Rod Argent, líder indiscutible de The Zombies, dijo: «Tuve la intención de formar una banda cuyos músicos no sólo tuvieran dotes técnicas o ideas experimentales, sino que asimismo quisieran crear algo con entusiasmo y respeto mutuo».
La pieza «She’s Not There» fue su mayor éxito y Odessey & Oracle su mejor álbum, con “Time of the Season” como single destacado. El grupo tocaba un rock barroco clásico de Inglaterra: fluido y melódico (fundamentado en el famoso ritmo del Mersey Beat y el rhythm and blues), prístino y fuerte.
ODESSEY & ORACLE
THE ZOMBIES
(CBS)
El grupo se concentró en el canto perfecto y agudo y monumentos de sonido con un claro dominio de los teclados. El equilibrio logrado en este disco posee por igual belleza mística, un aura etérea y una enorme fuerza de expresión musical.
Personal: Rod Argent, órgano, piano, melotrón y voz; Colin Blunstone, voz; Paul Atkinson, guitarra y coros; Chris White, bajo y coros; Hugh Grundy, batería y coros. Portada: diseño de Carol McCleeve con ilustración de Tony Robert.
VIDEO SUGERIDO: Zombies – Time Of The Season HD, YouTube (andrew91118)
Graffiti: “Tienes veintitantos años, pero tus instituciones son del siglo pasado”
Hay muchas maneras de contar una historia y muchas maneras de aproximarse a la Historia. Recorrer la de las grabaciones aparecidas en 1968 siguiendo el rastro de sus ideas, de los conceptos y de los diversos campos que sembraron y cultivaron es una de ellas.
Es hablar sobre los grupos que iniciaron algo importante, lo llevaron a su pináculo y luego desaparecieron. Sin embargo, el hilo conductor en todos ellos no es el listado de nombres ni la duración que tuvieron, sino el campo sonoro que vislumbraron.
THE NOTORIOUS BYRD BROTHERS
THE BYRDS
(Columbia)
Los Byrds tuvieron el acierto de inaugurar una nueva corriente rockera, el folk-rock, y se constituyeron en una incomparable agrupación bajo la influencia de Bob Dylan, el estilo de los Beatles, el country and western y el rhythm and blues, mezcla con la cual fueron también pioneros del llamado nuevo rock norteamericano.
Las novedosas armonías vocales, además de la distinguidísima guitarra de Roger McGuinn, les acarrearon el éxito inmediato. Sus experiencias alucinógenas y la experimentación musical produjeron resultados que se pueden paladear en todos sus discos (incluso con los cambios de formación). Como trío, editaron The Notorious Byrd Brothers y Sweetheart of the Rodeo ese mismo año.
Personal: Roger McGuinn, voces, guitarras, sintetizador moog; David Crosby, voces, guitarra rítmica y bajo; Chris Hillman, voces, bajo, guitarra y mandolina; diversos músicos se alternaron en la batería. Portada: Diseño realizado por el Departamento de Arte de la compañía.
VIDEO SUGERIDO: Byrds – Space Oddyssey – The Notorious Byrd Brothers, YouTube (13fuji)
Graffiti: “El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón”
La palabra “honestidad” en boca de un político tiene otro significado que el regular: suena a truco, a hipocresía, a ocultamiento y a opacidad. Huele a podrido. Tal circunstancia es producto del inapropiado uso y abuso que han hecho tan finas personas del vocablo (y del idioma en general). Algo semejante sucede con el término “democracia” en los discursos de dicha fauna.
La mayoría de los escuchas tiende a ignorar ambos conceptos, que son parte del obligado menú verborréico de los hombres públicos. Sabe que son tan falsos como los besos a los niños o las sonrisas desplegadas por esos individuos. Es el feedback del cinismo contemporáneo entre emisor y receptores en su camino de ida y vuelta. Ese es uno de los problemas asociados a la actual representación política unidimensional y sus muchas deficiencias.
En la música, otra de las múltiples manifestaciones humanas, las cosas son un tanto distintas. Son más transparentes. El escucha no es tan cínico en su apreciación, aunque el cantante o instrumentista lo sea. En tal disciplina es difícil engañarse a uno mismo. Entran en juego las emociones personales, los sentimientos, el bagaje vivencial, además de las sensaciones.
En un cantante, por ejemplo, es relativamente sencillo descubrirle su falta de honestidad al interpretar una pieza, aunque uno no sea crítico o estudioso de la música. Se nota que no siente o se involucra con lo que dice aunque cumpla con todos los lineamientos de lo escrito en el papel. La actuación resulta fría y mecánica o de trámite y rutinaria, sin poner en juego emociones reales, auténticas.
Eso es lo que hace diferentes a los entertainers de los artistas. Estos últimos siempre correrán el riesgo de exponerse, a pecho abierto; los otros echarán mano de los recursos del oficio y saldrán avante de la actuación, pero nunca entrarán en el corazón ni la memoria de sus oyentes.
MUSIC FROM BIG PINK
THE BAND
(Capitol)
Este disco es una muestra contundente de honestidad y democracia musical (todos los integrantes del grupo intervinieron en el proceso de componer y orquestar los temas y sin una voz única), entre las otras muchas cualidades que lo han convertido en un clásico y en uno de los mejores de la historia del rock.
Existen en el género las especies de los que siempre buscan lo auténtico. The Band perteneció a ellas. Fue un errabundo grupo que deambuló entre las rudezas. Una, con Ronnie Hawkins, con la que se fueron forjando como músicos, en los rudimentos de la música y sus complementos, en la carretera, en los bares, en los clubes.
