LIBROS: JOHN COLTRANE (EL SONIDO QUE VIENE DE LO ALTO)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

JOHN COLTRANE

“EL SONIDO QUE VIENE DE LO ALTO”*

 

Los músicos que trasmiten la verdad esencial del Ser y de las cosas, proyectan una corriente dinámica invisible y a ellos se debe la continuación de esta cultura. En sus obras habla el Espíritu Eterno. Mientras se mantenga viva la fuerza de su poesía, el jazz irá por buen camino. ¿Cómo uno no va a soñar con ello?

 

El “free jazz” libera las frases de los compases conocidos, los temas de interpretaciones habituales; asume y provoca riesgos. “Puedes hacer cualquier cosa con los acordes”, dice John Coltrane. Los esquemas rítmicos deben ser tan naturales como la respiración.

 

La improvisación es la voz con sus solos turnados y sus comentarios libremente expresados por los músicos. Se hacen patentes las posibilidades técnicas de la polifonía implícitas en la música. El jazz llena de sustancia fresca su vida. Free. Para comprender a Coltrane hay que saber esto.

 

Cada compás tiene un ritmo diferente al anterior, esto causa al oyente desasosiego e inquietud. Las estructuras musicales adquieren otro concepto, otra conciencia. La movilidad continua y fluidez deslizante. La maestría que guía.

 

Coltrane improvisa mientras su instantaneidad reclama y su fugacidad extiende el momento. El sonido se oye porque viene de lo alto simplemente.

 

El Sonido invade no sólo el espacio, también el tiempo. Trane fue un hombre de consagración mágica que penetró en dichos secretos y corrió los riesgos con tal de apoderarse de ése su Amor Supremo.

 

 

 

 

*Fragmento de «John Coltrane: El sonido que viene de lo alto», ensayo de Sergio Monsalvo C., incluido en la publicación colectiva John Coltrane de la Editorial Doble A.

 

 

 

 

 

John Coltrane:

“El sonido que viene de lo alto”

Sergio Monsalvo C.

John Coltrane

Colección “Palabra de jazz”

Editorial Doble A

México, 1995

 

 

 

BABEL XXI-721

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

MIS ROCKEROS MUERTOS

(2024)

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/721-mis-rockeros-muertos-2024/

ON THE ROAD: LIMELIGHT

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(CRÓNICA)

                                                                                                                   

«Y ahora al Limelight«, dijo ella al concluir la cena en aquel restaurancito italiano de la Bleeker Street. Finales del verano de 1993 en Nueva York. Mucha gente en la calle a medianoche. Un par de señoras maduras y bien vestidas caminan delante de nosotros fumándose un cigarro de marihuana con la mayor calma. Junto a ellas pasa un tipo con uniforme de soldado, sucio, babeante. Sin dejar de rascarse les pide unas monedas. Lo ignoran a pesar de los gritos y aspavientos del fulano. 

 

En el quicio de las puertas y escaleras de algunas casas cercanas a Washington Square algunos solitarios bebedores esconden púdicamente la anforita de alcohol en ecológicas bolsas de papel de estraza. Trago tras trago ven pasar a los transeúntes en el espectáculo de su zoológico particular.

 

«¿Por qué al Limelight?», le pregunto. «Ah, porque quiero mostrarte una sorpresa», dijo. Este club neoyorquino estaba situado en la Avenue of the Americas, en la West 20th Street. Era una de las varias franquicias que tenía esta cadena clubera. Había sido abierto en 1983 en el seno de un antiguo edificio (construido en 1844) que alguna vez albergó una iglesia episcopal.

 

Con el paso del tiempo se convirtió en un centro de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos, hasta que la cadena lo adquirió en los ochenta para crear un foro de música Disco, cosa en la que se mantuvo hasta el comienzo de la siguiente década, los noventa, cuando se transformó en un lugar que exponía las vanguardias del rock gótico, techno e industrial (momento justo y álgido en el que se desarrolla esta crónica).

