JAZZ: GEORGE BENSON

Por SERGIO MONSALVO C.

 

GEORGE BENSON (FOTO 1)

 

MASCARADA DEL JAZZ

La fama obtenida por George Benson (22/3/43, Pittsburgh, Pensilvania) como crooner ubicado entre el soul y el pop hizo olvidar su estatura como uno de los guitarristas técnicamente más brillantes del último medio siglo, así como sus contribuciones al arte de la guitarra en el jazz en particular.

En 1980, el productor Quincy Jones lo definió en su momento como «ya no uno de los máximos guitarristas del mundo que también sabe cantar, sino un gran cantante que asimismo es el mejor guitarrista del mundo».

Benson inició su carrera cantando con varios grupos de rhythm and blues de Pittsburgh. Siguiendo el consejo del jazzista Grant Green, se mudó a Nueva York, donde trabajó como guitarrista de sesiones. Obtuvo su primer crédito principal en grabaciones hechas para Blue Note y Prestige con los organistas Jimmy Smith y Brother Jack McDuff.

Fue contratado para Columbia en 1965, por John Hammond, pero los álbumes grabados ahí y para A&M no tuvieron mucho éxito. Después de firmar con CTI, dirigida por Creed Taylor, en 1971, Benson se estableció firmemente en el extremo más comercial del mercado de jazz, con L.P.s como White Rabbit y Good King Bad.

Las ambiciones de Benson como cantante no fueron atendidas por CTI y en 1975 firmó un contrato con la compañía discográfica Warner. Ahí, el productor Tommy Lipuma se esforzó en combinar su fluido estilo en la guitarra con opulentas cuerdas y vocales ocasionales.

Logró su primer éxito con «Breezin», una pieza instrumental del guitarrista de jazz Gabor Szabo. Siguió un disco que se colocó entre el Top Ten de las listas de éxitos, con una versión de «This Masquerade», canción de Leon Russell, interpretada por Benson con un estilo vocal muy cercano al de Stevie Wonder (Breezin’ fue el primer álbum de jazz que tuviera «ventas platino» con más de un millón de ejemplares, lo cual significa ventas, no honor).

Los álbumes posteriores —In Flight y Weekend in LA— con sus exitosos sencillos «On Broadway», «Nature Boy» y «Love Ballad» hicieron de Benson una superestrella. Give Me the Night (1980), otro de cuatro discos platino en total, fue producido por Quincy Jones.

El éxito internacional de In Your Eyes (1983), 20/20 (1985) y Tenderly (1989) hasta los recientes Inspiration: A Tribute to Nat King Cole y Walkin’ to New Orleans han consolidado la posición de Benson como uno de los más destacados artistas en el campo de la fusión de los géneros, debido a su capacidad para combinar elementos del soul y del jazz en una mezcla aceptada tanto por el conservador auditorio negro como por el blanco, y una filosofía basada en el mercantilismo en lugar del valor musical, o sea Smooth Jazz.

VIDEO SUGERIDO: George Benson Masquerade (Live), YouTube (George Benson)

GEORGE BENSON (FOTO 2)

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JAZZ: SPYRO GYRA

Por SERGIO MONSALVO C.

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FORMULISMO DE LA FUSIÓN

La llamada fusión es una combinación de jazz con pop/rock y/o funk, adicionada sobre todo con ritmos latinos, reggae y música africana, aunque a veces también con música española, india y clásica. 

Para mejor comprensión, habrá que remontarse a los años sesenta, antes del surgimiento de esta música. Algunos jazzistas se sentían atraídos artísticamente por el pop, así que de manera cuidadosa empezaron a experimentar con él, aunque muchas veces también debido a la presión ejercida por las compañías disqueras.

El disco Bitches Brew de Miles Davis y la fundación de los grupos Lifetime (por Tony Williams), Weather Report y el de Herbie Hancock por lo general se consideran como el principio oficial de la fusión, que hasta principios de los ochenta aún se denominaba «jazzrock». Los músicos involucrados en estos proyectos pueden anotarse como la primera camada del género.

De la segunda ola de grupos de fusión que siguieron los pasos de tales innovadores, Spyro Gyra fue el que mayor éxito comercial obtuvo. Ocho de los primeros diez álbumes del conjunto alcanzaron el número uno en las listas de jazz.

El grupo fue fundado en Buffalo, Nueva York, en 1977 por Jay Beckenstein (saxofones, Lyricon) y el tecladista Jeremy Wall. Producido por Richard Calandra, su primer álbum, Spyro Gyra (1977), fue distribuido por ellos mismos e incluyó «Shaker Song», un hit menor después de que el grupo fuera contratado por la sucursal Infinity de la MCA.

La pegajosa pieza «Morning Dance», incluida en el álbum del mismo nombre en 1978, fue un éxito en las listas de pop tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra.  Después de Catching the Sun (MCA, 1980), los Brecker Brothers participaron como músicos invitados en Carnival (1980). 

Las influencias latinas y jazzísticas del conjunto se vieron reforzadas después de 1983, cuando el guitarrista Julio Fernández, Richie Morales (batería) y Manolo Badrena (percusiones) se integraron a él. Los dos primeros reemplazaron a Rick Strauss y Eli Konikoff, respectivamente.

Entre sus discos posteriores figuran Access All Areas (1985) y City Kids (1985).  Al poco tiempo de salir Breakout (1986), el productor del grupo, Calandra, falleció. En 1987, sacaron Stories without Words y, en 1989, Point of View.

Debido a su enfoque basado en fórmulas jazzísticas de fusión (de perfecta asimilación en el mercado), Spyro Gyra se convirtió en un blanco fácil para las críticas por sus cortas expectativas, aunque siempre haya habido músicos talentosos en el grupo, incluso más en años recientes tras la contratación por Beckenstein de los mencionados Richie Morales en la batería y de Manolo Badrena para las percusiones (reemplazado posteriormente por Marc Quiñones).

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Por otra parte, a menudo sus arreglos parecen sofocarlos. En ocasión de su antología de los años noventa los acompañó el bajista Oscar Cartaya, quien proporcionó amplias bases funk, latinas y de rock, así como la canción con la que se matiza el disco Spyro Gyra Collection (GRP, 1991). «Para ti, latino» es la pieza donde Beckenstein encabeza los metales, apodados «No Sweat Horns», para condimentar una buena salsa.

