Por SERGIO MONSALVO C.
FOTOGRAFÍAS

Evidence (22)

Por SERGIO MONSALVO C.
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Evidence (22)

Por SERGIO MONSALVO C.
BEBOP
UNA REVOLUCIÓN MUSICAL

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.
https://www.babelxxi.com/734-bebop-una-revolucion-musical/

Por SERGIO MONSALVO C.

(FRAGMENTO)*
“Desde hace siglos, la melancolía ha proyectado una sombra gigante sobre el arte. La poesía, escultura, pintura, novela, música han creado monumentos impresionantes a tal sentimiento, con toda una corriente subterránea dirigida a exaltar la tristeza de este mundo: el weltschmerz romántico, como lo atestigua el concepto estético que declaró al dolor espiritual como parte esencial de lo poético.
“Hoy en día, quizá ellos —los hacedores de los géneros musicales del dark wave, ethereal, illbient, gótico, bluepop, spiritual trance, ambient retro, simphonic metal o alguna variedad de la música atmosférica, entre otras— se asuman en el eco, en la súplica poética por la vida extraterrena, en el anhelo irrestricto y exigente de otra realidad sobrenatural.
“Quizá ellos lo perciban, y lo hacen por esa sombría avenida donde como músicos deambulan mascullando sus tristezas. Quizá de cualquier manera tengan que emprender la vagancia imaginaria alrededor de sus desiertos cotidianos, gritando su desesperanza. A veces juegan a la música distrayendo la pena. La certeza de que la vida no significa nada, de que todas las cosas hechas por ellos en el intento de parecer productivos no tienen ningún valor en la vida, los llevó, armados de un fuerte nihilismo, a una búsqueda interior, para explorar quiénes son y quiénes desean ser…”
*Fragmento del libro La Muerte y sus Criaturas, publicado en la Editorial Doble A. El CD que acompaña este texto se compone de la versión sonora que hizo Will Lagarto sobre el mismo, con su proyecto musical Las Brujas.

La Muerte y sus Criaturas
Sergio Monsalvo C.
Las Brujas/Will Lagarto
Editorial Doble A/ISY Records
Colección 2×1 (Words & Sounds)
The Netherlands, 2007

Por SERGIO MONSALVO C.

