Manteniéndose en la superficie de las cosas humanas, en su literatura, J.M. Coetze describe con minuciosidad los eventos contingentes, en marcos siempre sociales. El libro Esperando a los bárbaros es un gran ejemplo de ello: exponer la verdad. Los rockeros lo han hecho en la música.
Creo que la atracción por leer notas biográficas de los músicos importantes que admiramos es para comprobar la íntima relación entre su vida y su obra, coherencia cortada por un mismo patrón existencial en el que jamás se enhebra a través de anécdotas simplonas o chismes íntimos.
En dicho patrón caben las incidencias que los personajes mantienen con la cotidianeidad social que les ha tocado vivir, sus enfrentamientos con el gobierno, el poder o la ética y estéticas imperantes. Y regularmente salen bien librados, porque son tipos de una sola pieza.
Cualquiera de ellos con tales actos muestra y habla sobre lo que le preocupa, y con ello su obra se hace extensiva también al resto de los mortales. Si no, ¿para qué iban a ser escuchados? Vayan algunos nombres: John Fogerty, Neil Young, Bob Dylan, Patti Smith, Lou Reed, Tom Waits, Bruce Springsteen…
En estos tiempos de simulación a rajatabla, el hecho de que nombres legendarios expongan sus mitos en aras de la coherencia es algo que se agradece ante tanta conducta cínica.
El asunto viene a colación por dos cosas ya sucedidas, pero no suficientemente cuestionadas: la presidencia de George W. Bush y los “protocolos” del ejército estadounidense en Guantánamo, los cuales hicieron uso de la música (más bien del volumen) como instrumento de tortura.
VIDEO: Bob Dylan – Masters of War, YouTube (nighthly moth)
Las novelas del autor sudafricano J. M. Coetzee, nos llevan a un crudo examen de nuestro mundo desigual, ventajoso sólo para unos cuantos, lastrado de violencia y abusos de poder.
Verdaderas reflexiones son las situaciones límite a las que invita en sus narraciones sobre el sentido de la libertad en un mundo en donde impera la imposición, así como sobre el cuestionamiento de nuestra mirada de frente a otros grupos culturales que han sido tragados por un sistema de racionalismo salvaje, el propio del neocolonialismo y la ley del imperio que se defiende como única.
Este autor nació en Cape Town, Sudáfrica, el 9 de febrero de 1940. Ha sido profesor y traductor, ensayista y novelista reconocido en todo el mundo, ganó el Premio Nobel en el 2003. Tierras en penumbra, su primer libro, fue publicado en 1974.
Con su segunda novela En el corazón del país, 1977 ganó el premio CNA, el premio sudafricano más importante durante aquella época. Posteriormente escribió Esperando a los bárbaros, 1980, título que llamó la atención a nivel internacional, por su denuncia sobre la tortura.
La demanda por la verdad en la obra de Coetzee, que se con entreteje con el crudo estilo que utiliza en novelas como Esperando a los Bárbaros, no se opone a la reflexión crítica moral y política que le interesa poner en juego.
En dicha obra la palabra convence, la densidad del estilo arrastra. Para decirlo con una metáfora más: la fuerza de la literatura consiste en abrir una verdad con la brutalidad del estilo que no deja escapatoria, se trata de una fuerza en bruto que sin ambages golpea al lector y, para repetir la conocida fórmula de Sartre, lo “pone en situación de compromiso” de inmediato, esto es, pone al lector en una perspectiva de verdad que lo obliga a adquirir una perspectiva moral respecto a la situación dada, o al menos a cuestionarse si habrá de ponerse en tal perspectiva moral.
VIDEO: Neil Young & Crazy Horse – Cortez the Killer (live 1991) HD, YouTube (iosono federico)
El arte auténtico es reflejo de lo social. La demanda por la verdad puede hacerse de múltiples modos. La literatura y la música son dos de ellos. La denuncia de la injusticia, de la segregación o de la desigualdad puede hacerse vía la crítica académica, con las herramientas de la filosofía política o de la historia, de la sociología o de la ciencia política.
En la música, se hace a través del compromiso, las composiciones y la exposición. Asimismo, esta denuncia también puede hacerse de forma contundente y directa con metáforas y narraciones literarias, poniendo al lector de frente y sin escape a las problemáticas sociales que exigen una respuesta.
Tal es el caso de las novelas del autor sudafricano J. M. Coetzee, cuya obra conduce a un crudo examen de nuestro mundo desigual, ventajoso sólo para unos cuantos, lastrado de violencia y abusos de poder.
La demanda por la verdad puede hacerse de múltiples modos. La denuncia de la injusticia, de la segregación o de la desigualdad puede hacerse vía la crítica académica, con las herramientas de la filosofía política o de la historia, de la sociología o de la ciencia política. Pero esta denuncia también puede hacerse de forma más contundente y directa con metáforas y narraciones literarias, poniendo al lector de frente y sin escape a las problemáticas sociales que exigen una respuesta.
VIDEO: John Fogerty – I Can’t Take It No More, YouTube (Ivan Obst)
Desde hace siglos, la tristeza ha proyectado una sombra gigante sobre el arte. La poesía, escultura, pintura, novela, música, han creado monumentos impresionantes a tal sentimiento, lo mismo que una corriente subterránea dirigida a exaltarla: el weltschmerz romántico. Como lo atestigua la estética que declaró al dolor espiritual como parte esencial de lo poético.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, quizá ellos —los hacedores de los géneros musicales que tienen a la melancolía como fundamento (del dark wave a alguna variedad del neo folk, entre otros)— se asumen en la súplica desgarrada por una vida extraterrena, en el anhelo por otra realidad sobrenatural.
