BABEL XXI – SINOPSIS (153)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(761-765)

 

 

BXXI-76I CROONERS, ROCKERS Y VICEVERSA

En los genes del hipermodernismo hay un gusto esencial por la cultura vintage, es decir, por la primacía de un tono emocional melancólico, que ya se encuentra por doquier (en el cine, en lo culinario, en la moda, en las artes plásticas, etc.). La música ha reclamado también esa experiencia para sí, pero con algunas condicionantes: un nuevo orden para interpretar los valores conocidos y la ruptura de la linealidad temporal que lleva implícita, por mencionar algunas. A la vista y escucha de los ejemplos de Paul Anka y Rod Stewart, que han intercambiado el rock por el swing y viceversa, no queda más que aplaudir espontáneamente sus expresiones. Aplaudir lo que ya se conocía pero parece nuevo bajo su estética.

VIDEO: You Go To My Head – Rod Stewart, YouTube (AndreaGarridoLive)

BXXI-762 THE ROLLING STONES (XI)

Finalmente, muchos bluesmen negros reconocieron el andar Stone, y con el álbum Paint It Blue se enlistaron en el nexo cultural que se concatena época tras época en beneficio de tal música. Participan en él, Luther Allison (“You Can’t Always get What You Want”), Johnny Copeland (“Tumblin’ Dice”), Taj Mahal y James Cotton (“Honky Tonk Women”), Lucky Peterson (“Under My Thumb”), Wendell Holmes (“Beast of Burden”), Junior Wells (“Satisfaction”), entre otros. Todos ellos retoman las temáticas, al igual que el sonido áspero de lo Rolling Stones. Hay un manifiesto estético implícito con respecto al blues (el que los unió, el que los instaló en la escena musical, el que los llevó al éxito y en el que vertieron toda su experiencia genérica).

VIDEO: Junior Wells – I Can’t Get No) Satisfaction, YouTube (JIMBLUESROCK CHANNEL)

BXXI-763 ROCK Y LITERATURA

Existen instantes en la formación de la cultura personal que significan una especie de conversión, cuando la materia que se está estudiando, leyendo, escuchando, investigando, deja de ser una cuestión ajena y se convierte por un tris cósmico en una revelación, en una nueva forma de estar en el mundo. Eso pasa cuando se leen algunos libros que son parte de la biblioteca particular (la formativa que te construyó), y se descubre que a través de ellos se ha leído la obra de diversos escritores, que a la intelligentsia rockera también ha influenciado. La cultura del rock, a través de sus cantos y las voces de sus mejores representantes, reconoce la valía e influencia de las obras literarias en el arte sonoro de la actualidad.

VIDEO: Nirvana – Scentless Apprentice (MTV Live And Loud, Seattle – 1993), YouTube (DrainedNirvana)

BXXI-764 E-JAZZ

Los hacedores europeos se pusieron a trabajar de forma intensa en las últimas décadas y, luego de permear el continente, lanzaron al mundo en general una paleta musical novedosa que ha sabido consolidar una de las culturas más interesantes y propositivas del presente siglo: el jazz electrónico. En el discurso de esta música contemporánea, con todos sus derivados, el componente tecnológico ha sido fundamental para su quehacer y desarrollo. Ante tal ingrediente los nacientes estilos ponen a su servicio los cimientos del clasicismo tanto como la actualidad global del género. Es una tarea histórica que se ha realizado tanto en los estudios particulares como en los clubes dance o en los bares lounge.

VIDEO: St Germain – Rose rouge, YouTube (TheCosmicInterlude)

BXXI-765 THE ROLLING STONES (XII)

“Los grandes grupos [como el de los Rolling Stones] siempre son una cuestión de química. Vista de cerca, la química que hay entre estos músicos es única. La guitarra de Keith Richards toca siguiendo la batería de Charlie Watts, generando un cimbreo que devuelve el ‘roll’ al ‘rock’. Ésta es la última de las bandas de rock and roll. Combínalo con el más infravalorado repertorio en la historia del género y verás por qué los Stones siempre han estado por delante de sus competidores. Y todavía lo están”.

VIDEO: The Rolling Stones – Come On (Saturday Club 26th October…), YouTube (TheRollingStonesVEVO)

*BABEL XXI

Un programa de:

Sergio Monsalvo C.

Equipo de Producción: Pita Cortés,

Hugo Enrique Sánchez y

Roberto Hernández C.

Horario de trasmisión:

Todos los martes a las 19:05 hrs.

Por el 96.5 de FM

Online por Spotify

Radio Educación,

Ciudad de México

Página Online:

http://www.babelxxi.com/

BABEL XXI-765

Por SERGIO MONSALVO C.

 

THE ROLLING STONES

(MEJORES DISCOS-XII)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/765-The-Rolling-Stones-Mejores-discos-XII

BLUES: HARD AGAIN (MUDDY WATERS/JOHNNY WINTER)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

Las artes y humanidades deben gran parte de su desarrollo a la trasmisión de los conocimientos de los maestros a sus discípulos. En 1977, se dio uno de estos momentos mágicos en la música. Corrían esos tiempos para el rock. En gran parte esto podía atribuirse al redescubrimiento del lenguaje bluesero por parte  del público rockero.