La otra, con la de un público hostil, purista y conservador, donde ejercieron de pretorianos de un poeta, de testigos y apoyo de lujo en el florecimiento de Bob Dylan, quien encontró en la ruta de la electrificación la vía contundente para dar a conocer sus imágenes e incendios. Errancia, pues, entre la geografía canadiense y los Apalaches estadounidenses; entre los tiempos que cambiaban y el nuevo uso de las palabras.
Al iniciar su propio camino protagónico, los miembros de la banda empezaron a compartir sus experiencias en el álbum debut Music from Big Pink (1968). The Band fue un grupo que siempre se mostró fascinado por la ontología musical norteamericana (rock de raíces, folk, country, gospel, soul y americana, principalmente) y su obra, a partir de aquí, relató las historias que encontró en el camino y las arropó con ella.
Este disco compuesto en una típica casa suburbial en la mágica zona de Woodstock, de nombre “Big Pink” (por el color con que estaba pintada), está impregnado de la esencia de todo ello y del espíritu artístico con el que se sentían comprometidos los integrantes, a contracorriente de los estilos que estaban en boga, lejos de la psicodelia, de lo progresivo y de cualquier atisbo pop.
Al contrario: inauguraron con su música un fresco emocionado y atemporal donde las raíces y la modernidad se daban la mano. La pieza “The Weight” fue su emblema. Aparece para abrirle la brecha a un enorme álbum y para hacer aflorar una mirada capaz de ver más allá de lo consensuado.
Su atingente lírica se convierte en una sorpresa que se le depara a aquellos que han llegado a ella buscando otra cosa y que terminan haciéndose testigos de las diversas existencias, de la imposibilidad de hacer el bien y de la complejidad de la vida.
La contenida en este disco es la sonoridad que abrió un nuevo espacio para el conocimiento de lo que se ha dado en llamar “los sentimientos”. No sólo románticos, sino existenciales, de estar en el mundo y frente a él.
El disco marcó un punto de inflexión en la forma de hacer música. Aportaba canciones sobrias y una imagen atemporal: «Era música plantada en la tierra, sin la ira o las alucinaciones de aquella época. Asimilamos unas tradiciones que hasta entonces no se solían apreciar. Las de una cultura musical que era más profunda y exótica de lo que parecía”, dijo al respecto Robbie Robertson, el cantante, compositor y guitarrista del grupo.
Por su parte, el músico Al Kooper –un tipo con muchos galones en el medio— resumió en su crítica la apreciación de la obra de la siguiente manera: “Este álbum fue hecho con una consigna: ‘La honestidad es la mejor táctica’. Cuando escuchas un disco que no lo es te sientes insultado o apagado en comparación. Aquí crees en cada verso de las canciones y eso eleva en mucho el placer de su escucha”.
Efectivamente, cuadros como los contados musical y líricamente por The Band en Music from Big Pink no nos alejan del mundo, sino que lo vuelven cercano y común y lo llenan de sentido. Son muestras de observación solitarias, la mayoría, pero con el sabor de lo insospechable, y hacen que el tiempo se detenga y comience su relato de nuevo, propiciando sensaciones indelebles y recuerdos sin pertenencia reservada.
Personal: Robbie Robertson, guitarras y voz; Richard Manuel, piano, órgano, batería y voz; Garth Hudson, órgano, piano, clavinet y sax; Levon Helm, batería, guitarra acústica, percusión y voz; Rick Danko, bajo, violín y voz; músico adicional: John Simon, sax tenor y piano, además de fungir como productor. Portada: Pintura realizada por Bob Dylan.
VIDEO SUGERIDO: The Band, The Weight, YouTube (Tskeshi Kawaguchi)
Graffiti: «Queremos las estructuras al servicio del hombre y no al hombre al servicio de las estructuras”
Roy (Adrian) Wood es un tipo hiperactivo. Lo ha sido prácticamente desde la cuna. A temprana edad aprendió a tocar diversos instrumentos y los rudimentos de la música clásica. Al llegar a la primera adolescencia su amor se volcó hacia el rock y comenzó a formar grupos para interpretar versiones de sus ídolos, los Beach Boys, y los representantes del rock inglés de entonces (Beatles, Who, Zombies).
Sus versiones estaban insertas dentro del English Baroque y por ende repletas de sofisticación con infinidad de instrumentos. Situación que hacía enloquecer a los demás miembros de la banda en turno, con la consiguiente deserción. Entonces Wood pasaba a la siguiente formación, sin parar (The Falcons, Gerry Levene and The Avengers, Mike Sheridan and the Nightriders…).
Quizá esto se debía a la atmósfera de la ciudad en la que había nacido y crecido: Birmingham (1946). La segunda metrópoli en importancia del Reino Unido, por su pujanza industrial, dinamismo empresarial y cultural. Al revolucionado Wood, pues, le gustaban los aires de Birmingham, los Beach Boys, el rock inglés y la música clásica, pero no encontraba con quien lograr el ensamblaje de todo ello de una manera distinta.
Hasta que conoció en el Cedar Club de aquella ciudad a Trevor Burton, Carl Wayne, Ace Kefford y Bev Bevan, todos miembros de distintos grupos que actuaban ahí de forma esporádica (el Cedar se convirtió entonces en uno de los semilleros del rock local, que ha aportado grandes nombres al rock británico). Los músicos se reconocieron en las ideas de Wood y decidieron fundar al grupo The Move.
