PRIMERA Y REVERSA: ALICE RUSSELL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

CORAZÓN LLENO DE ALMA

Los ingleses lo han vuelto a hacer y en grande, como siempre. Con una especie de tirabuzón histórico los británicos han retomado una y otra vez las músicas desechadas u olvidadas que los estadounidenses suelen relegar en los áticos o sótanos de su música popular.

 

Revisitan dichas músicas y les dan la vuelta de tuerca justa para canalizar y desarrollar nuevas corrientes, movimientos y hasta géneros. La primera de estas manifestaciones se dio en los años sesenta con el rock and roll, el surf y los girly groups. En la Gran Bretaña los jóvenes los retomaron y crearon el Merseysound y el Londonbeat generando la Ola Inglesa.

 

En los setenta, grupos como MC5, New York Dolls y Ramones sufrían la penuria y el desprecio en la Tierra del Tío Sam, que los hacía desaparecer, los ridiculizaba y los remitía a los agujeros más recónditos. Sin embargo, cuando los oriundos de Albión los escucharon, reconocieron su valía y los convirtieron en legado definitivo para su propia interpretación del punk (Sex Pistols, Clash, etcétera), misma que lo convertiría en un género histórico de influencia incalculable.

 

Lo mismo sucedió con el house y el hip hop primarios, que serían transformados en acid jazz y trip-hop en las islas británicas durante la década de los noventa.

 

En el nuevo siglo ha sucedido algo semejante, pero con un género antiguo y tradicional: el soul. Una vertiente de la música afroamericana que tuvo entre sus iniciadores a Ray Charles, James Brown y Sam Cooke, así como entre ellas, a Aretha Franklin, Mable John y Carla Thomas, por mencionar algunos nombres.

 

Este gran cauce artístico se fue diluyendo con la imposición de la música Disco y el posterior contubernio de la industria con la radio y los productores (que inventaron los términos “neo soul”, “urban” y “R&B contemporáneo” para satisfacer sus necesidades de dinero, rating y popularidad) quedó en débil acequia.

 

Y mientras en la Unión Americana Solomon Burke, Sam Moore, James Hunter, Betty LaVette o Sharon Jones sobrevivían apenas en tugurios y clubes ínfimos, en Inglaterra sus intérpretes nuevamente retomaron al género, le sacaron brillo, dinamitaron los diques y la enorme corriente volvió a fluir para sonrojo de los escuchas estadounidenses, quienes descubrieron en sus estrellas (Whitney Houston, Janet Jackson, Mariah Carey, et al) la falta de nervio, de pasión, de riesgo, de pulsión sexual, de vida finalmente. Y conocieron entonces los nombres de quienes sí les daban a probar todo ello.

 

Con la reciente invasión británica llegaron cargadas de soul mujeres jóvenes, no negras, impetuosas y con un rico bagaje de influencias, pero sobre todo con la verosimilitud que requiere la interpretación de un género semejante: Joss Stone, Amy Winehouse, Duffy, Adele y Alice Russell. La primera con una voz fresca, sensual, gruesa y con amplitud de la gama estilística. Duffy es el soul clásico, pero sin nostalgia. Adele, por su parte destacó con la desnudez de sus arreglos y las baladas melancólicas. La Winehouse fue un fenómeno que vibró al son de sus particulares infiernos y desgracias.

 

 

Alice Russell, a su vez, es una excepcional compositora y cantante que en cada interpretación hace alarde de una garganta privilegiada y arrollador poderío. Es tan excéntrica (prefiere los públicos minoritarios, tiene una formación musical en coros y orquestas y gusta de la independencia, por lo que creó su propio sello discográfico Little Poppet) como hiperactiva (ha sido parte de grupos como Bah Samba, la Quantic Soul Orchestra, Kushti, Dublex Inc., The Bamboos y Natural Self, entre otros). Y tras más de una década de foguearse en el circuito de clubes británico y europeo decidió lanzarse como solista en el año 2004.

 

Musicalmente se le puede comparar con Aretha Franklin por el timbre de voz; sin embargo, ella se siente más afín con Jill Scott, y sus registros le permiten moverse con soltura lo mismo en el soul que en el jazz, el blues o el gospel.

 

En ella se reúnen el Motown, Stax, el dance, el acid jazz, la electrónica, el downtempo, el funk, el r&b y el carisma que distingue a las souleras de cepa. Alice recoge toda la herencia, sin nostalgia, y la hace suya con unas letras que rebosan cotidianidad, estampas de abandono o melancolía, guiños al sexo y a la vida mundana sin tapujos. Y a pesar de todo ello era la menos conocida de todas.

 

Alice Russell tiene en su haber EP’s, con recopilaciones de tracks donde ha colaborado con otros artistas y dos álbumes: My Favourite  Letters y Pot of Gold, donde muestra el abanico trepidante de sus capacidades con viveza y frescura.