A la mitad, el álbum se metió con un funk serio. «Incógnita» de Schuman hizo tan buen uso de la tecnología musical contemporánea que resultó burlarse de su propio nombre. «Shakedown» fue una pieza excelente y bien ejecutada que recordaba a Miles Davis y que fue compuesta por el exintegrante Jeremy Wall; aquí, se apreció a Morales en su momento más despreocupado y a una nueva voz que sabía utilizar su espacio, el trompetista Jeff Beal. 

Otra composición de Jeremy Wall, «Breakout», dio al conjunto la oportunidad de soltarse.  Fue un poco más difícil definir al grupo en esta producción, pues recorrió amplios terrenos.

La balada de su líder, «The Unknown Soldier», fue donde la agrupación se lució, pues aquí el saxofonista no sólo expuso lo que sabía tocar sino también cómo usar el espacio. El y Randy Brecker –como invitado– le tupieron en «Catching the Sun». 

El primer álbum de Spyro Gyra sacudió el mundo de la fusión, y ha habido 17 discos desde entonces. Collection demostró que son capaces de montar un ataque sólido cuando quieren hacerlo. Ojalá hubiera sido ese Spyro Gyra el que se mostrara de ahí en adelante. No lo fue.

VIDEO: Spyro Gyra – Morning Dance (Dubbed), YouTube (Amherst Records)

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JAZZ: MILES DAVIS (IV)

Por SERGIO MONSALVO C.

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CREADOR DE OBRA MAESTRAS

(IN A SILENT WAY)

Diré que de facto la cultura del remix comenzó con la genética, es decir, con el primer intercambio de fluidos elementales. Sin embargo, en el arte Jorge Luis Borges, tras las aportaciones del dadá y el surrealismo, la conceptualizó de una manera contundente en el cuento titulado “Pierre Menard, autor del Quijote”.

El escritor ficcionó el andamiaje de tal cultura al poner en blanco y negro el argumento estético de la misma, parafraseándolo: “[Menard] no quería componer otro Quijote sino el Quijote. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran –palabra por palabra y línea por línea—con las de Miguel de Cervantes [el creador original].

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“El método inicial que imaginó era relativamente sencillo: ser Miguel de Cervantes (esto le pareció menos arduo que seguir siendo Pierre Menard y llegar al Quijote a través de las experiencias de Pierre Menard). He contraído el misterioso deber de reconstruir literalmente su obra espontánea.

“Mi solitario juego está gobernado por dos leyes polares. La primera me permite ensayar variantes de tipo formal o psicológico; la segunda me obliga a sacrificarlos al texto ‘original’ y a razonar de un modo irrefutable esa aniquilación.

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“El texto de Cervantes y de Menard son verbalmente idénticos, pero el segundo es casi infinitamente más rico (más ambiguo, pero la ambigüedad es una riqueza). Menard ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura. Con esa técnica puebla de aventuras los libros más calmosos. Es ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”.

A partir de aquí ya no puedo imaginar el universo, cualquier universo (musical, literario, cinematográfico, pictórico) sin la reflexión de la metafísica borgeana.

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Elemento fundamental de la cultura contemporánea (tecnológica) es el remix (remezcla). Esta hechura musical alcanza a un público mucho más amplio del que un artista cualquiera pudiera atraer con una práctica que descansara de manera exclusiva en el dualismo típico entre las grabaciones en estudio y las presentaciones en vivo.

Los remixes les otorgan otra dimensión a los temas. Todos los DJ’s y mezcladores los abordan de maneras distintas. Algunos trabajan con toda la pieza, otros toman sólo ciertas notas y le agregan algunos elementos “vivos” o sampleados. Otros más extraen un acorde, pero lo reproducen con otro tempo y le aportan su feeling personal.

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Los artistas del remix improvisan con los archivos originales. Toman un tema, lo dividen en un sinnúmero de fragmentos y lo arman de nueva cuenta, sólo que el producto final es otro totalmente, aunque la autoría se siga considerando intocable y se le cite en los créditos.

Ejemplos experimentales recientes han sido muchos (Reich Remixed, Nonesuch, con temas del minimalista Steve Reich trabajados por Coldcut, Howie B y Ken Ishii, entre otros; al igual que Recoloured, Universal, del trompetista Nils Petter Molvaer, con remixes de la Cinematic Orchestra y Chilluminati, por mencionar algunos) aunque el disco que destaca sobremanera es Panthalassa, con música de Miles Davis remezclada por Bill Laswell (y a la postre Panthalassa: The Remixes, ambos bajo el sello Columbia).

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El hecho de que Bill Laswell se haya acercado en 1998 al Miles Davis de fines de los años sesenta y comienzos de los setenta sorprende, por una parte, ya que este sutilizador sonoro hasta entonces (y posteriormente también) no había dejado de mirar al frente, pero por otra parte también es lógico, porque desde siempre han existido muchos paralelos evidentes entre Davis y Laswell. Y ninguno como este proyecto ha reafirmado lo escrito por Borges.

En el álbum Panthalassa ubica en un nuevo contexto material a los álbumes In a Silent Way (1969), On the Corner (1972) y Get up with It (1974). Laswell les dejó su irisación misteriosa a las cintas originales y no las convirtió al dub o ambient. Estos discos fueron muy influyentes en su momento y todo ha cambiado desde entonces.

Sobre todo, en On the Corner Miles descubrió cosas que apenas estamos encontrando ahora. A su vez, In a Silent Way es un disco definitivamente del contemporáneo ambient. Tiene toda la cualidad del trance, los músicos no ejecutaron cambios, el bajo y la batería apenas variaron. Se tomaron su tiempo para las modulaciones y no cambiaron de acorde cada cuatro beats.

La oportunidad de Laswell para trabajar con estos discos significó un gran desafío para él, porque fue la música con la que creció y porque sabía que nada en ellos tenía relación con las grabaciones originales. Sólo eran productos elaborados en el estudio. Miles Davis había realizado un enorme cambio musical en el jazz de 1969, como Glenn Gould lo había hecho en la música clásica, los Beatles en el pop y Jimi Hendrix en el rock.

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No se trataba de editar, cambiar, repetir, omitir o agregar nada. Lo que Miles hacía en ese entonces era el principio de una sensibilidad y de un idioma que hoy manejan los más importantes productores y DJ’s.