MOVE
THE MOVE
(Decca)
En The Move, a sus dotes de multiinstrumentista (guitarra, bajo, sitár, cello, doble bajo, sax, clarinete, trompeta, oboe, corno francés, banjo, mandolina, percusiones varias, batería, gaita, piano y teclados diversos) Wood les añadió las de compositor. Dotes mismas que empezarían a funcionar de inmediato tras la formación del grupo.
The Move se convirtió rápidamente en la sensación de los clubes de Birmingham debido a la energía con que interpretaba su rock-pop, en el que cabían los trazos psicodélicos, sus versiones de temas clásicos del rock’n’roll y el soul de la Motown.
Todo ello con la fuerte influencia de los Beatles, los Who y su querencia por la música clásica, sin dejar de lado la búsqueda de su propio sonido. Gracias a esta paleta musical el grupo atrajo la atención de Tony Secunda (el mánager de The Moody Blues), quien tras apalabrarse con ellos se convirtió en su representante.
Los vistió como dandies, en la tendencia Mod, e hizo que cambiaran su residencia por Londres. Una vez ahí consiguieron convertirse en la banda de casa del famoso club Marquee y pronto firmaron un contrato con el sello Deram, subsidiario de la compañía Decca.
Los materiales de Wood comenzaron a fluir y su primer sencillo fue “Night of Fear”, un tema al que le insertó como riff algunas notas de la “Obertura 1812” de Tchaikovsky. Con esta canción entraron en las listas de la Gran Bretaña.
Circunstancia que se repetiría constantemente a lo largo de su corta carrera (“I Can Hear the Grass Grow” y “Flowers in the Rain” fueron las siguientes muestras salidas de la pluma de Wood, temas que provenían de antiguos relatos escritos por él cuando era todavía estudiante de arte y que conjuntaban un excelente enfoque melódico con un vibrante ritmo y una tonalidad desenfadada).
El talento musical del grupo hubiera bastado para mantenerlos en el candelero y quizá conseguir el objetivo que nunca persiguieron: la trascendencia. Sin embargo, a su excéntrico representante tal cosa no le bastó y, acostumbrado a los excesos y a lo estrambótico del ambiente de las luchas del que procedía, comenzó una campaña publicitaria de corte sensacionalista y escandaloso.
Tal estrategia llegó al extremo cuando Secunda mandó imprimir una postal publicitaria para el sencillo “Flowers in the Rain”, en la que el primer ministro británico (Harold Wilson) aparecía en una caricatura teniendo relaciones con su secretaria. El político los llevó a juicio y ganó la demanda. Obligó al grupo a donar todas las ganancias de la canción a obras de caridad (la pieza había llegado a los primeros lugares de ventas).
Ahí comenzó la debacle de un talentoso grupo, cuya imagen quedó empañada. A pesar de que cambiaron de representante, la autocensura (“Cherry Blossom Clinic” fue relegado en favor de “Fire Brigade” como siguiente lanzamiento) y las dificultades internas se hicieron notar cuando Ace Kefford salió del grupo.
Poco después debutaron en el formato LP con Move (1968), un álbum producido por Denny Cordell y arreglado por Tony Visconti, que presentaba tracks como “Useless Information”, “The Girl Outside” y “Mist on a Monday Morning”.
Pero fue la hermosa canción “Blackberry Way” la que puso al disco en las listas. De todos los que grabaron fue el único que lo logró. El canto de cisne de un grupo que se conformaba con el espacio de los singles. Nunca comprendieron que el LP conceptual era lo que estaba en boga y permitía las explosiones extendidas de los criterios estéticos que desembocaban en el rock progresivo.
La de The Move fue una muerte lenta y natural, se fue desmoronando hasta sólo quedar el original Wood y uno de los recién llegados, Jeff Lynne. Al final optaron por reinventarse como la Electric Light Orchestra, con otra historia.
Personal: Roy Wood, voz y guitarras; Carl Wayne, voz; Bev Bevan, batería y coros; Ace Kefford, bajo y coros; Trevor Burton, guitarras y coros; músicos invitados: Nicky Hopkins, piano y clavicordio; Tony Visconti, arreglos de cuerda y viento. Portada: Diseño a cargo del departamento artístico de la compañía.
VIDEO SUGERIDO: The Move – Night Of Fear, YouTube (fezandfrat)
Graffiti: “No queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre suponga el riesgo de morir de aburrimiento”
Este es un verdadero thriller, con todos los ingredientes para ser llevado a la pantalla. Y de hecho se hizo. Primeramente inspiró en 1981 un musical para Broadway, Dreamgirls, cuyo éxito llevó a convertirlo en película en el 2006, con el mismo título.
Aunque lo que allí se cuenta es nada en comparación con lo que ahora se sabe a través de las biografías, los documentos, las entrevistas, las declaraciones y demás material periodístico investigado por los especialistas en este grupo icónico: The Supremes.
Sin excepciones, todos los relatos acerca de este trío femenino resultan turbios, espinosos, intrincados y hasta tenebrosos. La fascinación por todo ello está aderezada de elementos clásicos: la configuración desde bajos estratos sociales, el talento que se sobrepone a diversos obstáculos, el ascenso al éxito y a la fama.