(CRÓNICA)
Estamos en Salzburgo, en 1991. Llegó la hora cero. Para iniciar o terminar los homenajes a Wolfgang Amadeus Mozart. Hace 200 años, el 5 de diciembre de 1791, falleció en Viena este compositor que se ha convertido en el máximo bestseller de la música clásica.
La Getreidegasse, la calle donde se encuentra la casa en que nació el artista en Salzburgo –ya de por sí congestionada– será prácticamente intransitable y acceder a la casa-museo será imposible debido a la muchedumbre. Por lo tanto, los turistas luego de intentarlo dirigirán sus pasos hacia las tiendas circundantes para adquirir algún souvenir que les recuerde su visita a tan requerida meca, mientras comen los deliciosos bosnas con pimienta y mostaza.
Existe en tal caso una variedad infinita de objetos que de una u otra manera llevan la imagen y el nombre del genio austriaco: mayonesas, calcetines, tostadores de pan, frisbees, relojes, rompecabezas, hologramas, barajas, postales, abrecartas, dedales, campanas, licores, cajitas para píldoras, plumas, sacacorchos, tijeras, abanicos, playeras, servilletas, etcétera, etcétera. Sin embargo, la demanda más grande siempre ha sido para otro tipo de artículo: las Mozartkugeln, las famosísimas bolas de Mozart (en su traducción).
Estas solicitadas bolas son chocolates que han disfrutado a través de los años de la preferencia del turismo internacional. Se pueden adquirir por doquier en la ciudad y se distinguen por su forma redonda y envoltura de papel aluminio dorado, rojo o verde con la efigie de Amadeus.
De dicho dulce las fábricas austriacas producen casi 100 millones al año. Aunque paradójicamente el líder del mercado respectivo es Reber de Bad Reichenhall, industria ubicada en el territorio alemán. Desde ahí explota el mercado mundial. En otras ciudades, por cierto, circulan chocolates con ese nombre pero que no son en absoluto originales, sino puro engaño chino.
Independientemente del aspecto parafernalio, con el aniversario del fallecimiento de Mozart en todo el planeta se están llevando a cabo infinidad de actividades en torno al hecho. La televisión japonesa, por ejemplo, hizo un concurso para investigar y presentar los gustos culinarios del muchacho de Salzburgo: aparecieron entonces la sopa de bagre sin escamas; la codorniz capeada acompañada de col roja y de postre el «Salzburger Nockerl» (huevo batido con mucha azúcar, un poco de harina y limón; todo ello frito en mantequilla).
En Londres, a su vez, los mozartianos británicos han sido convocados para participar durante todo un año en torneos de billar efectuados en honor a Wolfgang Amadeus, un descubierto virtuoso de tal juego. En Nueva York, por su parte, varias empresas financiaron más de 500 horas de interpretación de todas las auténticas obras de Mozart (supuestamente 835), las cuales se iniciaron el 27 de enero (su fecha de nacimiento) de este año y se extenderán hasta julio de 1992.
Las compañías disqueras han hecho lo propio: Philips inundó el mercado digital con 180 CDs, 675 obras, 250 «piezas selectas». El «Todo Mozart» ha abarcado desde los célebres directores Herbert von Karajan y Karl Böhm hasta las orquestas para supermercado como la de James Last o la Pops Orchestra.
En los sitios donde se interpreta la música sinfónica el asunto ha sido igual. La Opera de Niza realizó un maratón con 14 obras dramáticas, todas las sinfonías, todos los conciertos para piano, instrumentos de viento, metales y violín, todas las arias para concierto y toda la música religiosa. París no se quedó atrás y ofrecerá en Notre Dame como remate un oportuno réquiem cuyo acorde final se desvanecerá el 5 de diciembre a las 0:55 horas en punto, o sea, el minuto exacto en que murió el prolífico artista.
Y así sucesivamente alrededor del orbe hubo o habrá series infinitas de festivales, concursos, exposiciones y simposios, en todas las salas de ópera, de conciertos y cafés; en castillos, al aire libre, en catedrales e iglesias.
En otros tantos países seguramente se ofrecerá «Un día de música en el Palacio de Bellas Artes. Homenaje a Wolfgang Amadeus Mozart en el bicentenario de su muerte». Los programas incluirán desde minuetos en puntas de pie, hasta Coro de Madrigalistas, recitales de piano, solistas, violines, orquestas sinfónicas juveniles, cuartetos, violoncellos, exposiciones iconográficas y documentales, videos, concursos y entregas de premios, concierto de clausura y el consabido Réquiem.
Es seguro que en tales sucesos no habrá un gramo de novedad y sí gastadísimas visiones que no aportan ni arriesgan nada. Sólo el conservadurismo fundamental en la política de homenajitis que caracteriza a todas las actividades.

Por SERGIO MONSALVO C.

