BABEL XXI – SINOPSIS (143)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BABEL XXI (FOTO 1)

 

(711 – 715)

 

SINOPSIS 143 (FOTO 2)

 

BXXI-711 A. R. AMMONS

 

La poesía de A. R. Ammons, se abrió paso, encontró interlocutores y mirada cómplices, sensibilidades ajenas a las que sedujo y fascinó. De eso se trataba. Para el autor, la medida del oficio de escriba es “el trabajo bien hecho”, que se produce cuando un proyecto concreto cobra vida, a veces de manera no prevista, provocando interconexiones creativas fértiles. Así sucedió con el grupo de rock que tomó su nombre del poema y entrelazó con él sus ideas “crudas y difusas” y con ello alcanzaron la coherencia retrospectiva que sustentaría su obra de ahí en adelante. Fue el más fuerte eslabón con aquel poema que tiene al despojo (la basura) como símbolo y representación del artificio humano.

 

VIDEO: Garbage – Shut Your Mouth (Jagz Kooner Radio Mix, YouTube (Official Garbage)

 

SINOPSIS 143 (FOTO 3)

 

BXXI-712 HEY HEY, MY MY

 

El disco de Neil Young y Crazy Horse, Rust Never Sleeps (de 1979, título inspirado en un tema del grupo Devo) fue un álbum de homenaje a la década de los setenta que finalizaba (el cual incluyó temas en vivo grabados durante la gira del mismo, y a la postre con la película correspondiente). Contenía un tributo a Johnny Rotten en la pieza acústica “My My, Hey Hey (Out of the Blue)” y su espejo eléctrico “Hey Hey, My My, (Into the Black)”, en general una de las propuestas éticas del decálogo rocanrolero: “Es mejor arder que apagarse lentamente”. La frase que trascendería sobremanera. Sobre esa esencia habla la canción en sus dos modalidades, y que abre y cierra el disco: la acústica y la eléctrica.

 

VIDEO: Neil Young – Hey Hey, My My (Into the Black) – Live al Farm Aid 2003, YouTube (Farm Aid)

 

SINOPSIS 143 (FOTO 4)

 

BXXI-713 EMMANUEL JAL (REMAKE)

 

“¿Cómo es posible que alguien pueda pensar que es divertido matar?”, se pregunta el joven sudanés Emmanuel Jal. Él sabe por experiencia que no lo es. Las circunstancias de la guerra civil en su país lo obligaron a participar como combatiente a los 8 años de edad. Fue un niño soldado, un lost boy, que padeció las atrocidades que ningún niño de cualquier parte del mundo debe sufrir. A pesar de las muchas penalidades sobrevivió gracias a la ayuda de organizaciones internacionales. Aprovechó dicha ayuda y en la actualidad con el hip hop como instrumento cumple con su misión de griot contemporáneo, el que denuncia y lleva las noticias no sólo a su localidad si no al mundo entero.

 

VIDEO: Emmanuel Jal ‘Baakiwara’ Live, YouTube (emmanueljal)

 

Michael Buble's Christmas in Hollywood - Season 2015

 

BXXI-714 NAVIDAD XIV

 

El disco Christmas de Michael Bublé se ha convertido en un clásico al que el tiempo ha legitimado. Pertenece por derecho propio a la misma categoría del de Bing Crosby o al de Elvis Presley. La voz de Bublé es fuerte y clara. Canta con solvencia, intención y flexibilidad. Y, por si fuera poco, el sonido es perfecto. En ‘White Christmas’ compite definitivamente con la versión de Crosby, pero Bublé le da un giro y agrega la voz de Shania Twain a la mezcla, que resultó brillante. El escenario sonoro y la dinámica están bien representados además por sus versiones del cancionero tradicional. Después de tal lanzamiento exitoso (ventas certificadas, premios y reconocimientos) fue apodado “Mister Christmas”, con justa razón.

 

VIDEO: Michael Bublé – It’s Beginning To Look A Lot Like Christmas (Official HD Audio), YouTube (Michael Bublé)

 

Calligraphy lettering 1974 birthday, Made in 1974

 

 

En el devenir de su existencia los músicos del género rockero que en 1974 habían colaborado de manera decisiva en convertir “una simple moda pasajera de no más de tres meses” —como calificó Frank Sinatra al rock and roll en sus inicios—, que al principio se consideraba fugaz y puberta, en una auténtica forma de arte, vida y cultura. Hoy, de cada nota de aquellos álbumes de David Bowie, Big Star, The Rolling Stones, Lou Reed, Badfinger y Lynyrd Skynyrd, entre otros, y de cada canción que los componen, se cuelgan 50 años de historia, 50 largos, turbulentos y gloriosos años, porque finalmente como cantaran los Stones en uno de ellos: es sólo rock and roll, pero nos gusta.

 

VIDEO: DAVID BOWIE – DIAMOND DOGS – LIVE LORELY 1996 – HQ, YouTube (theMusicfmyLife1)

 

 

 

*BABEL XXI

Un programa de:

Sergio Monsalvo C.

Equipo de Producción: Pita Cortés,

Hugo Enrique Sánchez y

Roberto Hernández C.

Horario de trasmisión:

Todos los martes a las 18:00 hrs.

Por el 1060 de AM

96.5 de FM

Online por Spotify

Radio Educación,

Ciudad de México

Página Online:

http://www.babelxxi.com/

 

 

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LONTANANZA: D’ANGELO

Por SERGIO MONSALVO C.

                                                                                                                   

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¿Qué pasó con D’Angelo tras el disco Voodoo en el comienzo del siglo XXI y luego tres lustros de silencio? Hace 20 años este b-boy oriundo de Richmond, Virginia (donde nació en 1974), impuso un nuevo orden al paisaje musical del planeta con el álbum Brown Sugar.

 

Acompañado por beats espesísimos, órganos y pianos eléctricos cantó un soul auténtico. Mejor dicho: D’Angelo reunió distintos elementos para redefinirlo. Así, ingresó más soul al hiphop y mejores beats al rhythm and blues y al jazz. Lauryn Hill, Maxwell, Myron, Erykah Badu, Angie Stone y otros muchos representantes del «soul neoclásico» siguieron el camino abierto por él.