 

Eso sí, sus versiones de “Seven Nations Army” (de los White Stripes) y “Crazy” (de Gnarls Barkley) definitivamente han hecho cambiar su status minoritario. Posee la energía para fluctuar entre la tradición y la modernidad sin menoscabo alguno. Es el soul eterno, cantado por un corazón lleno de alma, con carta de identidad contemporánea y legítimo certificado de autenticidad.

 

Con el siglo, pues, nació un estilo musical que recoge el soul clásico y lo pone una vez más en la palestra con nuevos tonos y significados. Hoy por hoy es en Inglaterra donde surgen las mejores exponentes de dicho sonido.

 

VIDEO: Alice Russell – Crazy, YouTube (Alice Russell)

 

 

 

 

HITOS: THE VELVET UNDERGROUND (IV)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

LA PLASTICIDAD DEL SUBTERRÁNEO

 

En retrospectiva resulta controversial y difícil de precisar si el apoyo de Andy Warhol benefició o perjudicó la trayectoria del Velvet Underground. Quienes tenían a Warhol por charlatán le achacaban al grupo la misma “monotonía” como a las películas de Andy. Los representantes del otro bando, que adoraban a Warhol como a un genio, también le adjudicaban al grupo el mérito de la creatividad.

 

La aportación de Warhol al ascenso del Velvet se entiende mejor al leer entre líneas lo que expresa el álbum Songs for Drella, el tributo de Cale y Reed para su difunto patrocinador que se editó en 1990. A pesar de su vasto consumo de drogas Warhol fue también un workaholic y su disciplina contagió a otros.

 

Para alguien con el instinto periodístico de Reed, conocer a los personajes excéntricos de la Factory de Warhol fue un auténtico regalo. Con su glamour, androginia o simple estado de descomposición personal, habrían de poblar sus canciones durante muchos años.

 

Existen un sinfín de anécdotas en torno al Velvet y Warhol; algunas de ellas sin duda formarán parte del libro inédito que Sterling Morrison estaba escribiendo antes de morir, el cual llevaría el enigmático título The Velvet Underground Diet. Por ejemplo, la historia de un congreso para psiquiatras en el que Warhol supo colocar una presentación del grupo. O del cerdo al que pintó (al cerdo no le pareció importar) para juntar el dinero necesario para comprar una máquina que arrojara burbujas de jabón hacia el público.

 

De todas las críticas que llovieron tras las primeras presentaciones del Velvet en 1966, en el Dom de Nueva York y luego en el Trip de Los Ángeles (y esa fue otra histora), y que el grupo tuvo el placer perverso de reproducir en la funda de su primer álbum (realizaron su selección entre las más virulentas, y tuvieron de dónde escoger), la de Los Angeles Magazine fue la que más se acercó a la verdad: “Después de que el Titanic se estrelló contra un iceberg no se había conocido un choque semejante hasta que el Exploding Plastic Inevitable detonó sobre los espectadores en el Trip”.

 

Independientemente de lo que pueda tener de fascinante relacionar de esta forma dos acontecimientos, así como la efímera visión de “All Tomorrow’s Parties” ejecutada bajo el hielo, la evocación de un choque sin duda ubica de la manera más justa el origen de lo que seguiría, un hecho portador de consecuencias relevantes.

 

En el momento de los conciertos del Trip, a comienzos de 1966, el Velvet había hallado una personalidad definitiva. Tocaron sus canciones, con los amplificadores puestos a la máxima potencia (obsesión sinfónica de John Cale), delante de una pantalla en la que se proyectaban, en medio de montajes de luz, las películas de Warhol pero también de Paul Morrissey y Gerard Malanga, este último fingiendo inyectarse con una pluma durante la interpretación de “Heroin” (“todo mundo pensó que era una jeringa”) e improvisaba una danza con un látigo, durante “Venus in Furs”, antes de besar las botas de cuero negro de la otra bailarina, Mary Woronov. “Kiss the boots of shiny shiny leather, shiny leather in the dark…” Enmedio de un show multisensorial bautizado “Exploding Plastic Inevitable” por Morrissey.

 

 

SUBLIME & ETERNO

 

Lo que hubiera podido ser sólo un truco alucinante más bien se convirtió en algo inaudito, y ahí es donde el choque adquiere todo su sentido. El primer álbum también tuvo esta cualidad. The Velvet Underground & Nico, bajo la firma de MGM después de haber sido rechazado por Atlantic (“no queremos canciones sobre drogas”) y por Columbia (“no queremos violas”), abre con un aire de paranoia, de cajita de música y de mañana íntima (“Sunday Morning”, cantada por un Lou Reed en plan de querubín) y continúa, bajo una luz color amarillo sucio, por rumbos, huidas y desgarramientos diversos.

 

Una guitarra que serrucha los nervios con su frenesí ácido y el alto volumen de John Cale rasgan la decoración con un sonido tan cortante como un grito inhumano (a este respecto, evocar la uña sobre el pizarrón sigue siendo la comparación más precisa) en el que adquieren forma motivos hipnóticos. El álbum, que lento ha preparado su culminación, termina con un himno a la destrucción cuyas palabras son sustituidas por el ruido de vidrios rotos.