(JOHN LEE HOOKER/CANNED HEAT)
“Canned heat” era el nombre de una bebida de maíz que tomaban los bluesmen del Delta del Mississipi, aquellos grandes creadores de la guitarra en las décadas de 1910 y 1920. Cincuenta años después muchos jóvenes aficionados blancos al blues empezaron a coleccionar las obras de aquellos maestros.
Entre ellos estaba Robert Hite Junior, mejor conocido bajo el nombre de Bob “The Bear” Hite debido a su parecido físico y vocal con un grizzly. Éste ganaba unos cuantos dólares como empleado en una tienda de discos, lo cual le permitió conocer a otro fanático del blues, un muchacho apasionado, tímido y barroso de lentes que tocaba la guitarra y la armónica: Alan Wilson, llamado “Blind Owl”, el Búho Ciego, debido a su mirada escondida detrás de gruesos cristales.
Wilson utilizaba la técnica del open tuning de los maestros originales Robert Johnson, Mississippi Fred McDowell y Son House, seis cuerdas que abiertas formaban un acorde de sol, el famoso estilo “slide” rural cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos y que se tocaba con la ayuda de un cuello de botella de alcohol, ese bottleneck ensartado sobre el meñique para ejecutar glissandos.
Entonces el Oso y el Búho fundaron Canned Heat, “Calor Enlatado”, a principios de 1965. Al comienzo fue un trío acústico, una jugband, con el baterista Frank Cook, Al Wilson en la guitarra y la armónica y Hite en los rugidos. Un año más tarde completaron al grupo el bajista Larry “The Mole” Taylor y el guitarrista Henri Vestine.
El primer disco oficial del grupo (Canned Heat) contuvo su primer éxito, una versión de “Rollin’ and Tumblin’” en la que la slide del Búho ya hace maravillas.
En 1967, Canned Heat formó parte del cartel en el célebre festival de Monterey, el primer gran festival de rock de la historia. Al igual que a Jimi Hendrix y a Janis Joplin, el gran público descubrió a Canned Heat en esta ocasión.
El mexicano Adolfo “Fito” de la Parra, el baterista definitivo del grupo, acababa de reemplazar a Frank Cook y le quedaban poco más de dos años de vida a Alan Wilson cuando en 1968 salió Boogie with Canned Heat, su primer gran logro artístico. Su identidad “boogie” se reveló claramente. En “On the Road Again” y uno de los raros solos sublimes de la armónica en la historia del rock, el Búho produjo una joya. Era boogie, sí, pero un boogie delicado y refinado.
La gran revelación fue sobre todo el florecimiento de la personalidad de Alan Wilson en la armónica, que cantó y compuso los dos mejores títulos del grupo: después de “On the Road Again”, himno al cliché beatnik del camino, vino su “Going up the Country”, un himno ecologista y la segunda pieza en la que su voz fantasmal ilumina con su gracia toda la imagen de Canned Heat.
Vuelve a aparecer, ya consagrada, en el soundtrack de la película Woodstock (festival en el que también participaron). Una voz de castrado, frágil, aguda, irreal. Todo lo contrario de la de Bob Hite, el cantante titular, vividor, burlón, sólido y lleno de soul. Living the Blues salió en 1968 y fue uno de sus mejores álbumes, sin duda.
Unas semanas después de la salida del disco Future Blues de 1970, Wilson fue encontrado muerto en su bolsa de dormir, acampando solo en medio de la naturaleza en pleno verano. Sucumbió a una dosis demasiado fuerte de somniferos.
En ese disco se encuentran las excelentes piezas “Sugar Bee”, “Skat” de Alan Wilson y su obra máxima, reconocida en todo el mundo, “Let’s Work Together”. Ahí también aprende uno, a través de una anotación firmada por el propio Alan C. Wilson, que millones de secoyas de California son masacradas en las explotaciones inútiles de los taladores locales.
Éste fue el último verdadero álbum de Canned Heat con Wilson. Varios días antes de su trágica muerte, el apasionado Alan Wilson había acompañado a uno de sus héroes del Delta del Misisipí, el gran John Lee Hooker, en el excelente álbum Hooker ‘n’ Heat (mayo de 1970).
En un encuentro casual en Los Ángeles, entre conciertos, el grupo conoció personalmente al músico que había admirado durante mucho tiempo, John Lee Hooker. Sus miembros se mostraron encantados de saber que el venerado guitarrista y cantante de blues también disfrutaba de la música de la banda. “Me gusta mucho la forma en que ustedes tocan”, le dijo Hooker a Alan Wilson.