 

Sin embargo, una cosa era la música y otra fue la imagen. La aparición de Voodoo trajo consigo el video de la pieza escogida como sencillo, “Untitled”. Mal aconsejado apareció en él con el torso desnudo, lo cual proyectó su figura como la de un modelo (como si fuera una vedette de moda o un gangsta) y no como la del músico serio que era.

 

La respuesta pública no se hizo esperar. Fue tratado como un icono sexual, mientras el profundo contenido de sus temas y la originalidad sonora se perdía en el abismo de las celebrities. Eso lo deprimió sobremanera. Y como no hay mal que no venga acompañado, fue una época en que varios de sus amigos murieron por diversas causas, entre ellos J Dilla, el cual había sido una influencia manifiesta en el mencionado disco.

 

A ello habría que agregar la ruptura amorosa con Angie Stone, su caída en las adicciones y, como cereza del pastel, un grave accidente de tránsito. Entre una cosa y otra y el periodo de recuperación el tiempo fue pasando y las semanas se convirtieron en meses y éstos en años de alejamiento de la escena musical. Varios lustros tuvieron que pasar para que poco a poco se volvieran a tener noticias de D’Angelo.

 

Primero hubo rumores, luego afirmaciones, alguna aparición como invitado, la filtración de que estaba creando nuevo material, el hackeo correspondiente, la reaparición escénica y el anuncio adelantado (dado el piratazgo) de un nuevo disco, considerado dentro del campo del hip hop como el simil del Smile o del Chinese Democracy en el rock. Las grabaciones más largamente esperadas.

 

El detonante para que eso pasara fueron las reyertas raciales acontecidas en Ferguson, Misuri. No es que el nuevo álbum de D’Angelo estuviera lleno de dichos sucesos, sino que tales acciones inspiraron el componente sociopolítico del que se nutrió la producción de Black Messiah, además de la temática amorosa de la que el músico había experimentado varias aristas en todos esos años de oscuridad.

 

Ahora por fin D’Angelo está de regreso con un nuevo representante, una nueva disquera (RCA), viejos amigos y un tercer álbum aparecido en el 2015. El lugar del comeback fue Electric Lady, en la Calle 8 entre las avenidas 5 y 6 del West Village en Nueva York. Un estudio como otros muchos con un pasado como pocos: Jimi Hendrix y Stevie Wonder grabaron ahí, y ahora lo ha hecho D’Angelo. Al igual que sus excelsos predecesores se dio su tiempo en todo.

 

VIDEO: D’Angelo – Cruisin’, YouTube (emimusic)

 

Según las reglas de la actividad musical él debió haber sacado un tercer álbum hace mucho (mediaron 14 años). Según su contador, debió haber terminado más pronto de trabajar en el costoso estudio. Por otra parte, todos los involucrados querían evitar a toda costa que se repitiera la debacle del hit de radio y video del anterior álbum, que pese a todo no vendió las cantidades esperadas, o para que el autor e intérprete no repitiera aquello de no querer salir de gira como con Brown Sugar. Se supone que en aquella ocasión sólo tocó en 13 ocasiones, y la mayoría de ellas exclusivamente para la prensa.

 

Su discípulo Maxwell, por el contrario, se empeñó a tal grado en sus giras (y por si fuera poco, como abridor para Toni Braxton en una de ellas), que al realizar su regreso D’Angelo ya se encuentra llenando el Radio City Music Hall de Nueva York varias noches seguidas.

 

Michael D’Angelo Archer es un fenómeno de la escena musical que empezó a tocar el órgano a los cuatro años en las iglesias pentecostales de su padre y abuelo. Tocaba en la iglesia las melodías que escuchaba en la radio, por supuesto en versión góspel. Ninguno de los asistentes conocía los originales. Estamos hablando de 1984, cuando dominaban las cajas de ritmos Linn y el DX-7.

 

A D’Angelo, ya con diez años de edad, se le ocurrió fundar un pequeño grupo de rhythm and blues con sus primos. Además, tomaba clases de piano con una monja. No obstante, a los doce, después de sus primeras piezas de Bach, abandonó el mundo de las partituras y se retiró al de su propio oído.

 

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En la high school empezó a rapear, pero en algún momento tuvo que tomar una decisión. Ya no era posible seguir rapeando y cantando al mismo tiempo. Optó por cantar. No obstante, trató de integrar el flujo del rapeo en su canto, de reunir ambas formas. Cantó como los otros rimaban.

 

A los 16 años su familia lo mandó en camión a Harlem, donde ganó el primer lugar en el concurso semanal de talentos realizado por el Teatro Apollo. Al poco tiempo Nueva York lo volvió a llamar. Sus amigos raperos de I.D.U., con quienes D’Angelo a veces cantaba y tocaba, le habían conseguido un contrato de edición.

 

Jocelyn Cooper-Gilstrap de la empresa Midnight Songs mandó a los hiphoperos de regreso a Virginia, pero se llevó a D’Angelo a Nueva York. Incluso lo puso en contacto con Kedar Massenburg y le consiguió el contrato con EMI. Siguieron la gran canción «U Will Know» (entre otros con Lenny Kravitz, Brian McKnight y Aaron Hall) para el soundtrack de Jason’s Lyric;

 

Tras ello un álbum debut, Brown Sugar, que llegó a platino (y que entre otras cosas contiene el que probablemente sea el único cover de Smokey Robinson que el maestro haya agradecido en persona); tres premios Soultrain, una nominación para el premio Grammy, un dueto con Erykah Badu para High School High; «The Notic» con los Roots y la canción «Girl, You Need a Change of Mind» para el soundtrack de la película Get on the Bus de Spike Lee.

 

Tales resultados decían que D’Angelo era la «verdad pura» y un ejemplo de historia viviente. De cualquier modo, él tomó como cumplido que dijeran que había cambiado la música de la radio estadounidense. Pero en realidad no se lo creyó tan a pecho, eran tantas las personas que lo habían inspirado. Tantos sonidos. De joven se la había pasado escuchando canciones de Marvin Gaye, James Brown, Prince y Sarah Vaughan.