Los patriarcas del blues de Chicago, como Muddy Waters, adquirían un renovado merecimiento como maestros del género, puesto que una generación de discípulos más jóvenes, como Johnny Winter, se habían forjado carreras respetables con dichas raíces por derecho propio, y ahora le devolvían algo de aquella herencia. Le produjo un disco a Muddy Waters para reactivar su carrera.

El concepto fue sencillo y nació durante las charlas nocturnas entre ambos. Winter sería el productor y juntos tratarían de organizar ese casamiento discográfico “entre leyendas del blues y estrellas más jóvenes del rock, empapadas en el blues”, como dijeron los medios por aquel entonces.

La propuesta era promover ejecuciones magistrales no constreñidas por la mentalidad de los «sencillos» ni por la tecnología relativamente simple que caracterizó las grabaciones señeras de Waters por el sello Chess en los años cincuenta.

No. La idea era como la hechura de un disco en vivo pero, en este caso, sería un álbum de estudio bien hecho, como mandaban los cánones del blues (crudo, tiempo breve y con todos los músicos tocando al unísono. Y tal vez la presencia de un Johnny serviría para vender unos cuantos discos más en el pujante mercado blanco para el blues.

Como un mago de las cuerdas, el albino John Dawson Winter III, nacido el 23 de febrero de 1944 en Beaumont, Texas, dio con el blues y el rock and roll en su juventud. Desde el momento en que en 1967 formó un trío con su hermano Edgar, para luego seguir como solista. Desde entonces sus discos se movieron principalmente entre un country blues casi puro y un ardiente blues-rock.

En 1971, Winter formó su grupo con Rick Derringer en la guitarra y dos ex McCoys, Randy Hobbs en el bajo y Randy Zehringer en la batería. Después de sacar los discos And y And Live, los problemas de Winter con sus adicciones lo obligaron a retirarse hasta 1973, cuando regresó a la escena. Desde mediados de los setenta se desvió hacia la dureza guitarrística apoyada por el hard, para luego producir un par de excelentes discos para su héroe Muddy Waters: Hard Again y Nothin’ But The Blues.

Winter fue un intérprete contemporáneo del blues texano, tenía un estilo personal y reconocible al instante: con su sensación de intensidad, urgencia, seriedad, sinceridad y convicción. Siempre dio la impresión de que era uno con su música y no simplemente el instrumentista que interpretaba una canción. Dependió menos de las letras tradicionales y fue poseedor un ritmo fuerte, poderoso y energético.

Por el otro lado, en los años treinta del siglo XX Muddy Waters comenzó a tocar en fiestas campiranas, muy influenciado por el sonido de Son House. Al principio de la década de los cuarenta emigró del Delta del Mississippi hacia Chicago y poco después se le pudo ver acompañando nada menos que a Sonny Boy Williamson. Lentamente fue haciéndose un hueco en una escena local muy competida.

En 1944, fue uno de los primeros músicos en pasar del instrumento acústico a la guitarra eléctrica. Seguía tocando blues tradicional del Delta del Mississippi (de hecho, nunca dejó de hacerlo), pero consiguió un sonido más compacto, potente y señero. Su nombre se convirtió entonces en sinónimo de evolución y en gran ejemplo musical.

Aparte de sus innegables, enormes y excepcionales cualidades como compositor, cantante y guitarrista, Waters se caracterizó además por su talento como líder de banda, cualidades que lo elevaron a la categoría de maestro y muy buen vendedor de discos, tanto de rhythm and blues como de blues, hasta la llegada del rock and roll que eclipsó su figura por un tiempo.

La de los sesenta fue una década en la que se dio el renacimiento, resurgimiento o redescubrimiento del blues, o como se quiera designar. Para la música y para su público fue una década de expansión y exploración, un fenómeno de múltiples dimensiones y direcciones. El álbum Fathers and Sons fue el epítome de ello.

Sin embargo, una década después los vaivenes comerciales lo habían dejado a la deriva, hacía presentaciones en vivo, pero ya no grababa, no tenía contrato discográfico. Fue en ese momento que Johnny Winter se acercó a él para hacerle la propuesta de producirle un álbum nuevo.

Hard Again resultó no solo uno de los mejores álbumes de blues de todos los tiempos, y es igualmente uno de los mejores álbumes de todos los tiempos. En él colaboraron los miembros regulares de la banda de Waters y unos músicos allegados en algún momento al veterano bluesman: el guitarrista Bob Margolin, el pianista Pinetop Perkins, el baterista Willie Smith, el armoniquista James Cotton y el bajista Charles Calmese.

La música de Waters que produjo Winter fue todo fuego, lo que uno busca escuchar en una conexión semejante. Ambos músicos dejaron el alma en cada canción, y desde luego, como en los discos de cada uno de ellos, no dieron un tema por bueno si no transmitía un entusiasmo puro y vibrante.

En los álbumes de su buena época cuesta encontrar un instante en el que Winter no sonara como un jovencito que acaba de descubrir que puede tocar y cantar. Una de las primeras cosas que sorprenden de Hard Again es la capacidad de Johnny para embarcarse en largos solos que nunca descendían de intensidad, al igual que los gritos de impulso hacia su admirado maestro.