Ellos viven tal desgarro íntimo y como músicos deambulan mascullando sus penurias. Quizá de cualquier manera tengan que emprender la vagancia imaginaria alrededor de sus desiertos cotidianos, gritando su desesperanza.
A veces juegan a la música distrayendo la pena.
La belleza melancólica de las canciones de Lhasa de Sela, por ejemplo, hechizó al público de todo el mundo desde su aparición en el Festival Lilith Fair de 1997. «Cantar es para mí la búsqueda de una verdad y el intento de trasmitirla», dijo.
Esta artista reunía en su música la introspección y también lo extrovertido.
Pese al carácter universal de sus poemas sonoros abrevó sobre todo en el folclor mexicano con toques de flamenco, música electrónica, tex-mex, música gitana y klezmer (contaba en sus conciertos la historia de su abuelo libanés, que se escondió en un barco con destino a Marsella para huir de un padre que no lo quería), y mostró una madurez y serenidad que no necesariamente se esperarían de una mujer tan joven.
Casi pareciera que Lhasa hubiera querido seguir las huellas de Chavela Vargas, de la cual una canción muy antigua de la tradición mexicana, interpretada por ella, inspiró el título de su CD debut: La Llorona.
Para Lhasa esta pieza y esa intérprete fueron importantes porque emiten una tristeza a la que nadie puede resistirse. “A mí siempre me han gustado las canciones tristes a las que no puedo dejar de oír”, señaló en su momento, y de alguna manera también apuntaló su estilo interpretativo.
Lhasa de Sela nació en 1972 en la localidad de Big Indian, Woodstock, en el estado de Nueva York. Su padre, Alex Sela, un historiador mexicano, escritor y profesor de español en la Unión Americana. Su madre, Alexandra Karames, fotógrafa estadounidense (y quien le puso ese nombre tras haber leído el Libro tibetanode la vida y la muerte). Ella fue la última de las cuatro hermanas que conformaban el cuadro familiar, además de las múltiples mascotas.
Con ellos pasó 12 años desplazándose entre la frontera de México y los Estados Unidos en una casa móvil (más bien un autobús de escuela adaptado como vivienda, sin televisión ni energía eléctrica, agua o teléfono, lo que obligaba a las niñas a inventar sus propias diversiones, como la actuación). Sin lugar a dudas, ese nomadismo como forma de vida, fomentó el andar de su espíritu artístico posterior.
Tenía 13 cuando tomó clases de canto en San Francisco (donde debutó haciéndolo en varios cafés) y empezó a cantar de manera profesional cuando se asentó en Montreal, Canadá, a los 18 años, donde llegó para vivir con sus tres hermanas, que estudiaban en una escuela circense (como funambulista, contorsionista y acróbata, respectivamente, ella lo hizo de payaso).
En aquellos bares donde se presentaba lo hacía con los ojos cerrados y las manos metidas en las bolsas del pantalón, en medio del ruido ambiental y vasos entrechocando. Lo hacía hasta que lograba la atención de los comensales, ebrios o no, y entonces se hacía el silencio para que la atmósfera lograda por ella ocupara su lugar.
Sus cantantes favoritas eran María Callas, Amália Rodrigues, Chavela Vargas, Björk y de forma particular Billie Holiday, quien le causó una profunda impresión cuando la escuchó por primera vez en su temprana adolescencia.
Bob Dylan, Leonard Cohen y Randy Newman, a su vez, la influyeron sobre todo a través de sus textos.
VIDEO SUGERIDO: Lhasa de Sela – De cara a la pared, YouTube (onubufonu) / o Lhasa – La Celestina, YouTube (Docudua)
Además del poder seductor del canto apesadumbrado, la idea artística implica otra asociación. También se relaciona con la tradición arcaica de la plañidera, mujeres de los países mediterráneos a las que en los entierros se les paga por llorar.
Lhasa sostenía que en todas las sociedades le corresponde a cierta canción ese papel, el de expresar el dolor de una cultura: “Entre los gitanos, en los países árabes: en todas partes hay cantantes que entonan canciones tristes. Edith Piaf en Francia, el blues en los Estados Unidos. En todas partes existe la tradición de que la gente se junte para escuchar cantar a alguien que en representación suya expresa su sufrimiento”.
Saltaba a la vista su aproximación a la teoría del drama catártico: «Cuando se ve sufrir a otros, uno no se siente tan solo con su propio dolor». Fue evidente que esta cantante había encontrado la forma de expresión adecuada para sus sentimientos más profundos.
A pesar del reconocimiento y la buena acogida que tuvo su propuesta artística a nivel internacional, la cantante decidió retirarse de la música por un tiempo, para dedicarse al mundo del circo al lado de sus hermanas. Fundó en Europa el circo contemporáneo «Pocheros», en el que trabajó con ellas por espacio de un año. Después de ello se fue a radicar a Marsella, donde compuso mucho material y luego sintió la necesidad de volver a la escena musical.
Regresó a Montreal y llamó al percusionista Francois Lalonde y al pianista Jean Massicotte, quienes arreglaron y coprodujeron junto a ella su segunda obra: The Living Road (2003). Los sentimientos profundos mostrados en su anterior trabajo continuaron en el segundo. Una colección de extrañas y delicadas joyas, cuyas sensibles composiciones pasaron por una instrumentación poco habitual y una ambientación y melodías a lo Tom Waits.