Tras el encuentro, Canned Heat le planteó la idea de grabar juntos y, en abril de 1970, la compañía discográfica de Hooker le dio permiso para hacer precisamente eso. Sólo un mes después se reunieron en Liberty Records en Los Ángeles para grabar el álbum que se titularía Hooker ‘N Heat.
John Lee llegó a la sesión de grabación con una gorra a cuadros, una chaqueta de cuero, una camisa de satín negra y unos pantalones de vestir viejos. Llevaba su vieja guitarra Epiphone favorita. Los productores serían Skip Taylor y Robert Hite (The Bear).
Éstos deseaban capturar el auténtico sonido del blues de Hooker. Probaron ocho amplificadores antes de encontrar un viejo Silvertone que tenía ese verdadero “sonido Hooker”. Los ingenieros construyeron entonces una plataforma de madera contrachapada para que Hooker se sentara mientras tocaba, con un micrófono en el amplificador, uno para capturar su voz y un tercero para captar su distintivo golpeteo con el pie para marcar el compás. Cerca de él había una botella grande de whisky escocés Chivas Regal y una jarra de agua para mantenerlo bien refrescado.
Tuvieron lugar varias sesiones de grabación, rápidas como siempre en el blues, en las que el héroe de Chicago se dirigió a esos muchachos como a discípulos, que es lo que eran. Fue un encuentro fascinante entre mentor y protegidos, y una de las ocasiones en las que músicos más jóvenes se asociaron benéficamente con el maestro (Hooker, en este caso) con efecto y resultado totalmente fabulosos.
Grupo y productores le cedieron al bluesman la primera mitad del álbum doble solo a él, en la que éste realizó versiones convincentes de cinco de sus propias composiciones: «Messin’ With The Hook», «The Feelin’ Is Gone», «Send Me Your Pillow», «Sittin’ Here Thinkin'» y «Meet Me in the Bottom».
Para la segunda mitad de Hooker ‘N Heat , el grupo se unió al músico, con Alan Wilson al piano, la armónica y la guitarra (“su muerte le robó al mundo al armoniquista más talentoso que jamás haya escuchado”, como lo describió John Lee). Hooker ‘N Heat capturó su maravilloso talento para la música, incluyendo su forma de tocar el piano en “Bottle Up And Go” (escrita por el músico de blues de Delta Tommy McClennan) y “The World Today”, y su trabajo de guitarra en “I Got My Eyes On”.
Después de más canciones en solitario de Hooker, incluidas “Alimonia Blues”, “Drifter”, “You Talk Too Much” y “Burning Hell”, toda la banda intervino en las siguientes canciones, con Hooker y Wilson acompañados por el guitarrista principal Henry Vestine, el bajista Antonio De La Barreda y el baterista Adolfo De La Parra en versiones exuberantes de “Just You And Me”, “Let’s Make It” y “Peavine”, temas donde el todo se eleva y se mueve, con la banda siguiendo intensamente el ritmo de la voz de Hooker.
Hooker ‘N Heat finalizó en lo más alto, con una poderosa y vehemente versión de 11 minutos del clásico “Boogie Chillen’”, de Hooker. La canción mostró la emoción con que se estaba divirtiendo Canned Heat, al grabar con su héroe musical, mientras éste que en ese entonces tenía 53 años, disfrutaba de la ocasión, una memorable colaboración que capturó en el estudio la fusión natural de músicos empáticos en un momento sublime. El álbum fue lanzado el primero de enero de 1971.
Representó un hito en las carreras de todos los involucrados. Para Hooker, fue la primera vez que apareciera en las listas de álbumes del rock (de las que ya no saldría hasta su fallecimiento). Para Canned Heat, fue, lamentablemente, la última grabación con Alan «Blind Owl» Wilson, quien moriría pocos meses después.
VIDEO: John Lee Hooker & Canned Heat – Whiskey & Women (HQ), YouTube (MrPhil198622)


Por SERGIO MONSALVO C.

(POEMARIO)*
“ACTO DE CONTRICIÓN”
Le regalé
el palpitante altar de mi carne
para cubrir el hueco
de su duda inextricable
Quiso sondearlo todo y saber
por qué al beberme
descubriría sus faltas
y pediría perdón como una hoja bajo el cielo
Su risa de cristal
la mostró después
como una buena devota
Obtuvo así la absolución
“NO AMANECER”
No amanecer
con la lengua rasposa
por los tragos,
ni con el dolor de cabeza,
ni con una mujer al lado.
Simplemente
no amanecer.
*Textos extraídos del poemario Sólo las noches.
Sólo las noches
Sergio Monsalvo C.
Editorial Oasis
Colección “Los libros del fakir”
Núm. 63
México, 1984

Dibujo: Heraclio

Por SERGIO MONSALVO C.