El álbum se erigió como si fuera una factoría de blues, como aquellas donde los grandes maestros de la pintura trabajaban al unísono con sus discípulos, o, metafóricamente, como una de esas gigantescas llamas que permanecen encendidas día y noche en lo alto de las montañas mitológicas. Algo muy ilustrativo, muy de la tierra donde se dan los momentos mágicos y los encuentros entre gigantes.

Hard Again ganó premios tras su publicación y sin lugar a dudas su mejor pieza se convirtió en la síntesis de una legendaria historia musical: «The Blues Had a Baby and They Named It Rock and Roll» (“El blues tuvo un bebé y ellos lo nombraron Rock and Roll”.

 

VIDEO: Muddy Waters: The Blues Had A Baby (And They Named Rock and Roll), YouTube (mercydee)

HISTORIA DE UNA CANCIÓN: FROM HEAVEN TO HELL

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(ESCALERAS Y SERPIENTES)

 

Para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita, versa “La Bamba”, esa canción extraída del folklor mexicano, que se convirtió en canónica del rock. Así que, al tomar dicho requisito como un reto, unos rockeros británicos crearon otra pieza que se volvió igualmente canónica, pero ahora alimentada con la pura cepa del género, para incursionar en esa expedición tan opuesta a los cartabones de tal música, que tienen en el infierno su destino manifiesto.

Los músicos del Led Zeppelin (Robert Plant y Jimmy Page) construyeron aquella escalinata con fuertes peldaños para que fuera eterna y útil para todo aquel que se aventurara hacia aquel horizonte. “Staiway to Haven”, por lo mismo se erigió en leyenda y en tabernáculo para muchos historiadores e investigadores que la consideran una de las mejores canciones de la historia del rock (o por lo menos la más solicitada, evocada y referida, en trasmisiones radiofónicas y encuestas o listas de popularidad).

En sus propias palabras: “La gente cree que es una letra oscura, pero no –explicó Page en su momento–. Robert lo metaforizó todo y lo hizo de manera complicada, pero en realidad tiene un significado simple: la búsqueda de la esperanza. Sentirte perdido y encontrar la vida. Eso significa ‘Stairway to Heaven’ (‘Escalera al cielo’)”.

Una vez terminada aquella construcción, Bob Dylan ascendió por ella y armado del atrevimiento del poeta se puso a llamar a las puertas celestiales, una vez frente a ellas. Y tocó y tocó hasta recibir una respuesta acorde a sus requerimientos.

(El que se adentra en su obra entra de hecho en un poema sin fin (como el nombre de su gira eterna) que sacraliza lo real y lo entreteje con la visión y el sueño —un alto poeta de sueños y símbolos—. En Dylan todo equivale a todo. Nunca deja de sorprender y siempre estará inaugurando sus caminos, extendiendo o deconstruyendo los ya andados, para cotejar sus propios argumentos, sin importarle nada más, verse reflejado y continuar redefiniéndose como desde el principio.

Porque de eso se trata la carrera y el arte de Dylan: del diálogo consigo mismo. Y no importa en qué fecha se le ubique, en qué género trabaje o el espacio en vivo en el que se le capte –en este caso frente a las puertas del Cielo–: interpretará quizá una canción familiar, pero ésta será otra porque consistirá en lo que ella diga de él o para él, no al revés. Mientras Bob, a su vez, ya estará en otro tiempo, el suyo, que también podría ser el nuestro si estamos atentos a sus palabras).

Dylan, entonces, esperó paciente y atento ante el pórtico hasta que hastiado le cedió la estafeta a quienes venían tras él: Guns N’ Roses. Apareció a la postre un coro angelical, surgido de la nada y ordenado como ningún otro, que le adelantaba con su canto que el cielo podía esperar. Es decir, con sus voces, tal coro intentó cubrir las necesidades de un grupo humano amplio, pero no ecuménico, de escuchas (rockeros) con ansias espirituales, representado por el buen Bob, en ese momento, acreditado portador de un misticismo difuso, acorde al espíritu de los tiempos.

El coro gregoriano (Masters of Chant) cantó sobre tal espíritu. Era la representación sonora de la gente en él. Reinaba en su interpretación esa sensación de desasosiego frente al fin de la utopía, el desamparo colectivo frente a un mundo incierto y cada vez más intrincado. Reflejaba el interés no sólo en la música sino en la meditación, en las preguntas, en los aspectos divinos de la vida y en las cuestiones filosóficas que guían a ésta. “La importancia de nuestra voz es proveer a quien nos escucha de una forma de entrar en una dimensión espacio temporal alternativa”, dijeron misteriosos, mientras transcurría aquello de que “el cielo puede esperar”.

Los de Guns N’ Roses bajaron a trompicones y dando tumbos le participaron de lo escuchado a otros interesados, conectados tiempo ha a la corriente más eléctrica: AC/DC, que decidieron cambiar de dirección y hacer el road trip a la inversa y entonaron al unísono: “Highway to Hell”.