Pero tras ello todo un entramado de glamour construido a conciencia y marcado por envidias, peleas, truculencias, sexo a granel –como llave maestra para la consecución de objetivos–, tipos listos y amafiados, falta de escrúpulos, víctimas y culpables, depresiones, muerte y finalmente la desaparición gradual y anticlimática.
La base en la que se sustentó dicho engranaje fue sublime: la música creada por compositores en estado de gracia que escribieron canciones formidables e imperecederas; las voces y presencias femeninas suntuosas y carismáticas; orquestaciones y acompañamientos únicos y distintivos y el manejo de todo ese material calculado para producir hit tras hit y un sonido característico, hasta que la ambición, las traiciones y el abandono acabaran con la gallina de los huevos de oro, en beneficio de una sola ave a la que no le importó mancharse el plumaje al cruzar por dicho pantano.
LOVE CHILD
THE SUPREMES
(Motown)
Al llegar aquí, la lista de éxitos era grande. El trío se había convertido en el grupo femenino más importante del siglo XX, por encima de las Ronettes –para disgusto de Phil Spector–, y no sólo en las listas de la industria (con doce primeros lugares durante los años sesenta) sino también como símbolo de la femineidad afroestadounidense, de la lucha del género contra el racismo, del buen gusto en el vestir y con un gran repertorio musical, con canciones como: “When the Lovelight Starts Shining Through His Eyes”, “Where Did Our Love Go”, “Baby Love”, “Stop! In the Name of Love”, “Come See About Me”, “Back in My Arms Again”, etcétera.
El grupo se había formado en 1959 como cuarteto y se llamaban The Primettes: Diana Ross, Mary Wilson, Florence Ballard y Barbara Martin. Amigas todas ellas. Discográficamente debutaron en 1960, con el sello Lupine y un single que no trascendió. Al año siguiente firmaron para la compañía Motown de Berry Gordy Jr.
Empezaron los cambios: el primero, su nombre, por The Supremes, Martin abandonó al grupo y en adelante serían un trío; hubo una disputa abierta por el liderazgo vocal entre Ross y Ballard y se sometieron como artistas a la voluntad total de Gordy, quien no atinó durante sus primeros años en la compañía a dar con la clave para aprovechar sus dotes vocales.
Eso se mantuvo hasta que les asignó a un equipo de compositores que trabajó especialmente para ellas: Holland-Dozier—Holland, que empezó a producir los temas que les darían el ansiado éxito a partir de 1964, cuando llegaron al primer lugar de las listas de popularidad.
A partir de ese momento y durante los tres años siguientes The Supremes mostraron un enorme potencial expresivo. Ese primer éxito mostró el camino a seguir, con Diana Ross al frente, coreografías estilizadas y un estilo muy visual, con el que triunfaron tanto en sus presentaciones en televisión como en sus conciertos en vivo, mientras el equipo de compositores producía a tope. Eso sucedió hasta finales de 1967.
El de 1968 resultó un año caótico: Ross le ganó la batalla a Ballard en la voz principal (con el apoyo incondicional de Gordy). Ballard quedó fuera del grupo, cayó en una depresión que tuvo consecuencias fatales años después y fue sustituida por Cindy Birdsong.
El equipo de compositores fue despedido entre batallas legales. Gordy las puso a grabar a destajo y a rellenar álbumes con el afán de abarcar todos los mercados, desde el soul hasta el country & western, pasando por los standards del cancionero estadounidense y el pop británico.
Las llevó a Las Vegas como show para adultos, provocó las envidias y los recelos dentro de la compañía y un sinfín más de desaciertos. Ross puso de su parte con sus enredos sexuales con Smokey Robinson, Eddie Holland y el mismísimo Berry Gordy Jr., quien le dedicó su atención absoluta.
El disco de aquel año, Love Child, pasó a reflejar todo lo anterior. Luego de la baja de Ballard, el trío cambió su apelativo por el de Diana Ross & The Supremes.
La portada del álbum causó conmoción en el mundo de la farándula porque el grupo abandonó la sofisticación y el glamour que las habían acompañado hasta entonces, lo cual era sinónimo del fin del hedonismo que trasmitían a los escuchas.
En esta etapa solamente se podía ver y oír a Diana Ross, mientras que las otras componentes sólo aparecieron en una canción, la que dio nombre al álbum.
Al año siguiente se anunció que la Ross arrancaba una carrera como solista y que la compañía dejaba Detroit por Los Ángeles, dejando atrás todo lo anterior. Las diversas versiones de The Supremes que actuaron en el tiempo siguiente, como nostalgia, llegaron a su fin en 1977. Los llamados fallidos a reunirse sólo han corroborado lo hoy sabido: son enemigas, todas ellas.
Personal: Diana Ross, voz; The Andantes, Nicholas Ashford y Valerie Simpson, coros; Mary Wilson y Cindy Birdsong, coros en “Love Child”. Portada: Sin créditos y realizada por los diseñadores de la compañía.
VIDEO SUGERIDO: You’ve Been So Wonderful To Me – Diana Ross & The Supremes, YouTube (MotownConnisseur30)
Graffiti: «El sistema no tiene más placer que el de degradarlos todos«
En los meses de ensayo que siguieron a la fundación del grupo que se haría llamar Buffalo Springfield se pusieron de manifiesto los talentos, las personalidades y la ambición de sus miembros. En ese tiempo prevalecieron, para su fortuna, la colaboración, el talento y las ganas de mostrarlo.