A diferencia de La Llorona, cantado íntegramente en español (ya que amaba el idioma de su padre, al grado que llegó a declarar que “cada frase que logro escribir en español me parece un milagro. La cosa más sencilla me parece tan poética. Siempre siento asombro con esta lengua”), The Living Road contenía canciones tanto en inglés (idioma materno) como francés (de su país adoptivo) y español (paterno). Este disco supuso la confirmación para una de las artistas más creativas y prometedoras del panorama alternativo mundial.
No obstante, el bello velo de tristeza que arropó a sus dos primeros trabajos, inspirados en las influencias de Chavela Vargas o el grupo Taraf de Haidouks, cedió su lugar a una nueva compilación de canciones que, sin romper con el estilo que caracterizó a esta intérprete mexicoestadounidense, la llevó por caminos menos tormentosos aunque igualmente intimistas y melancólicos ante el anuncio y la posibilidad de morir (a finales de 2007 enfermó de cáncer de mama y su salud iba mermando con rapidez). El álbum se tituló sencillamente Lhasa (2009).
Para esta nueva etapa de una carrera, que comenzó más de una década antes, la cantante eligió como estímulo para su alt country y folk de cámara los referentes de Sam Cooke, Al Green y Antony and The Johnsons. El disco fue producido por ella misma y a la vieja usanza: con todos los músicos en el estudio y tocando juntos, sin computadoras y en lo-fi, todo lo cual generó una calidez diferente y poderosa.
Cada obra exige su propio lenguaje. Lhasa lo supo y eligió el inglés en esta ocasión para matizar sus nuevas composiciones. En los anteriores fueron el español, el francés y el inglés, combinados. Para la instrumentación seleccionó la armónica, las guitarras acústica y pedal steal, el bajo, la batería, el piano y una banda comprometida con el tejido de las piezas y su divulgación on tour. Con todos estos elementos, creó melodías tan sencillas y originales como irresistibles. Las canciones así tratadas le resultaron de calidad escanciada y de amplia hondura.
A pesar de la lucha, el cáncer la venció. Lhasa murió a la edad de 37 años el primero de enero del 2010 en Montreal, Canadá.
Lhasa de Sela, con una voz de profundo y oscuro misterio, desgranó en canciones de un extremado intimismo un desgarro carismático en el que las letras se fundieron siempre con la melodía creando un poemario musical breve (sólo tres discos) para oídos en busca de algo suave, fresco, distinto y finalmente perdurable, con el que recordarla siempre.
VIDEO SUGERIDO: Lhasa de Sela – Fool’s Gold (2009), YouTube (armandraoul) / o Lhasa De Sela – Who By Fire, YouTube (arkso)
El poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats dijo alguna vez que «todo arte imaginativo se queda a cierta distancia y esa distancia, una vez elegida, hay que mantenerla firmemente contra un mundo que quiere arrastrarlo». Esa parece haber sido la consigna de la cultura japonesa a lo largo de los siglos.
Sin embargo, con el inicio del siglo XXI, algunos artistas han comprendido que el asunto no es ir contra el mundo sino con su corriente. Y la corriente contemporánea es la globalidad en su mejor acepción: la de compartir.
En este sentido es que surgen artistas como Joji Hirota, quien a través de su música hace que se capten la gracia rítmica, la elegancia, espiritualidad y pompa ceremonial del Japón ancestral.
Pero también la captura de la mirada que alguien como él tiene de los hitos culturales de Occidente (como una muestra de tal mirada está su composición a Macbeth, interpretada por la Royal Shakespeare Company).
La versatilidad de este incomparable multiinstrumentista se muestra en su espaciada y selectiva obra creada a través de tres décadas, en donde toca como solista o con acompañamiento los siguientes instrumentos: la tradicional flauta shakuhachi, las de carrizo, los tambores taiko y los carillones (juego de campanas y tubos de acero) a los que ha agregado los de la electrónica contemporánea.
Joji Hirota nació en Hokkaido, en el norte de Japón, y desde niño mostró sus inclinaciones musicales. A los once años comenzó sus estudios sobre la percusión japonesa tradicional con el maestro Itto Ohba y luego los prosiguió en la Universidad de Kyoto.
En 1972 fue invitado a ser el director y solista del Teatro Rojo de Buddha. A partir de ahí comenzó una carrera incomparable de difusión y aprendizaje.
Cuatro años después grabó su primer álbum, Saharasuara, y un año después el bailarín Lindsey Kemp lo llamó a colaborar como director musical de su afamada compañía de danza.
Desde entonces los viajes se han sucedido por todo el mundo para presentarse como solista, acompañado por su trio Trisan (junto a Pol Brennan de Clannad y el flautista chino Guo Yue, grupo con el que ganó un premio como Mejor Música Instrumental Contemporánea en 1993).
VIDEO SUGERIDO: Kokiriko Bushi / Joji Hirota with Sendai Philharmonic String Ensemble & Friends, YouTube (CCHFILM)
También lo hace con su grupo Tozai, con alguna orquesta o para trabajar en la organización WOMAD (con la que ha estado desde 1986) en la divulgación de la World music, así como también para fungir como músico invitado en infinidad de discos de otros artistas (Peter Lockett, Jah Wobble, Elizabeth Ogilvie, entre otros) o realizar soundtracks para la televisión y el cine.