 

VIDEO: The Velvet Underground – Heroine, YouTube (The Velvet Underground)

 

 

 

 

RAMAJE DEL ROCK: ROCK DE GARAGE (IV)

Por SERGIO MONSAVO C.

 

 

Al comienzo de los años cincuenta, las baladas y los cantantes melódicos dominaban la escena estadounidense. Sin embargo, los adolescentes blancos estaban desesperados y dispuestos a oír una música que expresara cómo se sentían. Los negros contaban con el rhythm and blues.

 

En julio de 1954, Elvis Presley, a los 19 años, grabó «That’s All Right, Mama» y «Milkcow Blues Boogie». En esas legendarias sesiones en los estudios de la Sun Records, Elvis se detiene después de ocho compases de una versión hillbilly y dice al guitarrista Scotty Moore y al contrabajista Bill Black: «Alto ahí, amigos, esto no me conmueve. Vamos a clavarnos de verdad en esto».

 

En ese momento deja de ser el cantante country sometido a la delicadeza del gusto blanco, y se trasforma en el histórico Elvis, conectándose al ritmo que bullía por todo el bajo fondo sureño estadounidense.

 

El rockabilly era música country (de extracto hillbilly y bluegrass) mezclada con el temprano rock and roll de Bill Haley —calcado del rhythm and blues de los artistas negros—. Era un estilo acústico novedoso, de guitarras veloces, inéditas, ansiosas; con un ritmo nervioso, distintivo y minimal en la batería y acentos en el beat remarcados con un singular contrabajo (el llamado string bass) tocado con la mano abierta.

 

Uno o más de sus elementos se utilizarían a lo largo del desarrollo del rock con más o menos énfasis, dependiendo de la corriente a la que pertenecieran. El rock de garage ha retomado los tres en algunas de sus subdivisiones, electrificándolos, matizándolos y elevándolos a la categoría de característicos o como parte de su conglomerado musical.

 

Técnicamente, el sonido se caracterizaba, además, por un generoso uso del eco, que habían implementado los precursores de la producción de sellos independientes: Sam Phillips con Sun Records y Leonard Chess con Chess Records, quienes propiciaban lo acústico «hecho en casa”.

 

 

Esa música, el rockabilly, fue lanzada por pequeñas compañías independientes y se convirtió en fortísima competencia para los editores y cantantes tradicionales. La llegada del disco de 45 RPM en sustitución del de 78 facilitó todo eso.

 

Los adolescentes del primer lustro de los cincuenta no estaban dispuestos a aceptar la música de sus padres. El rockabilly les sirvió de estimulante Ya tenían estrellas de cine con quienes identificarse: James Dean, el rebelde sin causa, víctima de la incomprensión adulta; y Marlon Brando, el motociclista vestido con chamarra de cuero negro y pantalones vaqueros de la película El salvaje, estrenada en 1953, donde le preguntaban: «¿Contra qué te rebelas?» Y él decía: «Respóndete tú mismo; digas lo que digas, acertarás».

 

Gene Vincent, con «Be Bop a Lula», alcanzó el número 9 de las listas de popularidad en 1956. Él y su grupo The Blue Caps se convirtieron en toda una atracción. A la mitad de la década, los jóvenes querían una música que fuera estridente y rítmica, con un ritmo que pudiera marcarse con el pie y permitiera bailar. Se buscaba el regocijo transitorio, escapar de la monotonía de la vida cotidiana y de las sombrías perspectivas de un futuro que no ofrecía posibilidades de cambio.

 

Sin embargo, la fatalidad le permitió al rockabilly sólo cinco años de vida como tal. Hacia finales de los cincuenta, Gene Vincent tuvo un accidente automovilístico y quedó tan lesionado que no volvió a ser el mismo; igual le sucedió a Carl Perkins.

 

Elvis Presley fue llamado a filas y ahí terminó su época rebelde. Buddy Holly falleció en un avionazo y Eddie Cochran murió al estrellarse en su coche. Ésta sería parte de la primera gran crisis en la historia del rock and roll.

 

Sin embargo, el legado del rockabilly ahí está, tan fresco como el primer día y si no que lo cuente Brian Setzer, su gran revivalista de los años recientes.

 

El rockabilly fue la gran aportación blanca a la mezcla que significó el rock and roll. 

 

VIDEO: Elvis Presley…Thats Alright (Mama) – First Release – 1954, YouTube (V.A. Hoss)

 

 

 

 

BABEL XXI – SINOPSIS (146)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(726-730)

 

 

BXXI-726 THE ROLLING STONES (III)

 

El álbum Out of Our Heads de 1965 (con siete tracks propios y cinco versionados) irradia una importancia trascendental, ya que contiene un par de los temas más destacados en el acontecer del grupo. La grandeza de esas canciones radica en la capacidad de sus dos autores para expresar nuevas sensaciones y atmósferas a través de textos memorables y riffs instrumentales distintivos.: “The Last Time”, primero, se convirtió en su primer éxito mundial, gracias a su cadencia hipnótica y por su intensidad interpretativa; y “Satisfaction”, por su parte, la cual  se erigió en su consagración y los llevó a ser considerados como uno de los grupos más importantes del planeta (lugar que ya no abandonarían jamás).