No, el trabajo de Laswell no tiene nada que ver con el de Teo Macero como productor (fue el primero en trabajar con aquellos materiales). Así que de entrada escuchó las cintas, y descubrió por qué en los discos sólo se encuentra una forma muy drástica de edición manual de las cintas. In a Silent Way, por ejemplo, era una pieza mucho más larga. De On the Corner Laswell contó, a su vez, con seis cintas que nadie más había escuchado.

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En el contexto de fines de los sesenta el jazz para las compañías discográficas tenía que producir discos vendibles. Teo Macero era un empleado de Columbia Records. Para todo lo que grababa y editaba debía tener presente el aspecto comercial. No trabajaba para Miles Davis sino para la Columbia. Con el proyecto de Laswell eso se hizo evidente.

En opinión de éste, Macero no fue el productor indicado para In a Silent Way, On the Corner, Get up with It y los demás discos: «Era un productor de jazz y de música clásica que en realidad quería ser saxofonista tenor, pero que se volvió un empleado», sentenció al respecto.

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El de Panthalassa no fue tanto un trabajo concreto como de esfuerzo mental y psicológico. Laswell primero tuvo que evocar la época de las grabaciones. Eso no fue fácil, porque sucedían muchísimas cosas inconcebibles e impresionantes cada semana en aquel entonces. Laswell quiso volver a captar esa energía.

Para eso leyó mucho acerca de la época y sobre Miles y habló con las personas que estuvieron con él en ese momento. Con Allen Douglas, por ejemplo, quien fue una especie de mentor. Fue él quien organizó la sesión con Miles Davis, Jimi Hendrix y Tony Williams que finalmente no se dio, porque faltó el dinero para realizarla.

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La energía del hip hop y del ambient, la fuerza que resultó tan atractiva en los años noventa, ya existía en la música de los sesenta y setenta. Hoy en día, todos los músicos y productores manejan el espacio, las atmósferas y las habitaciones cuadridimensionales, pero eso no es nada nuevo. Nada brota sin raíces. Stockhausen, por ello, fue y es muy importante para la música electrónica.

Panthalassa fue para Laswell una especie de diálogo póstumo con Miles Davis y así se siente, porque se aproxima mucho a los planes que ambos discutieron en aquel entonces (fines de los setenta), pero que nunca se pudieron concretar.

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Al productor, antes o después de este acercamiento, no le ha interesado en absoluto tocar ninguna música más antigua que él mismo. Dice que no es historiador ni musicólogo. No obstante, deseaba entrar en la música que escuchó al crecer, con Miles Davis a la cabeza.

Sacó tanta emoción, tanta inspiración y formas de hacer de esa música que con el paso del tiempo empezó a pensar en cómo podría devolverle algún día algo de lo que le había dado. Panthalassa fue la respuesta. Y con ella logró que el pasado del avant-garde y su futuro confluyeran finalmente.

VIDEO: Panthalassa – Shhh (Sea4 Miles Remix), YouTube (krab85)

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JAZZ: BRANFORD MARSALIS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Branford Marsalis (1960, Nueva Orleans, Louisiana), saxofones. Su padre fue el pianista/maestro Ellis Marsalis (fallecido en abril del 2020), su hermano es el trompetista Wynton. Tocó con ellos en un lado de Fathers and Sons de CBS.  Después de Wynton, también se integró a los Jazz Messengers de Art Blakey en 1981, donde reemplazó a Bobby Watson en el alto (grabó con ellos los L.P.s Killer Joe, 1981, Japanese Union Jazz, y Keystone 3, 1982, Concord Jazz).

Formó parte del grupo de Wynton en 1982, con el que realizó una gira por todo el mundo; colaboró en el L.P. Decoy (1984) de Miles Davis, se fue de gira con Sting en 1985-1986, con el que también grabó el L.P. The Dream of the Blue Turtles (incluyendo al pianista Kenny Kirkland, 1957, Brooklyn, NY) y aparece en la película Bring on the Night (acerca de la creación de Turtles), así como en el soundtrack de ésta; el álbum doble Nothing Like the Sun (1987).

Entre sus propios discos están Scenes in the City (1983), con los bajistas Charnett Moffett, Ron Carter, Phil Bowler, los pianistas Kirkland, Mulgrew Miller, el baterista Marvin Smith y otros en varios tracks; Royal Garden Blues (1986), Renaissance (1987), y el L.P. «clásico» Romances for Saxophone (1986), todos con CBS.

Ha grabado con Bobby Hutcherson, Tina Turner y otros, incluyendo a Dizzy Gillespie (Closer to the Source y New Faces); sustituyó a David Murray en un concierto del World Saxophone Quartet, etcétera; además de una actuación en School Daze, acerca de la vida universitaria, con Vanessa Williams.

A Branford le parece ridícula la actitud de algunos colegas músicos que pretenden no tener ningún modelo musical. «Son idioteces. No dudo que mi música ya haya sonado parecida a Ben Webster, Wayne Shorter o Sonny Rollins. Pero a pesar de todo siempre toqué mi propia música».  Conocer y dominar todo, ésta es la consigna de este radical perfeccionista.

En cuanto a lo primero su colección abarca metros de música clásica («Me encanta Mahler, Wagner y Pucchini»), así como especialidades étnicas de Corea, África o las reservaciones indígenas. «Cuando hago algo, lo hago bien.»  No intentaría nunca, por ejemplo, un disco al estilo de Sting: la mayoría de los jazzistas hacen el ridículo cuando se meten al pop. Me encanta el dinero, pero hay ciertas cosas que no haría sólo por eso. Y el grupo excelente que acompañó a Sting en sus incursiones jazzísticas demostró que no necesitaba forzosamente a músicos de jazz sino simplemente a gente que supiera interpretar sus canciones».

Aunque Branford aborrece el pop, según ha declarado («cuando intentan demostrarme que sí hay buenas cosas en el pop, normalmente resulta no serlo»), su nombre adorna las fundas de discos de Crosby, Stills and Nash, los Neville Brothers, Grateful Dead y Tina Turner, entre otros. «Si algún músico me agrada, hasta toco gratis.» Muchas de sus actividades lo demuestran.  «Incluso participé en un extraño proyecto de canciones de Disney, sólo para poder estar en el estudio con James Taylor».

Marsalis colaboró en los soundtracks de Do the Right Thing y Mo’ Better Blues, para Spike Lee, además de encargarse de algunos pasajes de saxofón para Russia House en el que actuó el extinto Sean Connery. Le encanta el cine, sobre todo Wim Wenders. Tiene muchos intereses, en la universidad se especializó en historia europea. Después de grabar un disco en vivo con su trío, con el que se dedicó a improvisaciones espartanas, grabó uno de  baladas…Lo dicho el de Branford Marsalis es un sax sin ataduras.

