JAZZ: MILES DAVIS (VI)

Por SERGIO MONSALVO C.

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(DOO-BOP)

En vida y también ahora, durante los años que han transcurrido desde su muerte, Miles Davis se ha constituido en una figura central y paradigmática en los debates acerca del significado del jazz en la cultura en general. Su larga carrera profesional y la participación que tuvo en varios y significativos cambios importantes dentro del jazz moderno —bebop, cool, modal, fusión (en diversos estilos: de la electrónica a la world music y de ésta al hip hop)— lo convirtieron en un símbolo perenne de la historia jazzística, desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, y parece que el futuro no le será distinto.

En cuanto a Doo-Bop, su último asalto estético, como era de esperar dividió las opiniones. Por un lado, estaban los que no entendieron por qué Davis se metió en el campo minado del hip hop. El argumento era el siguiente: cuando la melodía se reduce, también se restringía el espacio de Davis para maniobrar.

Sin embargo, estaban los que sí entendieron el nuevo giro. La ausencia de melodías en el hip hop no era un crimen contra la música, como algunos lo sostenían, y aún hoy. Simplemente refleja su origen en una tradición oral que se remite al “toasting” jamaicano, el calypso de Trinidad y a los griots o bardos del África Occidental.

El hip hop llegó a Nueva York a través de los inmigrantes, particularmente de los del Caribe como Joseph “Grandmaster Flash” Saddler, un barbadiense de segunda generación cuyo célebre número de club, con voz improvisada y la hábil manipulación de dos tornamesas fue una puesta al día al estilo Bronx de los “sonidos” errantes que dominan la música popular de aquellas islas.

A partir de estas raíces tecnológicas sencillas el hip hop rápidamente evolucionó, convirtiéndose en una operación de alta tecnología. La fórmula básica era un collage sonoro que combinaba ritmos programados, sampleados o tocados en vivo con juegos de palabras rimados. Pronto llegó a incluir todo el universo de sonidos distintos que los productores/creadores desearan agregar, al igual que los elementos visuales del dance, la moda, el graffiti y con el tiempo el video y el cine.

En vista de esta rica mezcla, el hip hop poseía, al comienzo de los años noventa, un potencial tremendo como forma artística. Sería absurdo quererlo eliminar o condenarlo sólo porque ciertas vertientes (con vista en la cuestión mercantil, más que nada) se han esforzado mucho por ser violentas y ofensivas.

El hip hop, no obstante, y a pesar de lo dicho, tampoco mantenía una actitud hostil hacia la melodía. La llamada “escuela de la costa este” había sampleado desde hacía mucho tiempo líneas melódicas de discos de soul, y en ese entonces los raperos, incluso los gangsta, acostumbraban cantar o usar cantantes de apoyo. Sin embargo, en vista de que las melodías eran muy sencillas este hecho –se insistía– no convertía al hip hop precisamente en un escaparate natural para los talentos de alguien como Miles Davis.

Como sea, es obtuso criticar a Davis por haberse interesado en el hip hop. En esos días, cuando la rivalidad entre el hip hop de las costas este y oeste de los Estados Unidos había convertido al estilo explotador del gangsta en un tema de debates, era un lugar común afirmar que la juventud de los ghettos tenía suficientes problemas sin que se le obligara a representar el pensamiento mainstream sobre los negros.

Sin embargo, no era un lugar común en 1990, cuando Davis decidió grabar Doo-Bop. En aquel entonces el gangsta rap constituía el estilo hiphopero más novedoso y acaparaba todos los titulares. Pero Davis, inteligentemente, se negó a tocar en dicho estilo, como el de Dr. Dre, por ejemplo.

Por eso mismo, Doo-Bop gana puntos por su sinceridad en tal sentido y por su elocuencia. Considerado como un álbum de hip hop, es impulsor de la fusión de éste con el jazz. Por lo tanto, hay que hablar de él como de un álbum digno del talento de Davis, ya que puede decirse que iluminó el camino hacia futuras colaboraciones entre los maestros del jazz y sus admiradores hiphoperos.

Asimismo, con él buscó incitar a los jóvenes a escuchar otro tipo de música. A que encontraran otras afluentes sobre lo que estaban escuchando regularmente, forjarse el gusto por una música que todo el tiempo hablaba de evolución y de revolución estética, por eso mismo representa una digna última obra dentro del contexto de la política cultural de aquella época.

La mayoría de los amantes puristas del jazz prefieren recordar otra última obra: el concierto de arreglos clásicos de Gil Evans que tocó con Quincy Jones en el vigésimo quinto aniversario del Festival de Jazz de Montreux. Pero ¿por qué no aceptar a ambas? En conjunto revelan que Davis estaba entregado a sus viejos objetivos, buscando lo mejor de dos mundos: ante los reflectores como decano del jazz mientras trabajaba en un disco de hip hop.