Para entender la labor de Hirota hay que retroceder hasta prácticamente los inicios del teatro nipón por excelencia, allá por entre los siglos X y XIII D.C. Se trata del arte Nō, una combinación de canto, danza y música cuya diferencia con respecto a otras formas dramáticas más tempranas se basaba principalmente en tener una trama que unificaba aquellos tres elementos.
Gracias a ello sabemos que la música estaba dividida en varios géneros: kangen (ensambles instrumentales), bugaku (música para danza) y canciones y música ritual para las ceremonias sintoístas.
Para todo eso se usaban alrededor de 20 instrumentos. En ciertas ocasiones era música monofónica y en otras muy melódica e intimista, según las circunstancias.
En el disco The Gate, por ejemplo, Hirota evoca toda esta historia musical, de manera fundamental con el uso de la shakuhachi, una flauta de bambú con un hermoso sonido de cualidades etéreas.
Hirota se ha convertido en uno de los más importantes intérpretes de dicho instrumento en el Japón actual. La música compuesta para el álbum lo muestra con una voz bella y expresiva en tal instrumento, e igualmente como un maestro en los tambores taiko.
Los sonidos del músico oriental (ahora incluidos los electrónicos) son verdaderos milagros de sugestión y de creación de agudas imágenes, auténticos modelos de abstracción meditativa y de intercambio cultural entre el pasado y el presente.
Discografía selecta: Saharasurara (King Records, 1976), The Wheel of Fortune (Inner City, 1981), Rain Forest Dream (Saydisk, 1990), The Gate (Real World, 1999), Japanese Taiko (ARC Music, 2004) Japanese Folk Songs (ARC Music, 2007), Japanese Drums (ARC Music, 2009), Suisei-Hanabi (ARC Music, 2011) Japanese Folksongs (ARC Music, 2013).
VIDEO SUGERIDO: Joji Hirota & The Taiko Drummers & Orchestra NdT – Melpignanos 2011, YouTube (mywishLE)
El verano pasado, entre vacaciones y trabajo, lo pasé en Estonia, en Tallín su capital y en algunas otras localidades portuarias del mismo país báltico (Haapsalu, Kärdla y Pärnu). En Tallín, durante una caminata por las calles peatonales del centro de la ciudad, plagada de turistas nórdicos principalmente, me detuve en la terraza de un restaurante para tomarme una cerveza Saku.
Mientras leía un poco de la historia del país en el que tendría que estar un par de meses, repasé la cantidad de invasiones y diversas culturas que han participado en su formación que se remonta al inicio del siglo XI a de C., desde grupos y pueblos prehistóricos, pasando por el nazismo, hasta su independencia de los soviéticos en la última década del siglo XX. Toda clase de religiones paganas y cristianas han permeado su cultura, lo mismo que el comunismo, todo lo cual es manifiesto en su arquitectura, pero no solamente.
Estaba en esas cuestiones, cuando un tipo joven, vestido de negro y con una camiseta de llamativa imagen impresa se paró junto a mí y me preguntó si quería comprar uno de los discos que vendía. “Mi grupo y yo estamos difundiendo la trascendencia espiritual de nuestra mitología con la música para iluminar al mundo”, me dijo. Podía ser interesante, así que lo invité a sentarse y a tomarse algo. Lo hizo. Le pidió al mesero un té de eucalipto.
Antes de que me soltara su discurso le dije que tenía que resolverme primero cuatro preguntas: ¿qué? ¿quiénes? ¿cuándo? y ¿cómo? y después hablar de lo que quisiera y, además, le pregunté si podía grabar lo que dijera. Me afirmó con la cabeza y empezamos.
“Somos un grupo de rock independiente –subrayó–. Nos llamamos Illumenium. Es un nombre que surgió de la conjunción de las palabras “Illuminati” y “Millenium”, una inspiración surgida en un momento secreto del universo. Somos los iluminadores del milenio, con un nuevo mensaje. Llevamos lo inexplicable a los no iniciados (esos que sufren la incertidumbre por lo desconocido –me dijo–). Nuestra música es una amalgama de diversas corrientes del rock: hard, metal, punk y post-grunge, unida a lo esotérico
“Al grupo lo formamos seis músicos, pero en realidad hay más integrantes en la Orden, los que producen, los que diseñan y los que enseñan las prácticas espirituales y filosóficas y los que descubren los poderes latentes en el ser humano: Kari Kärner en la voz, Andre Kaldas, en los gritos y gruñidos, Grigori Rõžuk en la guitarra, Kevin Presmann en la batería, Alo Puusepp en el bajo y Artjom Jevstafjev en los demás instrumentos –no aclaró cuáles–.
“La mayoría procedemos de una banda anterior, Defrage, que se fundó en Pärnu en el 2007. Tocábamos básicamente heavy metal. Grabamos un par de EP’s y otros tantos álbumes. Pero uno de nuestros integrantes murió, así, de repente. Pasamos un tiempo de desconcierto, hasta que supimos que practicaba las artes oscuras, por lo que acudimos a un chamán de nuestra ciudad para saber por qué había sucedido aquel fallecimiento.
“Él nos explicó el incidente (cosa que no te puedo decir –afirmó–), pero además con adivinación nos reveló nuestra misión y destino y entonces decidimos cambiar de nombre. Algunos se fueron –no creían ser capaces del cambio– y otros llegaron –para ayudar–. La concepción musical ya no sería la misma, aunque conserváramos parte del material anterior. Agregaríamos géneros y modos distintos. Así surgió Illumenium, en el 2014, en octubre, el mes mágico.