Lo primero que buscaron fue conseguir la misma destreza en las guitarras eléctricas que en las acústicas, cosa que les resultó fácil y productiva, igual que ponerse de acuerdo y transigir sobre el material que los daría a conocer.
En el quinteto había tres excelentes guitarristas, vocalistas y autores (Stephen Stills, Neil Young y Ritchie Furay) y un soporte rítmico moldeable, dinámico y preciso, formado por el binomio Bruce Palmer y Dewey Martin.
El primero, como buen bajista, discreto, callado y brindando juego a todos los demás. Martin, el baterista, por su parte, era el de más antiguo profesionalismo en la banda y conocía algunos secretos de la escena que en el comienzo compartió con el resto. Furay, a su vez, aportó su atinado acompañamiento, destreza técnica y voz principal.
Las figuras, sin embargo, eran Stephen Stills y Neil Young. Ambos bien desenvueltos en escena, de voces templadas y grandes creadores de canciones. Entre ellos se forjó una saludable competitividad tempranera. Fueron selectivos y críticos constructivos al escoger las piezas en beneficio del grupo.
Stills puso a disposición de la banda su formación directa en la lírica country con influencias del pop; y Young, su emotividad, excentricismo y mística. De tal manera armaron un repertorio gloriosamente melódico, de enormes hechuras y una versatilidad refrescante. El resultado de ello: un folk-rock de elocuente trascendencia.
LAST TIME AROUND
BUFFALO SPRINGFIELD
(Atco)
La calidad inmediata de este grupo lo puso en el centro de California, donde las cosas se sucedían a gran velocidad. Todo era nuevo y excitante: estilos, comportamientos, ideas y motivaciones, lo mismo que sus excesos. Todo a la par, como cultura en pleno desarrollo.
En medio de ello las baladas del grupo emergieron con luz propia y única. En 1966 verían aparecer su primer disco, homónimo: Buffalo Springfield. Stills y Young en perfecta empatía, componiendo todas las canciones y creando el mítico sonido de la agrupación, con mucha interacción entre los diversos tonos de sus guitarras.
Armonías inconfundibles y originales que creaban un soundtrack sugerente para imágenes paradisiacas o caóticas. La temática fue heterogénea y coherente. Stills puso la canción representativa del disco: “For What It’s Worth”. Una canción de protesta sesentera inspirada en las revueltas adolescentes sucedidas en la calle Sunset Strip de Los Ángeles.
Todo parecía ir viento en popa al momento de entrar a los estudios para grabar el segundo disco. Sin embargo, las cosas comenzaron a descomponerse. Los fuertes caracteres de todos y los excesos cuartearon la endeble estructura del conjunto. La grabación de Again ya no contiene labor de equipo. La fama les propinó una novatada que no supieron asumir.
El turbulento periodo en que se realizaron las sesiones incluyó por igual la ausencia (de Bruce Palmer, expulsado del país), el abandono y el regreso (de Young) y los reemplazos. En este disco Stills insertó cuatro temas propios en los que experimentó con los arreglos y la composición. Furay debutó como compositor con tres temas de calidad evidente, aunque rijosa contra Young (sobre todo en “A Child’s Claim to Fame”).
Éste último, por su parte, regresó al grupo con tres canciones compuestas a solas bajo la orquestación de Jack Nietzsche: “Mr Soul”, “Expecting to Fly” y “Broken Arrow”. Temas de pulidas formas, atmósferas sobrecogedoras y giros melódicos incandescentes. A pesar de todos los conflictos, el disco fue brillante y ambicioso — para muchos incluso superior al debut—.
El tercer y último disco grabado por el grupo, Last Time Around (1968), fue una imposición de la compañía que los tenía bajo contrato. Los doce temas que lo componen atestiguan lo que cada uno buscaba por separado. No había ya relación alguna entre ellos, grabaron en distintos horarios y espacios y hubo cambios de personal: Jim Messina entró en sustitución de Jim Fielder (otro sustituto), y al final fue quien se encargó de recopilar y cohesionar los materiales.
El nivel era alto, pero en comparación con los anteriores se escucha menor. Young escribió tres canciones y sólo cantó en una: “I Am Child”.
Tras la salida del disco el grupo se desbandó y los cuatro miembros importantes emprendieron sus propios caminos. Stephen Stills formó un trío de polendas junto a David Crosby (ex Byrds) y al inglés Graham Nash (ex Hollies), Furay creó Poco al lado de Messina y Neil Young se lanzó como solista.
La trascendencia de Buffalo Springfield fue contundente e indiscutible, no sólo entre las bandas derivadas del grupo sino también entre las que se formarían en las décadas posteriores bajo su férula: Long Ryders y The Jayhawks, por mencionar algunas. Neil Young a la postre siempre se manifestó satisfecho de los logros obtenidos por este conjunto.
La herencia de Buffalo Springfield es un todo suntuoso y melódico, con un material que pendula entre lo acústico y lo eléctrico, con Stills, Young y Furay sublimados en sus toques de apoyo a las armonías vocales y la fineza de las composiciones, tan enigmáticas como surreales (canciones reivindicatorias, amorosas y de experiencias psicotrópicas). Una lírica e instrumentación que serían premiadas por el reconocimiento del tiempo, el mejor juez.
Personal: Neil Young, guitarra, armónica, piano y voz; Stephen Stills, guitarra, teclados diversos y voz; Ritchie Furay, voz y guitarra; Dewey Martin, batería; Jim Messina, bajo y voz; Bruce Palmer, bajo. Portada: Foto y diseño de la compañía discográfica.