 

Cuando llegó a la escena, ya había gente como los Brand New Heavies, músicos que estaban tocando un soul «natural». Sin embargo, no había nadie, excepto tal vez Me’Shell NdegéOcello, que fuera igualmente exitoso y auténtico, como él. El máximo ídolo de D’Angelo sigue siendo Prince, y una de sus producciones es una interpretación de «She’s Always in My Hair» del mismo para el soundtrack de la película Scream 2.

 

Por lo tanto, ¿qué se debía esperar en cuanto al nuevo álbum de D’Angelo? La cuestión se podría expresar de la siguiente manera: representaría el siguiente paso. Demostraría que maduró tras esos largos años y que eso se haría notar en la música. Y lo primero que tenía que hacer era no querer ser demasiado perfecto ni pulido, dejar que todo el material tuviera su propia vida. Lo consiguió.

 

El talento del virginiano cuajó de nuevo en una obra maestra: Black Messiah. Es un fresco que presenta su aprendizaje con la guitarra eléctrica y lo vuelve más combativo al opinar sobre las Panteras Negras, la negritud de Jesucristo o la ecología. Hay beats de batería descomunales, pianos minimalistas y capas vocales insospechadas; hay blues futurista, góspel cubista y funk expresionista. Todo armonizado con la desarticulación precisa del D’Angelo que trae la buena nueva para el mundo, el suyo.

 

VIDEO: D’Angelo & The Vanguard – Sugah Daddy (Live at North Sea Jazz Festival 2015), YouTube (Lucas S)

 

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JAZZ: FRED ANDERSON

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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El saxofonista Fred Anderson trabajó en dominar el sax tenor desde los 12 años. Originario de Monroe, Louisiana, (nacido el 22 marzo 1929), estaba viviendo en Evanston, Illinois, cuando agarró el instrumento de su primo. Su tía posteriormente lo vendió, pero a Fred le gustó tanto que ahorró 45 dólares y compró otro. Nombró a Charlie Parker como la inspiración principal que lo empujó a tocar, aunque su estilo muy personal en la actualidad pareció apoyarse más bien en los conceptos experimentales de Ornette Coleman y John Coltrane.

 

Si bien conocía la tradición del bebop al derecho y al revés, las composiciones y los solos libres de Anderson con frecuencia se describieron como de vanguardia. No obstante, sólo era un letrero más, según el saxofonista. Afirmaba que su música es una mera extensión de la que había escuchado desde siempre: Coleman Hawkins, Lester Young, Charlie Parker y Gene Ammons, además de John Coltrane y Ornette Coleman.

 

Durante muchos años, solía practicar ocho horas diarias. Señaló como instrumento invaluable en su desarrollo como músico la grabadora que obtuvo a mediados de los años cincuenta.  Según él, muchos músicos tienen miedo a oírse ellos mismos, pero es necesario hacerlo si quieren localizar sus puntos débiles y desarrollarse en el sentido musical. Siempre conservo la costumbre de grabar todo lo que hacía para luego escucharlo, tratárase de prácticas solitarias, de sesiones de improvisación con otros músicos o de conciertos.

 

Dichos ratos fueron cada vez menos frecuentes. Desde que adquirió el Velvet Lounge, un bar del barrio South Side en Chicago, se consideraba afortunado cuando podía practicar una o dos horas al día. Cada dos domingos, participaba en las jam sessions que tenían lugar ahí mismo, dando a jóvenes músicos la rara oportunidad de expresarse libremente y de aprender con maestros como el trompetista Billy Brimfield, el baterista Ajaramu y el propio Anderson.

 

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Ya habían pasado los días de las giras por Europa que realizó a fines de los setenta. De ellas salieron tres de los cuatro L.P.s grabados por el saxofonista en colaboración con artistas europeos y algunos veteranos de la Asociación para Promover a Músicos Creativos (A.A.C.M.), tales como Billy Brimfield, George Lewis y Hamid Hank Drake. A la postre vivió de lo que producía el Velvet Lounge y no quiso arriesgar su sustento yendo de gira.

 

De suyo, su impulso principal para tocar siempre fue por amor a la música, no por dinero (aunque en ocasiones recibió más de lo que él mismo esperaba: Arts Midwest, por ejemplo, le confirió el primer premio Jazz Masters Award, el cual incluyó una pensión anual de 5 mil dólares. No lo preocupaba la falta de apoyo popular para su música esotérica. Si alguien deseaba escucharlo, podía comprar uno de sus L.P.s (como The Missing Link de 1984) o ir a escucharlo al club.  Estaba contento de tocar ahí, a menos que lo invitaran a otra parte.

En sus últimos años participó, por ejemplo, en el Chicago Jazz Festival de 1989. Al año siguiente, inauguró la celebración de los 25 años de existencia de la A.A.C.M., festejados con un mes de conciertos en Chicago. Anderson fue un miembro fundador de esta Asociación, cooperativa musical de la que salieron innovadores vanguardistas como Chico Freeman, George Lewis, Lester Bowie, Joseph Jarman, Hamid Hank Drake y Anthony Braxton, entre otros. 

 

Aunque ya no participaba como miembro activo, aún se le reconocía como pionero e impulso decisivo durante sus años de formación. La idea fue concebida por Anderson y el pianista y compositor Muhal Richard Abrams, como medio para que los músicos de Chicago reunieran esfuerzos para dar a conocer su música y explorar mutuamente sus estilos individuales.

 

Y el estilo de Anderson fue definitivamente personal. En su música las frases brincan en direcciones armónicas inesperadas, demorándose ocasionalmente en aullidos pulsantes y agudos. Sostiene notas largas en cualquier tono, desde el chillido de un búho hasta el solitario bramido de una sirena, reforzando la claridad de su cálida voz. Secuencias intrincadas se reproducen con facilidad asombrosa. 

 

Los sonidos que emanaban de su instrumento no tardaron en refugiarse en el reino de los trances. Líneas complejas, casi matemáticas, se confunden con gemidos bluseros y angustiados y ritmos implacables. Tresillos pavorosos fuerzan el tiempo. Después de diez minutos o más, sus solos parecen culminar, pero apenas es el principio. Vierte cataratas de sonido que vuelven al revés las ideas planteadas con anterioridad. Anderson falleció el 24 de junio del 2010.