“Procedemos de una milenaria cultura que vivió en Pulli hace 11 mil años, en el momento en que todos los dioses vigentes se reunieron ahí para construir la ciudad más grandiosa y al mejor hombre. Sin embargo, habían dejado de convocar al creador del Mal, que se presentó con sus pájaros de fuego cuando todo aquello estaba en su esplendor. La única manera de evitar la destrucción fue cubrirlo todo con agua y así tal esplendor quedó sumergido en las profundidades del mar.
“Algunos escogidos fueron enviados a divulgar el conocimiento por toda la Tierra. Nuestro clan permaneció cerca del sitio original en un lugar llamado Sinti y desde entonces nos hemos dedicado a hacerlo con la música a través de las épocas. En ésta –inicio de un nuevo ciclo cósmico— lo hacemos como Illumenium.
“Al principio te dije que somos un grupo independiente. Eso quiere decir que no tenemos patrocinadores, no tenemos contrato con ninguna compañía discográfica y todo el trabajo lo hacemos los miembros, desde la concepción de la música hasta la distribución de los discos que llevamos a cabo de esta manera, acercándonos a la gente y ofreciéndolos por lo que nos quieran dar por ellos. Así sufragamos la gira ininterrumpida en la que estamos inmersos desde el 2015 y con lo ganado por los conciertos que damos reunimos el dinero para la siguiente producción. Hemos publicado dos álbumes, Towards Endless 8 y Gehenna [aquí me anunció que el siguiente sería Underdogs, con otro sonido llamado Hop Hip y aparecería próximamente]. Esa es nuestra historia hasta ahora”.
Le compré los dos discos por el mismo precio que hubiera pagado en una tienda por ellos. No tenía ni idea de cómo sonaran, solo la vaguedad del heavy metal y algunas asociaciones semejantes, pero tenía curiosidad por escucharlos y mi romanticismo quiso colaborar con su espíritu pagano y alternativo, sus legados punk y con su imaginería, un aglomerado de leyendas, regadas con un discurso de vocabulario cuidado y selectivo, que evidenciaba lecturas y conocimientos varios. Ahora sé que en Estonia la historia del rock con lo oculto tiene una secta más, nada clandestina y que, al menos, no busca acabar con el mundo, sino hacer emerger el suyo.
VIDEO SUGERIDO: ILLUMENIUM – MY CHILDREN, YouTube (ILLUMENIUM MUSIC)
Beth Ditto podría haber sido del gusto de Peter Paul Rubens, aquel pintor flamenco, ejemplo del barroco, al que atraían para modelos de sus cuadros las damas de formas exuberantes que se caracterizaban por lo rotundo de sus carnes y la ampulosidad de sus contornos, si no fuera por su actitud.
Es decir, Beth parece una de las desenvueltas bacantes que fascinaban al maestro, más que una pudorosa Gracia de la mitología helénica. Sin embargo, hay dos cosas que la pierden: la mirada salvaje y la actitud.
Tampoco puede ser retratada por Fernando Botero para una de sus famosas esculturas o pinturas. El artista trata de expresar el volumen como una parte de la sensualidad del arte. Darle una coherencia a todas las figuras del cuadro en un deseo de estilo: dar protagonismo al volumen exaltado con el color y las formas.
Beth Ditto, por su parte, tiene en sí la desproporción de lo real y la necesaria distorsión volumétrica, pero carece del tono naïve tan caro para el artista colombiano. Es demasiado procaz y ríspida. Lo que ella exalta de su cuerpo, de su persona, es su “boca vaginal”, como ella misma la definió alguna vez.
Así que, rechazada hipotéticamente por esas escuelas artísticas, encontró un mejor acomodo en la plástica de la cultura emanada del punk, eso sí en su lado más indie, el dance alternativo. Y lo hizo como integrante y líder indiscutible del grupo Gossip (desde 1999 hasta la fecha en diferentes periodos).
La palabra “gossip” puede ser usada en el idioma inglés como sustantivo y como verbo y viene a significar lo mismo: chismorrear. Y eso es lo que le encanta a Beth, tanto que ha captado, desde entonces, tanto los reflectores de la escena musical como de la moda y el glamour –sí el glamour— en una fenomenal contradicción a la que la cantante considera “de lo más punk”.
Gossip, con Beth en la voz, Brace Paine en la guitarra y teclados y Kathy Mendoca en la batería, tuvo sus inicios en 1999 en Arkansas. Comenzaron como banda de garage, cruda y energética, luego adoptaron el punk blues, grabaron tres discos mal hechos (como That’s Not What I Heard o Movement, por ejemplo) con sellos underground, con estética feminista y sentido del humor.
Conocieron la pobreza y el rechazo ante sus posturas radicalmente lesbianas y recorrieron los circuitos pergeñados para su estilo. En el 2003 la baterista se hartó de la precariedad y dejó al grupo por una carrera más estable. Entonces se unió a ellos Hannah Blilie, a aquella le siguió Paine, el cual fue sustituido por Nathan Howdeshell.
El trío se decantó por el dance punk y en el 2006 obtuvieron éxito con “Standing in the Way of Control”, una pieza que se convirtió en el sencillo y título de su siguiente álbum, el cual supuso un bombazo en Inglaterra, sobre todo. En tal tema Ditto manifestaba una respuesta a la política antimatrimonios homosexuales de parte del entonces presidente Bush.
VIDEO SUGERIDO: Gossip Standing In The Way Of Control Live Letterman 2008, YouTube (tontosporcientos)
El tema se convirtió en un himno para las comunidades con dichas preferencias. Al año siguiente la revista Love, así como la británica New Musical Express sacaron desnuda a Beth en sus portadas.