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Hay que admirarlo por ello, de la misma forma en que se admira su valor y agilidad para eludir la mayoría de los peligros —aunque no todos— que cruzaron por su camino, las muchas formas de muerte figurada que acecharon a su generación musical. Su larga lucha por permanecer en la cima fue muy ardua a veces, y en algunos casos tuvo que atravesar un campo minado en línea recta.

Miles Davis logró cruzar el campo minado. Al mantenerse al tanto de todas las vicisitudes de la cultura musical estadounidense de posguerra, ayudó a mantener vivo el relámpago, es decir, la memoria viva de su generación musical, una de las más brillantes que ha habido jamás. No lo hizo a la manera de un curador, preservacionista o clasicista, pero a su manera malhumorada y egocentrista fue un educador.

Un sinnúmero de jóvenes que se enteraron de su existencia a través del hip hop buscaron sus últimas creaciones y fueron retrocediendo en el tiempo y obra a través de las demás. De ahí se forjó el acid jazz y a la postre el jazz electrónico y sus fusiones con el dub y el remix.

La cultura y la tradición se heredan de formas extrañas, algunas directas, otras no. Y para muchos públicos, desde los dos de los que hablamos aquí hasta un sinnúmero de otros en todo el mundo, es posible que la forma indirecta sea una de las mejores.

Con Doo Bop (1992,WEA) sólo por muy corto tiempo se pudo disfrutar con el gran trompetista del hecho de volver a demostrar su posición pionera. Fue la última grabación hecha por ese gigante del jazz que fue Miles Davis antes de su muerte. Después de que en el transcurso de los años dejó que su típico sonido en la trompeta se fundiera con una serie de estilos musicales nuevos, era lógico que abrazara también el hip hop.

Se trató de un paso completamente acorde con el desarrollo musical del trompetista, en un momento en que la cultura del hip hop se remitía cada vez más a su propio pasado (negro) en el jazz. Entre todas las posibilidades, Miles escogió a Eazy Mo Bee –quien además de rapero también trabajaba de cantante y productor–, conocido por sus actividades con grupos como Slick Rick y 3rd Bass.

El dúo logró grabar seis canciones completas antes de que Miles se enfermara y finalmente falleciera. Dos de las piezas incluidas en Doo-Bop fueron armadas por Eazy en torno a tracks grabados por el trompetista en 1985, como una especie de tributo de una generación musical a otra.

Muchos adeptos puristas de Miles Davis tuvieron que acostumbrarse primero a la idea, incluso después de todas las excursiones musicales que en el curso de su caprichosa carrera hicieran del trompetista un fenómeno. El sonido de la trompeta resulta conocido, las frases con las que Miles una y otra vez supo crear su propia atmósfera. A ratos suena moody y sensual, y luego otra vez ardiendo de emoción se yergue como un gigante arriba del beat y los raps plasmados por Eazy o sigue las líneas vocales como en un gozoso oleaje.

Son particularmente inusitadas las adiciones electrónicas, los ritmos cortados que aportan a la música una vitalidad centelleante sólo puesta de manifiesto después de escucharse varias veces. Miles y Eazy quedaron como dos músicos que arriesgaron un acercamiento, logrando una combinación valiosa.

«A mí me encantan los desafíos y lo nuevo; me dan energía –dijo Davis al respecto del disco–. La música siempre ha tenido un efecto curativo y espiritual sobre mí. Sigo aprendiendo todos los días». Este Miles eternamente joven selló su inmortalidad al morir en 1991.

VIDEO: Miles Davis – The Doo-Bop Song (Official Music Video), YouTube (RHINO)

BIO MILES DAVIS

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JAZZ: MILES DAVIS-V (BITCHES BREW)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BITCHES BREW (FOTO 1)

 

En el año 2019 se cumplieron cincuenta de la aparición del disco Bitches Brew, una obra que cambió los parámetros de la música, los del rock y del jazz y dio inicio a una nueva época sonora. Vaya este texto como un pequeño homenaje a tal álbum canónico a medio siglo de su lanzamiento.

Hasta fines de los años sesenta, más o menos, los mundos del jazz y el rock se habían mantenido separados casi por completo. No obstante, conforme el rock se volvió más creativo y mejoró el oficio de sus músicos, y al aburrirse del manoseado hard bop algunos miembros del mundo del jazz –sin por ello querer limitarse al avant-garde–, los dos lenguajes empezaron e intercambiar ideas y, de manera ocasional, a unir fuerzas.

Para hablar del jazz de fusión, hay que remontarse al término de aquella década. Algunos jazzistas se sentían atraídos artísticamente por el rock. Además, la presencia del género «nuevo», cada vez más popular, les estaba haciendo mucha competencia. Cuidadosamente empezaron a experimentar con él y luego, a implementarlo en sus interpretaciones.

El disco Bitches Brew de Miles Davis (así como la fundación del grupo Lifetime por Tony Williams), en 1969, por lo general se considera como el principio oficial de la fusión, que hasta comienzos de los ochenta aún se denominaba «jazz-rock».