 

VIDEO: Fred Anderson Quartet: Saxoon, YouTube (Obscure Sounds)

 

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IMAGO: EVIDENCE (1)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

(FOTOGRAFÍAS)

 

 

 

EVIDENCE 1

Evidence (1)

 

Patti Smith es poeta y rockera. Su inquietud como artista la ha llevado a ser, además, una persona poliédrica: cantante, escritora, pintora, fotógrafa, dibujante y activista por el clima y los Derechos Humanos.

 

En ese rubro, ha declinado decantarse por el feminismo, declarando lo siguiente: “Tengo una hija y un hijo. La gente siempre me habla exclusivamente acerca del feminismo y de los derechos de las mujeres; pero también tengo un hijo, por lo tanto, en lo que creo es en los derechos humanos, en los de todos, sin distinciones”.

 

La poesía alucinatoria y visceral de Patti Smith, inspirada por igual en los beats, William Blake, los simbolistas franceses, los Rolling Stones, Bob Dylan o Jim Morrison, procede de una tradición de poetas, artistas y bohemios. Por eso desde el principio de su carrera trató de tender un puente entre la literatura y el rock. Una tradición que tuvo comienzo con Ginsberg, Burroughs, Ferlinghetti y Kerouac.

 

Con ello ayudó a reinventar el rock durante el periodo punk, como contexto  de carácter para una revuelta audaz en lo musical y en lo literario. Porque Patti Smith, desde entonces, ha lanzado sus intensas palabras respaldada por un sólido parapeto de poderosas guitarras: “Si quieres pelear no tienes más que tomar tu guitarra, un amplificador y ponerlo en el nueve para arrasar con tu sonido”.

 

Debido a eso, “Acabé haciendo música –dice la poeta– porque la energía de los años setenta era tan arrolladora que recitar poesía en un escenario no era suficiente. Mis poemas se fundieron con el rock and roll, pero en el origen de todo estaban mis versos. Mis discos han sido sólo una extensión de mi poesía…Yo nunca pienso en sonidos, como los grandes músicos, sino en palabras e imágenes”.

 

“El rock es una vía de expresión muy apropiada. Permite dar rienda suelta a las ideas e inquietudes y explotar”.

 

Patti Celebró sus 75 años en París, una ciudad totémica para ella, donde colaboró en una gran instalación visual y sonora para el Centro Pompidou, inspirada en la obra de los poetas franceses Arthur Rimbaud, Antonin Artaud y René Daumal, la cual se pudo visitar desde el 20 de octubre del 2022 hasta el 6 de marzo del 2023.

 

“Esos tres poetas han sido hombres muy importantes en mi vida, los he leído durante seis décadas. A los 16 años, la obra de Rimbaud me permitió trascender el mundo donde vivía, el sur de New Jersey, un entorno rural y con muy poca cultura. Busqué un mejor lugar, más elevado, y lo encontré en su poesía. Me permitió viajar mentalmente en una época en la que no tenía dinero ni posibilidades”. Luego Patti fue a París y todo se aclaró para ella, con la poesía y el rock and roll. Es una ciudad donde, desde entonces, se siente como en su casa.

 

En los últimos tiempos, Patti Smith ha primado sus actividades de poeta, pintora, fotógrafa, dibujante y activista sobre la hechura de discos. Bajo tales tesituras colaboró juntó a Soundwalk Collective, un grupo experimental neoyorquino cuya estética combina el sonido con “la etnografía, la psicogeografía y la observación de la naturaleza”, según su manifiesto.

 

El proyecto encargado por el Centro Pompidou (antes de entrar en hibernación por remodelaje) se llamó Evidence. Fue una exposición inmersiva, una instalación sonora y visual en la que el visitante, acompañado con audífonos dotados con un dispositivo de geolocalización, podía reconstruir los periplos de Artaud, Daumal y Rimbaud.

 

El conglomerado Soundwalk Collective, dirigido por el músico y artista sonoro francés Stephan Crasneanscki, fue copartícipe de la instalación. El colectivo, que en el pasado colaboró con el cineasta Jean-Luc Godard o la fotógrafa Nan Goldin, ya había firmado con Patti Smith para la realización de tres álbumes experimentales entre 2019 y 2021, los cuales se inspiraron en los mismos poetas que luego protagonizarían la exposición. La idea era sencilla y poderosa: cada paisaje contiene una memoria y, con cierta agudeza y sentido poético, hay la posibilidad de hacerla emerger.

 

Crasneanscki se desplazó a la Sierra Tarahumara, al norte de México, donde Artaud logró superar su adicción a las drogas duras debido a una experiencia iniciática con el peyote.

 

Luego, el músico se trasladó a las montañas de Abisinia en Etiopía: ahí Rimbaud había cruzado el desierto montando a caballo durante tres semanas para a la postre trabajar como comerciante cafetalero, una vez dejada atrás la poesía poco tiempo después de la publicación de Una temporada en el infierno.

 

Por último, Crasneanscki trepó hasta las cumbres del Himalaya, en la India, donde Daumal se empapó con la mística hindú y con una ascesis (de prácticas y hábitos) que no abandonó hasta que llegó su muerte.  

 

De cada uno de esos lugares, Crasneanscki se llevó objetos, grabaciones y documentos. También pedruscos, hojarasca y sacos de arena, materiales con los que armaría la exposición.

 

A su vez, Patti, como aquellos pintores románticos que pintaban paisajes usando su imaginación, no necesitó desplazarse a ningún lugar para plasmarlo en poemas, que aparecen mezclados con el material citado, videos y piezas sonoras producidas por ella para la ocasión, además de cuadros, dibujos y fotografías de su colección personal y otras de sus obras prestadas por el MoMA de Nueva York y el propio Pompidou, poseedor de algunas.

 

Patti Smith se inspiró en aquellos peculiares souvenirs de Crasneanscki para escribir composiciones poéticas para la exposición, “como si fuera una chamana canalizando esos talismanes, en una oda a un mundo sin fronteras”, según su propia definición de lo expuesto en Evidence.

 

Ésta no fue una de carácter abiertamente político, pero sí contuvo una lectura crítica con algunas derivas actuales. “Cuando creas arte, nunca lo haces con parámetros militantes, pero sí quisimos advertir con él que es peligroso que nos desconectemos de los demás –explicó la poeta–. El nacionalismo es lo peor que le puede pasar al mundo. Ceñirse a la identidad y las fronteras será nuestra perdición”, afirmó.

