore, para editar los álbumes del compañero de Lake en la composición y exmiembro de King Crimson, Pete Sinfield, del conjunto italiano PFM (Preminta Formeria Marconi) y su propio Brain Salad Surgery

 

La gira mundial de 1973-1974, con todo y espectáculo de láser y sistema de sonido cuadrafónico, atrajo a dos millones de espectadores. Fue plasmada en el álbum triple Welcome Back My Friends, to the Show That Never Ends (1974).

 

Sin embargo, el show sí había terminado. El grupo se dispersó y cada integrante se dedicó a sus propios proyectos. Emerson consiguió un hit en Inglaterra con el clásico del boogie-woogie «Honky Tonk Train Blues» (1976), en tanto que Lake se relacionó con Johnny Marks para componer una canción navideña que se haría clásica («I Believe in Father Christmas»). 

 

Además de obtener un gran éxito en 1975, fue uno menor en Inglaterra al reeditarse en 1982 y 1983. Al resurgir ELP con un álbum doble, Works Vol. I (1977), tres caras del mismo se dedicaban a esfuerzos solistas: el Concerto No. 1 de Emerson, Palmer con el exguitarrista de los Eagles, Joe Walsh, y Lake con sus propias canciones. Emprendieron otra gira gigantesca con una orquesta sinfónica completa.

 

No obstante, los tiempos habían cambiado y la respuesta fue desilusionante.  El grupo sacó Love Beach (1978), un álbum totalmente prescindible, según ellos mismos, hecho por exigencias contractuales. Realizaron una gira de despedida y un álbum en vivo en 1979 y se despidió. 

 

 

Emerson compuso soundtracks (Inferno, 1980, y Nighthawks, 1981), Lake grabó un álbum solista (Chrysalis, 1981) y Palmer sacó un álbum con PM (Ariola, 1980) antes de unirse al guitarrista de Yes, Steve Howe, para formar un nuevo supergrupo, Asia, cuyo primer álbum permaneció en el lugar número uno de las listas estadounidenses durante nueve semanas en 1982.

 

En 1986, Emerson y Lake reintegraron el grupo con el baterista Cozy Powell, excolaborador de Richie Blackmore, Jeff Beck y Michael Schenker. El nuevo ELP retomó la estafeta donde el viejo la había dejado:  Emerson, Lake and Powell (Polydor) incluyó una versión rockera de «Mars, the Bringer of War», de la Planets Suite de Gustav Holst. Con otro baterista más, Robert Berry, Emerson y Lake grabaron el álbum To the Power of Three (Geffen, 1988), que no fue muy bien recibido.

 

Aún tenía significación en 1992 la reencarnación del grupo. ¿Justificaban el virtuosismo, un pasado glorioso y tres músicos voluntariosos el regreso del rock sinfónico pesado?  Los primeros 20 minutos de Black Moon bastaron para que uno terminara sentado en el filo de la butaca, sorprendido por la introducción fresca, moderna y bien producida de la pieza del título; encantado por el bien desarrollado lenguaje rockero y los apasionados solos del Hammond en «Paper Blood»; conmovido por «Affairs of the Heart», lleno de alma al estilo de Bob Seger; divertido por el arreglo inteligente de «Romeo & Juliet» de Prokofiev (no lo pueden dejar). 

 

Significativo o no, después de once álbumes, 14 años de silencio y varios esfuerzos frustrados (como 3 y Emerson, Lake & Powell) ELP se desquitó con una primera mitad de notable fuerza. Después unos cuantos momentos débiles, pero incluso ahí se percibe el gusto que les causaba tocar en esta reunión.  ELP parecía estar lejos de la extinción.

 

En el periodo 1992 y 1993 estuvieron de gira y se instalaron en Los Ángeles para grabar su siguiente disco. Sin Embargo, Keith Emerson empezó a tener problemas con un nervio de su brazo derecho, circunstancia que lo obligó a entrar al quirófano. Esto afectó seriamente la calidad de In the Hot Seat que debió ser grabado por separado y luego armado en un estudio.

 

El estado de salud de Emerson obligó a suspender la gira que tenían planeada. Luego de dos años fuera de la escena musical volvieron en 1996 en una gira por todos los Estados Unidos. Esta gira fue de las más apreciadas por la crítica y de las más aplaudidas por el público durante ese verano. Y a pesar de que los tres miembros del grupo continuaban con sus propios proyectos la cálida recepción de la gente los consolidó como grupo nuevamente.

 

Sin embargo, cuando tenían planeado encarar el estudio de vuelta luego de una gira en 1998, la banda volvió a disolverse debido a tensiones entre los miembros. Los integrantes continuaron con sus proyectos solistas sin la idea de volverse a juntar tras haber pasado ya una década. Aunque a principios del 2009 hubo intenciones de reunir nuevamente al trío para algunos shows pero fueron canceladas debido a los inconvenientes físicos de Keith Emerson.