La leyenda sobre tal tema y el nombre del mismo venían legitimados tanto por el periodismo musical como por las versiones que se habían hecho de él. Dice que el título se inspiró en la ocasión en que un reportero le preguntó a Angus Young, uno de sus integrantes, si podía describir cómo era la vida on the road. A lo que él contestó que era «A fucking highway to hell» (literalmente «una jodida autopista al infierno») y de ahí quedó el nombre.

La pieza se había convertido en una de las canciones más famosas en la historia del rock (en donde se conocía mejor ese lugar que el otro) e incluso en un himno para los seguidores del grupo y de otras disciplinas musicales, no necesariamente metaleras. Ello se debió, y en mucho, a la idea mencionada y al riff de la guitarra, ideado por Malcolm Young.

En un ambiente diametralmente opuesto, el del tiempo del ocio expansivo y sensual, la canción encontró un nicho para construir en él una forma con la que comunicar su idea. Así resultó un objeto que sumó el concepto gráfico, el interiorismo y, sobre todo, la aprehensión y selección de la música idónea para convencer de que hay un más allá en el misterio del ocaso.

Una DJ francesa (Béatrice Ardisson) país que puede comunicar directamente con el Averno) pensó que la brutalidad de la canción de los australianos podría ser reinterpretada. De tal suerte pensó que la manera de rehacerla era a través de su sencillez, pero ésta tenía que ser elegante, fashioned y cool. Que enmarcara el ambiente en el que se desenvolviera; que vistiera el instante en que su omnipresencia fuera tan etérea como protagónica; tan unívoca como multidimensional. Es decir, un coctel á-la-mode, sin dejar de ser reconocible en su esencia y sello de identidad.

En dicha tesitura la pieza también fue retomada por un icono contemporáneo, que habló de una época y una circunstancia sociopolítica determinada. Carla Bruni, ex Primera Dama de Francia, que al dejar de serlo volvió a presentarse en uno de sus antiguos oficios, el de cantautora (anteriormente había sido modelo), e incluyó la canción en su repertorio en vivo para darle un ligerísimo toque de “salvajismo” a su menú y mostrar su empatía con el texto, dadas sus experiencias en giras presidenciales y profesionales.

El riff, la melodía, el ritmo acelerado, (aunque los bajos trepidantes, los alardes en batería, ya no tuvieron importancia en su versión) y un mayor movimiento escénico, le inyectaron al tema su personalidad de Jet set. Pero una de las características de una canción que hace dar el brinco y dejarse llevar por ella, la que pone la piel de gallina, es sin duda la letra y su melodía. Y esos ingredientes de la canción lo resisten todo. Incluso a un auditorio de escuchas del mismo pelaje, que en su vida han oído una nota de heavy metal o hablar de AC/DC, o de las peripecias de una gira sin límites, pero sí de la autopista de los excesos que conduce directamente al Infierno, sin pasar por el camino de la sabiduría.

De esta manera la ruta por la que se transita hacia destinos opuestos, alineados o no los planetas, contiene riffs poderosos, una gran melodía en cada uno de sus hitos, buenos ritmos y letras memorables. Las canciones escuchadas en el trayecto, de ida o vuelta, serán siempre un dardo de orientación perfecto para cualquier instancia del viaje. Esa ha sido la ruta musical del cielo al infierno o viceversa, tanto para intérpretes como para su auditorio durante el último medio siglo, y sigue contando.

VIDEO: AC/DC – Highway to Hell (Official Video), YouTube (AC/DC)

SIGNOS: ROCK CHICANO (FRAGMENTO 11)

Por SERGIO MONSALVO C.

CHINGÓN

EL VOCABLO IDENTITARIO

Robert Rodríguez es oriundo de San Antonio, Texas. Nació en 1968 y actualmente es un icono popular y director de culto cinematográfico. Es, también, la encarnación de una marca registrada de un complejo proyecto multidisciplinario que abarca la escritura, el cine, la actuación, la hechura de tiras cómicas (Los Hooligans) y la fotografía, entre otras.

Entre esas otras, Rodríguez también incluye la música. De esta última actividad fue que nació el colectivo sonoro denominado Chingón y de su pluma el repertorio y las composiciones de la banda con el mismo nombre.

Para la realización de los soundtracks de Spy Kids 3D Game Over, Once Upon A Time in Mexico y la saga de El Mariachi, el director había utilizado la colaboración de los miembros del grupo Del Castillo, una formación lidereada por los hermanos Mark y Rick de tal apellido.

Del Castillo es una banda que se fundó en el año 2000 en Brownsville, Texas. Ambos hermanos habían tocado las guitarras en grupos separados hasta que se les ocurrió juntar sus talentos para trasmitir instrumentalmente el poder del ambiente cross-cultural del cual procedían: flamenco, rock sureño, música latina, blues y world music.

El siguiente paso de la mancuerna Del Castillo/Rodríguez fue la fundación de un colectivo musical a fin de crear canciones como “Cuka Rocka” o “Siente mi amor” (con la actriz Salma Hayek en la voz) para el filme Once Upon a Time in Mexico. Lo cual atrajo la invitación de Quentin Tarantino (mentor y amigo de Robert), quien quería sellar la segunda parte de su obra Kill Bill con una canción tradicional incluida en el repertorio de ellos: “Malagueña salerosa” –reinterpretación de “La Malagueña”–, concebida para Desperado (la secuela de El Mariachi), pero que no apareció en ella.

