BABEL XXI-712

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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“HEY HEY, MY MY”

(EL MANIFIESTO YOUNGIANO)

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

https://www.babelxxi.com/712-hey-hey-my-my-el-manifiesto-youngiano/

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BOUQUET: «MARSALIS X ACEVES»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

BOUQUET (PORTADA)

 

(POEMARIO)

 

 

MARSALIS x ACEVES*

 

El ojo mira y espera

como araña teje líneas

crea su geografía

Cabe todo lo que ve

y escucha

lo que vive

lo que imagina

a veces

Forma y teje geometrías

del allá

del aquí

La obra es al fin el objeto

cuelga del deseo

atrapado

un Marsalis puro:

imago

con swing

 

 

*Foto de Branford Marsalis realizada por Fernando Aceves (junio 2006).

 

Lhasa De Sela May 30th 2006 F.Aceves

 

 

 

 

 

BOUQUET

(Poemas Extraviados)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Poesía”

The Netherlands, 2021

 

CONTENIDO

STRANGE MESSENGER

JAZZÍSIMA TRINIDAD

LAND ART

TÓTEM

CREPÚSCULO

MARSALIS x ACEVES

 

 

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LA AGENDA DE DIÓGENES: LA CALLE MORGUE (XII)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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En Los crímenes de la calle Morgue, Edgar Allan Poe supuso una relación final entre la realidad y lo ideal. Para él un crimen es un impulso repentino y desconcertante de lo que se encuentra detrás de la tersa superficie de la existencia e irrumpe de pronto en lo que parecía realidad; ésta se desploma instantáneamente y, en sus fragmentos, sostiene o revela lo «ideal».

Un crimen es el rompimiento del orden aparente de las cosas (en las cuales el hombre ha puesto su esperanza) y es, por consiguiente, como descubrir por un momento lo ideal, la naturaleza verdadera de las cosas. «Una verdadera filosofía –escribió Poe– demuestra que una gran parte, quizás la mayor, de la verdad proviene de las cosas aparentemente carentes de importancia».

En ese momento el filósofo detective Charles Auguste Dupin ve la importancia total del ser y también del no ser, relaciona lo carente de importancia con el cálculo primordial de la relación que puede ser observada únicamente por la imaginación creadora. De esta forma, el hombre que resuelve un crimen es un poeta: es el nuevo creador de las cosas como éstas son en realidad, y no como parecen a los ojos de la gente común. Dupin leía la mente criminal reduciendo todas sus actividades a una simplicidad prístina y fundamental, porque de otro modo quedarían las irritaciones y fuentes de angustia que deforman irrealmente la imagen del mundo.

Poe fue un racionalista en el sentido cultural, se encontraba en una situación de defensa. Por eso concedía a la razón tanta importancia y la ponía sobre la intuición, que le ocasionaba estados alterados de pérdida de control.

Al comparar sus artículos de fe en la teoría poética («Filosofía de la composición») con los de S. T. Coleridge, lo anterior se muestra plenamente.  Coleridge escribió en su nota preliminar al poema Kubla Khan: «El autor se tumba a dormir unas tres horas en un sueño profundo que le priva al menos de sus sentidos exteriores. Pero en ese tiempo tuvo la viva seguridad de que pudo haber escrito de 200 a 300 versos, si efectivamente uno puede llamar a algo un poema, un sueño en el que todas las imágenes surgen ante sus ojos y al mismo tiempo se colocan las palabras correspondientes sin la sensación o conciencia de la creación. Al despertar le parece a uno como si aún tuviera un recuerdo exacto del conjunto, toma la pluma, tinta y papel y escribe inmediatamente con rapidez las líneas que se conservan».

Poe a su vez afirmó:  «Nada es más evidente que toda acción merecedora de ese nombre debe ser trabajada asiduamente hasta la resolución del nudo antes de coger la pluma. Sólo quien tiene en modo continuo la solución ante sus ojos puede proporcionar a la acción la impresión indispensable de lo casual y consecuente». Por eso él prefiere «comenzar con la elección del efecto». En esta decisión niega la participación a lo inconsciente en forma mayoritaria. De ahí la génesis del poema El cuervo y del relato de Los crímenes de la calle Morgue.

En un ensayo con respecto a este escritor, Julio Cortázar escribió lo siguiente:  (Para Poe) «la finalidad del poema es exaltar, elevar el alma del lector; un principio psicológico elemental demuestra que la exaltación no puede mantenerse por mucho tiempo. Hay, pues, que condicionar el poema o la capacidad de exaltación; el tema, la forma deben someterse a este principio…  Técnicamente, su teoría del cuento sigue de cerca la doctrina poética: también un cuento debe partir de la intención de lograr cierto efecto, para lo cual el autor `inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor lo ayude a lograr el efecto preconcebido’».