VIDEO: Branford Marsalis Quartet – Cianna (Live), YouTube (Branford Marsalis)

JAZZ: MILES DAVIS – III (KIND OF BLUE)

Por SERGIO MONSALVO C.

El jazz buscaba su lugar en la cultura de la segunda posguerra y probó varias posibilidades: la que combinaba el intelectualismo con su real función como música, hasta su culminación en la cumbre de Kind of Blue de MilesDavis.

El jazz era utilizado hasta entonces como soundtrack para el cine y la televisión neorrealista dura (desde Anatomy of a Murder de Ellington hasta el soundtrack de Davis Escalator to the Gallows, y en la televisión desde Peter Gunn hasta 77 Sunset Strip o Ironside); como música neoclásica experimental (desde las orquestas neofónicas de Stan Kenton hasta el Modern Jazz Quartet de John Lewis; como política en forma de una estética agitprop (la “innovación” revolucionaria negra, etcétera).

Podría pensar en otros papeles para el jazz y el género sin duda cumplió con todas ellas, aunque hasta cierto punto con la poca esperanza de los hombres y las mujeres que realmente querían tocar esta música. No obstante, hasta entonces, ninguna música podía tocarse en los Estados Unidos con la expectativa de resistirse a las presiones del mercado.

Ninguna música podía esquivar su propia dimensión comercial; si lo llegaba a hacer —como en ocasiones lo ha hecho el jazz durante esa época desprovista de viabilidad comercial— sólo termina, de manera paradójica, tratando de venderse con base en el hecho de ser no comercial y de alguna forma más pura y menos contaminada que otras músicas que se están vendiendo.

Esto equivale a elitismo, lo cual no necesariamente ni a priori es algo malo, pero el jazz definitivamente tuvo un papel protagónico en ello durante la era en que Davis fue una estrella. Lo interesante de Miles fue que de manera clara e inteligente sacó provecho de este elitismo, mientras a la vez se fijaba en cómo mantenerse dentro del ámbito popular, caminando sobre la fina línea divisoria entre el arte y el comercio.

Por lo tanto, el secreto de su éxito y su importancia para nosotros en la actualidad radica en el hecho de que como músico haya emprendido una búsqueda sin igual. El éxito de Davis se basó en su capacidad de “vender”, en cuanto imagen, el romance iconoclasta del jazzista y su búsqueda como representación del artista comprometido, que una buena parte del público deseaba escuchar, el suficiente para que él se ganara la vida con estilo como músico de jazz. Fue capaz de ello debido a su considerable talento.

 

El disco Kind of Blue fue muy influyente en su momento y nada ha cambiado desde entonces. Lo que Miles hizo en ese entonces fue el principio de una sensibilidad y de un idioma que hoy se sigue saboreando.

A los seis años de edad, Miles Davis tuvo una epifanía en un camino polvoso de la región sur de los Estados Unidos. Una revelación sonora que lo inquietaría por años y cuya manifestación concretaría a la edad de 33, con un sexteto, en un disco publicado en 1959 y que década tras década sería considerado, desde entonces, como un prodigio.

El número seis fue la clave para ello, por ser un dígito natural, matemáticamente perfecto, símbolo teológico de la armonía y de la belleza en la Cábala.

Numerologías aparte, lo esencial de la personalidad creadora de Miles Davis en esta obra fue servirse de músicos excepcionales (“Cannonball” Adderley y John Coltrane en los saxes, Bill Evans y Wynton Kelly en el piano –el segundo sólo en “Freddie Freeloader”–, Paul Chambers al bajo y Jimmy Cobb en la batería) y de su intuición como medios para mejorar la calidad de lo que pretendía expresar y comunicar:

Escribe Miles en su autobiografía: “Recuerdo cómo acostumbraba sonar la música allá en Arkansas, cuando iba a visitar a mi abuelo; especialmente durante los oficios religiosos del sábado por la noche. Aquella cosa te imponía. Caminábamos por aquellas sendas rurales en la oscuridad de la noche, y de repente nos llegaba la música de ninguna parte, de los árboles fantasmales donde todos murmuraban que vivían los espíritus.

“Recuerdo también que alguien tocaba la guitarra al estilo de B.B. King. Y también que un hombre o una mujer cantaban. Estoy seguro de que aquellos sonidos, aquel blues, su esencia y su ritmo, se me metieron en la sangre. Por eso cuando empecé a tomar lecciones de música debía ya tener, supongo, alguna idea de cómo quería que mi propia música sonara. No tuve tiempo para nada más”.

Con él, el arte del jazz cambió y progresó sin que ninguna de sus exploraciones invalidaran las anteriormente realizadas. En el caso de Kind of Blue hoy sabemos, de una forma documental incuestionable y exhaustiva, que Davis nunca dejó de usar de una u otra manera el blues.

Nunca se privó de usarlo para dejar plasmada la encarnación de su sueño primigenio: replicar lo mejor posible el sonido que lo invadió desde la infancia.

En Kind of Blue no sólo hizo una síntesis panorámica de su creciente implicación con el blues. Como artista de vanguardia en el medio jazzístico, ése fue uno de los usos más versátiles que se hubieran hecho hasta entonces de aquella música iniciática.

Además, catalogó como caso paradigmático el sobreentendido de que no había habido en el jazz auténtico ningún intérprete ajeno a la influencia del blues, incluso sin haberlo empleado materialmente en ninguna ocasión.

El trompetista declaraba que si a un músico de jazz se le colocara en un lugar donde se viera obligado a hacer algo distinto a su rutina normal saldría avante, pero para ello tendría que modificar su forma de pensar para lograrlo.

Tendría que utilizar su imaginación, ser más creativo y más innovador; correr más riesgos. Debería rebasar lo conocido, por mucho, y eso probablemente lo conduciría a un lugar nuevo, y luego al siguiente y así sucesivamente. Sería más libre, con otras expectativas, se adelantaría a los hechos y se daría cuenta de los nuevos caminos que se abrirían ante él.

La concreción de Kind of Blue como obra de arte total en el jazz, con la grabación y reproducción de la música en movimiento (con el estilo modal, de improvisación sobre escalas y no sobre acordes) fue la síntesis operativa más completa del arte jazzístico hasta entonces.