 

El objetivo artístico, dijo Patti, es “derribar lo que nos separa y seguir compartiendo nuestras culturas, obras de arte, creencias y plegarias, es lo que hace que la humanidad se siga expandiendo en el tiempo. ¿Por qué cuesta tanto trabajo entender que, en realidad, somos un solo pueblo? Me rompe el corazón lo que se sigue haciendo en el mundo en nombre de la religión y el fervor nacionalista”.

 

“Esos tres poetas, que decidieron alejarse de sus hogares en un tiempo en que era muy peligroso hacer eso, nos inspiran para que lo sigamos haciendo. No sobreviviremos como especie sin un poco más de humanismo, de amor y de acción compartida”, afirmó Patti Smith desde el corazón de París.

 

 

 

 

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OBI-2: MIS ROCKEROS MUERTOS (2024)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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El poeta estadounidense Randall Jarrell escribió que “el modo en que perdemos la vida es parte de nuestra vida”. Aunque a veces no lo parezca. Asimismo, entre las sentencias sobre el deceso se encuentra aquello de que “no hay que temer a la muerte, sino a no haber vivido” (habría que preguntarse bajo qué parámetros). Una opinión que parecen compartir muchas personas.

 

Aunque ya entrados en esto de las frases acerca del fin, yo me quedaría con la que lanzó la aguda actriz Mea West, al respecto: “solo se vive una vez. Pero, si lo haces bien, con una es suficiente”. Aunque ahí, igualmente, cabrían los asegunes, y dentro del mundo del rock, aún más, dados sus antecedentes.

 

Si bien la presencia de la finitud de la vida dentro del arte musical rockero ha sido una de sus grandes y publicitadas constantes, al tomar múltiples formas discursivas o representativas, la obsesión y fascinación reflejada por dicho acontecer a veces ha alcanzado cuotas exorbitantes y  desproporcionadas (como en el caso del infamous Club de los 27). ¿Para sus celosos propagadores? Algo totalmente justificado.

 

La histórica incertidumbre y deseo de comprender el ciclo completo de la vida de los músicos del género  desaparecidos mediante imágenes, símbolos, expresiones plásticas, vídeos, instalaciones o arte objeto ha encontrado su eco y significación dentro de las dinámicas sociales, en cualquier época reciente, geografía o contexto, ya sea con fines mercantiles, encomiendas financieras, búsquedas de notoriedad personal o simplemente como testigos de cada período de la historia rockera, cuya cultura ha inscrito a la muerte como una presencia omnipresente.

 

Sin embargo, hay muertos que hacen ruido y lo siguen haciendo como en su momento, y el cual continúa reverberando. Como en el caso del músico japonés Damo Zuzuki (fallecido el 9 de febrero del 2024).

 

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DAMO ZUZUKI

(CAN)

 

A finales de los años sesenta, una vez superada la psicodelia y a punto de entrar en su etapa progresiva, el rock no esperaba encontrarse con algo como el grupo Can. Inspirado tanto por la música concreta, la experimental, el funk, los ritmos étnicos y el free jazz.

 

Can, más que un conglomerado común, eran una estrategia para afrontar la música moderna. Dado lo indefinible e idomable de su estilo, no era una banda hecha para el éxito ni el consumo masivo, pero por eso mismo, sentaron el precedente de algunos de los cambios que tuvieron lugar en la música desde el punk hasta nuestros días.

 

Prueba irrefutable de esa capacidad transformadora es el disco Tago Mago, con sus invocaciones de magia negra y sus alucinaciones sobre hongos, que no son precisamente orgánicos sino fruto de explosiones nucleares (es lo que tiene cuando cuatro alemanes y un japonés, nacidos tras la II Guerra Mundial, se juntan para improvisar). Por todo ello es una de sus más aclamadas liturgias sonoras.

 

Los ritmos hipnóticos de Jaki Liebezeit (difunto en el 2017), las visiones de Suzuki (que en Halleluwah canta “busco mi futuro negro” precisamente por eso, porque se le había perdido por el castillo kafkiano), el insistente bajo de Holger Czukay (muerto en el 2017) y la imprevisible guitarra de Michael Karoli (fallecido en el 2001), así como las improvisaciones de Irmin Schmidt (el único sobreviviente hasta la fecha), dan pie a cualquier cosa, desde collages a lo Mothers Of Invention hasta una balada folk.

 

Reeditado en una versión que conmemoró su 50 aniversario y que añadió un disco en vivo al material de estudio original, Tago Mago fue su tercer álbum y también su primera obra esencial precisamente porque presentaba en toda su plenitud las características que hicieron inimitable al grupo.

 

En Tago Mago confluyen estilos variopintos filtrados a través de la idiosincrasia de cinco músicos que ven su trabajo como materia en constante evolución. Pertrechados en su cuartel general, un castillo de Colonia donde hicieron su estudio entre 1968 y 1969, crearon, junto a vocalistas intermitentes como el americano Malcolm Mooney y el japonés Damo Zuzuki, música que fluía en las más diversas direcciones.

 

El fruto de la improvisación, pero también de la desinhibición, de una actitud libertaria que hizo de los componentes del grupo chamanes que canalizaban energías creativas llegadas de vaya usted a saber dónde. “Eso es lo que nos gustaba de Can -escribió Brian Eno en un breve ensayo sobre el grupo publicado en el disco de remezclas Sacrilege (Mute, 1997)-, atraparon el espíritu de un momento, un lugar y un determinado tipo de comunidad musical, una filosofía que afirmaba que no se trataba solo de la música en sí misma sino también de cómo afrontarla”.

 

La discografía de Can se caracterizó por esa libertad desbocada que les llevó a probar con todos los estilos posibles (música disco incluida) a lo largo de los 12 álbumes grabados entre 1968 y 1989 (año en el que se reunieron tras diez años separados), y entre los que destacan, además del mencionado, Ege Bamyasi (1972) y Future Days (1973).  Huellas indelebles que dejó su música, de la que Zuzuki fue partícipe destacado.