 

Al siguiente año Emerson y Lake se embarcaron en una gira por América del Norte, presentando un repertorio acústico de su trabajo. El 14 de mayo de 2010, Shout! Factory publicó A Time and a Place, una colección de 4 CD con temas en vivo.

 

Unos meses después, Emerson, Lake & Palmer realizaron un único concierto de 40 aniversario, siendo cabezas de cartel del evento High Voltage Festival, en Inglaterra. Todo el concierto fue lanzado más tarde en CD como High Voltage y como un DVD y Blu-ray con el título Welcome Back My Friends. 40th Anniversary Reunion Concert. High Voltage Festival – 25 July 2010. Junto a este DVD también se lanzó junto un documental definitivo de los 40 años de historia de la banda.

 

Todo parecía cobrar nueva vida. No obstante, el 11 de marzo de 2016, Keith Emerson se suicidó y nueve meses después, el 7 de diciembre, Greg Lake falleció a causa del cáncer, poniendo fin de facto a la historia del afamado grupo.

 

VIDEO: Emerson, Lake and Palmer – Fanfare For The Common Man (Live at Olympic Stadium, Montreal, 1977, YouTube (Emerson, Lake and Palmer)

 

 

 

 

DISCOS EN VIVO: UNA LEYENDA (DIABLOS Y MARGARITAS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

El corpus del rock está hecho de sus mitos y leyendas. He aquí una de ellas. Dícese que allá, en los lejanos tiempos de fin del siglo XX había un rockero veterano que mascullaba sus desgracias en lujosos cuartos de hotel y en sus casas palaciegas. Su grupo ya no hacía giras mundiales continuas, ya no grababa discos, él ya ni se reunía con ellos para nada hacía años, o sea que prácticamente ya no había grupo.

 

Su crédito como representante de aquel género ya se basaba tan sólo en el débito, con el que desfilaba orondo por el jet set internacional y sus alfombras rojas, pero era una entelequia más que otra cosa. Tal situación no era de su agrado. Si su voraz Ego aceptaba tan procaz alimento su espíritu de artista no, y frente a sí no veía salida alguna al callejón en el que él solo se había metido.

 

 

Ahora era habitué de una corte que en el pasado buscó por todos los medios refundirlo en la cárcel y dar un escarmiento generalizado a los de su estirpe. Masivamente el mundo artístico lo defendió y la sofocante persecución aflojó y sólo fue castigado con el látigo del desprecio. Sin embargo, con el paso de los años aquella misma corte lo atrajo como uno de los suyos (ya era famoso y millonario). Él ni pestañeó a la hora de aceptar el envite.

 

Se subió a esa hamaca y se meció sin reparar en su entorno hasta entonces cercano. La dejadez y el canto de las sirenas lo arrullaron y él se dejó llevar al espacio del Nunca Jamás. No obstante, ahora, sentado al filo de la cama, con la mujer en turno durmiendo detrás suyo, reconocía que algo le faltaba o le sobraba. Se levantó y abrió la ventana hacia la noche cálida y el olor del afuera le comenzó a masajear la memoria y recordó.

 

 

Viajó hasta aquellos años en que alcanzó el pináculo y estaba a punto de entrar en la mejor etapa artística de su carrera, cuando desarrollaría todas sus capacidades y crearía canciones importantes, representativas y tan evocadoras como trascendentes junto a sus compañeros de grupo. Otros tiempos.

 

Al oír suspirar entre sueños a la mujer de hoy recordó que ante las tribulaciones y dudas que tenía en aquel pasado la mujer de entonces lo abrazó y le susurró cariñosas palabras en apoyo, pero hubo más que eso: lo llevó a una librería y le compró tres libros: uno, el Fausto de Goethe y los dos tomos de El Maestro y Margarita de Mikhail Bulgakov.

 

 

Leyó aquellos volúmenes sin parar y de forma insaciable. Los comentó en noches enteras con esa compañera, con entusiasmo y admiración ante lo escrito por aquellos románticos autores. Y se inspiró. Se sentó en la cama junto a ella y comenzó a escribir el esbozo de una posible canción. Una que reflejaba la misma cuestión esencial. La relación del arte con el artista y las sombras y luces que éste veía en tal oficio. En lo que sería capaz de hacer, de mantener de sí, en una conversación diabólica semejante y lograr la malévola dádiva de crear o destruir algo a cambio de algo vital.

 

Se enfrentó a su realidad, luchó con el escrito, echó mano de su mejor lenguaje para construir las metáforas y los símbolos. Goethe y Bulgakov lo hicieron en cientos de páginas magistrales, eran escritores. Él lo tendría que hacer en minutos, era un compositor de canciones. Y lo hizo. De las dudas existenciales, del apoyo femenino, de la literatura y de su propio talento, surgió una pieza que se convertiría en emblemática.