No obstante, al descomponer su creación en una serie de actos de pensamiento, no se percata de que éstos son determinados por estructuras e impulsos inconscientes: «Dejemos de lado, como ajeno al poema per se, la circunstancia –o la necesidad– que en primer término hizo nacer la intención de escribir…»  Sencillamente, Poe quiso no darse cuenta de que su mente estaba influida por zonas de su personalidad que le infundían miedo.

En relación con la vida cotidiana está uno indefenso como él y como él se puede sentir el horror de la irrealización creciente del mundo, lo cual sin duda significa también una poetización dado que la poesía es un tono sublime y hostil que se presenta cuando desaparecen las garantías de seguridad y uno no puede ya juzgar confiadamente las cosas conocidas.

Como artista, Poe no sólo desconfía de las superficialidades que se intentan dar como verdad; no sólo desnuda lo amenazante y lo perverso. Busca lo poético, que contiene, pese a todo, el desentrañamiento del enigma. Urbano y solitario, íntegro observador y paseante empedernido, va detrás de lo vulgar que se encuentra cubierto por lo extraordinario.

«Si lo bello es naturalmente verdadero ‑‑escribió Cortázar– y puede enseñar algo, tanto mejor; pero el hecho de que pueda ser falso, es decir fantástico, imaginario, mitológico, no sólo no invalida la razón del texto, sino que, casi siempre, constituye la única belleza verdaderamente exaltadora». Éste es el punto preciso donde se descubren simultáneamente el detective y el artista. Lo normal para ambos aviva algo que está latente en su interior.

La palabra descubrimiento para los dos pretende hacer accesible las intenciones inhibidas y enmascaradas, porque de otro modo quedarían las irritaciones y fuentes de miedo que deforman irrealmente la imagen de su mundo ideal. Tal símbolo procede de la imagen o de un conjunto de imágenes y su elemento irreal es el enigma.

Éste es el símbolo, lo que la metáfora a la imagen. El enigma traslada la emoción a una atmósfera misteriosa y metafísica y se adhiere al pensamiento en lo ilimitado de su ahonde, por la vía sensible; y sólo por la vía sensible lo encuentran confundido con lo que intenta esconder.

Cuanto más fuerte sea la irritación sensible, más apremiantemente se ven motivados a restablecer, modificándolo, el mundo o el sector de la realidad en la que viven. Así, pues, la realidad se obtiene no de una vez y para siempre; las informaciones que la memoria almacena se desmoronan cuando no se adaptan una y otra vez a las nuevas.

La sensación del misterio escondido en el acto de la creación artística, henchido de significaciones complejas y sugestiones súbitas, llevan al poeta y al detective al hallazgo de estados recónditos, pertenecientes a ciertos momentos emocionales que cambian los objetos comunes y corrientes en valores del espíritu.

Es aquí donde para ambos entra en juego la imaginación, como una modalidad de la memoria, mezclada y modificada por lo que llamamos sensibilidad. De esta manera, la expresión artística, al parametrar y ahondar de atributos a las cosas, se convierte en razonamiento acerca del universo, comprobado como una presencia de algo que se presiente más allá de la realidad misma y que, cargado de emoción y transformado por la imaginación creadora, deviene elemento enigmático que es la base del idealismo simbolista de Poe.

Es entonces cuando entra en la elección de aquéllas recibir todos los materiales preparados ya por la ley poetiana de la asociación, medio indispensable para la nueva visión y el aguzamiento de las ideas.

De esta forma, el enigma será la lógica del poema. Se le denominará simbolista porque preponderará la acción de descubrir como procedimiento, y porque voluntariamente utilizará la expresión indirecta, o sea, la tendencia a trasmutar la realidad, como ya lo hemos visto, en complicaciones internas, sacrificando el valor puro del inconsciente supeditándolo a la lógica, que indirectamente contiene lo enigmático dentro de los valores de la imaginación.

Dicha circunstancia en Edgar Allan Poe se nutrirá de las meditaciones sobre la vida y será una consecuencia de su experiencia absoluta. Lo enigmático se revelará en cuanto se descubra la trasposición de los objetos, por razonamientos sensibles.

Como buen simbolista, Poe no trató de exteriorizar, de expandir la vida dejándola absorber por los movimientos conscientes, sino intentó cosechar los dones inmediatos de la existencia, convirtiéndolos en energía para el intelecto.  El misterio se encontró así en la transfiguración de la realidad, percibida sólo por medio de aquél. Lo misterioso para Poe será lo que iluminaba, lo que explicaba una mística natural, proveniente de un intelecto sensible y exaltado; era lo que personificó en todo momento y desde entonces Charles Auguste Dupin.

