Por SERGIO MONSALVO C.
70 AÑOS DEL ROCK (00’s/II)
SEGUNDA PARTE
Ese proyecto (multi)cultural llamado Gorillaz, con sus muchos puentes estéticos, surgió de una iniciativa original de Damon Albarn (cantante del grupo de britpop Blur), quien reunió en torno a sí a una serie de artistas de diversos ámbitos, lo mismo del musical que de la industria del dibujo animado.
Albarn, junto al ilustrador Jamie Hewlett (creador del cómic Tank Girl) diseñó a los cuatro integrantes de Gorillaz: Murdoc, Russel, Noodle y 2D, los cuales se convirtieron en la primera banda virtual del naciente siglo. Y tras la idea hubo una teoría de la comunicación y de la música como aparato social (del Método Suzuki al hipermodernismo).
La combinación entre música e imagen nunca ha dejado de existir. La música como experiencia primaria ha estado representada visualmente de una u otra manera.
En los años cero, debido al asunto Gorillaz hubo que agregar las postales digitalizadas, el realismo virtual, los discos compactos con videos incluidos, la grafía oriental, la filmación animada tridimensional, el graffiti, y para cumplir con su fundamento multimedial extendió su presencia en la web con un imaginativo sitio y diversos links interactivos.
Todos fueron elementos de las nuevas formas y lenguajes de la cultura contemporánea, porque en la década pasada ¿cómo se podría hablar de música sin tener en cuenta la influencia del cine, la televisión, el videoclip, el cómic avant-garde o el videojuego?
Por su parte, el apartado musical de los Gorillaz llevó consigo el espíritu de la época con una mezcla que fluctuó entre la rítmica cubana y el hip hop, pasando por el punk y otros campos sonoros diversos: eclecticismo puro.
VIDEO SUGERIDO: Gorillaz – Clint Eastwood, YouTube (emimusic)
Y si en el rock avant-garde estuvieron Radiohead y Gorillaz con sus propuestas, también la actualidad del rock en el comienzo del nuevo siglo se mantuvo fiel a sus raíces: el garage. Su imagen es la altamira primigenia del género. Cinco décadas con sus particulares generaciones lo habían reafirmado y proclamado cada una en su momento. En la primera decena del siglo XXI con el neo garage.
Las primeras bandas intérpretes de tal corriente del presente siglo fueron los White Stripes, Strokes, Kaizer Chiefs, The Hives, Black Lips, Dirty Pretty Things, Raveonettes y Kings of Leon, por mencionar algunas.
La barbarie mitológica garagera mantuvo incólume, con ellos y otros muchos, sus constantes originales como subgénero: ruidoso, desaliñado y urbano; en lo espiritual: energético, crudo y primitivo, y en sus vibraciones temporales: del rock clásico, rhythm and blues, surf, Ola Inglesa, pop, frat rock, punk, new wave, grunge, indie…a lo que se fuera sumando. El garage es una ciencia musical y tales constantes lo volvieron a legitimar.
Y si en los comienzos el estilo fue estadounidense, blanco y suburbano, con el paso del tiempo se volvió cosmopolita y sin filiación étnica específica. La diáspora de esta expresión rockera emprendió rutas diversas e impensables por los cuatro puntos cardinales del planeta. En los albores del siglo XXI el garage (con su prefijo neo) resultó tan familiar como un déjà vu.
Los representantes de esta música en los años cero, no nacieron por generación espontánea. Todos tenían bien identificado su ADN, sus influencias y sus fuentes, sus piedras de toque. El noise y las músicas alternativas les proporcionaron el sustento a los más recientes. En el rock de garage toda creación celebra su eterna vía misteriosa, monológica, y toda gestación inaugura la vida. Ambas, festejan el constante avance del retorno.
Detroit, en el estado de Michigan, es la cuarta capital de la música en los Estados Unidos. De ahí brotaron los mejores ejemplos del soul, del proto-punk y en el siglo XXI del neogarage, con sus riffs y lo-fi.
El mejor ejemplo estuvo encarnado por los White Stripes, quienes fueron la sublime síntesis donde confluyen todos los cables del estilo (sesentero, proto-punk, punk, psycho, psicodelia, underground…) junto al blues, el country y el folk. Ni más ni menos.
Jack White, el cerebro del dueto, entró en la categoría de los que hacen art-rock, por su formación cultural y todos los intereses que mostró junto a la música: pintura, arquitectura, cine y músicas diversas (la variedad de grupos alternos que ha creado a la postre así lo demuestran). Todo el bagaje de Jack se canalizó hacia un minimalismo donde el axioma “menos es más» consiguió la legitimación de lo auténtico: el beat elemental.
El estilo de los White Stripes (creadores del último gran riff) se encontró en lo musical y también en todo el arte que rodeó al dúo: los videos (dirigidos siempre por reconocidos cineastas), escenografías, vestuarios y portadas de discos.
Por ello Jack White fue considerado, desde entonces, como uno de los mejores compositores de rock de todos los tiempos y también uno de sus máximos guitarristas. Los White Stripes representaron la hipermodernidad del garage en la primera década del siglo, con la múltiple selección de cosas por sobre el imperio del tiempo.
Los años cero tuvieron una coyuntura socioeconómica crítica que atentó contra su propia realidad. El rock continuó su proceso evolutivo con las propuestas mencionadas.
En el pop, por su parte, el contexto del antaño fue clave para entender cualquier manifestación de tal década. Y cupieron las preguntas de si era mejor que robara la estética de antaño a que no la tuviera; que comprara todos los lugares comunes de la nostalgia, pero sin poseer una que le fuera propia.
VIDEO SUGERIDO: The White Stripes – ‘Seven Nations Army’, YouTube (XL Recordings)