El mundo la conoció, ella le chismorreó su lesbianismo con lujo de detalles. Los modistos de renombre se apresuraron a vestir sus más de cien kilos y a pasearla por las alfombras rojas. Se convirtió entonces en referente de las pasarelas y el cat walk. Pero ¿y la música?
Ésta, que hasta entonces había sido una vida paralela más que nada, cobró su importancia real cuando el material en bruto fue moldeado y pulido por el icono de la producción, Rick Rubin, quien para estrenarse como copresidente de la compañía discográfica Sony Records eligió a Gossip para producirlo y lanzar globalmente su propuesta.
Rubin apostó por la buena música que había escuchado en un concierto en Los Ángeles del grupo. Lo firmó para la subsidiaria Music With a Twist, que tiene como objetivo a los artistas del término LGBT (lésbico, gay, bisexual y trans), y grabó con ellos el irónico Music For Men, disco lanzado en el 2009 (con la cara de la andrógina Hanna Blilie en la portada).
Surgió entonces todo el poderío vocal de Beth Ditto y el impetuoso sonido del grupo: un aglomerado de indie punk-soul, ajeno a los cánones, que en su hechura lleva ya una gran suma de leyendas: la de los estudios Shangri-La, el trabajo de Rubin y la picardía de una rolliza Gracia griega arropada por un cotilleo sustancioso.
Luego, pasaron tres años antes de que apareciera su intrigante siguiente trabajo, A Joyful Noise. Su quinto álbum grabado en estudio y producido en esa ocasión por Brian Higgins, responsable de algunos trabajos de Kylie Minogue o Pet Shop Boys.
El single del mismo fue“Perfect World”, que hizo honor a la estética gótica de la portada del disco. Ditto y sus acompañantes se cuelan en una iglesia, entre ruinas, velas, llamaradas y hombres en ajustadas mallas que se enfrentan entre sí con movimientos de danza clásica y lucha libre.
A Joyful Noise mantuvo la esencia punk de su anterior trabajo, Music For Men, con el que llegaron a vender más de un millón de copias superando todas las expectativas. Su mezcla de soul, gospel, rock, funk, disco (todo a la vez) continuó triunfando en los extramuros de su patria estadounidense (hasta que en el 2016 Ditto anunció la desaparición del grupo y su lanzamiento como solista, luego han vuelto a reunirse en dos ocasiones).
Lo mismo que su desmesura en las internacionales alfombras rojas y pasarelas, un mundo tan ávido de carne fresca en el que su famosa gordura, tan expuesta además de atípica, ha conseguido a los ojos de los modistas imponer la “belleza de su volumen”. Una belleza que ha encontrado su nicho, no en la pintura o la escultura, sino en las páginas de papel couché de revistas femeninas tan obsesionadas siempre con el prurito excluyente de la delgadez.
VIDEO SUGERIDO: The Gossip – Careless Whispers Live!!!, YouTube (natedawgtutt)
El dúo que integra la base del grupo Gare du Nord, el belga Barend Fransen (alias “Inca”, en los teclados, sax y voz) y el neerlandés Ferdy Lancee (alias “Doc” Dinant, en las guitarras y voz), le imprimió diversidad al concepto de su nombre en más de un plano.
Como músicos, DJ’s y productores del dance floor electrónico vieron en el título de su proyecto gran variedad de vasos comunicantes, los cuales a su vez serían las diferentes capas que construirían su sonido en el hipermoderno siglo XXI: multigenérico, intercultural y pleno de atmósferas y texturas tan rítmicas como relajantes, creadas en el ya mítico Real People Studio.
Los binomios son su sostén y razón de ser y contienen lo abarcado entre el blues y el jazz electrónico; el estadio cool de Miles Davis y la emotividad de Marvin Gaye (es decir, terciopelo y soul) y el mundo que habita entre la artificialidad neo Disco del desfile de modas y el esteticismo del film noir francés.
El común denominador de todo ello es el sexo, que como un tren cargado de albricias llega o parte de la estación que le da nombre al grupo, incluyendo —claro está— sus zonas hoteleras de aventuras de pronóstico reservado.
La geografía en la que se ubica el dúo tiene su punto medio en la estación norte de Bruselas, la capital de la Unión Europea y su abigarrado cosmopolitismo. De la que extraen la metáfora de los destinos diversos: La Haya, Ámsterdam, Colonia, Londres, Berlín, Munich, Marsella y Milán, entre otros.
De esos otros, tomaron París como el primer destino de su viaje musical. El sonido de los rieles lleva a la Gare du Nord parisina y a la vida de esta ciudad que permea su debut discográfico: In Search ofExcellounge (2001), en el cual manejan los contenidos como un manifiesto estético plurifuncional.
En él, con la pieza “Pablo’s Blues” —el sencillo que los catapultó— refuerzan el cauce del tan antiguo como contemporáneo sonido del Delta con el flujo del impulso electrónico. Para ello samplean al legendario Robert Johnson y le dan protagonismo a la guitarra slide de la que fuera maestro indiscutible. El blues como principio de todo.
Y ellos lo saben: que Robert Johnson tocaba una música que decía cómo eran las cosas; cantaba como un perro desgraciado aullando por una perra en celo. Un “valium blues”, como lo denominaron y al que manejaron con sutileza para lograr matices endiablados en ese nuevo cruce de caminos para el blues, el trad jazz y las múltiples posibilidades de la electrónica.