VIDEO SUGERIDO: Questions – Buffalo Springfield, YouTube (Bluematter1969)
Graffiti: «Cambiar la vida. Transformar la sociedad«
Es una realidad histórica el hecho de que la música popular, particularmente el soul de los años sesenta, haya jugado un papel fundamental en el combate por los derechos civiles en la Unión Americana. Artistas como Ray Charles, Curtis Mayfield, Sam Cooke, James Brown y Aretha Franklin les proporcionaron energía a los líderes y a los ciudadanos comprometidos que lucharon en la primera fila de dicha contienda sociopolítica.
Toda la música negra, desde el rock and roll hasta las piezas emblemáticas de Aretha Franklin o las baladas de Otis Redding, así como los catálogos de las discográficas Motown, Stax y (cierta parte de) Atlantic Records, ayudó a agrietar sensiblemente los muros de la segregación.
En la extensa bibliografía dedicada a la música afroamericana de los Estados Unidos, los estudiosos han señalado que la época de esplendor del soul, entre los años 1955 a 1970, fue paralela a la culminación del movimiento por los derechos civiles en aquel país, y que ambos se fortalecieron mutuamente.
En el caso de Aretha Franklin, que en esta oportunidad nos ocupa, se trata de una de las cantantes con mayor influencia durante aquellos años. Sus discos –como los mencionados de Sam Cooke y Otis Redding– echaron abajo los parapetos entre el gospel y la música secular y se comprometieron con varios aspectos de la acción por aquellos derechos.
Todos los investigadores apuntan y coinciden al elegir varias de sus canciones (“Respect”, “Chain of Fools” y su versión de “People Get Ready”) como símbolo de las aspiraciones de los afroamericanos de su generación y como ayuda para comprender mejor los puntos de vista de las mujeres. A todo ello habría que agregar una imagen icónica suya: cantando en el funeral de Martin Luther King.
LADY SOUL
ARETHA FRANKLIN
(Atlantic Records)
Aretha Franklin decidió salir de la compañía discográfica Columbia, donde había llevado una carrera tan larga como incierta, para firmar con Atlantic Records. Esto se logró debido a la intervención de dos de las mentes maestras de esta organización: Ahmeth Ertegun y Jerry Waxler.
El primero había fundado la compañía y centrado, con gran intuición, los esfuerzos de la misma en contratar y grabar a músicos emergentes de la nueva música negra estadounidense, la cual subyugaría a los públicos de todo el mundo a partir de mediados de los años cincuenta. Artistas como Ruth Brown, Ray Charles, LaVern Baker, Big Joe Turner, los Coasters o los Drifters permitieron que la Atlantic prosperara.
La llegada de Franklin significó otro reto. Así que Ertegun puso frente al mismo al entonces productor Jerry Waxler, quien se propuso sacarle a la cantante todo el soul que llevaba dentro. Wexler había trabajado como periodista de la revista Billboard, donde acuñó el término rhythm and blues para referirse a un estilo particular de la música popular estadounidense. Cambió con ello la despectiva e infamante etiqueta de race music (música racial) usada hasta entonces por la industria musical.
El tipo era una presencia erudita, con gran conocimiento de las formas, sabía hacer discos y cómo crear el ambiente propicio para generar música duradera. Tenía, además, la inteligencia necesaria para apoyarse en colaboradores con grandes conocimientos musicales, como el ingeniero de sonido Tom Dowd.
Asimismo forjó una alianza con los prestigiosos instrumentistas de los estudios Muscle Shoals, de Alabama, que les brindaron a todos los artistas del sello un soporte musical inconmensurable. Fue a ellos a quienes Wexler decidió llevar a Nueva York para grabar a Aretha Franklin (y a la postre a otras estrellas como Wilson Pickett y Dusty Springfield). Los resultados no se hicieron esperar: los dos primeros discos de la cantante con el sello se volvieron clásicos.
Si con el primer álbum había irrumpido en la escena con una variedad de hits (“Respect”, “Do Right Woman, Do Right Man” y el que le daba título al disco), el segundo, Lady Soul, no le fue a la zaga.
Con otro cúmulo de piezas continuó con el éxito masivo: “Chain of Fools”, “People Get Ready” y “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman” fueron los sencillos más destacados. Otros temas del mismo contaron con la participación de músicos de la talla de Eric Clapton («Good to Me as I Am to You»), Bobby Womack («Money Won’t Change You») y King Curtis (“Since You’ve Been Gone”).
Tras Lady Soul, y sin duda gracias a la extraordinaria calidad de su voz y al vigor y la expresividad de sus interpretaciones, a esta cantante (nacida en Memphis, EE UU, en 1942) se le quedó dicho título como sobrenombre.
Ella, que se había iniciado en la música cantando gospel en la iglesia donde su padre ejercía de párroco, en Chicago, aprovechó sus excelentes dotes vocales para iniciar una carrera como solista con un repertorio de música soul que conservaba la influencia del gospel, un rasgo que caracterizaría desde entonces su estilo.
Su voz y temática fueron elementos influyentes dentro del movimiento por la igualdad racial y la llamada liberación femenina en 1968. Dos décadas después se convertiría en la primera mujer en entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
Personal: Aretha Franklin, voz y piano; miembros del Muscle Shoals en diversos instrumentos; las Sweet Impressions, coros; Carole y Emma Franklin (hermanas de Aretha) en los coros, y músicos invitados como los mencionados a lo largo del texto. Portada: Foto y diseño de los artistas gráficos de Atlantic.