 

 

Tanto que un cineasta quiso filmar su gestación y aprovecharla como vehículo para sus soflamas ideológicas, y lo filmó, pero aquel vehículo tenía sus propias reglas y una de ellas era no servir de soporte a propaganda alguna. La película sobrevivió como testimonio de una creación musical, artística,  y también como testigo para señalar lo que no era, ni podía ni debía ser: un panfleto.

 

La canción pasó a formar parte de un disco muy importante, sirvió para abrir ese álbum del grupo que sería a la larga la primera parte de una tetralogía magistral en la historia no únicamente del grupo, sino del rock en general. Un tema que condensaría orígenes y destinos, que contendría dramas y tragedias, que se usaría para remarcar la existencia del Mal y su relación con el hombre (la empatía con el primero) en otras canciones, en otros filmes, en sesudos ensayos, en referencia obligada para rememorar tiempos idos o en reflejos por venir, en tributos posteriores.

 

VIDEO: “Just Your Fool” – The Red Devils at the King King 1992, YouTube (nofightindotcom)

 

Ahora había pasado ya un cuarto de siglo. Estaba empantanado en dudas existenciales y artísticas como entonces, su grupo era un fantasma burlón y sus miembros estaban involucrados en proyectos individuales. Él estaba enredado en la alfombra roja que tanto lo seducía de manera voluntaria, pero el músico que era le pedía alimento para sobrevivir, agonizaba.

 

Ya no compartía sus cuestionamientos con una compañera como entonces, culta en todos los sentidos. No. Ahora estaba con una modelo, una top ten del medio, que como buen maniquí no contenía nada, ni tenía nada qué decir, sólo servirle como visutería para lucir en las fiestas y en las Discos de moda. Volteó a verla y se preguntó cómo ella podría apoyarlo. De ninguna manera. Era incapaz. Quizá nunca hubiera leído libro alguno, ni supiera quién era Margarita, ni de literatura alemana, menos rusa. Era sexy y punto. No le pedía nada más. Eso lo decidió.

 

 

Fue a otra habitación, tomó el teléfono y llamó a su antigua novia. Se disculpó por todo aquello que la había lastimado y separado de él, aceptó las palabras que ella le lanzó (cargadas de dosis de locura, excesos y deslealtades) y luego de la tormenta vino la calma. Entonces él pudo explayarse sobre su pasmo presente sin mencionarle aquella otra ocasión en el reino del pasado. Ella lo escuchó atentamente y le hizo preguntas.

 

Vino un silencio reflexivo y le sirvió entonces el viejo adagio del género: “Cuando no sepas hacia dónde moverte vuelve a las raíces”. “Eso es lo que debes hacer”, le dijo. “Ponte a hacer lo que más te gustaba cuando comenzaste con la música. Pregúntate ¿por qué lo hacías, qué te motivaba?

 

 

 Si eso no te saca del atolladero, por lo menos volverás a divertirte y, si tienes suerte, el tiempo invertido  probablemente te brinde la posibilidad de pensar en lo que quieres hacer de ti y de tu carrera, además de seguir seduciendo mujeres. Te mando un beso”, dijo y colgó. Él se quedó pensando en la conversación y supo que ella tenía razón. Ahora el asunto era otro. ¿Con quién podría llevar a cabo tal terapia, sin tener que estar peleando y sólo disfrutar de ello?

 

En sus inicios había sido junto a sus amigos y compañeros un misionero del blues, una música de culto minoritario y fuera del mainstream. En ese coto encontraron su plataforma de lanzamiento y realizaron proezas como introducir aquel material casi ignoto, por sus lares, en las listas de popularidad. Ahora debía hacer lo mismo, pero para su propia satisfacción.

 

 

Hacía ya tiempo que había finalizado la última gira con el grupo, sus desencuentros habían sido aireados por doquier y ahora a pesar de encontrarse en plena grabación de su siguiente álbum como solista, tenía serias dudas con respecto a la calidad de ello.

 

Llamó al productor con el que estaba trabajando y le expuso la idea de realizar de manera expedita una sesión de blues a la vieja usanza, directa y sin refinamientos, con él en la voz y la armónica. ¿Tenía músicos para la ocasión? Aquél le dijo que sí a todo.

 

 

Entre las recientes ocupaciones del productor estaba la de grabar en vivo a un grupo local de tal género. Le sugirió que se diera una vuelta por el club King King en el que esto se llevaría a cabo para, en caso de aprobarlo, hacer el procedimiento consecuente. Así lo hizo nuestro obnubilado personaje. Fue esa misma noche. Le gustó aquel quinteto que se hacía llamar Red Devils y hasta hizo con ellos una jam con “Who Do You Love”, de Bo Diddley.