 

VIDEO: The Rolling Stones – (I Can’t Get No) Satisfaction (Official Lyric Video), YouTube (ABKCOVEVO)

 

 

BXXI-727 CAETANO VELOSO (REMAKE)

 

El temperamento adolescente de Caetano Veloso lo ha vuelto a hacer. Si en los años sesenta creó el tropicalismo brasileño para escándalo de los sambistas ortodoxos, en la decena inicial del siglo XXI le ha vuelto a llevar la contraria ahora a sus propios puristas: cambió el tropicalismo por el rock alternativo. El nuevo perfil del Veloso rejuvenecido acepta el rock alternativo y la adopción de algunos de sus procedimientos dentro de un novedoso estilo carioca. Aquel dicho conservador de que al perro viejo no se le pueden enseñar nuevos trucos queda una vez más mal parado. Rodeado de una nueva generación de músicos crea originales melodías para hablar del sexo, del amor y de la política mundana.

 

VIDEO: Caetano Veloso Cê Ao Vivo – Deusa Urbana, YouTube (Alecaxito)

 

 

BXXI-728 MARCEL PROUST

 

“Fue un novelista muy especial, le dije a Ulises, pero también fue un rockero adelantado”, le espeté. Me miró un tanto asombrado y dijo que a Proust se le imaginaba de varias maneras. Como un autor romántico, fatal, decimonónico, “pero definitivamente no me lo puedo imaginar como rockero”, aseveró. Le recordé que el buen Marcel había escrito algo al respecto diciendo que aun desde el punto de vista de las cosas más insignificantes de la vida, no somos un todo constituido materialmente, idéntico para todo el mundo y de cuyo contenido pueda cualquiera limitarse a tomar constancia como si se tratara de un pliego de cargos o un testamento.

“Nuestra personalidad social –escribió- es una creación del pensamiento de los demás”.

 

VIDEO: The Jayhawks – Lovers of the Sun, YouTube (The Jayhawks)

 

 

BXXI-729 THE BIG BANDS (SWING)

 

Cada banda tenía su propio enfoque. Llamó la atención que muchos conjuntos eran más «hot». Esto significaba que la música era más «jazzeada», había más espacio para la improvisación solista y la sección rítmica intervenía con mayor solidez. Los grupos hot más importantes de este tiempo fueron las big bands de Fletcher Henderson, Jean Goldkette, Red Nichols, Ben Pollack y Duke Ellington. A manera de contraste, las alineaciones inspiradas en el estilo de Whiteman se denominaban sweet. Es posible apreciar, por lo tanto, que el nacimiento de la big band tuvo dos fases: primero el jazz sinfónico de hombres como Ferde Grofe y Paul Whiteman y luego el hot de diversos directores de grupo.

 

VIDEO: Duke Ellington, “Take the A Train”, YouTube (morrisoncoursevids)

 

 

BXXI-730 THE ROLLING STONES (IV)

 

En lo individual, Brian Jones, por su parte, resplandeció en su cumbre creativa como multiinstrumentista, mientras Keith Richards se encargaba de tocar todas las guitarras. Jones, una y otra vez realizó aportaciones sorprendentes a través del disco Aftermath. Experimentó con una amplia gama de instrumentos étnicos como el sitar, el dulcimer de los Apalaches, marimbas, arpas y el koto japonés, que contrastaron espléndidamente con las composiciones de folk, pop, country, blues y rock, resultando así una mezcla diversa de estilos musicales, que elevó el nivel musical del grupo. No obstante, él comenzaba a dar signos de distracción y alejamiento, con una conducta cada vez más errática.

 

VIDEO: Paint It Black – The Rolling Stones (1966) HD, YouTube (PS César)

 

 

 

*BABEL XXI

Un programa de:

Sergio Monsalvo C.

Equipo de Producción: Pita Cortés,

Hugo Enrique Sánchez y

Roberto Hernández C.

Horario de trasmisión:

Todos los martes a las 18:00 hrs.

Por el 1060 de AM

96.5 de FM

Online por Spotify

Radio Educación,

Ciudad de México

Página Online:

http://www.babelxxi.com/

 

 

BABEL XXI-730

Por SERGIO MONSALVO C.

 

THE ROLLING STONES (IV)

(LOS MEJORES DISCOS)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/730-The-Rolling-Stones-IV-Los-mejores-discos#

ON THE ROAD: LA SUITE DE JOHN & YOKO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

MEDIO SIGLO

 

Mientras me desplazaba en la bicicleta por la avenida Koninginneweg de Ámsterdam, me dió por parafrasear a uno de los Marx, pero no a Groucho sino a Karl: Un fantasma recorría el mundo, el fantasma Beatle. Dicho fantasma comenzó su andar en 1969 precisamente aquí, en la capital neerlandesa, lugar que escogió John Lennon para pasar su luna de miel. El 2019 fue, pues, otro año Beatle, plagado de celebraciones, evocaciones, reediciones y festejos.