[VIDEO SUGERIDO: Aretha Franklin – Chain Of Fools Live (1968), YouTube (Tcuploadable)]
Graffiti: “No vamos a reivindicar nada, no vamos a pedir nada. Lo tomaremos”
Para los Kinks la mitad de la década de los sesenta estuvo marcada por la presión de la compañía discográfica para realizar presentaciones constantes, la producción de nuevos sencillos (exitosos) y la conformación del siguiente álbum. La consigna empresarial era explotar la veta con gula voraz. Inundado el mercado local, los obligaron a dar el salto a los Estados Unidos como parte de la segunda oleada de la Invasión Británica. Impactaron.
El público joven estadounidense, ávido de dureza más que de romance, los recibió con los brazos abiertos y su prototipo cundió por los garages de la suburbia norteamericana.
Sin embargo, y por debajo de la euforia causada, el grupo estaba cansado de tantos conciertos, viajes interminables y las presiones de la discográfica. El alcohol y las benzedrinas fueron los escapes a la mano. La combinación de todo ello causó destrozos en los hoteles —desde entonces un cliché rockero— y mucha tensión.
El colmo llegó durante la actuación del grupo en el programa Hullabaloo, donde los excesos provocaron gritos y golpes con los promotores de la gira. Hechos tras los cuales la American Federation of Musicians consiguió que su gobierno le vetara al grupo la entrada a la Unión Americana durante los años siguientes, “por conducta poco profesional”.
La condena fue un rudo traspié para la economía y la exposición del grupo. No obstante, la creatividad de Ray Davis a su vez vio incentivado su desarrollo hacia el propio patio británico.
THE KINKS ARE THE VILLAGE GREEN PRESERVATION SOCIETY
THE KINKS
(Pye Records)
La confinación del grupo a la periferia del gran mercado norteamericano en lugar de provocar su desmoronamiento condujo a una inflexión. Su exilio al interior del entorno inglés produjo una evolución singular, con el talante de Ray por delante.
Las giras continuaron por la Gran Bretaña y países europeos circunvecinos. La fábrica de sencillos no se detuvo, pero las estructuras y la temática musical ampliaron sus registros y se mantuvieron al margen de las directrices encabezadas por los Beatles, quienes en un quiebre estilístico dotaron al pop de estímulos químicos y de una nueva psicología sónica. De esta forma la primera etapa de su existencia grupal tocaba a su fin. Su legado tenía un largo listado de temas. Era tiempo de iniciar otras andanzas.
La sentencia de no pisar los terrenos de la recién conquistada Unión Americana mantuvo alejados a los Kinks durante cuatro años del nacimiento de un fenómeno sociológico mundial, pero a cambio hizo que la mente maestra del grupo volcara su quehacer compositivo en una línea intimista.
Esa forma de aislamiento en la que se encontró involuntariamente lo reconfortó a su vez con la justicia poética, y lo hizo a partir de una rítmica inglesa cuyos afluentes provenían de la nostalgia introspectiva en la que se había educado el joven músico en su infancia: el folk, la música de salón de baile y el teatro popular musicalizado, a contracorriente del ahora experimentado por sus congéneres.
The Kinks Are the Village Green Preservation Society fue el disco de consolidación de la que en ese momento era la banda más netamente británica de todas. Los Beatles eran adalides de la sofisticación del pop mundial, con diversas formas de grabación y la radiante psicodelia.
Los Rolling Stones eran el lado oscuro y grasoso de la exploración, mientras los Kinks se asomaban desde su callejero balcón londinense para dar cuenta en un fresco de lo que sucedía a su alrededor. Sorprendían, en medio de un sinfín de sorpresas, con el variado registro estilístico en el que Ray ponía a tocar al grupo.
En 1968, en medio del nacimiento de corrientes, movimientos y géneros, los Kinks hicieron lo suyo en cuanto al álbum conceptual, la ópera rock y el teatro musical. The Kinks Are the Village Green Preservation Society fue una obra donde el contrapunteo nostálgico de Ray con las viejas tradiciones inglesas llegó a su culminación.
Tras el álbum aparece una pieza solitaria que es como el despido del viaje psicoanalítico de su autor en esa época: “Days” (una balada de gran profundidad a la que el cineasta Wim Wenders le rinde tributo al incluirla como leitmotiv en su película Hasta el fin del mundo, de 1991); asimismo, marca la salida —por cansancio— de Peter Quaife, quien fue suplido en el bajo por John Dalton, un ex miembro del grupo mod The Mark Four que ya había colaborado esporádicamente con ellos.
Por ese tiempo llega su fin el veto estadounidense, así que el grupo y su compañía preparan el regreso a aquellas tierras. En la lírica musical, Ray enfoca con sapiencia y agudeza la mentalidad británica y señala cáusticamente sus taras y devaneos en progreso.
Personal: Ray Davis, voz, guitarra, teclados y armónica; Dave Davis, guitarra, voz y coros; Pete Quaife, bajo y coros; Mick Avory, batería y percusión. Músico invitado: Nicky Hopkins, teclados y mellotron. Portada: Foto y diseño a cargo de la compañía Pye.