Esta definición original del término ha sido la mejor hasta la fecha (una mezcla de la improvisación jazzística con la fuerza y los ritmos del rock), aunque la palabra «fusión», con la que luego se le nombró, se ha empleado de manera tan liberal durante el último cuarto de siglo que prácticamente ha perdido todo sentido.

Los músicos involucrados en el proyecto Bitches Brew pueden considerarse como la primera generación del nuevo estilo, en el que por cierto durante muchos años siguieron desempeñando un destacado papel. A comienzos de los años setenta, la fusión había adquirido una identidad propia aparte, como estilo creativo de jazz (si bien desdeñado por los puristas de siempre).

Filles de Kilimanjaro e In A Silent Way fueron la influencia y un punto de partida para el jazz-rock del siguiente disco de Miles Davis.  A fines de los sesenta éste intentaba poner énfasis en las raíces africanas de su música, lo cual resultó en una ampliación del concepto en la sección rítmica.

El sentido de la oportunidad histórica le ayudó mucho y desde luego también su visión a futuro. El uso de la guitarra eléctrica y de múltiples teclados, también eléctricos, en lugar de concentrarse en complejidades armónicas o en el sutil juego entre el solista y la sección rítmica, hizo que esta música se distinguiera por sus texturas múltiples generadas por las improvisaciones simultáneas tanto de los metales como de dicha sección rítmica.

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Los públicos jóvenes estaban muy abiertos al rock muy experimental, así como al sonido del jazz-rock o a cualquier otro que expandiera el concepto de la canción popular típica, en parte debido a grupos como el de Jimi Hendrix, Sly and the Family Stone, Cream, Traffic o Blood, Sweat and Tears, entre otros. Así que cuando apareció el álbum Bitches Brew, Davis armó otra revolución.

El periodo eléctrico de Miles Davis fue como una extensión de su propio proyecto de vida, el cual implicó abrazar las diferencias, sintetizar diversos elementos musicales y culturales y entregarse a un intercambio interétnico del todo congruente con una tradición jazzística definida de forma más amplia.

Davis decidió abrazar la vanguardia poniendo sus propias reglas, a través del rock, las ragas indias y otros elementos, de una manera asombrosamente audaz. A pesar de las críticas que recibió, este cambio de dirección no lo destruyó ni lo marginó, al contrario: lo catapultó hacia el futuro y hacia las constantes revisitaciones hacia su obra en las diferentes décadas subsecuentes.

Es posible que éste haya sido el periodo más controvertido en la carrera de Davis. Echó a andar uno de los más grandes debates en la historia del jazz. Bitches Brew en términos generales polarizó a su público entre dos grupos claramente delimitados y separados: los enamorados de su música previa, quienes la escuchaban ávidamente, y aquellos a quienes les encantaba la música que hizo después. Los músicos, fans y críticos siguen discutiendo todavía al respecto.

En la época en que el trompetista inició su giro eléctrico la conversación acerca del jazz, entre los intelectuales negros, estaba repleta de los conflictos, las demandas y la retórica del movimiento del Black Power. Esto le otorgó una resonancia especial a la discusión sobre “el valor, la integridad y la autonomía culturales de los negros”.

Los músicos activistas y otros pensadores revisitaron la polémica de los años veinte acerca de las posibilidades espirituales y políticas; sobre el deber de “abordar las necesidades espirituales y culturales de la música negra” al adherirse al imperativo de un Movimiento por las Artes Negras. El giro de Miles Davis vino a incentivar aún más aquello.

La cultura afroamericana brindaba más noticias: Muhammad Ali (ex Cassius Clay) retornó al boxeo después de cumplir una condena de algunos años por negarse a ir a Vietnam debido a sus convicciones religiosas. Asimismo, la escritora Toni Morrison publicó su primera novela: The Bluest Eye, y el también escritor Gil Scott-Heron realizó su primer álbum, Small Talk, que lo convertiría a la postre en el padrino del rap.

El giro más radical que Miles Davis efectuó en la música comenzó con el álbum antecedente In a Silent Way. En él empleó una sección rítmica más amplia, la guitarra eléctrica y múltiples teclados eléctricos. En lugar de concentrarse en complejidades armónicas o en el sutil juego entre el solista y las secciones, esta música se distinguió por texturas múltiples generadas por las improvisaciones simultáneas tanto de los metales como de la sección rítmica.

A partir de entonces Miles Davis expresó su giro hacia lo eléctrico de manera más espectacular en Bitches Brew, Live-Evil y otra serie de obras que culminaron con otro señero álbum: On the Corner. Tal serie de discos fue la cúspide de la fusión del jazz y el rock y el pozo seminal para su desarrollo durante los años setenta.

VIDEO SUGERIDO: Miles Davis – Miles Runs to Voodoo Down (1/2), YouTube (Alex Mohtashem)

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