 

En aquel entonces (1969), climáticamente,  había comenzado la primavera en la ciudad. Era el 29 de marzo y se cumplía medio siglo de aquel hecho que atrajo las miradas del mundo hacia un cuarto de hotel. Una habitación donde Lennon habló durante una semana, de manera incansable, sobre la paz, esa entelequia que continúa obsesionándonos.

 

Atravesé con la bicicleta el Museumplein y desemboqué en la Spiegelgracht, una elegante cuadra larga con un canal en medio que al final se convierte en la Spiegelstraat, la prestigiosa calle de los anticuarios y galeristas, al pasar uno de los puentes más transitados por propios y extraños. Ahí, entre la variada oferta plástica de las tiendas de arte, estaba la Galerie Moderne de Nico Koster, espacio donde se exhibían los retratos que este fotógrafo holandés le tomó a John y su pareja en aquel ilustre ritual mediático llamado Bed-in. Son fotografías en blanco y negro que han proporcionado la imagen al colectivo Wedding Album lennonononiano.

 

En los aparadores que daban a la calle estaban las fotos de la pareja desayunando, vestidos de bata y camisón blancos y encima de ellos los letreros escritos a mano que sintetizaron su inédita acción y perpetuaron sus reclamos para la posteridad: BED PEACE – HAIR PEACE.

 

¿Por qué escogió John esta ciudad para iniciar su demanda y petición al mundo? El verdadero espíritu de Ámsterdam es la tolerancia. Y no es un espíritu nuevo, producto de la posmodernidad, sino uno histórico que cumple cinco siglos de existencia. Desde entonces el país ha sido sinónimo de ello y la capital, su lugar culminante y ejemplar.

 

En Ámsterdam, los puentes, los 1539 puentes que existen (que en concreto representan el año de llegada de la primera oleada de inmigrantes) se erigen como metáfora de la imaginación. Todo puente es único, todo puente quiere serlo hacia algún destino, y todo puente es la mirada de la ciudad hacia lo que importa.

 

Por eso la escogió. Y por eso me dirigí en aquella ocasión, tras mirar las históricas ilustraciones, al lugar donde Lennon puso al lecho dentro de sus utopías: el Hotel Hilton. El 29 de marzo del 2019, se celebró ahí el 50º aniversario del Bed-in, aquel acto dadaísta que consagró la cama como sitio de protesta. El festejo lo llevó a cabo el Netherlands Beatles Fan Club, una de las organizaciones de admiradores con más antigüedad en el orbe (desde 1963).

 

Hubo exposición de fotos, pinturas, esculturas y memorabilia, conferencias, exhibición de documentales y conciertos con bandas tributo. Así que estacioné mi bicicleta frente al hotel ubicado en el número 138 de la avenida Apollolaan y me preparé para el festín.

 

 

La cereza del pastel fue la visita guiada a la habitación 902 (ex Presidencial), llamada ahora “John & Yoko Suite”, que cuesta la friolera de 1,750 euros la noche, para todo aquel que desee pasar una velada ahí, rodeado de recuerdos. Ésos de los que habla Lennon en “The Ballad of John and Yoko”: “Talking in our bed for a week / The news people said / ‘Hey, what you doin’ in bed?’ / I said, ‘We’re only tryin’ to get us some peace!´”.

 

Siete días (del 25 al 31 de marzo de 1969) discurriendo sobre el tema, de 9 de la mañana a 9 de la noche. Una forma constructiva y nada cínica de aprovechar la publicidad generada por su reciente boda en Gibraltar y por su fama personal. El aún integrante del Cuarteto de Liverpool (por poco tiempo más) forjó así su compromiso con la causa antibélica.

 

VIDEO SUGERIDO: John Lennon en Yoko Ono in bed in het Hilton Hotel (1969), YouTube (Nederlands Instituute voor Beeld en Geluid)

 

Ese año el fantasma Beatle recorrió el mundo –al igual que ahora, al igual que siempre–. Inició su andanza en esta ciudad con la rememoranza de aquel anhelo pacifista. Cincuenta años también cumplió el disco Abbey Road, un álbum clásico que fue objeto de nuevas escuchas, revisiones y lecturas. Se anunció también la celebración de un videojuego (The Beatles: Rock Band) donde se podían interpretar sus canciones al unísono del grupo.

 

Asimismo estuvo programado el festejo de la remasterización (¿definitiva?) de sus discos, cuya aparición los hizo culminar una década antes como el año del grupo con mayores ventas, a cuatro décadas de su disolución. Marketing puro y duro. “Cosas de aparecidos”, diría el no hermano Marx, Karl, ese viejo filósofo.