 

Llegamos al lugar mientras en la acera de enfrente un puertorriqueño le da de bofetadas a una mujer. Sus chillidos no conmueven a nadie. La gente pasa sin mirar ni oír. En las puertas del antro hay una aglomeración para entrar. El bouncer anglosajón, guardia de la puerta de entrada, no escucha razones, sólo señala con el dedo a los afortunados que con una sonrisa se apresuran a entrar. Ella se le acerca y habla al oído. El tipo, sin cambiar de expresión, nos deja pasar de inmediato.

 

Una vez dentro, las luces cambiantes iluminan los cuerpos de hombres –negros la mayoría– y mujeres –de todos colores– que se mueven al ritmo de una música que desconozco pero me gusta. Identifico algunas notas de Pharaoh Sanders y de Maynard Ferguson, algún trompetazo de Dizzy Gillespie y Blue Mitchel; el sax de Sonny Rollins, John Coltrane o Roland Kirk, pero tan sólo por unos segundos al fondo mientras el fuerte beat del funk y el soul se va amalgamando con un hip hop o un rap. 

 

«¿Qué es esto?», le pregunto a mi compañera, al tiempo que observo los pasos de baile de aquella muchedumbre en la pista. Raperos con influencia del swing pero también del techno industrial, lambada, tango y no sé qué más. Talentosos bailarines inmersos y concentrados en el movimiento.

 

«Esto es lo que quería que vieras y oyeras. Se llama acid jazz y está causando tremenda conmoción en todos lados. Te voy a presentar al DJ para que te cuente más al respecto». Una vez en la cabina (a ella parece que todas las puertas se le abren) el negro aquél me explica que el acid jazz es un depósito de diversos estilos, mezclado además con hip hop e incluso el house. 

 

 

«Esta música es el jazz de los noventa. Tiene el mismo papel social que en los años cincuenta. Es un reflejo de lo que pasa en las calles y una especie de música rebelde, algo que se distingue del orden establecido», me informa.

 

Para este gurú discotequero las privaciones, los problemas cotidianos y otras emociones negativas se desquitan con la música. «El acid jazz se creó en Inglaterra con la fusión del funk, el rap, el hip hop, el soul, el gospel, a la que se le sobreponen melodías de jazz, y su característica principal continúa siendo la improvisación. 

 

“Los mejores exponentes del género –continúa, sin dejar de mover las manos sobre las tornamesas y botones de la consola– han sido editados por las compañías disqueras Talking Loud y Acid Jazz, principalmente. Con ellas han firmado artistas como Galliano, The Young Disciples, Stone Cold Boners, A Man Called Adam, Quiet Boys o los Vibrphonics, entre otros muchos».

 

El tipo deja de hablar, se coloca bien los audífonos, aprieta botones y la música continúa. Me entrega dos discos compactos, compilaciones sobre lo mismo, y luego levanta los pulgares de las manos hacia mí a manera de despedida: The Rebirth of Cool Vol. 1 y Vol. 2 y Acid Jazz Collection One y Two. Ella y yo retornamos a la barra para beber algo y agasajarnos con el libidinoso baile con el jazz de los nuevos tiempos.

 

Días después fui a la Blekeer Street y adquirí otros discos del subgénero. The Best of Acid Jazz estuvo entre otras excelentes compilaciones de títulos bailables originales, variados y muchas veces británicos, la compañía discográfica Acid Jazz había antologado once piezas que reflejaban al mismo tiempo el bueno gusto de la casa y de la época.  Desde el track  «Never Stop» de K. Collective hasta «I’m the One» de D Influence, vía varios mix de tendencias cool para aquellas pistas de baile contemporáneas.

 

Hasta entonces, la influencia normalmente pasada por alto del jazz en la música bailable no se había manifestado. Sin embargo, en las nuevas producciones quedó expresada en el sonido de los platillos y el (contra)bajo («Everything’s Going to the Beat» de Ace of Clubs, por ejemplo), para dibujar una corriente en la que el ambiente aéreo y espacioso se mezcla con un rap inteligente en el límite de la canción hablada (la increíble «Frederick Lies Still» del impecable Galliano) y arreglos en su mayoría muy refinados.

 

Con el nuevo siglo, el acid jazz pasaría a llamarse e-jazz (o jazz electrónico) que iniciaría una larga vida llena de sorpresas y experiencias sonoras.