A la mezcla musical que tenían le agregaron a la postre más elementos musicales como la cumbia, el huapango, el son, el corrido, el tex-mex, el zydeco y lo que se fueron encontrando por el camino. Tarantino los volvió a convocar para que hicieran un cóver de la canción abridora del film Grindhouse, al que retitularon como «Cherry’s Dance of Death».

Además, el grupo comenzó a crecer con las adiciones del también legendario Tito Larriva (con su propio historial dorado en las páginas del rock chicano: Plugz, Cruzados, The Psychotic Aztecs, Tito & Tarántula, entre otros) en las voces, guitarras y con algunos integrantes de su grupo.

Robert Rodríguez había sido quien dio a conocer a Tito y a su grupo de aquella época en la película From Dusk Till Dawn, donde tocaron, actuaron y, bajo el mando del director, crearon un estilo y su imagen.

A ellos se sumaron Carl Thiel (en la programación de las computadoras), Rick Holeman (percusiones), Alex Ramírez y Gilbert Elorreaga (trompetas), Cecilio Ruiz (batería), Albert Besteiro (bajo), Patricia Vonne (hermana de Robert, en la voz) e invitados especiales, algunos procedentes de grupos como la Bob Schneider Band o los HeeBeeJeeBees.

Al ser un colectivo y tener colaboradores en diferentes áreas del arte, los integrantes varían según las agendas de los mismos y las necesidades del momento: un soundtrack, una presentación en vivo, una gira, etcétera. Por lo cual también se ha incluído a gente como Carmelo Torres (en las percusiones), Mike Zeoli (en la batería) o Natalie Peña (voz y coros).

El resultado más exultante de su manifiesto musical, luego de una irregular antología, ha sido el disco homónimo Chingón con el subtítulo de Mexican Spaghetti Western (grabado en estudio y aparecido bajo el sello Rocket Racing Rebels Record Co., producido por el propio Rodríguez).

En él Robert escribió la mayor parte de las piezas y los arreglos musicales. En todo ello hay el leitmotiv de la épica y la concepción temática como una banda sonora para el protagonista de las mismas (las sagas de El Mariachi), aunque también han participado en los soundtracks de Hell Ride y Machete.

Colateralmente han influido en el imaginario mediático representando al mariachi hipermoderno, de sólo cuatro miembros, que en lugar de la acústica empuña una guitarra eléctrica. Instrumento con el cual habla de nuevos héroes y leyendas, como en la película Rango, por ejemplo.

Es música cinemática, fuerte, poderosa, de muy alta calidad instrumental de hondura mexicana primordialmente, con referentes en la imaginería, desde el memorable Ennio Morricone hasta la sutileza de otros oriundos de la zona, como Calexico.

En la lírica, la cuestión temática remarca con puntualidad lo señalado por Octavio Paz en su ensayo del Laberinto de la Soledad: “En un mundo de chingones, de relaciones presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, lo único que vale es la hombría, la capacidad de imponerse”. Lo arriesgado de utilizar un nombre como el suyo obliga al grupo a apegarse a dicho guión a rajatabla.

En el slang gringo, el término “chingón”, practicado sobre todo en la región sur de la Unión Americana y la zona fronteriza, ha enfatizado sus propias características acercándose más en su traducción a «badass» y/o «awesome»: alguien que es muy listo, inteligente y resuelve las cosas fácil y rápidamente; alguien que es capaz de joderse a cualquiera, que es muy cool o muy bueno en lo que hace.

 

El disco homónimo, Chingón, es un compendio de hombrunas y trasnochadas atmósferas tequileras (“Bajo Sexto”, “Cielito Lindo”), violencia verbal de género (“Se me paró”) y rijosos corridos en clave de falsete crepuscular y rock polifónico, donde ningún macho se nos raja.

La ambientación es una Reality pulp plagada de tipos duros arquetípicos y situaciones cinematográficas de serie B, “Fideo del Oeste” (western), cine de charros y cómic oscuro, condimentados con abundante salsa picante Gore y cerveza Chango, en donde andanzas vitales como las de Robert Rodríguez (“Una historia de novela”) son coronadas por una voz cantinera rasposa con el título más adecuado: “El Rey de los Chingones”.

La palabra Chingón, según el Diccionario de Uso del Idioma Español, es lo siguiente en primer término: coloquialismo mexicano aplicable a persona o cosa, que como adjetivo significa ser extremadamente bueno en algo, y cuyo sinónimo podría ser “extraordinario”.

En su segunda acepción: es un adjetivo masculino aplicable como coloquialismo despectivo a un hombre que se impone por la violencia y es admirado por ello entre quienes defienden sus mismos valores.

El grupo texano de tal nombre comparte ambos significados. Conlleva la carga ontológica descrita por Octavio Paz y es coherente con el desarrollo estético de su cabeza principal, el realizador Robert Rodríguez.