 

Pero un hecho es cierto: “Los Beatles, como grupo, y sus integrantes, de manera individual, ocupan una posición singular y única dentro de la cultura popular. Su imaginería lo abarca todo. Son un fantasma con un corazón que sigue latiendo fuerte aún después de 50 años”,  me dije tras ver la obra plástica que se presentó en el lobby del hotel, rodeado de japoneses, indios, filipinos, latinos y europeos de la más variada procedencia y edad.

 

Ya entrada la madrugada, mientras regresaba pedaleando a mi casa, me dí el tiempo de pensar –gracias al clima templado– en el carisma, en el uso de los medios y en los motivos que condujeron a John Lennon a realizar tamaña cruzada por el mundo. Y también sonreí por las respuestas al porqué no le dieron a él el Premio Nobel de la Paz y sí a Henry Kissinger.

 

VIDEO SUGERIDO: The Beatles – “The Ballad Of John And Yoko” Stereo Remaster, YouTube (The Beatles)

 

 

 

 

BLUES: DOCE CONEXIONES (B.B. KING-ERIC CLAPTON)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

CONDUCIENDO CON EL REY

 

 

Momento importante: Riding with the King, Un acercamiento discográfico que se afirmó en lo tradicional pero con intenciones de modernidad. El primero de sus intérpretes, B.B. King, pudo haber aprovechado esta oportunidad para redituar financieramente sus años crepusculares, pero habrá que señalarlo claramente, esta táctica nunca fue su estilo.

 

King siempre fue muy generoso, con propios y extraños, veteranos y noveles (le llegó a prestar a Lucille, su guitarra, a un jovencísimo Johnny Winter, debutante en escena) con un corazón abierto tanto al amor como al dolor, así que es natural que no girara en este álbum hacia la meditación o la interiorización, de One Kind Favor, por ejemplo, sino más bien, como un homenaje a la vida con sus altos y sus bajos, con algo de tristeza, pero también con mucha alegría compartida, que es lo que precisamente B.B. King transmitió siempre con su música.

 

La diversión ya se nota en la portada del disco. Eric Clapton en la limusina al volante y desplomado en la parte trasera, B.B. King. Esto no es sorprendente, porque en aquellos años de comienzos de siglo, se dieron cuenta de su antiguo deseo de grabar un álbum juntos.

 

En esta obra, ambos virtuosos de las cuerdas electrificadas logran llevarse mutuamente a alturas considerables. Creando con tal circunstancia una excelente pieza musical, para la colección de colaboraciones entre maestros y discípulos.

 

Por otro lado, habrá que recordar el dato histórico, de que cuando aparecieron las guitarras Fender Telecaster el blues se electrificó y con Jim Marshall y sus amplificadores nació el blues-rock en los sesenta de la mano de Eric Clapton y de Jimi Hendrix. La unión eléctrica más explosiva desde aquello años sesenta y héroes instrumentales.

 

Eric Clapton, el otro protagonista del disco, desde aquellos lejanos años sesenta, se sentía realmente ligado al blues. Con su refinado virtuosismo estilizó una buena cantidad de riffs heredados de los guitarristas negros. Aprendió a tocar la guitarra con los discos de Chuck Berry, para luego seguir el camino bluesero con Big Bill Broonzy, Robert Johnson, Skip James, Blind Boy Fuller.

 

Simplemente se zambulló de cabeza en aquel mundo nuevo para él. No obstante, a los 18 años se entusiasmó por B. B. King y desde entonces no ha cambiado su idea de que éste es el mejor guitarrista de blues del mundo.

 

Fue gracias a esta admiración que encontró el primer dogma de su carrera: «He abierto mi mente al hecho de que no se necesita tocar con arreglos previos y que se puede improvisar todo el tiempo. Y ése es el punto al que quiero llegar: ése en el que no tenga que tocar nada que no sea improvisación. Dentro de mí y de mi música hay más blues que cualquier otra cosa». Con el tiempo y bajo tal consigna mostró un gran rigor en la construcción de sus solos y se aplicó al manejo del pedal wah-wah.

 

Clapton se convirtió en un verdadero catalizador. Provocó que instrumentistas de su generación y de las siguientes se interesaran por los estilistas negros como Otis Rush, Freddie King y el ya mencionado B.B. King.

 

A la larga gozó de la misma estima que ellos en la mayoría de los ambientes musicales angloamericanos. La precisión y la perfección de su estilo fueron consecuencias sobre todo de un enorme trabajo técnico y personal. Se cuenta que pasaba días enteros intentando dominar uno o dos riffs de los que toman forma tantos blues.

 

Esa estima ha quedado manifiesta en el álbum Riding with the King, donde ese bluesero blanco de corazón negro, conecta antiguas y nuevas generaciones para dar su reconocimiento al legado de King, interpretando a su manera y al unísono temas de John Hiatt (“Riding With The King”), Big Bill Broonzy, Lowell Fulsom, algún standard del cancionero estadounidense (“Come Rain or Come Shine”) y una pieza del propio B.B.: “When My Heart Beats Like a Hammer”, entre otras.

 

Muchas han sido las oportunidades en que los maestros del blues y sus alumnos de primera generación protagonizan grabaciones conjuntas. Las London Sessions de Howlin’ Wolf y Muddy Waters son un ejemplo, lo mismo que el Hooker and Heat de John Lee Hooker, etcétera.