 

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John Mayall

 

 

OTROS MÚSICOS FALLECIDOS

 

Eric Carmen, ex miembro de los Raspberries y creador de la pieza “All By Myself”, con la que regularmente se le recuerda (murió el 11 de marzo). Melanie, la cantante de extracción hippie, que interpretaba “Beautiful People”, “Brand New Key” y una buena versión de “Ruby Tuesday” (23 de enero). Jim Beard, de Steely Dan (2 de marzo). Chris Cross, de Ultravox (25 de marzo), así como Mary Weiss, integrante del puntal grupo girly, The Shangri-Las (19 de enero), Wayne Kramer y Dennis Thompson de MC5 (2 de febrero y 9 de mayo, respectivamente), Dickey Betts de Allman Brothers Band (18 abril), Steve Albini de Shellac (7 de marzo), Doug Ingle de Iron Butterfly (24 mayo), John Mayall  de The Bluesbreakers (22 julio), entre otros.

 

A todos ellos: ¡GRACIAS!

 

VIDEO: John Mayall Feat. Eric Clapton – All Your love, YouTube (Tim Bukto)

 

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BABEL XXI-717

Por SERGIO MONSALVO C.

 

The Rolling Stones

 

 

 

THE ROLLING STONES

(MEJORES DISCOS – I)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

 

https://www.babelxxi.com/717-the-rolling-stones-mejores-discos-i/

 

 

 

 

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ON THE ROAD: CHET BAKER IN ITALY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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En la lista que traigo puesta escucho «Look For The Silver Lining», mientras repaso una por una las fotopostales que trae consigo el paquete del libro Chet Baker in Italy: Tales of Life and Music: 1955-1988. En una de ellas aparece el músico con Lily, como quien dice: con las manos en la musa. Ella le acaricia el pelo con dedos suaves de uñas pintadas. Apoya la barbilla en la cabeza de él, quien a su vez mira profundamente la trompeta que trae en las manos. Ella observa a la cámara.

 

Cuando abrí este paquete que además contiene un mini CD con tres piezas («With Sadness», «Estate» y «My Funny Valentine») acababa de terminar un poema dedicado a Chet y a una mujer que se portó muy bien conmigo en instantes de cierta oscuridad existencial:

 

«En su semipenumbra/ la ventana cerrada/ deja escapar por la ventila/ fugitivos escarceos/ de la contienda retardada/ Chet Baker apadrina/ con voz suave y aliento sabio/ el duelo de ansias derramadas/ Everything Happens to Me/ musitan los labios enconados/ mientras recorren con noble tacto/ cada destello del bronce inmerso/ en la batalla/ De una cuerda tensa/ que turgente apunta al cielo/ entre muros de guardia/ cuelgan, luego/ recién lavadas/ una medias negras/ por cuya tersura lánguida/ escurre el líquido/ que gotea impune sobre el piso/ Sorprendiendo malicioso/ a la inocente luz de la mañana.»

 

El libro mencionado es un importante documento para conocer acerca de la estadía del trompetista en el país de la bota, y también de su deambular por Europa. Durante su vida Chet Baker fue una figura controvertida, sobre todo en la cumbre de su popularidad en los años cincuenta.

 

 El músico se distinguió en el jazz como un delicado estilista de la trompeta, cuyos temas esponjados –por llamarlos de alguna manera– estuvieron influenciados de manera muy profunda por el estilo cool de Miles Davis.

 

El hecho de su contratación con el grupo de Gerry Mulligan lo lanzó a una popularidad extrema en aquella década de mitad de siglo, cuando se convirtió en un ídolo de culto, tan venerado por sus interpretaciones vocales como por las de su instrumento.

 

Este músico, nacido en los Estados Unidos en 1929, que tocó también con Charlie Parker y le dio a la balada jazzística una dimensión de gran trascendencia lírica, tuvo también sus tiempos difíciles con las drogas, incluso pasó una temporada en una cárcel italiana por lo mismo, pero regresó a la escena con el estilo más maduro y suave que puede escucharse en discos como Broken Wing, Daybreak, Chet, Once Upon a Summertime, entre otros, incluso las antologías grabadas con sus presentaciones en París.

 

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De su paso por Italia, anécdotas, amistades, conciertos, conflictos con la ley, la prisión y treinta años de la música y vida de este trompetista genial, trata el libro. Baker llegó al continente europeo a mediados de dicha década, a una escena jazzística muy vital. Las disqueras estaban muy activas, grabando a músicos de paso en sesiones con los músicos locales.

 

Baker había seguido a muchos colegas estadounidenses en su visita al viejo continente, como Zoot Sims, Gerry Mulligan, Clifford Brown y Art Farmer, por mencionar a algunos, aunque es posible con cierta inseguridad, puesto que la revista francesa Jazz Hot acababa de anunciar que su gira se cancelaba.

 

En ese entonces, por aquellos lares, se sabía muy poco acerca de su carrera. Lo único seguro, que había dejado al cuarteto de Gerry Mulligan. Varias notas en los periódicos y unas breves entrevistas hablaban de sesiones, su descubrimiento del jazz a través de los discos de Stan Kenton y sus colaboraciones en California con Bird.

 

Por lo pronto, se trataba del Chet que había convertido una canción bonita y nostálgica, «My Funny Valentine», en una obra maestra de emoción y lirismo casto. El público sólo lo creía capaz de tocar sosegadamente, protegido por luces bajas para producir mejor su insidiosa tristeza.

 

Pero cuán equivocados estaban. Chet habría de desmentir de forma magnífica dicha imagen estereotipada. La gente esperaba a un músico que murmurara desde la bruma y se topó con un trompetista incisivo y potente, con un tono transparente, el cual no quitaba nada del lado poético a su ejecución.

 

El público europeo reaccionó bien ante el músico; no así sus acompañantes, que poco a poco lo fueron abandonando a lo largo del camino. Siguió solo. París fue el centro de sus actividades, ciudad perfecta para sus ambiciones artísticas y lugar donde realizaría luego grabaciones memorables.