 

Unos días después, a comienzos de mayo, se volvieron a reunir en un estudio de Los Ángeles. Él llevó los discos que más le gustaban para que productor y músicos escucharan lo que quería hacer. Interpretar piezas no manoseadas de tal música. No habría una segunda ocasión, les informó. Tras ello se dieron a la tarea de grabar varios temas.

 

 

Lo hicieron con el oficio y ardor necesarios. En trece horas de sesión grabaron una docena de títulos como en los viejos tiempos. “Blues With a Feeling” (de Rabon Tarrant) fue la canción insignia. Quedó tan satisfecho con el resultado que incluso se atrevió a hacer planes con dicho material. La terapia le había servido. Se sentía animado de nuevo.

 

No obstante, un demonio menor enviado por su Ego se dio a la tarea de susurrarle las inexistentes cualidades de su accionar individual. “El Mundo entero espera, no, reclama, tu obra solista”, le dijo. Las mieles del agazajo surtieron el efecto deseado. El material grabado aquella jornada no fue editado oficialmente.

 

 

Él se fue a terminar su segundo álbum como solista, mientras el productor y la banda se embarcaban en otra llamada igualmente sin una segunda oportunidad, ésta del Más Allá, con un vaquero camino del ocaso. La banda editó su propio King King y luego desaparecería en el desierto del ninguneo, el productor llegaría al Oasis y al Reino Lejano. Nuestro personaje volvería a las andadas, a las cuchilladas con su amigo y alma gemela, a las modelos, a las Discos y a las alfombras rojas. Pasaría otro cuarto de siglo antes de sentir la misma nostalgia.

 

El inédito material se inscribió como de culto y siguió su propio camino hacia la luz y la leyenda. Yo lo encontré publicado con el nombre de The Famous Blues Sessions, bajo el sello Rabbit Records, en el sótano de una tienda de discos de segunda mano llamada Ďábel, en Praga, República Checa.

 

VIDEO: Mick Jagger & The Red Devils – The Blues Sessions (June 1992), YouTube (Austir Curtis)

 

 

BABEL XXI-737

Por SERGIO MONSALVO C.

 

VIAJE ALREDEDOR DE MI HABITACIÓN

(XAVIER DE MAISTRE)

(LIBROS CANÓNICOS 50)

 

 

 

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

 

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/737-Viaje-alrededor-de-mi-habitacion-Xavier-de-Maistre-Libros-Canonicos-50

 

 

 

 

 

HISTORIA DE UNA CANCIÓN: «BORN UNDER A BAD SIGN»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(ALBERT KING)

 

En todos los géneros musicales hay canciones ilustres que tratan acerca de la inadaptación a la vida, pero también las hay de las que hablan de la resignada adaptación a la inadaptación a la vida. En el blues existe una que es totémica en ese sentido. Se llama “Born Under A Bad Sign” y da voz, de la manera más sencilla e ilustrativa, a la gente a quien la fortuna siempre le resulta adversa, siempre: A esa gente, en todas las áreas, se les llama genéricamente “los perdedores”.

 

Nací bajo un mal signo/ He estado mal desde que comencé a caminar/ Si no fuera por la mala suerte, ni suerte alguna tendría”, dicen las primeras líneas de esa pieza compuesta por Booker T. Jones y William Bell, habitantes destacados de un mundo sonoro llamado Stax, estandarte del soul sureño y del R&B más identificados con las raíces negras de la música. Un mundo al que pertenecían respaldos de lujo, leyendas como Los MG’s y los Memphis Horns.

 

 (El título de aquel tema también podría aplicarse a dicha compañía discográfica, Stax, la única que compitió en calidad con la Motown y en su mejor momento –con Rufus y Carla Thomas, Mar-Keys, Sam & Dave, Wilson Pickett, Issac Hayes, etcétera–. A fines de los años sesenta, en el lapso de pocos meses, falleció su figura principal y estandarte: Otis Redding en un accidente aéreo, junto con varios músicos de su banda; perdió los derechos sobre su catálogo en beneficio de la Atlantic Records, asunto que la dio por muerta, y hubo el asesinato de Martin Luther King en Memphis, algo impensable dada la filiación del sello en la lucha por los derechos civiles de los negros desde esa misma ciudad. Hoy la negritud en aquel país sigue igual o peor).

 

Cierta noche, ambos músicos (cantante y tecladista, respectivamente) estaban sentados en un bar cerca de los estudios. Conversaban sobre el acontecer de aquel día y la necesidad de ofrecerle material fresco a un guitarrista que recientemente había ingresado a la compañía. Querían algo especial, distinto, como lo era aquel instrumentista zurdo del blues con dedos mágicos.

