MIS ROCKEROS MUERTOS (JULIO-SEPTIEMBRE 2022)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Sabemos, por conocimiento generalizado, que los grandes temas de la música son el amor y el desamor y, por lo mismo, de la vida emocional. Como es comprensible, preferimos escuchar sobre el primero que padecer las sonoridades del segundo. Algunas canciones sur­gidas de estos ámbitos se convierten en presencias perennes en la cultura popular o en nuestra existencia. Estas piezas trasmutan en inmortales porque su interés ha rebasado el momento de su lanzamiento original y, en muchos casos, la muerte de sus compositores.

Éstos nos han acompañado en el camino y los ecos de su accionar, musical y social, nos siguen dando aliento, para sentir que respiramos en compañía. Es una nueva vida para su labor artística, tras su muerte.

Cuando la canción escogida empieza a sonar y nos envuelve, ese es uno de los momentos en que se vive apasionadamente, ¡en el aquí y ahora! Quizás muchos momentos le sigan a éste de la misma manera, o en algunos tristes, porque la vida es un continuo, discontinuo, en el cual se equilibran sentimientos y vivencias.

Cuando desaparece un personaje que ha creado uno de esos temas, es un pedazo del entorno que se va y duele, pero la existencia se encarga de que se sigan descubriendo diversas interpretaciones de dichas piezas y mientras se tenga aliento, las escucharemos como algo nuevo.

La cultura del rock es ese árbol que descansa y crece sobre la misma tierra que acoge en sus raíces a los artistas que nos hicieron emocionar con su música y con su amor por ella. En este campo los que se mueren no son personajes imaginados, sino reales a los que consideramos como seres queridos. Uno de ellos falleció en este trimestre: Lamont Dozier.

Él fue un personaje clásico que vivió y creó, con sus aportaciones, un trozo de la historia de la música contemporánea: el soul, terreno que abonó desde el muy prestigioso sello Motown, del que fue pilar y estandarte con sus composiciones siempre bellas y suntuosas (“Stop In The Name of Love”, “Nowhere To Run”, “Reach Out, I’ll Be There, entre muchas otras).

El soul hundía sus raíces en los errabundos misioneros evangélicos que promovían una música más relajada que los cantos de iglesia más tradicionales, aunque seguía los mismos patrones musicales. Se trataba pues, de una música viajera que se extendió por todas las áreas de la Unión Americana. A los patrones de los campos no les molestaba (a fin de cuentas, se trataba de difundir la cristiandad entre los “salvajes” pizcadores), y para los trabajadores negros era una oportunidad de hacer música, cantar y bailar, sin problemas.

De esta manera este tipo de música se fue desarrollando por la cultura negra hasta crear una nueva manifestación: el góspel, que hacía uso de la técnica “llamada-respuesta”, propia de las canciones sacras interpretadas en los campos de trabajo. Durante mucho tiempo se mantuvo esta expresión sin alteraciones hasta que en los años cincuenta los jóvenes fueron apropiándose de esta música, pero como creadores ejecutantes y con cambios en la temática de lo sacro a lo profano.

Se habían decepcionado de lo que siempre les habían prometido en los templos: igualdad y justicia. Así que decidieron transformar las cosas desde su punto de vista. Los cantos ya no se dirigían a Dios sino al hombre o la mujer amada y a la vida mundana, con los mismos cartabones musicales.

De esta manera los nuevos intérpretes atrajeron a nuevos públicos hacia la música negra cuando ésta comenzó a llamarse soul. Dicha expresión artística empleaba elementos que reflejaban, aunque de manera tenue, aquella música ancestral, el góspel y también el blues (con sus vertientes del doo-wop y el rhythm and blues), pero con swing suave.

Esta idea fue producto de un esfuerzo dirigido a mostrar nuevas perspectivas sociales y también en lo profesional y comercial (a los negros se les tenía vetado el acceso al trabajo en la música clásica, en la radio comercial o a los estudios de grabación como productores, compositores o técnicos). De esta manera comenzaron una nueva música sin elementos blancos en ninguno de aquellos sentidos. El género comenzó a arraigarse. Y paradójicamente, a futuro, fue el mejor frente que presentó la industria estadounidense ante la Invasión Británica.