Pero además de serlo, fue la más completa plataforma de la memoria artística contemporánea; esto es: la que mejor recogió, actualizó y revalidó todo lo hecho en el género por el hombre desde su prehistoria.

De esta manera, Kind of Blue es el gran memorial de tal arte, que, a su vez, existe, sobre todo, para recordar lo que el hombre había sido hasta entonces o, si se quiere, el presente de su pasado.

El espíritu del descubrimiento está ahí, capturado en cinco tracks; el ahora de su momento y todos los sonidos musicales escuchados con anterioridad:

“All Blues”, “Flamenco Sketches”, “Blue in Green”, “Freddie Freeloader” y “So What”.

Kind of Blue es la historia de una visión extraordinaria. A partir de entonces nada sería lo mismo para el jazz ni para Miles Davis. Fue un disco que lo transformó todo, no sólo para el género sino para esa forma de arte en general. Se convirtió en una nueva forma de hacer música, de interpretarla y de escucharla.

A Davis el cambio lo colocó al centro de los acontecimientos y fue capaz, extraordinariamente, de absorberlo todo sin dejar de ser él mismo, para siempre el artista inquieto dedicado a la búsqueda, como un pionero en busca de nuevas fronteras. En cierto sentido, lo que quiso hacer fue trascender el jazz y simplemente encarnar la innovación musical moderna. Lo logró, una vez más. Y está a la cabeza del canon, desde entonces.

VIDEO: Miles Davis, All Blues, YouTube (kmpp16)

JAZZ: HERBIE MANN

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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(DE ILUSIÓN FLAUTISTA)

 

Herbie Mann (nacido en 1930 y fallecido en el 2003) fue un astuto director de grupo con mucho oficio que supo anticiparse a las modas musicales y beneficiarse de ellas en forma consistente por varias décadas. Su ejecución de la flauta casi siempre fue el elemento menos interesante de sus discos, organizados meticulosamente en torno a conjuntos armados con los mejores músicos de estudio disponibles.

Durante los años cincuenta y sesenta, Mann encabezó un excelente grupo de música afrocubana y ayudó a difundir el género mediante la inclusión de músicos de primera, sobre todo de grandes percusionistas como Carlos «Potato» Valdés, Ray Barretto, Michael Olatunji, Ray Mantilla, Willie Bobo y Armando Peraza.

Los discos de Mann siempre fueron interesantes durante este periodo y mucha gente, incluyendo a varios músicos de rock, conocieron el jazz a través de estos acetatos.

Desafortunadamente sólo dos álbumes en verdad representativos de dicho periodo clásico de Mann están disponibles todavía:  Mann at the Village Gate y The Common Ground.  El resto de su primer material sólo se consigue en compilaciones y en reediciones deficientes. De éstas búsquese en caso de curiosidad los clásicos como Flautista, Brazil Blues y Standing Ovation at Newport en las mesas de descuentos, si es que alguna tienda de discos hace tal cosa o si existe todavía alguna tienda de discos cercana o lejana.

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El intento hecho por Mann desde fines de los sesenta y durante los setenta por actualizar su repertorio fue menos convincente, aunque en varios momentos ejecutó un rhythm and blues excepcional, al contar con los músicos de respaldo correctos.

El mejor disco de este periodo, Memphis Underground, fue por mucho el más vendido de Mann y por lo tanto aún se pudiera conseguir. Con el guitarrista Larry Coryell, Roy Ayers en el vibráfono y una sección rítmica de Memphis, Mann armó un groove tupidísimo que enlazaba el jazz con el rhythm and blues y algunos elementos del rock. La pieza del título también tuvo gran éxito como sencillo.

Los álbumes siguientes de Mann, muchas veces realizados con los mejores músicos de estudio neoyorquinos, se distinguieron por su técnica depurada y su total falta de interés. Grabaciones como Reggae y Discotheque ponen de manifiesto cuán superficiales fueron los intentos de Mann por crear una versión estereotipada de dichos estilos, en beneficio propio, y en conjunto parecía estar tirando el anzuelo ciegamente para ver si algo pegaba.

Por ejemplo, en uno de sus discos más interesantes de los setenta, Push Push, destacó la participación de Duane Allman en la guitarra slide.

VIDEO: Herbie Mann – Sunny, YouTube (ivanoe)

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MILES DAVIS: CREADOR DE OBRAS MAESTRAS (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

A Jeanne Moreau in memoriam

 

Alternative Take 1 (Toma alternativa Uno). París. Noche. Interior de una construcción deteriorada. Una sombra se mueve sigilosa entre la penumbra. Levanta su cámara y usa el disparador automático para retratar aquella escena definitivamente en blanco y negro.

 

(El fotógrafo, que pudiera ser casual pero no lo es, mantiene el incógnito misterioso en el crédito de tales instantáneas. En las informaciones de los discos de vinil o en las múltiples en CD donde aparecen sus fotos, sólo se acredita como Cohen (DM). ¿Pseudónimo? ¿Por qué? ¿Para qué? Incógnita.

Escena uno. Un hombre joven acerca con cautela una trompeta al oído izquierdo de una bella mujer, que se levanta el pelo con la mano derecha para facilitar la escucha. Éste le susurra unas notas apenas perceptibles (cool, muy cool) mientras ella le lanza una mirada cargada de intensión.

Algunos teóricos de la imagen han dicho que toda fotografía miente puesto que puede ser una puesta en escena o también modificada en cualquier aspecto, rincón o formato a la discreción de quien la ha tomado o solicitado. Es factible y una actividad recurrente, pero en este caso no es así.

Flashback 1. La bella mujer se llama Jeanne Moreau. Es en estos momentos una figura dentro del cine francés. Es singularmente atractiva y su imagen está asociada a la inteligencia, la clase, la sapiencia sobre las cosas de la vida, a la joie de vivre. De voz elegante y sin afectación. Veraz, inquietante, carnal, etérea. Rebosa actitud en cada gesto y en cada movimiento.

Seducir es su verbo. Lo hace desde la boca, sensual y con poderes mágicos. Capaz de expresar con ella variados estados de ánimo y promesas. Fascinante. Hace de la sonrisa un arte. De los labios un lecho de ilusiones.

Escena dos. Se sabe amada y deseada por dos hombres ahí reunidos. Los triángulos amorosos son su status regular y en ellos se siente como pez en el agua. Aquí está entre el enamoramiento del talento (el joven cineasta) y la lujuria del genio en ebullición (Miles Davis: el hombre de la trompeta).