VIDEO: Chingon Kill Bill Vol. 2 Live, YouTube (MkzzHushPuppy)

RIZOMA: EL ACTO DE REFLEXIONAR (XI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Cuando las directrices gubernamentales en el terreno cultural (valores, ideas, emociones) apuntaban a difundir el miedo a los otros, a lo diferente, generaron más ignorancia, y para lograrlo el modo más eficaz fue aplaudir y consagrar la nimiedad, la simplificación, el maniqueísmo y la banalidad espiritual.

Springsteen, que desde siempre había pintado su raya con respecto a la política -la cual quiso usar en reiteradas oportunidades sus canciones para sostener aquellos lineamientos, tergiversando el fondo de sus letras-, también dijo “basta” ante el crecimiento de la estulticia y el abuso. Se unió a varios proyectos contra la guerra y contra la reelección de Bush.

Y aunque la reelección se dio porque John Kerry, el candidato opositor, no tuvo los tamaños suficientes para impedir que las cosas empeoraran para todos, Bruce continuó con la labor para pedir el cambio político. Entre una de sus causas estaba la de apuntar la intensidad con la que determinados medios y gobernantes parecían haber convencido a una gran parte de la opinión pública estadounidense de que la inteligencia no sólo era sospechosa sino, además, una desventaja política.

El cantautor, líder de la E Street Band, salió a recorrer el país y se dio cuenta de que la “América real” a la que él le había cantado desde que comenzó su carrera estaba escindida. Por un lado, los que se dejaban convencer de que lo relevante consistía en que “Bush es un tipo simpático con el que se puede tomar una cerveza”, mientras que Al Gore –que trataba de hablar sobre los cambios climáticos y la injerencia humana en ellos— era un “tieso sabelotodo”; que más valía estar con un tipo campechano y subir las botas a la mesa que detenerse con uno que invitara a pensar en la problemática.

VIDEO: Bruce Springsteen – I’m Going Down (from Born In The U.S.A), YouTube (BruceSpringsteenVEVO)

CANON: THE CLASH (XI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MERCADO NEGRO Y COMBATIVO

A principios de 1980 The Clash reunió las canciones que sólo habían aparecido en sencillos e integraron Black Market Clash, una especie de antología particular y otra piel de víbora que el grupo abandonaba para continuar hacia adelante. El sencillo fue “Bank Robber”. El álbum Sandinista salió en diciembre de 1980. Seguía siendo una funda sencilla, pero en esta ocasión con tres LPs dentro al precio de dos. La compañía disquera volvió a rechinar los dientes.

Había de todo en esos discos: el reggae fue bienvenido como antes, al lado del ska, rock and roll, calypso, coros infantiles y brass band. Así como un discurso cada vez más social y político (con sus panfletos, claro está) desde el título, con su homenaje a los revolucionarios de Nicaragua.

Todas las cosas que el mismo grupo se había propuesto fueron abordadas en el controvertido álbum, que a pesar del excesivo eclecticismo tuvo momentos memorables como “Hitsville UK”, la pacifista “The Call-Up” o “Junco’s Partner”. El tema “Magnificent Seven” los hizo célebres incluso en los lugares donde aún no lo eran.

Como parte de sus devaneos, el grupo reinstaló a Bernie Rhodes como su mánager en 1981, pero mantuvieron un bajo perfil durante el resto del año antes de realizar una primera gira por tierra australianas. Al retornar a la Gran Bretaña en marzo de 1982 finalizaron un álbum con la formación original y bajo la producción de Glyn Johnes (que había trabajado con Led Zappelin y los Rolling Stones, entre otros).

Combat Rock se convirtió en todo un suceso comercial, sobre todo en la Unión Americana, donde piezas como “Should I Stay Or Should I Go?» y “Rock The Casbah” llegaron a los primeros lugares de las listas de popularidad.

Lo iconoclasta rebasó todos los límites. Con Combat Rock volvieron a la desviación estilística. Inclinados con mucha convicción hacia el rap funk invitaron a Allen Gingsberg a colaborar con ellos. “Clash estaba grabando Combat Rock cuando Strummer me mostró un montón de textos y dijo: ‘Tú eres un gran poeta, ¿podría repasar conmigo estas letras para canciones?’ Así que trabajamos juntos.

“Me dediqué particularmente a cambiar las generalizaciones por referencias específicas. Como en la pieza ‘Death Is a Star’, por ejemplo. En un inicio las letras eran algo vagas. Ni siquiera entendí la primea vez que se trataba de una canción sobre el cine de terror. Le dije a Strummer que indicara en qué ciudad tenía lugar: en Buffalo.

“En resumen, había que volverlo más preciso todo. Por cierto, era lo que me había recomendado Blake, gracias a su lectura. Y Kerouac, él incluso afirmó: ‘Los detalles de la vida son la base de la prosa’. En fin, Mick Jones me pidió que pronunciara unas cuantas palabras con la voz más baja posible en ‘Ghetto Defendant’.

“Eso fue lo que hice. Sin embargo, al regresar a mi casa me di cuenta de que lo que había dicho era incoherente, por decir poco. Entonces le hablé por teléfono a Strummer y le dije: ‘Puedo hacerlo mejor’, y volví a empezar. Incluso pude agregar algunas cosas más interesantes. Estuvo divertido”.