Dive es Dirk Ivens, mejor conocido como miembro fundador y cantante del muy conocido dúo electrónico belga The Klinik. Cuando este grupo decidió separarse en 1991, ya habían sacado varios discos exitosos a nivel mundial y ganado una muy buena reputación para sus presentaciones en vivo, debido a su sonido único y efectos visuales.
La gira europea de mayo tuvo mucho éxito y se proyectó otra para septiembre, seguida por presentaciones hasta el fin de año. Con Blok 57 ha grabado un nuevo CDS y Dirk también canta en el nuevo CDS de Insekt intitulado Dreams in Pockets.

«Desde la primera vez que vi la obra de Françoise Duvivier, supe que quería colaborar con ella. Sus dibujos, extremadamente bellos, expresan todo lo que quería decir con mi música. Fríos, duros y oscuros. Me dio mucho gusto cuando aceptó la invitación de diseñar unas imágenes para los CDs Final Report y First Album.
«Esa colaboración me dio la oportunidad de profundizar en su obra y me sorprendió mucho conocer su enorme creatividad. Este libro ayudará a otras personas a adquirir una idea clara del arte místico de Françoise Duvivier.
«Espero que a todo mundo le guste este libro DIVE/Duvivier/DIVE –dijo Duvivier–. Me da gusto poder ilustrar y aportar una imagen visual a la música de DIVE. Creo que su música plasma la misma tragedia que quiero expresar con mis imágenes. La música es violenta y espasmódica, con ritmos primitivos que recuerdan algunos bailes tribales. Este sentimiento ‘tribal’ es el que quiero expresar con mi arte, para así regresar a ese estado perturbador y primitivo lleno de crueldad y violencia… No sé si los demás también compartan esta sensación.
«La mayoría de los ritmos de DIVE me recuerdan los carnavales que conocí en el norte de Francia, donde nací. Son reiterativos y obsesionantes. Tengo que pensar en Giles, que baila sin cesar y se convierte en parte de un mundo diferente y extraño. Esos sonidos y máscaras me impresionaron cuando era niña. Otro aspecto de la música de DIVE es trágico e imponente, más interesado en la oscuridad en blanco y negro, y esta oscuridad parece un sufrimiento reiterativo a veces interrumpido por una voz salvaje como la de un animal…y me agrada esta sensación de rebelión salvaje que produce la música de DIVE. Espero que nuestras respectivas artes permitan a todos percibir esa atmósfera y mucho más”.
La fructífera colaboración entre Dirk Ivens y Françoise Duvivier, que hasta entonces había diseñado la mayoría de las portadas de Dive, culminó en el libro Images, en el que encontró su más intensa expresión. Introducida por las respectivas opiniones de cada uno sobre el otro artista, Images presentó para cada canción de los CDs de First Album, Final Report, Broken Meat e Images, el mini-CD incluido en el libro, el texto –cuando lo hubo– y una imagen de la artista.
Sus visiones primitivas, sombrías y amenazadoras ilustraron muy acertadamente el carácter rítmico arcaico, distorsionado y poderoso de las composiciones de Dive. El mini-CD, de 5 tracks y 13 minutos, ofreció el sonido acostumbrado y probado del artista, con material completamente nuevo. El mini-CD mostró el mejor lado de Dive, desde venenoso, agresivo e industrial (en «Wake up Screaming») hasta oscuro y amenazador (en «The City Never Sleeps»).
La idea de vincular aún más la música y las artes plásticas en esta forma constituyó un ejemplo que hizo escuela.
En su disco solista intitulado Dive, Dirk Ivens, una mitad del dúo Klinik, logró superar el áspero sonido de Klinik y sacar quizá el primer LP que satisfizo su carácter «bruto». Dive se regodea en la crudeza, contiene música llena de fantasmas de rastro, fantasías de cuartos de tortura, tonadas gimientes llenas de dolor, miedo y falta de esperanza. La biografía remite a Blackhouse y Esplendor Geométirco; yo tuve que pensar en Whitehouse y Second Layer, dos grupos legendarios de culto pertenecientes al periodo del white noise industrial. Dirk Ivens tiene el alma negra y la desnuda completamente en Dive.
Mientras el excompañero de Dirk Ivens practica la moderación, éste ha optado por un manicomio total de sonidos. Final Report es la segunda producción de Dive. El primer álbum epónimo salió en Body Records, una subsidiaria de Antler-Subway. En mi opinión fue lo más extraordinario de 1991, el disco que produjo el efecto más revelador al escucharse.
Puesto que sabía qué esperar, el segundo sólo ha incrementado mi placer. Para los escuchas de antaño (como para los recién agregados) ha sido una de las experiencias musicales más originales que tengan en mucho tiempo. Ivens trabaja con bloques de realimentación industrial/cantos fúnebres/operaciones mecánicas para crear presiones percusivas que martillan al oído.
Tres latigazos de éstos, repetidos hasta el grado de la distorsión, sobrecargados con una voz estrangulada o palabras encontradas y a veces un bajo simple como en la canción «Final Report»; las piezas de Dive rompen con todas las frecuencias. «Mercy» es un discurso sombrío del órgano y la voz de Iven retumba más fuerte que una batería. Nunca antes se había astillado de manera tan vehemente a unas palabras. Perfecto. Una dulce mutación raspante de la textura en todos los niveles.
El proyecto de Dirk Ivens, como Dive, trajo seis bloques de techno-grunge digno de un terremoto, coordinado por el poder vocal bruto de Dirk. Los cimientos se sacudieron con un terror de baja frecuencia mientras imponía su mundo torturado y primitivo sobre el de uno. Aventurado, quizá, pero nunca fuera de control, como lo ilustraron las apreciaciones repetidas. Tuvo método esta locura, y lo sigue teniendo tras 20 álbumes (de estudio y en vivo), hasta hoy.
VIDEO: Dive – Final Report, YouTube (4pt6et)