 

*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

PORTADA

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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ARTE-FACTO: NOTICIAS DEL HYPERIUM (XII)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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SWEET WILLIAM

VOCES QUE NO MIENTEN

La muerte que nos amenaza y la vida que nos anima se sitúan más allá de sus mismos signos fisiológicos, regidos como están por combinaciones químicas que se hacen a mil leguas dentro de nuestra conciencia e incluso de nuestros sentidos. Esas combinaciones, esas reparaciones y esas pérdidas, más inmemoriales que las nuestras, Sweet William las encuentra en la historia agitada de los monólogos interiores.

 

These Monologues es la confesión que se ha vuelto una costumbre. Es un disco que de esta manera llega a la mística por la palabra de la conciencia. En el trabajo de Sweet William hay el efecto de dos actitudes a menudo presentes en el intelectual de tipo puramente racionalista, y tal vez sobre todo en Alemania: una, el temor casi supersticioso a la palabra “mística”, como si esa palabra significara algo más que adepto a unas doctrinas casi secretas o buscador de cosas que permanecen ocultas.

Y sin embargo, todos sabemos que cualquier pensamiento profundo permanece en parte secreto, a falta de palabras que lo expresen, y que todas las cosas tienen su aspecto oculto.

La otra actitud consiste en cierto desprecio de la palabra “monólogo”, ya que ésta ha sido considerada muy a menudo como la sustancia en estado bruto, situada en las antípodas de la palabra espíritu o alma o yo interior, como se quiera, no sólo –como suele creerse– por el pensamiento cristiano, sino también por Platón o Aristóteles.

A Sweet William me hubiera gustado recordarle que los presocráticos lo habían precedido en su camino, y también que, al otro lado del planeta, Chang-Zeu lo hubiera alabado por haber pasado con su Musik & Wörter de la inteligencia que discrimina a la inteligencia que engloba.

David de Dinant –permítaseme la referencia obligada– fue quemado en la hoguera en el siglo XII en Halles. A la postre, Giordano Bruno –otro que le siguió en la quemazón– lo alabó ampliamente, tanto en sus discursos como en sus escritos, “por haber elevado el monólogo, y sus consecuencias, a la dignidad de cosa divina”. El Corpus Hermeticum aconseja escuchar “la gran voz de las cosas profundas”.

No es extraño que Sweet William, un alquimista moderno de las voces interiores, haya escogido de preferencia estos temas para integrar su disco. Temas como “Colder”, “These Monologues” I y II, “Their Conscience” o “Nothing to Retain” son materia transmutada por el trato a las palabras, a los sonidos. Aquí habría que recordar que uno de los grandes místicos del medioevo, el maestro Eckhart, dijo lo siguiente: “La voz interior es Dios, pero no sabe que lo es, y es el hecho de no saberlo lo que la determina sólo como voz”.

 

These Monologues, la obra de Sweet William, a veces parece amar, mucho más que a la obsesiva y claustrofóbica música que lo acompaña, el bloque de esa mística antigua que grabó con voz distorsionada. El bloque lingüístico mismo, la piedra desmoronada por el tiempo, devorada por la vegetación de la palabrería insulsa, ésa que siempre será ignorante de los grandes pequeños acontecimientos humanos que la han marcado o sucedido a su alrededor.

Dejar al hombre jugar con las palabras y sus voces. Pensemos a propósito en los autores de los mitos y lo sagrado, en el antiguo Mitra, dios nacido de la palabra. Vaya una anécdota: Dag Hammarkjold, un hombre de Estado que fue no sólo admirador de Saint-John Perse –poeta igualmente que uno de los místicos más desgarradores de nuestro tiempo–, mandó instalar en el edificio neoyorkino de las Naciones Unidas un oratorio que sólo encerraba una poderosa masa de mineral de hierro, el hierro aún en su estado geológico, yacimiento y veta en el seno de la roca original.

Este Dag Hammarkjold, hombre agitado por los conflictos efímeros y recurrentes, ficticios y morales, según sus allegados, de la era del acero y de las armas atómicas, acudía, para recomponer dentro de sí un poco de silencio y de serenidad, ante aquel bloque inmemorial y lo llamaba su voz interior, su inocente voz interior.

Sweet William en These Monologues habla de esa voz y sus misterios, de que existen imposibles enigmas naturales que no han sido escritos ni por los hombres ni por los demonios, y que parecen prefigurar la pasión del hombre por significar y conservar hasta el final su razón de ser. Sobre ese alfabeto inconsciente canta William, sabiendo que una distancia inconmensurable lo separa de sus ecos y movimientos, esclavo de músculos, tendones y neuronas. A pesar de ello no se intimida y busca decirlo así, en su esbozo de crónica interior, la que no miente ni se engaña.