Así que un tanto contemplativa los observa a ambos y con la mirada les ha dado turno. Los ha visto desplegar sus esencias y sus cortejos. El uno con la imagen (la inventará, la vestirá con todas las emociones, le proporcionará una ciudad para que se mueva, la hará un icono).

El otro, con la música, le ofrecerá sonido a sus emociones como personaje, sentido al thriller que nos hará partícipes a todos de ellas, en su exposición, en lo abstracto de su propuesta, en el arte que envolverá los cuadros. Y con la hechura de las notas le dirá, además, lo que siente por ella, lo que ha visto en ella, lo que quiere de ella.

Escena tres. Louis Malle tiene una pinta muy característica. Es un joven destilado entre Jean-Paul Belmondo y Charles Aznavour. Esa percha que ha representado al clásico galán francés: feo pero talentoso, que recuerda aquello de que la inteligencia es el arma erótica más eficaz con las mujeres.

Es todo lo impetuoso y atrevido que se puede (debe) ser a los 23-24 años de edad (si no es ahí, ¿entonces cuándo?), pero su curriculum laboral es muy precario, sólo destaca en él su labor como camarógrafo de algunos documentales de Jacques Cousteau y la asistencia con Robert Bresson. Muy poco cuando decidió hacer su debut como director.

Flashback dos. Malle, entonces, se planteó tres preguntas fundamentales: ¿Con quién hacerlo? ¿Qué quería lograr?, y ¿Cómo iba a conseguirlo? Optó por el film noir y adaptar una novela de Noël Calef publicada un año antes.

El título era Ascenseur pour l’échafeud (Ascensor para el cadalso, en su traducción al español). Seleccionó de ella sólo la intención: la hechura del crimen perfecto, desechando o cambiando el resto del texto. En el filme el azar sería el elemento determinante en la trama.

A pesar de su edad, Malle ya era sabio en diversas formas. Sabía, por ejemplo, que el azar impone correctivos a veces indispensables porque esquiva alguna obsesión o inercia y obliga a transitar por rutas insospechadas, que resultan ser más estimulantes que las de lo previsto.

VIDEO: Miles Davis – “Ascenseur pour l’Echafaud” OST (Louis Malle 1958), YouTube (Annie Teall)

Sabía que con audacia debía convencer a la Moreau (una luminaria) de colaborar con él (un debutante). Y, también, que para ello necesitaba ser inteligente y claro, muy claro, en su propuesta.

Quería filmarla en blanco y negro, con luz natural (vespertina y nocturna) y sin maquillaje (algo inconcebible y hasta escandaloso), lo que podría restarle encanto a cambio de realismo, un concepto cinematográfico distinto.

Sería una nueva forma de mirar a una mujer. El drama pleno de la historia estaría a cargo de lo que su rostro trasmitiera. Todo un reto. La Moreau aceptó encantada por la idea, por el talento que intuía en el joven aquél, por su discurso refrescante.

Malle le ofreció la ciudad de París, sus calles, las luces nocturnas de sus tiendas y bistros. Todo para ella y su actuación (con eso se anticipó e influyó en el futuro inmediato del cine: en la Nouvelle Vague, en Jean-Luc Godard y en Sin Aliento.

Elabora así el cineasta su propio estilo, con sensibilidad y potencia, y con él obligará a los espectadores a establecer a través de sus evocadoras imágenes su escala de valores para juzgar una historia. Casi nada.

Escena cuatro. El azar vuelve a jugar su parte cuando la filmación ha terminado y el director se dispone a escoger la música que la acompañará. La tercera parte del triángulo llega al aeropuerto parisino en estos momentos, con otros objetivos y otras preocupaciones.

La capital francesa se encuentra en su mejor época, en perfecto blanco y negro también, pero sublimada por esos tonos. Tonos a los que les urge la fotografía testimonial y la música sugerente.

Escena cinco. Miles Davis llega al aeropuerto parisino. Viene de haber grabado Miles Ahead con Gil Evans, el estado de gracia lo acompaña. Está invitado a dar conciertos como solista. Es un viejo conocido al que la inteligencia francesa respeta. Quizá en una fiesta le presentan a Louis Malle.

Pudo ser Boris Vian o Juliette Gréco, en fin, no importa. El asistente de Malle (un fan del músico) ha convencido al director de que se atreva a pedirle que haga el soundtrack para su recién terminado filme. A Miles lo seduce la posibilidad. Nunca ha hecho uno. Siempre ha buscado el desafío.

Tras la proyección pide tiempo para pensar el asunto. Vuelve al otro día con una idea prístina. ¿Es un thriller, no? Así que deben darle tal atmósfera de suspense (oscura y lúgubre) y qué mejor que el caduco y deteriorado edificio de los estudios Poste Parisien donde le han proyectado las escenas.

Lo hará en vivo y con los mismos músicos que lo acompañan (el saxofonista Barney Wilen, el pianista René Urtreger, el bajista Pierre Michelot y su compatriota y baterista Kenny Clarke, exiliado voluntariamente en Francia).

Les dará la directriz e improvisarán sobre aquellas imágenes y aquel rostro (del que por cierto se ha infatuado, lo mismo que del resto del cuerpo y personalidad). Pero también lo ha hecho de aquel discurso fílmico.

Malle lo entiende y acepta la propuesta. La música será un personaje más. (De esa fusión perfecta entre cine y jazz, surgirá la que para muchos es la mejor banda sonora de jazz de la historia cinematográfica, un soundtrack grabado en una sola noche que por sí solo es una obra maestra).

Escena seis. La noche entre el 4 y 5 de diciembre de 1957 todos están reunidos: Equipo de filmación y grabación, Boris Vian, músicos y Jeanne Moreau. Que revolotea por ahí (elegante y hermosa) y quien generosamente a su vez ha improvisado un minibar para atender a los músicos durante la grabación. Miles conoce a Jeanne en persona.

Louis Malle entiende a la perfección las chispas que han brotado entre ellos. Esperará su turno (que le llegará alrededor de Los amantes, su siguiente película con ella).

Escena siete. Así como una oportuna e indiscreta cámara de fotos resolverá el nudo de la trama de una manera poética y sutil en la película, otra cámara, igualmente tan oportuna como indiscreta, revelará la manifestación de un amor surgido entre una trompeta y el oído.