 

Como no lograban encontrar el hilo derivaron en una plática sobre el fracaso. Bell entonces contó que conocía a un tipo al que apodaban “Never Forever”. (El “Nunca jamás”). Era su primo y nunca le salían bien las cosas. Él mismo le había conseguido distintos trabajos para que se encarrilara, pero de todos lo habían terminado echando. “No es un mal tipo. Pero todo se le tuerce de una u otra manera. Lo sigo enviando a otras labores, por cariño y también por mera curiosidad. Para ver hasta dónde llega en la nueva oportunidad.  Y cada ocasión en que lo hago le repito lo que alguna vez leí en un libro de Samuel Beckett: ‘Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba de nuevo, Fracasa de nuevo, pero Fracasa mejor esta vez’”.

 

Bokket T. rió de buena gana y, por su parte, le relató que como músico había tenido que ver con gente de toda índole y extracto. En todas partes había encontrado personas semejantes a su primo. Eran perdedores natos. Lo mismo en las relaciones amorosas que laborales, en las amistosas y sociales, financieras o familiares. Los había por doquier y por docenas. “Quizá sea cosa del destino de cada quien, por aquello de la alineación de los planetas o algo semejante”, sentenció esotéricamente.

 

En ese momento a Bell se le prendió el foco de una idea. “Oye, ¿y si escribimos una canción con ese tema, el del eterno perdedor que le achaca su mala suerte al hecho de haber nacido bajo el signo equivocado, cuando lo único que busca es disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Algo con mucho blues”. Booker T. estuvo de acuerdo y regresaron al estudio para trabajar el asunto. El título para la pieza brotó fácil y limpio: “Born Under a Bad Sign”. Unos días después Albert King entró al estudio para grabarla.

 

 

King era un tipo gigantesco, medía casi dos metros de altura y pesaba 120 kilos. Sin embargo, su físico contrastaba con el arte que desplegaba, era un estilista de la guitarra. Fino y seductor, tranquilo y elocuente al cantar las letras y ligero como espadachín a la hora de deslizarse por las cuerdas. A pesar de ser zurdo no había invertido el encordado, como otros colegas, para él las agudas siempre debían estar arriba. Además, contaba con otra novedad en su haber: una guitarra Gibson modelo Flying-V.

 

Buscando tanto un sonido más potente al igual que distintivo, King había optado por usar esta guitarra en forma de flecha, diseñada con una madera especial (Korina), más ligera que la de caoba, y que vivía una segunda oportunidad de vida tras un primer intento de modernización de la compañía que la fabricó una década antes. Es decir, este bluesman ya tenía la idea futurista en su estética. Ese modelo de instrumento se adecuaba a la imagen que quería proyectar, puesto que el fondo de su música estaba listo para ser complementado.

 

VIDEO SUGERIDO: Albert King – Born Under A Bad Sign (subtitulada en español), YouTube (gabilyc)

 

Albert había nacido en 1924, en Indianola, allá en el Mississippi mítico. Comenzó, como todos por allá, cantando góspel en el coro local y luego tocando la batería en grupos de Arkansas, hasta que se topó con Jimmy Reed y el blues eléctrico de Chicago. Cambió a la guitarra y se hizo solista. Así grabó su primer disco (The Big Blues, de 1962) hasta que recibió la oferta de la emergente y pujante compañía Stax, para entrar en su catálogo y a sus estudios.

 

Lo pusieron en manos de William Bell y Booker T. Jones para que produjeran su lanzamiento. Con el dinero del adelanto se paseó por los estados aledaños al río Mississippi hasta dar con el instrumento que tenía en mente. Hasta que un día se encontró con la guitarra elegida. De esta manera compró el modelo más reciente de la Flying-V, a la que le puso el nombre de “Lucy” y prometió ante ella a hacerse de un lugar en el mundo de la música y del blues en particular. Regresó a Memphis y entró a Stax con ella de la mano.

 

Bell y Jones le presentaron la canción original y le hablaron del concepto que contenía. “De perdedores está lleno el mundo”, le dijeron. “Hay muchos más de ellos que ganadores, ¿no crees? La caída a los distintos infiernos del fracaso es una cosa cotidiana. Los escritores, los músicos, hemos relatado la miseria, la fragilidad, la vulnerabilidad que todos poseemos en ese sentido. Y si te fijas bien, los perdedores, ‘los loosers’, en realidad, son los grandes habitantes de cualquier lugar. Necesitamos proporcionarles un himno, no a la vieja usanza del country blues, sino con algo eléctrico, urbano, con lo que puedan identificarse en momentos así. Aquí tienes la pieza”.

 

King notó de inmediato la sorprendente línea de bajo que marcaría todo el tema, pero también el espacio que ésta le dejaba para lucir su arte guitarrístico y el tono de su voz. En ello estaría arropado por el acompañamiento de los MG’s (Booker T. Jones en los teclados, Steve Crooper en la guitarra, Donald “Duck” Dunn en el bajo y Al Jackson Jr. en la batería), la banda sesionista de lujo de la casa (dos instrumentistas blancos y dos negros, el two-tone que le había dado su fama al sello), junto a los impactantes e imprescindibles Memphis Horns que labraban su leyenda (Wayne Jackson, trompeta, y Andrew Love, sax tenor), en los de viento.