 

VIDEO: Tune Up – Chet Baker in Italy (1959), YouTube (aylerone)

 

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BLUES: DOCE CONEXIONES (I)

HOWLIN’ WOLF

LONDON SESSIONS

 

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Chester Burnett nació en 1910 en el Delta del Mississippi, en donde permaneció hasta 1948 (es decir, que de todos los bluesmen importantes de la época fue el que más tiempo se mantuvo en su tierra natal). En sus años allá alternó el trabajo del campo con el de la música, de donde sacó el apodo de «Howlin’ Wolf» (Lobo Aullador) con el que a la postre sería conocido. Su mayor influencia por entonces fue Charlie Patton con el cual llegó a tocar, lo mismo que con Robert Johnson.

 

Después de ser licenciado del ejército tras la Segunda Guerra Mundial, volvió al Delta y no se decidió a emigrar hasta 1948. Aun así, no se lanzó directamente a Chicago, como la mayoría de los emigrantes negros de entonces, sino que se quedó en Memphis, donde reunió una banda (por la que pasaron James Cotton, Junior Parker, Matt Murphy y Willie Johnson) y consiguió un programa de radio en el que tocaba el blues mientras trataba de vender maquinaria agrícola.

 

Howlin’ Wolf se convirtió así poco a poco en el bluesman más electrizante, poderoso, enérgico y profundo de la posguerra. Dotado de tremendas cualidades físicas (1.90 m de estatura, 120 kilos de peso, además de ese tipo de voz que le había valido el sobrenombre) puso a éstas de manifiesto en sus extravagantes actuaciones.

 

Realizó sus primeras grabaciones en 1951 en los estudios de Sam Phillips. En algunas de estas sesiones participó Ike Turner, que en esa época era productor y buscador de talentos. Phillips no creó su propio sello Sun Records hasta un año después. Lo que hacía entonces era revender las grabaciones a Chess en Chicago o a Modern en California.

 

El éxito que Wolf tenía con su música hizo que ambos sellos editaran su material y pelearan por él hasta que Chess lo convenció para que se instalara en Chicago en 1953.

 

Mientras tanto, Wolf había moldeado a sus músicos para incorporarse al sonido eléctrico que en ese momento trasladaba el blues tradicional al dinamismo de la urbe y que ya hacían Muddy Waters, Jimmy Rogers y Little Walter, quienes habían amplificado sus guitarras y armónica e imponían nuevas formas.

 

En 1965, el músico apareció con los Rolling Stones en la televisión estadounidense y luego, en 1971, durante una gira por Inglaterra grabó un disco mítico, The London Howlin’ Wolf Sessions, junto a sus famosos admiradores: Eric Clapton, Steve Winwood, Bill Wyman, Charlie Watts y hasta Ringo Starr, por ahí.

 

Con tal disco, su distintiva voz inauguró una novedosa tendencia en producciones musicales. Tenía sesenta años cuando partió hacia la tierra de Albión para grabar con sus ya mencionados admiradores musicales.

 

La reunión funcionó y, en los años siguientes, continuó la que sería una serie de álbumes con esas características. Los cuales se convertirían en invaluables archivos sonoros de ahí en adelante para los músicos, investigadores y fans del género.

 

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Dichas sesiones (genéricamente denominadas London Sessions) no fueron éxitos de ventas — a las que luego se sumarían los volúmenes firmados por Muddy Waters, Bo Diddley y Chuck Berry—, pero sí resultó en un acierto estratégico para su sello, Chess Records, que elevó la marca al nivel de mito y de referencia histórica obligada.

 

Uno de los herederos de quienes habían sido los fundadores, Marshall Chess, planificó ampliar el mercado del blues (con su catálogo) recordando que la mayoría de los exitosos grupos británicos de blues-rock en esos momentos, entre los que se encontraban los Bluesbreakers, los Rolling Stones, Fleetwood Mac, Ten Years After, Savoy Brown y muchos otros, se habían educado escuchando los discos de dicha compañía.

 

Tal circunstancia, que ahora parece incuestionable, no lo era así durante los setenta, donde en las enciclopedias que se publicaban al respecto del género prescindían supina e ignorantemente de los bluesmen negros.

 

El asunto tenía que ver con la escasa cultura de quienes las hacían y escribían en aquella época (apenas se distribuían discos de los pioneros del blues que grababan con la Chess Records en el resto del mundo).

 

De esta manera, muchos de sus discos LPs en que experimentaban con algunos nuevos sonidos como la psicodelia, por ejemplo, nunca llegaron más que a unos cuantos adeptos con mucha suerte.

 

Otro proyecto de aquel ejecutivo discográfico fue pegar leyendas a las portadas haciendo hincapié en su contenido eléctrico, lo que el público del country blues y del folk blues (la vertiente del oriundo Delta del Mississippi) tomó como insulto, dado su fundamentalismo y exigencias de pureza.

 

Anécdotas y torpezas aparte, aquellos eran discos realmente cuidados en toda su construcción y siempre interesantes en sus contenidos. Destacaban las aventuras guitarreras de los jóvenes discípulos, los consejos que los veteranos daban por ahí y por acá, durante la grabación, así como los arreglos musicales creados al alimón, un paso adelante en la historia del blues.

 

Recordando aquello, las London Sessions ayudaron a potenciar las carreras de los bluesmen pioneros de la electrificación (Howlin’ Wolf, Muddy Waters, Jimmy Rogers y Little Walter, et al) en sus tramos de reconocimiento generacional.

 

Asimismo, el propio Marshall Chess cambió su rumbo profesional: dejó la discográfica familiar para dirigir el sello propio de los Rolling Stones, en donde se mantuvo durante siete años.

 

The London Howlin’ Wolf Sessions se grabó durante cuatro sesiones en los Olimpic Studios de Londres en mayo de 1970, y algunas sesiones de sobregrabación adicionales fueron añadidas más tarde en Chicago. En ellas aparece un auténtico “quién es quién” de los músicos de la escena del rock británico de 1970, junto con el guitarrista de Wolf, Hubert Sumlin (en la guitarra rítmica).

 

Ésta es una de las joyas que se creó de aquella manera. Además de Howlin’ Wolf, responsable de la voz, la armónica y la guitarra acústica, están, como ya mencioné, nombres resonantes, como el de Eric Clapton, junto con el productor Norman Dayron, una de las fuerzas impulsoras detrás de estas sesiones, en la guitarra principal, Steve Winwood al piano y órgano, Bill Wyman al bajo, shakers y cencerros y Charlie Watts en la batería, conga y percusión.