 

 

No obstante, hay una diferencia entre todas aquellas reuniones y la presente de King y Clapton. Y radica en que aquellas eran «clínicas» donde los noveles blueseros blancos ingleses y estadounidenses aprendían desde el rasgueo, las tonalidades y la intención de la música.

 

En el caso que nos ocupa hay varios elementos distintos a considerar, pues Clapton no es ningún novatito al que hubiera que enseñarle algo de la técnica. No. En este disco desde la portada se marca la diferencia. Eric Clapton —el máximo exponente de la guitarra blanca en el blues— y B.B. King —pionero eléctrico del instrumento, que basa su estilo en notas largas con un vibrato natural producido por los dedos, el cual crea uno de los sonidos más hermosos que se le haya extraído a la guitarra— ponen los acentos en la interpretación del blues que cada cultura tiene para expresarlo.

 

En la guitarra eléctrica King fue inigualable y mientras vivió no hubo quién se le acercara, por eso los mejores intercambios en el álbum se dan cuando Clapton toca la acústica.

 

Las concepciones están señaladas y Eric mismo lo asume con el título del disco y con el servicio de chofer que le brinda a su maestro en la portada. El blues blanco y el blues negro en una atinada y descriptiva fotografía.

 

El personal que grabó el disco tiene el siguiente listado: B.B. King (guitarra eléctrica y voz), Eric Clapton (guitarras acústica y eléctrica, voz), Nathan East (bajo), Steve Gadd (batería), Tim Carmon (órgano Hammond), Joe Sample (piano) et al.

 

La retroalimentación de la cultura bluesera se hace patente en este álbum, donde se escucha el camino que ha seguido el género desde sus orígenes rurales hasta las posmodernidades urbanas.

 

Un viaje pleno de sorpresas y de riquezas musicales, donde la negritud divulgada por Clapton le es devuelta con reconocimiento y aprecio por parte de uno de los máximos representantes de esa negritud.

 

«El blues es algo más que un género musical», explicaba Muddy Waters a los jóvenes músicos ingleses de los años sesenta. Clapton, heredero directo e in situ de aquella instrucción, lo ha confirmado: «El blues es una experiencia muy, muy solitaria. Mi guitarra es un intermediario por medio del cual entro en contacto conmigo mismo, y B.B. me ha señalado el camino».

 

Sí. Eric Clapton es un auténtico negro del corazón, con admiración y agradecimiento por sus mentores y guías: “Entrar juntos al estudio fue algo con lo que soñé toda mi vida”, dijo.

 

VIDEO: Eric Clapton and B.B. King – Let Me Love You (Official Audio), YouTube (Eric Clapton)

 

 

 

 

LA AGENDA DE DIÓGENES: DEAD CAN DANCE

Por SERGIO MONSALVO C.

EXPLORADORES DE LA SONORIDAD

                                                                                                                   

Ellos están tan cerca del universo que han podido vivir lejos del mundo. Dead Can Dance engendró hace tiempo un álbum-laberinto, por ejemplo, en una iglesia perdida de Irlanda, que garantiza horizontes lejanos y niebla sobre cualquier tipo de frontera a la creación.

 

Irlanda es un país sui géneris. Una especie de fin del mundo. El viento que la habita viene de lejos sin tocar la tierra, purificado de todo lo humano. En el espacio de cinco minutos, el cielo pasa del gris oscuro al azul resplandeciente. El sol hace brillar las gotas que aún cubren las hojas. El paisaje natural se cubre de arcos iris en miniatura.

 

Aislados en esta tierra de hadas, Brendan Perry y Lysa Gerrard, sus integrantes, mezclaron sus sonidos durante meses. En medio de los bosques, su vecino más próximo resultó ser un castillo en ruinas, cuyas piedras devora la vegetación. Actualmente un reino de tierras baldías y exiliados, en sus tiempos gloriosos fue un refugio de bandidos. El dúo, extranjeros eternos, de Australia e Inglaterra, halló por fin su territorio. Un lugar que los aceptó sin necesitarlos. “Un sitio donde uno se siente pequeño”, según James Joyce.

 

Desde hace poco más de cuatro décadas Dead Can Dance explora al mundo y mezcla sonoridades ancestrales con la tecnología. Entre algunos silencios intermitentes de años, su búsqueda de raíces ha rendido diversos frutos hasta el momento.  Con cada uno de ellos estos gitanos del universo vuelven a salir a la superficie. El estilo sigue evolucionando, sin permanecer en ninguna etiqueta (dark wave neoclásico, world beat, art-rock, avant-garde o rock gótico); dramático, a veces mínimamente pedante e irritante en su énfasis.