 

El Limelight, por su parte, que ya acarreaba mala fama desde entonces por el consumo y distribución de drogas –LSD, cocaína, el novedoso éxtasis–, elevó su nivel de sitio infamous cuando unos años después se cometió un crimen por demás violento y sanguinario entre distribuidores de drogas, a causa de la competencia y deudas.

 

Fue clausurado por la policía durante un tiempo, para a la postre reabrir de forma intermitentemente durante el resto de la década. En el 2003 reabrió sus puertas otra vez como club, pero con el nombre de Avalon, cuya vida fue corta.

 

Como antro se cerró definitivamente en el 2007. Desde entonces ha abierto y cerrado sus puertas a diversos rubros: Mall, Outlet, gimnasio, edificio de negocios y el fitness de la actualidad.

 

VIDEO SUGERIDO: Limelight NYC – House Of God (Mello & Lisi Mix), YouTube (Eve Event Space)

 

 

 

 

BLUES: DOCE CONEXIONES (II)

MUDDY WATERS LONDON SESSIONS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

En los años treinta del siglo pasado, el bluesman Muddy Waters comenzó a tocar en fiestas muy influenciado por el sonido del mítico antecedente llamado Son House. Al principio de la década de los cuarenta emigró a Chicago y poco después se le podía ver acompañando a Sonny Boy Williamson (armónica). Lentamente fue haciéndose un hueco en la escena local.

 

En 1944, fue uno de los primeros músicos en pasarse a la guitarra eléctrica. Seguía tocando el blues tradicional del Delta del Mississippi (de hecho, nunca dejó de hacerlo), pero consiguió un sonido más compacto, potente, brioso y urbano. Su nombre se convirtió entonces en sinónimo de evolución y en gran ejemplo musical.

 

Aparte de sus innegables, enormes y excepcionales cualidades como compositor, cantante y guitarrista, Waters se caracterizó además por su talento como líder de banda.

 

La de los sesenta fue una década en la que se dio el renacimiento, resurgimiento o redescubrimiento del blues, o como se quiera designar. Para la música y para su público fue una década de expansión y exploración, un fenómeno de múltiples dimensiones y direcciones.

 

El viaje que realizó Muddy Waters a Europa en 1958 fue un eslabón crucial en la cadena de acontecimientos que se produjeron durante aquella época y que cambiaron la visión del mundo respecto al blues y la visión de los bluesmen respecto al mundo.

 

En los sesenta la cultura del rock alternativo se encaminó hacia Electric Flag, Big Brother and the Holding Company, Canned Heat, Blues Project, etcétera, como indicio de que la música de raíces se reciclaba de nuevo. La compañía Chess Records luchaba entonces para que los temas de Muddy Waters retornaran a las listas de rhythm and blues, por lo que, al mismo tiempo, etiquetó sus álbumes como música folk, antes de seguir el camino del fenómeno del rock underground y grabar álbumes de «supersesiones», para volver luego a Muddy presentándolo como «padrino del rock».

 

 

Según el apoderado de Chess, John Burton, «algunos querían que Muddy cambiara. Cuando el lenguaje de los discos folk se hizo popular, decidimos vender a Muddy como artista folk». A continuación, vino el LP Folk Singer de Muddy, en 1964. Entonces Chess editó una serie completa de álbumes de The Real Folk Blues y More Real Folk Blues, de Waters, Howlin’ Wolf, Memphis Slim y John Lee Hooker, entre otros, que constaban en su mayor parte de reediciones de sencillos dirigidos en principio al público del R&B.

 

Burton se esforzó en vano por conseguir que Muddy Waters preparara una actuación de 40 minutos en la que el folk bluesman «relacionara cada canción con un periodo y entretejiera en el programa la historia de un pueblo o la de un concepto para que se le pudiera identificar con un movimiento», reciclando la aventura heroica y evangélica de Big Bill Broonzy.