 

Hubo otros, pero tuvieron que grabar anónimamente por cuestiones contractuales (Klaus Voormann, que también había trabajado con Manfred Mann, en el bajo o Ian Stewart, que lo hacía con los Rolling Stones en ese momento) en los teclados. Asimismo, estuvo el prodigio de la armónica de 19 años Jeffrey Carp (que murió en 1973 a la edad de 24 años), y los habituales del sesionismo Lafayette Leake al piano y Phil Upchurch al bajo. Ringo Starr, Mick Jagger, por ahí, entre ellos).

 

Las quince canciones que conforman el álbum son verdaderos clásicos del blues y fueron escritas en gran parte por el propio Howlin’Wolf o por su gran colega Willie Dixon, también conocido a través del sello Chess. Hubo química, hubo admiración y, lo más destacado, hubo la mejor música.

 

VIDEO: Howlin’ Wolf – Red Rooster (The London Howlin’ Wolf Sessions), YouTube (Traveler Into The Blue)

 

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LA AGENDA DE DIÓGENES: STEVEN BROWN

Por SERGIO MONSALVO C.

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Steven Brown nació en Chicago, Illinois, el 23 de agosto de 1952. A raíz de un encargo hecho por Maurice Béjart a Tuxedomoon (su grupo) para un ballet de homenaje a Greta Garbo, así como una gira europea de un año con la banda Plan K, la cual incluía presentaciones repetidas en la Raffinerie (y la posibilidad de subarrendar departamentos para sus miembros), llegó a instalarse en Bruselas en 1981. 

 

Tuxedomoon, que Brown había fundado junto con Blaine L. Reininger en 1977 en San Francisco, ya era un objeto de culto entre los públicos de la vanguardia en el mundo entero.

 

A lo largo de los años en el corazón de Europa, Brown no dejó de ir y venir a través del continente. Su producción de este periodo comprende 10 LPs y numerosos EPs y compilaciones con Tuxedomoon, 10 álbumes solistas, otros 5 como coautor, sin contar las innumerables participaciones en antologías, como solista invitado o como productor.

 

Asimismo, ha compuesto la música para muchísimos espectáculos –danza, teatro, desfiles– y el soundtrack de varios películas y videos. También ha actuado en algunas de estas producciones. Entre otras colaboraciones prestigiosas es posible mencionar a Wim Wenders, Patrice Chéreau y Delphine Seyrig (soundtrack para el video De Doute et de Grace, con la voz de la difunta actriz francesa).

 

En forma paralela a su carrera musical, Brown siguió persiguiendo su interés en la actuación. Ha aparecido en varias películas dirigidas para la televisión francesa por Patrick Degeetere y estado de gira por Italia con una producción de teatro intitulada Lame, bajo la dirección de Julie Anzilotti.

 

Un artista completo, escritor, compositor, intérprete, pianista, saxofonista, clarinetista, actor y pintor, Brown no para nunca.  También sabe militar cuando hace falta y no vaciló en fundar la sección bruselense de Act Up, un grupo de presión que trata de responder a la crisis del SIDA, en luchar contra los incrementos de la renta o en pedir arreglos a su calle para hacerla más transitable para los peatones (irónicamente lo logró ahora que está a punto de irse).

 

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A todas estas actividades naturalmente hay que agregar giras hechas por toda Europa. Una de sus producciones, un álbum titulado Croatian Variations y cofirmado por Blaine Reininger, resultó de un viaje a Zagreb, a donde fue invitado justo antes de la guerra para componer la música para un espectáculo.

         

Half Out, el tercer LP de Brown para Les Disques Du Crépuscule y su primer LP con canciones desde Brown Plays Tenco de 1988, fue una colección de covers del cantante sesentero de culto Luigi Tenco, cantados en italiano.  Half Out contiene piezas instrumentales y canciones e incluye una inquietante interpretación de «A Quoi Ça Sert L’Amour» en francés. 

 

Half Out fue el proyecto más personal y ambicioso realizado por Steven Brown hasta ese momento y presentó los talentos de 12 músicos en total, entre ellos los miembros de su grupo en ese momento, Luc van Lieshout, Ivan Georgiev y Drem Bruinsma, así como los invitados especiales Chris Haskett y Blaine L. Reininger.

 

Desde entonces tuvo oportunidad de grabar las piezas que compondrán su siguiente disco y que serían presentadas en su concierto de despedida de Bruselas, el 4 de junio.

 

Después de su larga estancia en el Viejo Continente, Brown en efecto pensó que era hora de cambiar de aires y decidido regresar al continente americano, esta vez a México, donde lo esperaban ya varios proyectos de colaboración con artistas estadounidenses y latinoamericanos (y esa es otra historia).

 

La carrera solista de Steve Brown, pilar principal de Tuxedomoon y mago de los teclados y del clarinete, descansa esencialmente en Music for Solo Piano, una colección de aclamadas composiciones para el piano, el saxofón y los instrumentos de viento.  Con arreglos para cuerdas de Blaine Reininger y una gama estilística que abarca desde Cage hasta la música clásica, Brown demuestra que lo ha dominado todo.

 

Composés Pour le Théâtre et le Cinéma recopila lo mejor de varios años de trabajo componiendo soundtracks para el teatro y la pantalla en Europa.  Combina la melodía ambigua de la música compuesta para la película Jean Gina B con el montaje de diálogos de su homenaje Chinatown y los arabescos orientales de Sangemar Mar, para darnos una colección que no requiere de contrapartes visuales para sostenerse.

 

La música de 1890-1990:  100 Years of Music – Live in Portugal, obra conjunta de Blaine y Steven, puede definirse aproximadamente como parte de la escuela «minimalista» de composición, puesto que comparte con el minimalismo ciertos principios, como la repetición de frases sencillas de acompañamiento.  No obstante, la música de Reininger y Brown no presenta al auditorio con la misma demanda de «todo o nada» como el minimalismo.  El CD fue grabado en vivo en Lisboa. La carrera de Brown continuó con muchos proyectos, desde entonces, tanto como solista como con Tuxeomoon.

 

VIDEO: Blaine L. Reininger, Steven Brown, Tuxedomoon – Music No. 2, YouTube (Classicool)

 

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