 

Todo ello le proporcionó el sonido del southren soul de Stax a King, que con este single, y según la crítica de entonces como la de ahora, le «cambió el rostro de la música estadounidense, modernizando al blues». «Todos los que participaron en dicha grabación le dieron al género un sonido elegante y conmovedor con un atractivo cruce de ideas, legados y visión de futuro», dijeron de las reseñas (Jimi Hendrix. Eric Clapton y Steve Ray Vaughan, han sido herederos directos de él).

 

El tema, desde entonces, ha sido incluido en el Salón de la Fama de la Fundación de Blues en la categoría de «Grabaciones Clásicas». Recibió el Premio Grammy Salón de la Fama en 1999 y al comienzo del siglo XXI el disco homónimo (de 1967) en el que viene inserto fue ubicado dentro de la lista de los canónicos 500 Mejores Álbumes de Todos los Tiempos.

 

También desde entonces decenas de intérpretes han hecho su versión de «Born Under a Bad Sign«, esa pieza que con líneas como: “La mala suerte y los problemas han sido mis únicos amigos”, se convirtió en el territorio de los que administran el fracaso; de los que nunca culminan algo y siempre pierden la carrera por cualquier cosa; de aquellos que aún con algún propósito jamás lo alcanzan y van a la deriva entre la confusión, las decisiones equivocadas y el desorden, todos elementos que dominan esas vidas desde que el mundo es mundo.

 

VIDEO SUGERIDO: Albert King and Stevie Ray Vaughan – Born Under A Bad Sign (HD), YouTube (Gustavo Freire)

 

 

 

 

 

 

ROCK CHICANO (FRAGMENTO 5)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

DENOMINACIÓN DE ORIGEN

 

Para unos Tijuana puede ser el burdel público más grande del mundo, en el que retozan lo mismo gente nacional que extranjera. Y sí, lo es. Es el lugar que reúne a la mayor escoria social en sus distintas formas: desde polleros, narcos, proxenetas, criminales, traficantes de todo tipo, dueños de picaderos, hasta compradores y vendedores de la miseria humana.

 

Pero también es un lugar provocativo, excitante para las imaginaciones creativas. Siempre lo ha sido, desde su fundación como aduana en 1864.

 

 

En lo musical ha masajeado las sensibilidades de un Carlos Santana, de un Herb Alpert, en otro terreno. Fue la puerta de entrada para el rock de raíces negras a México. Actualmente es el centro primordial del movimiento electrónico de este último país con el Nortec.

 

En fin, TJ (como se le conoce popularmente en el mundo) es punto de inicio de “la magia tercermundista”, según los románticos. Sitio donde se llega –de no ser emigrante— a echar desmadre. Tijuana es la ciudad del reventón, con mayúsculas. Síntesis del México bárbaro con aspiraciones snobs de modernidad.

 

 

A mediados de los años cincuenta, con 100 mil habitantes en su haber, era el paraíso del relajo, el patio trasero de California. Con sus casas de adobe conviviendo con el cemento; con sus vividores en las calles, putas asomadas por las ventanas de una infinidad de tugurios, extrañas tiendas-restaurantes-cantinas donde se podía adquirir cualquier cosa. Las banquetas de las avenidas atestadas de gente sedienta de goce.

 

Ahí, en uno de esos lugares de divertimento se forjó uno de los temas clásicos del rock instrumental. Una mezcla del mambo que se escuchaba entonces por doquier, con el rhythm and blues y rasgos del rockabilly.

 

La bacanal de fondo era la música de Pérez Prado, mientras que las armonías, breaks y melodía portaban el alma de Louis Jordan. ¿Y cómo ponerle nombre a esta mixtura inesperada bajo los más necesarios efluvios etílicos? Pues, “Tequila”, ¿para qué más?

 

VIDEO: The Champs – “Train To Nowhere”, YouTube (VinylVinnie60)

 

Los tempranos grupos de rock instrumental se fundamentaban en aquellos músicos que acompañaban a los cantantes del rockabilly y que habían sido desplazados de la industria, en beneficio de producciones más pulidas en los estudios de Nueva York o Filadelfia.

 

Necesitados de trabajo y de dinero se agrupaban en infinidad de formaciones para tocar ante las nuevas audiencias ávidas de beber y bailar o para satisfacer la voracidad infinita de las rockolas.

 

Daniel “Danny” Flores era uno de los tantos músicos sesionistas surgidos de dicha escena. De origen chicano, este instrumentista interpretaba el sax y el piano cuando fue convocado a una sesión limitada por el guitarrista Dave Burguess.

 

Este último había sido contratado por el sello Challenged como sesionista y para grabar una serie de discos sencillos con la mirada fija en el mercado de baile.