[VIDEO: The Kinks – Monica (Live at The PlyhouseTheatre, 1968), YouTube (KinksMedia)]
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La historia del rock, como buena heredera del romanticismo, está compuesta básicamente de biografías: de personas, de grupos o de la poética que rodea la hechura de sus discos. Las de las personas suelen ser largas, porque regularmente se hacen sobre artistas que llevan décadas en la escena musical o, por el contrario, cuya breve estadía les confiere otro status dentro de la particular mitología del género.
A su vez, las de los grupos pueden varíar en extensión según su longevidad y trascendencia. En ambas situaciones los trabajos suelen ser hagiográficos, más que nada.
Por su parte, la “biografía” de los discos posee un andamiaje de hechos concretos (demos, número de tomas, productor, estudios de grabación, etcétera), de resultados verificables (venta de ejemplares y adquisición de distinciones por eso: discos de oro o platino, por ejemplo), de subjetividades (reseñas, entrevistas y artículos o reportajes) y de leyendas concebidas a su alrededor (es decir, la parte romántica en la concepción y recepción del álbum y su música).
En ciertas muestras, dicha poética sólo puede ser o estar en concreto en algunos momentos. De ahí es donde lo sublime o lo extraordinario nutre de savia sagrada el quehacer de tal arte. El caso de Iron Butterfly es de esta catadura.
Fue un grupo que estampó su nombre en la historia debido a un lapso de tiempo medido (17’:10”) y, dentro de ese tiempo, a unos momentos que le otorgaron la permanencia en la fama, la fragancia del éxito y, sobre todo, un sitio en la eternidad de la psique genérica. Y lo lograron con un riff y tres solos que abatieron la fugacidad.
Aquí cabe hacer mención de dos elementos que influyeron notablemente en el perfil último de ese lapso de tiempo llamado “In-A-Gadda-Da-Vida”, encuadrado en el álbum de igual nombre.
En primer lugar, la escucha por parte del autor del tema, Doug Ingle (avecindado en San Diego), del estilo de un tecladista que ya gozaba de reconocimiento y nombre en la escena musical californiana: Ray Manzarek (miembro de los Doors) cuya manera de atacar las teclas le había ganado muchos admiradores, entre ellos el compositor de dicha pieza.
Por otro lado, el estudio de la música clásica, y del periodo barroco en particular, por parte de Ingle, cuyo padre, organista de iglesia de su natal Nebraska, lo había instruido, afinado el oído y atraído hacia ese vasto campo musical del que muchos otros músicos de rock noveles también se nutrirían, enriqueciendo al género con ello.
IN-A-GADDA-DA-VIDA
IRON BUTTERFLY
(Atlantic Records)
Este disco es el resultado de un atinado cambio de rumbo y de personal en el mismo año de 1968, tras un incierto debut discográfico (Heavy). Los abandonos, los fines de ciclo, las reestructuraciones, las reuniones y la discografía fueron tantos –y el común denominador luego de aquel año–, que es necesario dejar bien asentado quienes formaron parte del afamado grupo que grabó el álbum: Douglas Lloyd «Doug» Ingle, Ron Bushy, Erik Keith Brann y Douglas Lee Dorman.
Este cuarteto integró aquel Iron Butterfly sobresaliente, nombre que fue explicado en la funda del LP original: lo de “Iron” procedía de la vocación pesada de sus sonidos, de su dureza. Y “Butterfly” era la liviandad justa para compensar lo anterior: el vuelo de la mariposa, la luminosidad, su punto atractivo.
Lo inexplicable es el título de su canción más conocida: “In-A-Gadda-Da-Vida”, un galimatías opiáceo o una humorada de época. Es algo que no significa nada, “es una frase sin sentido, lo mismo que ‘Let It Be’”, como diría Homero Simpson (aunque en algunos lugares se haya interpretado arbitrariamente como “En un jardín del Edén”).
Esta canción rompió los esquemas de la industria discográfica y de la radiodifusión por su longitud, 17 minutos y 10 segundos, que ocupan todo el Lado B del LP, en un tiempo acostumbrado a los temas de alrededor de los tres minutos, por cuestiones de difusión. Debido a ello la pieza se editó también en una versión de 2’53” destinada a la promoción como single.
El asunto que trata no tiene nada de misterioso ni de exótico, como pudiera darlo a entender tanto el título como la voz interpretativa de Ingle. Es más bien la reiteración de necesidades amorosas de lo más inocuas: “Please, take my hand…”, et al.
Lo trascendente fueron el ya mencionado riff, mantenido por el bajo y la guitarra en casi toda la canción, y los tres solos que le han dado su relevancia: el del órgano (a cargo de Ingle), el de la guitarra y sus efectos (por parte de Brann) y, sobre todo, el de la batería (a cuenta de Bushy, que se ha convertido en piedra de toque para cualquier intérprete del instrumento y en uno de los más célebres del rock).
El sonido emergido de tal disco ha señalado a Iron Buterfly como uno de los precursores directos del heavy metal (el instante donde la psicodelia comenzó a producirlo). Sonido al que se acogieron muchas agrupaciones tras la aparición del álbum. Grabación que, por cierto, obtuvo el primer disco de platino (por sus ventas) en toda la historia de la industria discográfica.
Personal: Doug Ingle (teclados y voz), Lee Dorman (bajo), Ron Bushy (batería) y Erick Brann (guitarra). Portada: Foto de Stephen Paley y diseño de Loring Eutemey.
[VIDE SUGERIDO: In A Gadda Da Vida 1968 original versión; video remasterizado y audio digitalizado, YouTube (chero kee]
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