 

Al final, aunque los discos de Waters nunca irrumpieron en las listas de éxitos de los años sesenta, su inclusión en los mundos del folk y el rock —y el jazz, gracias a su gira por la Gran Bretaña en 1958— le ganó un inmenso público. Los fans continuaron acudiendo a sus conciertos y a sus discos en tropel, no por el folk, rock, jazz o cualquier otra refinada estrategia de marketing, sino por el propio estilo de Muddy, que era el blues simplemente, interpretado y presentado tal como lo había hecho durante años.

 

El disco The London Muddy Waters Sessions (1962), fuera de epítetos mercantiles, resultó un excelente disco de blues, donde Waters se encuentra en su mejor momento, acompañado de los muy jóvenes músicos británicos  Rory Gallagher y Georgie Fame, a los que se agregaron Rich Grech, Mitch Mitchell y Steve Winwood. El disco resultante sigue reeditándose y siendo estudiado por los investigadores, músicos y seguidores del blues, en general.

 

VIDEO: Rory Gallagher – Muddy Waters – Key to the Highway, YouTube (Rockin’ Blues Takis)

 

 

 

 

SÓLO LAS NOCHES: «CONFESIÓN EXTEMPORÁNEA»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(POEMARIO)*

 

“CONFESIÓN EXTEMPORÁNEA”

 

Anoche

quise burlarme de mí

y me salió una risa débil, enferma

De pronto

me vi invadido de una esperanza absurda

Indudablemente

te has convertido

en mi nostalgia favorita

 

 

 

VIEJO MURO

 

Asqueroso pájaro de la duda

que no sabe

si continuar adelante

o sentarse

frente al espejo (viejo muro)

con la nostalgia bajo las alas

siempre dispuesto a creer en los otros

más que en sí mismo

 

 

*Textos extraídos del poemario Sólo las noches.

 

 

 

 

Sólo las noches

Sergio Monsalvo C.

Editorial Oasis

Colección “Los libros del fakir”

Núm. 63

México, 1984

 

 

 

Dibujo: Heraclio

 

 

 

LA AGENDA DE DIÓGENES: ELVIS COSTELLO AND BRODSKY QUARTET (JULIET LETTERS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

The Juliet Letters.  Elvis Costello debutó en los años setenta con una compañía disquera independiente que manejaba múltiples consignas de ingenio demasiado forzado, entre ellas el irónico surfing on the new wave. Este lema se aplicaba principalmente al que pretendía ser el doble de Buddy Holly, con su nombre robado al rey del rock and roll, aunque al muy poco tiempo este músico pragmático mostró sus verdaderos colores musicales.

Además de reconocer audazmente su deuda con cosas del pasado, como los géneros del soul y el country, descartados por ser demasiado anticuados para él en ese momento, parecía ocultar en su persona a un auténtico cantautor. La culminación temporal de su eclecticismo ocurrió con Mighty Like a Rose, un álbum de instrumentación sumamente inventiva en el que se reveló su amor reciente por la música clásica.

Después de escribir con Richard Harvey la partitura sinfónica para la serie de televisión inglesa G.B.H., Costello emprendió una colaboración con nada menos que The Brodsky Quartet, la cual finalmente resultó en un ciclo de canciones titulado The Juliet Letters.

El concepto se originó en una curiosa nota de periódico sobre un académico italiano que había asumido la tarea de responder a las cartas sinceras dirigidas a una tal Julieta Capuleto. El cantante y los intérpretes de los instrumentos de cuerda dieron rienda suelta a su imaginación y adoptaron los puntos de vista de varios corresponsales ficticios, los cuales abarcaron desde un amante rechazado y un soldado del frente de guerra hasta un suicida y un difunto.

Estos borradores fueron redactados y pulidos por Costello, a quien también corresponde el crédito de la mayoría de las composiciones, provistas por el cuarteto de los arreglos básicos.

Para apreciar The Juliet Letters, los amantes de The Brodsky Quartet no deben mostrarse alérgicos a la voz sin entrenar del voluntarioso artista del pop, cuyos fans a su vez deben tener la mente abierta para la música de cámara. La calidad de este audaz proyecto podrá ser juzgada mejor por los musicólogos, pero aparte de eso es posible afirmar, en todo caso, que precisamente debido a la combinación de disciplinas muy diferentes ninguno de los participantes tuvo que desgarrarse en el sentido artístico, al contrario. Todo fluyó de manera natural para todos.