El grupo bajo la mano de Glyn Johns, sonó más áspero que nunca. De esta manera Clash se instaló en la historia como un grupo innovador e impredecible. El rock en toda su extensión.

En 1982 The Clash ya había producido dos discos sencillos, uno doble y uno triple, y se tenía que enfrentar a la tarea de pagar a través del último álbum por lo menos una parte de las deudas que habían acumulado con su compañía disquera (750 mil libras).

El disco llegó a las tiendas en tiempo récord, mientras los integrantes del grupo —que ya tenían serias diferencias entre ellos— ensayaban para una gira para la que aún no se vendían todos los boletos: “Know Your Rights”. Entonces el New Music Express anunció que Joe había desaparecido. Bernie Rhodes declaró que seguramente se había retirado para meditar la situación del “artista del rock socialmente comprometido en el mundo ‘light’ de hoy”.

En realidad, el propio Rhodes había tenido la idea de que Joe desapareciera un rato para fomentar el interés por el grupo. Sin embargo, Strummer exageró: “Bernie me dijo: ‘Ve a Texas, alójate con Joe Ely y háblame todos los días a las 10 de la mañana’. Pero fui a París y me pareció chistoso no comunicarme con Bernie”. Mientras Rhodes caía en la desesperación en Londres y un detective privado daba la vuelta al mundo, en balde, Joe se encontraba en casa de un amigo en París, recorría los cafés y participaba en una maratón.

Al retornar Strummer lo primero que hizo fue despedir a Headon (“se drogaba demasiado”), quien fue sustituido con Terry Chimes y salieron de gira, la cual se constituyó en un éxito masivo e incluyó la participación con los Who en su «primera despedida». Sin embargo, dentro del grupo la situación estaba muy deteriorada, las acusaciones de todo tipo volaban de uno al otro.

Al comienzo de 1983 Chimes fue reemplazado por Pete Howard (ex Cold Fish). Entonces Mick Jones cayó enfermo debido a sus adicciones. Ya no volvería. Strummer y Simonon llamaron a Vince White y Nick Sheppard (ex Cortinas) para la reconstrucción del grupo y grabar el lastimósamente superfluo Cut The Crap, que fue lanzado en 1985, con sólo dos temas intersantes: “Dirty Punk” y “This is England”. Asimismo, reapareció ya “limpio” Mick Jones, pero al frente de Big Audio Dynamite.

VIDEO: The Clash – Should I Stay or Should I Go (Official Video), YouTube (theclashVEVO)

BABEL XXI-762

Por SERGIO MONSALVO C.

 

THE ROLLING STONES

(MEJORES DISCOS-XI)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://e-radio.edu.mx/Babel-XXI/762-The-Rolling-Stones-Mejores-discos-XI

PRIMERA Y REVERSA: DIXIE CHICS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

CONTRA EL SISTEMA

El de las Dixie Chicks es un cuento posmoderno. Uno que parte al revés: del éxito a las incógnitas por el futuro. El comienzo es en 1989 en Dallas, Texas. La violinista folk Emily Erwin y su hermana Martie Seidel (intérprete del banjo) deciden formar un grupo femenino de country tradicional al lado de la bajista Laura Lynch y la guitarrista Robin Lynn Macy (todas cantan).

El nombre para el cuarteto de cowgirls está inspirado en la canción «Dixie Chickens» de la banda sureña Little Feat. Se enrolan en el circuito de bares de la ciudad y en los clubes del estilo.

El impulso necesario para el siguiente paso se produce cuando Seidel obtiene el tercer lugar en el National Fiddle Championship con el instrumento que toca. La combinación de country, folk y bluegrass en la que se sustentan interesa al sello independiente Crystal Clear, con el que graban el disco debut Thank Heavens for Dale Evans (1990), un homenaje a la pionera del género con tal nombre y que les sirve, además, para mostrar sus virtudes dentro del mismo.

Las inquietudes artísticas de las hermanas no se corresponden con los intereses de Macy, quien decide abandonar el grupo. De esta manera, la siguiente grabación marca sus primeros cambios. Buscan un sonido más contemporáneo inclinado al pop, Martie asume también el uso de la mandolina, mientras que Emily hace lo propio con la guitarra y el dobro. Lynch pasa a ser la voz principal.

Ya como trío aparecen: Little Ol’ Cowgirl (1992) y Shouldn’t a Told You That (1993) y así se mantienen, incluso cuando en 1995 firman para una nueva compañía, Sony.

Los esfuerzos por refrescar repertorio e imagen llevan a Lynch a abandonar al grupo. El sitio de vocalista principal y guitarrista lo ocupa una guapa joven de 21 años llamada Natalie Maines, quien no es ninguna improvisada ni ajena al medio, sino hija del legendario intérprete de la steel, Lloyd Maines. La transformación es notable. A la compañía le urge sacar un nuevo disco y materializar las expectativas. Aparece Wide Open Spaces en 1998, ya con su formación definitiva.