 

Cierto día le sobró tiempo de estudio y decidió aprovecharlo. Así que llamó a Danny Flores, al baterista Jim Alden, al guitarrista Buddy Bruce y al bajista Cliff Hils. El objetivo era hacer un sencillo rápido y barato.

 

Para el lado “A” de tal sencillo interpretaron el tema “Train to Nowhere”, pero no tenían con qué cubrir el lado “B”. Flores sugirió una pieza que había escrito durante una visita reciente a Tijuana. A Burguess le gustó y le indicó a Flores que gritara “¡Tequila!” en ciertos puntos apropiados del tema.

 

Así se llamó la pieza a final de cuentas, “¡Tequila!”. Un track al que dichos músicos consideraron de interés nulo. Luego hizo falta ponerle nombre al grupo para publicar el disco sencillo. Alguien tuvo la ocurrencia de que le pusieran el nombre del caballo de Gene Autrey (dueño del sello Challenged): “Champion”. Así nacieron The Champs (en apócope), producto más de la casualidad que de otra cosa.

 

El sencillo apareció el 26 de diciembre de 1957. “Train to Nowhere” no pegó, pero los DJ’s de la radio comenzaron a tocar el lado “B” reiteradamente. Su éxito fue inmediato y llegaron al primer lugar de las listas de popularidad el 17 de marzo de 1958.

 

The Champs fue el primer grupo instrumental en llegar al número uno de tales listas con éste, su primer lanzamiento. “Tequila” permaneció en dicho lugar durante cinco semanas y se hizo acreedor al primer Premio Grammy concedido jamás en la categoría de Mejor Interpretación de Rhythm & Blues.

 

Con el tiempo Danny Flores cambiaría su nombre por el de Chuck Río mientras su pieza se convertía en un clásico instrumental sin finitud y en uno de los temas más versionados en toda la historia del rock and roll. ¡TEQUILA!

 

VIDEO: The Champs “Tequila”, YouTube (NRRArchives)

 

 

 

 

RIZOMA: EL ACTO DE REFLEXIONAR (V)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(EL ROCK Y LOS BÁRBAROS)

Lo que ignoraban los músicos desinformados y quienes opinaban a favor de la tortura era que los centenares de presos recluidos en dicha base naval en la isla de Cuba (a los que eufemísticamente se les llamaba “combatientes ilegales”) habían sido secuestrados y retenidos sin mediar justicia de por medio, además de que se les negaban las consideraciones dadas a los prisioneros de guerra por la Convención de Ginebra.

 

La ONU, el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos, Amnistía Internacional, diversas ONG y hasta la misma Suprema Corte de Justicia estadounidense, se opusieron a los abusos del poder y a los tratos recibidos por los prisioneros, muchos de los cuales ni siquiera habían sido acusados de delito alguno.

 

La tortura (psyops en argot militar) consistía en obligar al prisionero a adoptar la denominada “posición de estrés”, en la que no se pueden mover los brazos ni las piernas.

 

Después se les encadenaba al suelo de un pequeño habitáculo y se subía el aire acondicionado hasta el nivel de congelación. Acto seguido, se ponía una canción y se subía el volumen al máximo con sólo un altavoz.

 

Las sesiones podían durar entre 14 y 27 horas, dos o tres veces por semana. Para los psiquiatras los daños psicológicos causados por eso resultan incalculables. “Se conduce al cerebro al mismo nivel de ansiedad que puede causar el síndrome de estrés postraumático”.

 

El entonces secretario de la Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, y el presidente George W. Bush, ratificaron en el 2003 el uso de estas técnicas para “obtener información que pudiera conducir a la mejora de la seguridad nacional”. Para morirse de la risa, ¿verdad?

 

VIDEO: Groups Call on US Stop Using Music As Torture, YouTube (Associate Press)

 

 

 

 

 

CANON: THE CLASH (V)

Por SERGIO MONSALVO C.

NIDO DE RATAS

 

A The Clash se le pudo ver y oír tempranamente en el número 22 de la Davis Road, en Sheperds Bush. Ahí ensayaban al principio, en el departamento ilegalmente ocupado por Viv Albertine; en la casa de la abuela de Mick Jones en Wilmcote House, donde Chrissie Hynde también ensayaba con frecuencia; y en Camden Town, en otro departamento ilegalmente ocupado, en este caso por Bernie Rhodes, sitio al que llamaron “Reharsal Reharsals” y que muy pronto fue reclamado y “decorado” por Simonon.

 

Al poco tiempo despidieron a James (que se fue para formar Generation X con Billy Idol, y luego con Sigue Sigue Sputnik), llamaron para suplirlo a Tony Crimes (Terry Chines). “Probamos a todos los bateristas de la zona, les cortamos el pelo y ensayamos con ellos, pero Terry era el mejor”, según diría a la postre Mick Jones. El 4 de julio dieron su primer concierto con los Sex Pistols en el Black Swan de Sheffield, si bien su debut oficial tuvo lugar en el Reharsal Rearsals el 13 de agosto de 1976. En octubre Clash encontró a su formación casi definitiva: Mick Jones, Paul Simonon y Joe Strummer y nadie más.