La música que él toca no se escucha, pero inunda el espacio con una solidez de presencia verdadera, con una precisión emocional que alude al tacto tanto como al oído. Las notas corren como un escalofrío por la nuca de la mujer. La pulsación del instrumento de él retumba en los latidos del corazón de ella.

(Tal escucha la consiguió retratar aquél fotógrafo misterioso, desde una perspectiva inusualmente íntima y cercana, pero al mismo tiempo con aquellas fotos retrató la vibrante escena musical parisina y toda una época. Un escenario en el que todos se movieron a la perfección en el compás poético que preludiaba lo moderno).

VIDEO: Jeanne Moreau – Miles Davis – Louis Malle – Paris – 1958, YouTube (CEBOLAS tumblr)

JAZZ: MANHATTAN TRANSFER

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MANHATTAN TRANSFER (FOTO 1)

 

ESTILO, TEXTURA Y SOFISTICACIÓN

 

Manhattan Transfer es un grupo vocal sofisticado de armonías cerradas que produce una mezcla de jazz, swing, doo-wop y pop, entre otros géneros; el cuarteto obtuvo el mayor éxito de varios conjuntos que durante los setenta se especializaron en la evocación de la nostalgia musical.

Tim Hauser –su fundador– formó parte de grupos de rock en la preparatoria y de folk en la universidad antes de que él y Gene Pistilli (quien escribió la pieza «Sunday Will Never Be the Same», la cual se convirtió en un hit en 1967 con el grupo Spanky and Our Gang) integraron Manhattan Transfer en 1969, tomando su nombre de una novela de John Dos Passos sobre la ciudad de Nueva York.  La formación, compuesta también por Eric Dickens, Marty Nelso y Pat Rosalia, grabó el disco Jukin’ (Capitol, 1971), con una colección de exitoso material de los años cuarenta como «You’se a Viper» y «Java Jive».

El fracaso comercial del álbum aceleró la desintegración del quinteto y Hauser decidió formar un nuevo Manhattan Transfer con Alan Paul, el cual por ese entonces era parte del reparto original de la obra Grease representada en Broadway, y con Laurel Masse y Janis Siegel, que habían grabado en los sesenta con el grupo vocal femenino The Young Generation.  Siegel para esas fechas era miembro de Laurel Canyon.  Luego de cantar por algún tiempo en varios centros nocturnos de Greenwich Village, el cuarteto, por mediación del manager de Bette Midler, Aaron Russo, fue contratado por la compañía Atlantic.  Ahmet Ertegun coprodujo su primer álbum, Manhattan Transfer (1975), junto con Hauser.  El disco dio dos hits, «Operator» y «Tuxedo Junction», una pieza original de Glenn Miller.  En el resto del material había también interpretaciones rescatables como: «Candy», «Sweet Talking Guy», «Java Jive» y «Gloria», que los dieron rápidamente a conocer.  Producto de ello resultó un programa de televisión en la CBS y giras internacionales.

Richard Perry se encargó de la producción de Coming Out (1976), L.P. que incluyó «Chanson d’Amour», composición de Wayne Shanklin, que obtuvo un éxito supremo en Inglaterra y Francia, lo mismo que «Don’t Let Go» de Jesse Stone.  Después de sacar un disco con el atinado título de Pastiche (1978), Laurel, luego de un grave accidente que la alejó de los escenarios por dos años,  decidió continuar su carrera como solista y fue reemplazada por Cheryl Bentyne.

MANHATTAN TRANSFER (FOTO 2)

El álbum Extensions (1979) marcó entonces un cambio de énfasis para el grupo.  Grabaciones como «Birdland» de Joe Zawinul (de Weather Report), con un arreglo de Siegel, y la canción «Twilight Zone/Twilight Tone» de Jon Hendricks (de Lambert, Hendricks and Ross) tuvieron en Manhattan Transfer un enfoque más contemporáneo y menos nostálgico.  La evolución les valió recibir algunos premios Grammy, cosa que no han dejado de hacer desde entonces.

Mecca for Moderns (1981) incluyó el máximo éxito hasta el momento del grupo en los Estados Unidos, una versión de «The Boy from New York City», un hit de los Ad-Libs en 1965 (con la compañía Blue Cat). Volvieron a triunfar en las listas de popularidad con el tema escrito por el destacado compositor de soul Rod Temperton, «Spice of Life», incluido en el disco Bodies and Souls (1984).  Bop Doo Wop (1984) y Vocalese (1985) pusieron énfasis en las inclinaciones jazzísticas del grupo, este último con Bobby McFerrin, la orquesta de Count Basie, Wayne Johnson, Zoot Sims, James Moody y Dennis Wilson, entre otros invitados.  Jon Hendricks trabajó directamente con ellos en su realización. «Un triunfo artística con material complejo que puso a prueba la capacidad interpretativa del grupo.»

En 1987, Janis Siegel grabó At Home (Atlantic) con varias lumbreras del jazz, entre ellas Branford Marsalis y Cornell Dupree.  Brasil (1987) fue el trabajo postrero para Atlantic.  Acudieron a la música brasileña moderna en pos de una expansión estilística y para ello contaron con la colaboración de músicos y compositores como Ivan Lins, Milton Nascimento, Djavan y Gilberto Gil.  Un hito dentro del arte «vocalese» del que, con ello, se confirmaron como los puntales.

El cambio de década significó también cambio de compañía. Manhattan Transfer pasó a formar parte del catálogo de la Columbia. El nuevo derrotero inició su historia con The Offbeat of Avenues (1991), un álbum cuyo repertorio comprende desde la música de las big bands hasta el hip hop, pasando por el bebop, el jazz de fusión y el ethno-pop. Géneros por los que transcurre el estilo vocal único del grupo, que en esta muestra cuenta con la ayuda de importantes invitados como Donald Fagen, Mervyn Warren, Take 6 y Chuck Jonkey, por mencionar algunos.

Manhattan Transfer continúa con la misma formación y produciendo discos maravillosos, como el más reciente The Junction. Un grupo ejemplar por la largueza de su estilo, textura y sofisticación, virtudes que le han proporcionado un lugar exclusivo en la historia del jazz vocal.