Y si Excellounge tuvo a la capital francesa como inspiración (con las seductoras sonoridades y exquisitas atmósferas emergidas de su lenguaje, clubes, personajes, pasarelas, calles y habitaciones), en su segunda entrega, Kind of Cool (2003), la pareja de músicos y productores se encargó de mostrar el cosmopolitismo en todo su esplendor.
VIDEO SUGERIDO: Gare du Nord – Pablo’s Blues, YouTube (Geepereet)
Su leitmotiv, además del omnipresente Johnson, fue el mood del Miles Davis cincuentero. El estilo cool como pasaporte al mundo, paseándose por Memphis, Londres, Berlín, Katmandú y Bruselas.
En los tracks que lo componen hay un andar discreto, sabroso, que discurre tranquilo por un turbio retro-disco neoyorquino para llegar luego a un sofisticado chill out centroeuropeo y finalmente al relajamiento con el sensual downtempo mediterráneo. Envuelto todo en la calidez y satinado con la marca de la casa: “Sold My Soul”, el ejemplo.
El siguiente paso fue crear el imaginario club. Doc & Inca habían puesto sus señas en el mapa y a él invitaron a músicos de la talla de Erik Truffaz. La clave del trompetista francés celebró el primer lustro de la fantasía del escenario fundado por los benelenses.
Éstos durante ese tiempo ya habían dado muestras de ser partícipes de la nueva percepción musical europea —a la par de propuestas como la de los austriacos Kruder & Dorfmeister; de los alemanes De-Phazz, de los noruegos del sello Jazzland, de los suizos Yonderboi o de los suecos Koop—. Se habían integrado al diálogo con la comunidad tanto como al trasatlántico.
El concepto “Club” se había extendido con múltiples propuestas. Gare du Nord creó el sonido de su propio Club (2005) en el contexto del cambio cultural del nuevo siglo que afectaba a todas las artes. Originaron un estilo que iba por rutas ignotas y ritmos felices de encontrarse. En el camino, de paso, rindieron tributo a los pioneros del sonido FM, Steely Dan, con “Go Back, Jack!”. Hipermodernismo puro.
La esplendorosa alfombra tejida atrajo a la crema de los sellos del jazz: Blue Note Records, que los firmó en noviembre del 2007 y a la que en seguida le solicitaron sus requerimientos: libertad creativa, rediseño de sus portadas y el permiso de usar el master original de «Sexual Healing» de Marvin Gaye, para trabajar en él. Todos sus deseos les fueron concedidos.
Y bajo su manto aparecieron los 13 tracks del dúo de libertinos: Sex’n’Jazz, Vol. 1 of a Love Trilogy. El digipack que los contiene porta la firma de la famosa diseñadora de moda Marlies Dekkers, quien captó en imagen las sensaciones.
Como invitados aparecieron el sensual canto de la italiana Dorona Alberti, Paul Carrack, brillante cantautor del rock británico, y la voz sampleada de Marvin Gaye, el hito del soul.
El aura de Miles Davis con Ascenseur pour l’échafaud sirvió de referente para este film noir musicalizado. En él se citan los protagonistas con los cuales labora el dúo: sexo y jazz.
En el 2009 editaron Love For Lunch, en el que reúnen sensualidades varias para llevar a cabo un almuerzo voluptuoso entre sedas y satines de cinco estrellas, al estilo cinematográfico de las películas de Bond… James Bond.
Al finalizar la primera década del siglo XXI apareció Let’s Have a Ball, la fiesta privada en pareja, en donde la suntuosidad de dicha posibilidad materializa la sofisticación de las colaboraciones con Norah Jones, Urban Jazz Rebels o Cassandra Wilson. El resultado corre a cargo de la imaginación del escucha.
VIDEO SUGERIDO : Gare du Nord You’re My Medicine (live), YouTube (philipjobo)
Al inicio de la primera década del siglo XXI, el jazz se planteó un reto a futuro: ¿sería posible hacer algo nuevo tras más de cien años de existencia como tal?
La contestación no se hizo esperar. El futuro llegó rápido y cargado de propuestas. Y lo hizo desde el lugar menos esperado: el Viejo Continente. De ahí han surgido los nuevos alquimistas para el género: conocen, respetan y utilizan el pasado, pero tienen ofrecimientos para el hoy.
Ejemplo de una de esas propuestas son los llamados “Modern Germans”, esos nuevos músicos alemanes que como buenos hipermodernos han asimilado la tradición, su esencia, pero están aún más inmersos en el avance. Viven y conviven con diversas eras en el espacio temporal actual.
Y ya no son músicos exclusivamente, sino una generación distinta de hacedores: DJ’s, compositores, mezcladores y productores, huestes alimentadas con la rítmica del mundo (world beat) y vitaminadas con la instrumentación tecnológica más adelantada.
Si en su reciente historia los alemanes habían creado el jazz de cámara, donde lo clásico y lo acústico se definían en relación con el silencio y participaban de la calidad de éste (con el Third Stream de Günther Schuller), ahora se han conectado, definido su estilo en relación al sonido y participado de la calidad de éste vía las facetas acústicas o electrónicas.
El grupo que mejor representa esta última faceta es De-Phazz. Y lo hace con distintas capas: una, que puede ser el bebop reanimado vía intravenosa con el hiphop que se convierte en acid jazz; otra, una solución del cool de Miles Davis aderezado con éxtasis y beats del house para volverse e-jazz; y éste, interpretado en su corriente más identificable: downtempo-electro-lounge o, más sintetizado: del-jazz.