Con armonías de country pop el trío se moderniza y obtiene un éxito insospechado. «I Can Love You Better» es el primero de tres sencillos en colocarse en las listas de popularidad a nivel nacional, mientras que «There’s Your Trouble» logra el sitio de honor en las de country.

El disco se convertiría en cuádruple disco platino y el trío —prácticamente desconocido—elevado a la categoría del megaestrellato. La culminación de una década de trajín, cambios y búsquedas estéticas. Aquí es cuando comienza la verdadera historia del grupo.

Hubiera resultado fácil echarse en la hamaca y repetir la fórmula ad infinitum; sin embargo, había un compromiso con la música. La ruta al respecto quedó despejada con la salida del siguiente compacto, Fly (1999), aún con los fuertes ecos del anterior (premios y Grammys por mejor álbum y letras de oro para mencionarlas como el grupo más vendedor en los anales del country).

“Ready to Run” y “Goodbye Earl” mostraron cambios y avances. La calidad se acrecentó con la fama. A un bluegrass más progresivo lo dotaron de country-pop actualizado, reflexivo, sugerente y con el supremo toque de la inteligencia: el humor.

Por lo tanto, las Dixie Chicks se convirtieron en auténticas artistas. Trascendieron fronteras, el mundo las reclamaba. Retornaron a los estudios para lanzar en el 2002 su sexto disco: Home. Éste fue signado para la Sony por su propia compañía, Open Wide Records, con resultados semejantes. Los retos se hicieron más importantes. Lanzarían también al mercado el disco en vivo y DVD Top of The World Tour, como testimonio de su actuación escénica.

Y fue de ahí, el 10 de marzo del 2003, desde la cima en el mundo y en un escenario, donde Natalie Maines dijo lo siguiente: “Estamos avergonzadas de que el presidente de los Estados Unidos sea de Texas, como nosotras». En referencia a las acciones tomadas por George W. Bush contra Irak.

El compromiso con la música se extendía ahora a lo social, dar voz con esa declaración a los millones de ciudadanos, de los Estados Unidos y del mundo—como de Londres donde se encontraban en esos momentos—, que discrepaban con una política y con una forma de gobierno. Toda la inteligenzia norteamericana lo hacía al unísono, al igual que la inglesa, cuyo Primer Ministro apoyaba los actos de Bush.

A lo expuesto correspondió una reacción furiosa por parte de los sectores más retrógradas de la tierra del Tío Sam. Esos conservadores incapaces de comprender los hechos históricos y para quienes las cosas se resuelven a balazos. Entre ellos, los dueños de radiodifusoras que convocaron a sus oyentes —tal para cual— a boicotear sus discos y conciertos. Las llamaron antipatriotas y las descalificaron. El asunto se puso peligroso para el trío en su propio terruño.

Por otro lado, muchos artistas cerraron filas alrededor de ellas, entre otros Bruce Springsteen y Madonna, quienes defendieron en todos los ámbitos el derecho a la libre expresión del grupo.

Los siguientes fueron años difíciles para las Dixie Chicks; ellas no dieron marcha atrás ni pidieron disculpa alguna, como les exigían. Al contrario, el grupo estuvo más unido y cuestionador que nunca: una para todas y todas para una.

El tiempo les sigue dando la razón, como a tantas otras mentes pensantes. Bush, del 2003 a la fecha, había recortado presupuestos sociales para canalizarlos a la milicia; derogado derechos y libertades ciudadanas; pugnado por la charlatanería creacionista; mostrado uno más de sus crueles rostros —el racista y el de peor mala fe de un gobernante— tras el paso de Katrina por Nueva Orleáns; ha dejado a Bagdad —a Irak—en ruinas y se embarcó ya en una nueva invasión, la del Líbano. Toda una tragedia, grotesca, lacerante y brutal, y una proyección panorámica sobre el estado moral de aquella nación frente a sí y frente al mundo.

Las Dixie Chicks, por su parte, supieron capotear el temporal y logrado que las aguas volvieran a un nivel razonable para ellas. La experiencia de estos tres últimos años quedó reflejada en dos obras. Una, Shut up and Sing, de la autoría de Barbara Kopple y Cecilia Peck, que lleva a la imagen documental lo acontecido para el trío en esa etapa; y la otra, el octavo álbum del grupo, Taking the Long Way (2006).

Un disco que muestra una evolución hacia el rock. Rick Rubin, el productor que logró el canto de cisne de Johnny Cash consiguió con ellas plena identificación, dejó que escribieran por completo las canciones y les mostró la melodía y el estribillo más apropiados para las estructuras finales. “Everybody Knows”, “So Hard” y “I Hope” son los primeros sencillos destacados del disco.

Una obra intensa, autobiográfica y valiente en muchos sentidos: «El impulso vino de sentir que habíamos perdido la esperanza en la costumbre democrática de cuestionar las acciones de nuestro gobierno, el cual implantó sistemas de control que hicieron desaparecer la crítica —han señalado—. O estabas de su lado o eras un traidor antipatriota. La canción ‘I Hope’ pregunta qué hemos aprendido de todo esto y qué legado vamos a dejar a nuestros hijos”.

VIDEO: Dixie Chicks – I Hope, YouTube (Rose Alvaro)