 

Los Buzzcocks ensayaban con ellos, luego llegó Roadent, acabado de salir tras 14 días en la cárcel que les ayudaría como roadie y en diferentes cosas, al igual que “The Baker”, un tipo del Subway Sect Contingent quien se quedaría con ellos. Paul, Joe y Roadent ya vivían en el Reharsal. Se conectaron a la luz del departamento ubicado dos pisos debajo del suyo y dejaban prendida la estufa todo el tiempo para no morirse de frío.

 

Un viejo amplificador AC 30 tocaba a Tapper Zukie, Big Youth y Dr Alimantado de día y de noche. En Portobello se compraban chamarras de cuero baratas en colores rosa, azul, morado o verde fluorescente, y arreglaban su ropa a la Jackson Pollock, agregando slogans como “Hate and War” o “Creative Violence”. La palabra “punk” ya estaba en todas las bocas. Incluso en las más conservadoras. Las primeras sesiones de grabación tuvieron lugar entonces.

 

VAGABUNDOS AL BANQUETE

El acontecimiento se dio en el estudio de Polydor con Guy Stevens, un productor que había trabajado con Mott The Hoople y a los Small Faces, entre otros. Grabaron cinco canciones: “1977”, “Janie Jones”, “Career Opportunities”, “White Riot” y “London’s Burning”, pero ninguna vería la luz en esa compañía.

 

Entonces, Terry Chimes se separó de ellos. Estaba harto de las botellas que el público les aventaba en todos los conciertos, así como de la “política”, como él le decía. Dicho de manera más sencilla y citando a Mick Jones: “A Terry no le interesaba el punk, sólo tocar la batería y ganar dinero para comprarse un Roll’s Royce” y eso molestaba mucho a Strummer.

 

El primer «festival» punk fue realizado en el otoño de 1976 en el minúsculo 100 Club de Oxford Street y desató la ira de la prensa. «No saben tocar», tronaba el periódico New Musical Express. El Melody Maker exclamaba: «Son vulgares y le escupen al público.» (Que terminó por pagarles con la misma moneda. Las batallas de escupitajos durante los conciertos, lanzados por los acelerados, histéricos y descarados músicos de las diferentes bandas, muy pronto se convirtieron en un cliché del punk.) La música era caótica y nerviosa.

 

 

Se inauguró también el Roxy Club, el primero dedicado al punk. El DJ del mismo era un rasta que, a falta de discos punks (aún inexistentes), ponía mucho reggae. Por primera vez, una generación negra inglesa se encontró con los blancos, con la música como interés común. Faltaba poco para que se eligiera a Margaret Thatcher como primera ministro.

 

En ese mismo momento en Nueva York, los Ramones también realizaban un esfuerzo estilístico. Piezas cortas, nada de técnica ni de solos. Energía pura. También se les criticó en la prensa musical: «No saben tocar.» Sin embargo, sus lectores más jóvenes leyeron entre líneas: «Por fin un grupo que provoca críticas, algo distinto a Genesis y Peter Gabriel”.

 

El primer disco de 45 rpm de los Damned, ultrarrápido, salió con Skydog, la legendaria marca de Marc Zermati. Sin embargo, la verdadera explosión social ocurrió con el manifiesto Anarchy in the U.K., el primer EP de los Sex Pistols.

 

La palabra del día en Inglaterra: DESTROY.

 

Como lo había previsto McLaren, la provocación rindió frutos y la trasnacional compañía EMI pago adelantos consistentes a los Pistols. El disco salió con una funda negra. Enseguida fue prohibido. Las letras sugerían insurrección, antinacionalismo, falta de sumisión, anticlericalismo y revuelta: justo lo que obtienen las autoridades en respuesta a sus prohibiciones. El joven público se escandaliza por la injusticia y nace así el movimiento punk. EMI echa a los Pistols y McLaren se guarda el dinero.

 

Su golpe ha dado resultado. Y reanuda el ataque con más fuerza todavía al crear la versión punk del himno inglés «God Save the Queen», que presenta a la compañía A&M. Diez años después del fabuloso himno estadounidense interpretado por Hendrix en Woodstock. «La reina no es un ser humano/ su régimen es fascista/ ella no tiene futuro.»

 

El eslogan del día en Inglaterra: NO FUTURE.

 

Un eslogan que las creencias populares aplican a la generación punk misma, en realidad se dirige contra la monarquía británica imperialista y su aire de respetabilidad, contra la derecha y el Partido Conservador, que siguen en el poder.

 

VIDEO: The Clash – 1977 Single Version (1977 Single), YouTube (Tifeldig123)