Por SERGIO MONSALVO C.

La cantante Valkana Stoianova denominaba al minimalismo como un juego de “monodismo interactivo”: lo que importaba no era lo que el sonido podía representar sino la intensidad fisiológica de éste o bien, según decía La Monte Young, “Hay que adentrarse en el sonido”.
La música minimal estadounidense fue en un comienzo una música objetiva en el sentido de que, puesto que no se creaba ninguna tensión fisiológica, prevalecía una relación ambigua con el escucha. La música existía por sí misma y no tenía nada que ver con la subjetividad del escucha. La posición de este último se había vuelto ambigua: por una parte, fue liberado de la intención, pero por otra se vio reducido a un papel pasivo, a un mero sometimiento al proceso.
Steve Reich tuvo esto en mente al comentar que sólo era posible controlarlo todo mientras se estuviera dispuesto a aceptarlo todo. “¿Qué es más importante, la libertad o la manipulación?”. Liberar al escucha no parecía ser una preocupación fundamental de los compositores minimalistas. Puesto que cada instante podía ser el del principio o el final, se encontraba a discreción del escucha elegir por cuánto tiempo quería escuchar la música, pero nunca se perdería de nada por no escucharla.
Algunas personas señalaron el efecto bulldozer de esta música repetitiva, pero se trataba de una apreciación errónea, ya que dicha música invertía la posición tradicional: el tema ya no determinaba a la música, como lo había hecho en el pasado, sino que ésta determinaba al tema.
Tal inversión resultó en un desplazamiento hacia elementos extramusicales. A diferencia de la música dialéctica tradicional, la repetitiva no representaba un hecho físico, sino era la encarnación misma de este hecho.
VIDEO: Steve Reich – Music for 18 Musicians (Colcut Remix), YouTube (Coldcut)


Por SERGIO MONSALVO C.
TOOL
EL VOCERO ESTOICO

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.
https://www.babelxxi.com/733-tool-el-vocero-estoico/