Los contrastes estilísticos entre los textos, las composiciones y los arreglos aseguraron un resultado final fascinante, máxime cuando la intensidad emocional de ninguna manera salió perdiendo.  Aunque Costello no se lo haya propuesto conscientemente, él y The Brodsky Quartet hicieron una aportación interesante e innovadora a la moderna música clásica.

VIDEO: Elvis Costello and The Brodsky Quartet The Juliet Letters – I Thought I’d Write to Juliet, YouTube (Elvis Costello)

ARTE-FACTO: EL ALBA MINIMAL (II)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

La música dialéctica tradicional es de carácter representativo: la forma musical está relacionada con un contenido expresivo y constituye un medio para crear tensión creciente; esto es lo que normalmente se denomina el “argumento musical”. 

 

Por el contrario, la música minimal (o repetitiva) no está construida en torno a tal “argumento”; la obra no es de tipo representativo ni un medio para expresar sentimientos subjetivos. Según Philip Glass, “Esta música no se caracteriza por ningún argumento ni desarrollo. Ha descartado los conceptos tradicionales estrechamente vinculados con el tiempo real, el tiempo de los relojes. La música no constituye una interpretación literal de la vida, y su experiencia del tiempo es distinta. No trata los acontecimientos dentro de una estructura direccional clara. De hecho, no hay ninguna estructura”. 

 

Además, indica: “La música ya no tiene una función mediadora que se refiera a algo ubicado en su exterior, sino que se encarna a sí misma sin mediación alguna. Por lo tanto, para escucharla se necesita un enfoque diferente, libre de los conceptos tradicionales del recuerdo y la anticipación. La música debe escucharse como un puro acontecimiento de sonido, un acto carente de estructura dramática”.

 

La Monte Young

 

En el periódico Village Voice, la crítica habló de una música antiapocalíptica dotada de una experiencia extrahistórica del tiempo, producida al descartar los elementos teleológicos y dramáticos. La Monte Young, según la publicación, había extirpado de su música la finalidad, el apocalipsis, y lo que queda era simple duración y éxtasis, sin principio ni fin: música eterna. De hecho, Young, por su parte, había comentado que su proyecto Dream House, por ejemplo, era una obra permanente y continua, desprovista de principio y que se prolongaba indefinidamente.

 

VIDEO: La Monte Young and Marian Zazeela: Dream House a Bologna (marzo 2012), YouTube (Francesco Matteo Ceccarelli)

 

 

LIBROS: CINE Y JAZZ

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

IMÁGENES SINCOPADAS*

 

El cine y el jazz se desarrollaron como géneros artísticos desde los primeros años del siglo XX. Entre el final de la I Guerra Mundial y el inicio de la era sonora en el cine la época estuvo marcada por el jazz y otras músicas sincopadas, que desempeñaron un papel persuasivo e influyente en el trastorno social que sacudió la cultura estadounidense. 

 

Su terreno eran los speakeasies, clubes nocturnos que pertenecían a los gangsters y eran frecuentados por ellos, además de los casinos, tabernuchas, burdeles y salones de baile baratos. Se le consideraba bajo en lo social y lleno de implicaciones eróticas, vulgar, agresivo y poco estético. Pero, igualmente  fresco, liberador y desinhibido.

 

Asimismo, se le veía como un aspecto fundamental del nuevo espíritu de la época y se convirtió en el perfecto acompañamiento musical de los años veinte, que al poco tiempo se conocieron como la «era del jazz».  Por lo tanto, resultaba natural que el cine se remitiera al género a fin de corresponder al nuevo estado de ánimo de su público. Hollywood percibió de inmediato el potencial de las películas que lo reprodujeran…

 

 

 

*Fragmento extraído del libro Cine y Jazz, de Ediciones sin nombre.

 

 

 

 

 

 

Cine y Jazz

Imágenes Sincopadas

Sergio Monsalvo C.

Ediciones sin nombre/

Revista Nitrato de Plata

Colección “Pantalla de papel”

Ensayo

México D. F., 1996