 

En cada ocasión, igualmente, los mantras del Lejano y Medio Oriente, la polirritmia africana, el folk gaélico o el canto gregoriano, impregnan su música, con una espolvoreada omnipresente de la tradición irlandesa encima.  Un rompecabezas de orígenes y sensibilidades. Los gritos de pájaros enriquecen las voces. Es normal si se sabe que Brendan a veces se despierta con el canto de los cisnes al hacer el amor.  El músico no pudo más que utilizar esta fuente de inspiración viva y estrepitosa en una de sus obras. 

 

Los álbumes a veces resultan extremadamente tribales, dominado por las percusiones o por sonoridades poshistóricas irredentas. «En general son discos sin concepto definido –ha dicho el músico–.  Claude Debussy decía que no se debe prestar demasiada atención a la forma, que hay que olvidar el andamiaje para ver la arquitectura. A lo largo de nuestra historia hemos pensado menos en nuestra música y buscando más el fondo, para funcionar por instinto”.

 

 

Los viajeros Brendan y Lysa a través de los años han realizado expediciones físicas y metafísicas. Despegaron en Australia en 1980, cuando una rubia de pálido rostro conoció en Melbourne a un hombre de verde mirada. Ambos son de origen irlandés. La primera pieza que escriben juntos trata del desastre ocasionado por la invasión de los europeos en Australia. 

 

En 1981, el dúo levantó el vuelo, lejos de los aborígenes a los cuales jamás conocieron. Un álbum homónimo nació en 1984 en Londres. Frío y místico, llegó en picada durante el periodo de pospunk gótico. Lysa y Brendan viven, entonces, en la punta de una torre londinense.

         

Su creación, a partir de esos instantes, respira la sed por el espacio. Entre la liturgia de cantos gregorianos y voces búlgaras, se enriquece con sonoridades lejanas y cardinales. Into the Labyrinth, a su vez, habló de otros horizontes.

 

Después de haber viajado por España, Lysa se va a vivir a una reservación en medio de la selva de las montañas nevadas de Australia, con su flamante hijo y su marido. Brendan, por su parte, se instala como ermitaño en una iglesia renovada a varios kilómetros de un remoto lugar llamado Belturbet, con un perro como única compañía. Así, sobre una isla rodeada por el río Erne tomó forma aquel laberinto. El estudio de Dead Can Dance de ahí en adelante quedó suspendido en el corazón de la iglesia de Quivvy.

 

El sonido del dúo es solemne, pero también onírico y reflexivo, pero el ambiente, que sigue siendo meditabundo, se ha ido volviendo más tribal, si cabe, como corresponde a los memoriosos de avanzada. Fuera la mística urbana; la naturaleza salvaje puebla sus paisajes románticos y melancólicos. El regreso a las raíces y a la naturaleza (la visión milienal adelantada).  Su obra se evade de los recintos místicos para respirar los grandes espacios. Los avatares habitan en sus álbumes, que avanzan al ritmo de percusiones dominantes con corazón techno.

 

Lisa Gerrard busca por doquier sus inspiraciones, algunas veces muy lejos de las voces búlgaras, otras del etéreo gaélico. La onomatopeya que aparece deja que hable el instinto; mientras la palabra se pierde en el sonido. A capella, ella ofrece sus cuerdas vocales al folk irlandés en una esquizofrenia artística singular que la incita a pasar de lo más simple a lo más enfático. 

 

Brendan Perry, a su vez, canta cada vez más, desde la edición desde su debut discográfico hasta Dionysus del 2018, ha tenido tiempo de aprender a tocar instrumentos de otros tiempos. Los ha ido introduciendo en su música conforme hace sus descubrimientos. Los violines se rozan con la cítara, el programador con la bombarda. Juntos, causan la impresión del encuentro entre dos orquestas, una sinfónica y la otra, étnica. Ejemplo catedralicio de su evolución, que es una maravilla sonora, sin lugar a dudas.

 

VIDEO SUGERIDO: Dead Can Dance – ‘Opium’, YouTube (Dead Can Dance)

 

 

 

 

LIBROS: CORRIENTES DE LO ALTERNO (VOL. I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(COMPILACIÓN DE TEXTOS MUSICALES)

 

Corrientes de lo alterno es una deliciosa colección de ensayos sobre música cuyos temas van del trash al acid jazz, pasando por el rock chicano, el grunge, Frank Zappa y la música minimal. Los ensayos aparecieron originalmente en la revista Corriente alterna, y luego fueron compilados por Sergio Monsalvo para la Editorial Ponciano Arriaga de San Luis Potosí, que los editó en dos volúmenes.

Además de abordar la historia de los géneros y dar buenas referencias de discos quehayqueescuchar, este libro trae una amplia colección de anécdotas del rock, e información sobre ciertos temas que están estrechamente relacionados con él, como el sadomasoquismo, el cyberpunk o el (des)uso del vinil”.*

 

 

 

 

*Reseña referencial aparecida online en el blog mislibrossonrock.blogspot el 9 de enero del 2008.

 

 

Ilustración de la portada: PELÁEZ.

 

 

Corrientes de lo Alterno Vol. I

(Compilación)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Ponciano Arriaga

Colección Ciencias Sociales

San Luis Potosí, México, 1998