Así surgieron tres vertientes, que enarbolaron con sus sellos representativos, el soul que permearía el ámbito musical durante las siguientes dos décadas: Stax, Muscle Shoals y Motown. El primero en su acepción más visceral y vibrante, el segundo con el influjo de las corrientes sureñas, y el tercero, con su cosmopolitismo, su maquinaria creativa y su búsqueda del mercado blanco.

En la Motown, el soul no negaba su vocación comercial, y bajo esta consigna derribó obstáculos entre la race music y las listas de ventas, y con ella triunfó en las todas las comunidades para normalizar la idea de iconos de la etnia negra.

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La discográfica fue fundada en la ciudad de Detroit y ahí fabricó decenas de éxitos que se lanzaron desde la llamada Motor City y luego desde Los Ángeles. La obsesión de su dueño, Berry Gordy Jr, era publicar su propia concepción del pop, pero para todos los colores de piel y hasta 1979 sus joyas se colaron en las listas del Top 10, con Mary Wells, The Four Tops, Stevie Wonder, Marvin Gaye o The Supremes, como síntesis perfecta. Por eso se convirtió en un blasón y en una dinastía, con sus ídolos, características, territorios y tabernáculos, al igual que con sus malas artes para con sus empleados a través del tiempo.

En todo ello tuvo que ver Lamont Dozier. Él formaba parte del Holland-Dozier-Holland, un trío de cantantes y compositores, primero, y luego productores de aquel sello, cuyo nombre se transformó también en un estilo músical, por méritos propios. Ellos supieron durante los años sesenta escoger y ensamblar diferentes voces para interpretar cada uno de sus temas. Los Four Tops, los Elgins, los Isley Brothers, las Marvelettes, Martha and The Vandellas y las ya citadas Supremes se beneficiaron de su intuición y estética a la hora de encontrar el tono emocional en sus canciones.

El listado de sus composiciones (algunas han sustentado el soundtrack de esta emisión) es largo, largo, al igual que sus logros. Llevaron a todos sus intérpretes a las listas de popularidad y tangencialmente, surtieron también de material a los músicos británicos, durante su etapa beat, para confirmar su influencia y con ella conformar parte de sus repertorios.

Su impacto dentro de la industria y de su propia discográfica los motivó a querer crear su propia editorial subsidiaria de la Motown. Aquel fue el principio de un largo litigio, ya que Gordy no quería nada de independencias. Abandonaron la compañía hacia el fin de los sesenta y fundaron la propia, sin buenos resultados.

Al poco tiempo Lamont Dozier abandonó el proyecto y se lanzó a grabar con su nombre. Tuvo aciertos dentro de la reivindicación de la cultura afroamericana que por entonces luchaba por ello. En los años ochenta, Dozier se fue a vivir al Reino Unido, donde obtuvo un nicho por su trayectoria. Escribió algunos éxitos para Alison Moyet, Phil Collins, Eric Clapton y Simply Red. Grabó bajo su nombre una docena de discos, pero sin la repercusión que tuviera antaño. Murió el 8 de agosto del 2022.

Otros fallecidos en el trimestre:

Gord Lewis (Teenage Head), Darryl Hunt (The Pogues), Bill Pitman (The Wrecking Crew), Steve Grimmett (Grim Reaper), Kal David (bluesmen), Stuart Anstis (Cradle of Filth), Jerry Allison (The Crickets), Fredy Studer (OM), Piotr Szkudelski (Perfect), Rimmo Blom (Raskasta Joulua), John P. Varkey (Avial), Marciano Cantero (Enanitos Verdes), Sonny West (Buddy Holly), David Andersson (Soliwork), Anton Fer (Lounge Lizard), Kyle Maite (Hit the Lights), Prince Póló (Skakkamanage), Davis Malachowski (Comander Cody).

A todos ellos: !GRACIAS!

VIDEO: Four Tops “Reach Out I’ll Be There” on The Ed Sullivan Show, YouTube (The Ed Sullivan Show)

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