La sofisticada geometría de este triángulo sonoro es una marca de patente de De-Phazz. En lo musical surgió como una corriente, avanzó a movimiento y ha evolucionado a subgénero.
En la actualidad, el del-lounge es una variación del house que se diferencia del chillout principalmente porque que es sobre todo bailable y está compuesto con sucesiones armónicas de jazz.
Es una mezcla de e-jazz con las medidas exactas de los soft y long drinks de los latinrhythms, a base de exóticos cocteles hi-fi y elegante estética retro con el mejor gusto.
El eclecticismo de estos alemanes abarca, además de lo contemporáneo ya citado, músicas originarias en las décadas de los 50 y 60, jazz tradicional, swing de big band, chachachá, drum’n’bass, mambo, reggae, trance, ragas, pop, lounge, world beat, blues, soul, cajas de ritmos, cuts y grooves cariboasiáticoafricanos, sonoridades atmosféricas y ambientales, el remix (con toda su magia ubicua en el tiempo y el espacio).
Destaca su uso del mambo, ese ritmo afrocaribeño que es una experiencia urbana definitiva (que ejemplifica la globalidad del momento en que se difundió) con su increíble complejidad polirrítmica, politonal, y suma de múltiples transculturaciones. Es un ritmo que alberga la capacidad de provocar, con extrema facilidad, la descarga emocional que los griegos llamaron “catarsis”. De ahí que Federico Fellini lo haya incluido en su película La dulce vida: el summum estético de todo lo mencionado.
Pero, sobre todo, el eclecticismo de De-Phazz abarca el infinito poder de la imaginación de su líder y mente maestra: Pit Baumgartner, así como su credo primigenio sobre la belleza. Y todo con el fin último de poner literalmente a todo el mundo a disfrutar. Un deseo de cualquier época.
VIDEO SUGERIDO: De-Phazz & The Radio Big Band Frankfurt “The Mambo Craze”, YouTube (monophonicsoundz)
Haber evolucionado de esta manera ha hecho que el jazz haya seguido extraordinariamente en contacto con la fuerza impulsora de sus orígenes: la mezcla.
El del-jazz, como el jazz en general, es cualquier cosa menos un estilo hermético. Lo que hace de él una cuestión artística vital es su asombrosa capacidad de absorber la historia de la que es elemento incuestionable; sabe usar alguna de sus partes o una variedad de ellas al mismo tiempo, brindando siempre bebidas sonoras frescas así como el planteamiento de nuevas preguntas sobre el porvenir.
En el mundo en general, las sociedades avanzan en el vacío sobre el sentido último del ser humano. ¿Qué se le va a hacer? Cada uno tiene que resolver su quo vadis personal.
Para evitar la depresión por las esperanzas frustradas en el acontecer cotidiano, los artistas de clubes y salones europeos han proporcionado una respuesta ante la crisis: la construcción del placer mediante la música de baile o el relax de la escucha nítida y persuasiva.
El del-jazz encarnado por De-Phazz es, pues, además de un estilo con más de una década de existencia, una metáfora epistemológica de la contemporaneidad que busca precisamente al sujeto y su sentido como ente hedonista.
Los integrantes del hoy octeto (Barbara Lahr, Karl Frierson y Pat Appleton, han sido los miembros más constantes) han echado mano del jazz en su antigua sabiduría para intentar hacer feliz a la gente de las tribus cosmopolitas. Proporcionándoles un artefacto cultural sensible que se hace vida en la práctica con el movimiento de su satín sonoro.
Y para todo ello De-Phazz se ha ayudado de las herramientas y los mecanismos que utilizan las nuevas escuelas del sonido, de los lenguajes y técnicas del down tempo, del trip hop, de los instrumentos inventivos de la electrónica contemporánea, para facilitar con su reunión tanto los procesos cognoscitivos como los emotivos que, junto a la solera de sus brebajes más añejos, están en la base de la formación del urbanita del siglo XXI.
La verdadera función de sus hermosas piezas y líneas melódicas es servir como recurso para mostrar rítmicas, timbres, texturas y colores. Es un viaje al sonido en el sentido más lúdico del término, uno de los múltiples viajes propiciados por la música nacida del maridaje entre los organismos y las máquinas. Es un arte que transforma en música al entorno.
El puñado de discos que llevan hasta la fecha (Living Some Dreams, Godsdog, Detunized Gravity, Death by Chocolate, Daily Lama, Plastic Love Memory, Natural Fake, Days of Twang,Big o Lala 2.0, entre ellos) está marcado por la fascinación y el atractivo de las ingeniosas combinaciones.
Baumgartner, su dirigente, ha hecho de cada tema de los discos cocteles maravillosos que son un disparo al corazón, besos ligeros o instantes de embelesamiento, arropados en mezclas asombrosas y con el destilado rítmico de laboriosa sencillez.
Y como sucede con las buenas preparaciones, los sentidos danzan alegres hasta el final de la música, dejando al degustador pletórico y ahíto. Con la sensación de haber rozado lo perfecto, un espejismo de consoladora armonía, un atisbo de orden atmosférico con la belleza sonora que lo enmarca todo.
Lo dicho: De-Phazz es un coctel nu-chic para el ser hedonista que lo prefiere Shaken, not stirred (mezclado, no agitado), como diría Bond…James Bond.
VIDEO SUGERIDO: De-Phazz / Live In KYIV, YouTube (tepper23)