VIDEO SUGERIDO: Manhattan Transfer Birdland, YouTube (Siouxsies74)

MANHATTAN TRANSFER (FOTO 3)

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JAZZ: MILES DAVIS -I (BIRTH OF THE COOL)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

FOTO 1

BIRTH OF THE COOL

El trompetista Miles Davis (nacido el 26 de mayo de 1926 en Alton, Illinois-y fallecido el 28 de septiembre de 1991, en Santa Mónica, California) está considerado hoy por hoy el padre del jazz moderno. Sus exploraciones musicales, que iniciaron a finales de los años cuarenta, prepararon la escena para las explosiones de vanguardia de las siguientes décadas del siglo XX.

Y si bien no fundó todas las corrientes aparecidas en el género, sí las más importantes y representativas. A lo largo de la construcción de su obra logró —además— atraer, instruir y engendrar a un número sin precedente de músicos de las siguientes generaciones del jazz contemporáneo.

En vida y también ahora, durante los años que han transcurrido desde su muerte, Miles Davis se ha constituido en una figura central en los debates acerca del significado del jazz en la cultura contemporánea (La cultura afroestadounidense, de la que formaba una parte importante Miles Davis y una gran pléyade de músicos, tuvo en 1950 algunos destacados representantes en diversas disciplinas: El joven Sidney Poitier se convirtió en el primer actor negro en protagonizar una cinta: No Way Out de Joseph Mankiewics. La escritora Gwendolyn Brooks ganó el Premio Pulitzer de poesía y Ralph Bunche estuvo nominado al Premio Nobel de la Paz. A medio siglo XX el reclamo social negro tenía ya muchas voces).

Su larga carrera profesional y la participación que tuvo en varios cambios importantes dentro del género —bebop, cool, modal, fusión, jazz-rock, world-jazz y hiphop— convirtieron a Miles Davis en un símbolo de la historia jazzística.

Historia misma que lo tiene anotado como hacedor de clásicos y obras maestras como los álbumes que comentaré durante esta serie dedicada a él. Y sabiendo ya que cada uno de ellos representa la culminación de decenios distintos, pero encadenados a una evolución creativa fundamentada en la realidad social y adornada, además, con las coronas necesarias de la leyenda y el mito.

FOTO 2

 

Miles Davis siempre recordó lo que Charlie Parker le dijo en alguna ocasión: “La música es tu propia experiencia, tus pensamientos, tu sabiduría. Si no lo has vivido, no saldrá de tu instrumento”. Birth of the Cool se comenzó a grabar el 21 de enero de 1949 en la ciudad de Nueva York. Fueron registradas cuatro piezas, como en las siguientes dos sesiones del 22 de abril del mismo año y la del 9 de marzo del siguiente.

El conductor, músico, arreglista y compositor Gil Evans y él se habían conocido y empezado a trabajar cosas juntos. Miles buscaba un soporte para tocar sus solos más en el estilo en que los oía para sí. En lo que realmente lo estimuló Evans fue en componer. Su música era un poco más lenta y no tan intensa como la de Bird. Buscaba formas más sutiles.

Se reunió entonces con el saxofonista y arreglista Gerry Mulligan y con Evans y hablaron de formar un grupo. Concluyeron que querían un noneto. De hecho, Gil y Gerry decidieron cuáles serían los instrumentos (mucho viento), pero la teoría, la interpretación musical y lo que la banda tocaría fueron idea de Davis.

Gerry Mulligan quería a Lee Konitz en el sax porque tenía un sonido más ligero que el bebop. Pensaba que tal sonido sería el que caracterizaría a la banda. Miles llevó consigo a Al McKibbon (contrabajo), Max Roach (batería) y John Lewis (piano), todos del mismo grupo y procedentes del bebop, de modo que siguió el consejo de Gerry y contrató a Konitz después de escucharlo en los ensayos. A ellos se agregaron a la postre: J.J. Johnson (trombón), Gunther Schuller (trompa), Bill Barber (tuba) y el cantante Kenny Hawood (únicamente para la pieza final: “Darn that Dream”).

Toda la idea comenzó como un simple experimento de colaboración. Pero enseguida algunos músicos negros (no convocados) trataron de meter pugna en el asunto, alegando que ellos no tenían trabajo y él estaba contratando blancos para su banda. Miles les respondió que si un tipo sabía tocar tan bien como tocaba Konitz (y esto es lo que los enojaba más), lo contrataría y no le importaba un bledo si era verde o tenía el alma roja. Él los contrataba para tocar, no porque fueran de un color u otro.

Miles Davis tuvo fe ciega en la música sin fronteras ni límites hacia dónde crecer o dirigirse. Siempre buscó nuevos horizontes desde que comenzó su carrera. Nunca estuvo de acuerdo con quienes opinaran lo contrario, ni nunca existieron restricciones para su talento. Siempre lo dijo: “La buena música se distingue, sin importar el tipo”. Odió las categorías cerradas, supo desde el incio que no hay lugar para ellas en la música. Los frutos de su filosofía comenzaron pronto a brotar.

La atmósfera de aquellas interpretaciones que aparecieron en Birth of the Cool fue más relajada que en su época anterior en el bop. Los temas resultaron fluidos y ligados y, aunque es evidente que Davis había aprendido de Parker y Gillespie, también hay claros indicios de que homenajeaba el introspectivo fraseo de Lester Young. Los temas de Davis en este disco resultaron de gran complejidad armónica debido también a los arreglos de Mulligan y Evans.

El tema «Boplicity», por ejemplo, es un blues, pero está escrito de forma tal que el solista tiene que encontrar su camino a través de los acordes que hay a lo largo del coro. Y en la estructura deslizante de piezas como «Deception» se produce una tensión muy efectiva entre el lirismo de las líneas melódicas del solo de Miles Davis y la complejidad de la estructura armónica en la que se basan.

Lo sorprendente es que un hombre que tocaba con aparente sencillez quisiera enfrentarse a tales retos técnicos. Pero lo hizo, y esa experiencia le fue muy útil. Con el bebop de Bird y Dizzy aprendió lo que quería, pero cuando inició su propio camino mostró la sabiduría del artista al «olvidar» lo que había aprendido, aunque sin dejar de saberlo.

En la música del Miles Davis de aquellos tiempos hay un eco del pasado que es fundamental, y para llegar a él Davis evocó las anteriores generaciones de músicos y puso al día el concepto que fue una de las semillas de sabiduría elementales del jazz: recuerda, olvida y evoluciona con tu propio estilo.

VIDEO: Miles Davis – Boplicity, YouTube (Miles Davis)

Photo of Miles DAVIS

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