VIDEO: Sweet William と 青葉市子 – あまねき (Official Music Video), YouTube (Sweet William)

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TABERNÁCULOS: JIM EN PÉRE LACHAISE

Por SERGIO MONSALVO C.

 

PERE LACHAISE (FOTO 1)

Y LA MUERTE NO LE DIO FIN

                                                     (I)

 

Los encuentros se dan en momentos insospechados, ¿verdad, Jim?  El primero fue en aquel salón escolar, entre clase y clase, rodeado de espíritus adolescentes –y en plena punzada– que admirados escuchaban sin pronunciar palabra aquel «Light My Fire» en el tocadiscos portátil de uno de ellos.  Siluetas de nuevas criaturas acogiendo los sueños húmedos de ángeles enfangados.

Luego, en ese tiempo de hitos y mitos. La calle de Insurgentes en la Ciudad de México. Noche de nerviosa espera por tu arribo con los Doors. Las palabras haciéndose fuertes en aquel 1968: ellos tienen los rifles, pero nosotros tenemos el rock.  Ir y venir de voces, de paseos cortos, de risas. Congregación de oficiantes pránganas que sólo tienen la oportunidad de un breve vistazo al lagarto ebrio, entre el coche que te trajo y la puerta de ese Fórum. La ceremonia comenzó y nos quedamos ahí, en la calle, con los bolsillos vacíos, los oídos aguzados, la acera que se acurrucó a nuestros pies como un perro en busca de simpatía, con la magia.

Y ahora aquí, en Père Lachaise, París, donde la leyenda dice que reposas. Ella y yo penetramos en el camposanto donde las criaturas se encuentran con los viajeros hacia la eternidad.  Los signos (graffiti) en las lápidas conducen sin tropiezos: Morrison Hotel →. Y caminamos por los terriblemente bellos y sugerentes pasillos de este cementerio fresco y quieto que alberga a otros huéspedes ilustres: Colette, Marcel Proust, Oscar Wilde, muchos más que murmuran a nuestro paso. En una parte del sendero coincidimos con los discípulos de Allan Kardec que sombríos rodean su cripta misteriosa.

Los avisos no se equivocan y por fin desembocamos al espacio que te corresponde.  Los símbolos y las citas de las lápidas alrededor testifican el fluir constante de peregrinos que vigilan tus sueños de poeta. Unos interpretan música, depositan flores, otros beben vino, algunos dejan sus mensajes en una botella. Yo quiero hacerlo en la piedra. Nada como las largas frases de las tumbas circundantes. Algo breve, como la fugacidad de tu existencia: “Lo hizo todo, incluso renunciar a la resurrección”.

PERE LACHAISE (FOTO 2)

(II)

La tumba de Jim Morrison en el cementerio Père Lachaise de París es lugar de peregri­nación. Comienza con la llegada a las puertas del inmueble, donde el guardia con un solo vistazo al visitante descubre el objetivo de su presencia. Le vende un mapa, EL MAPA, para lle­gar a ella. Está escondida, oculta entre otras de mayor ta­maño, pero aun sin tal orientación se pueden seguir las seña­les dejadas por peregrinos anteriores. Exvotos y milagrería que habla de religiosidad, de iluminaciones individuales.

Tal guía mística señala de esta manera los perfiles del poeta, del histrión rocanrolero. Sus inclinaciones por el blu­es —un personaje mítico no puede desligarse de sus raíces—: la mención del «Backdoor Man» en la piedra inmortal. Las afi­nidades selectivas, el teatro cabaretil alemán: Kurt Weil y la anunciación oportuna: «I Tell You, We Must Die…»

La epístola de la reunión de los apóstoles: Ray Manzarek, Robbie Krieger y John Densmore. El encendido del fuego en la eclosión: «Light My Fire». El desfile sublime, un Soft Parade del exceso y el desborde de la vida; un aviso de renta de cu­artos en el Morrison Hotel, anotado en la mismísima lápida de Oscar Wilde. La devota L.A Woman que ha llorado en la tumba.

Uno tras otro los signos para ser descifrados por el iniciado. Hasta llegar al lugar y descubrir a otros feligreses en ritos particulares, en ceremonias colectivas. Ése que lee, lee versos de An American Prayer, aquél que interpreta en la guitarra «Roadhouse Blues»: «I woke up this morning and I got myself for beer…». La poesía y el canto, la vida y la muerte. Un mito contemporáneo en plenitud de desarrollo.

PERE LACHAISE (FOTO 3)

(III)

Su admiradora más talentosa, Patti Smith, realizó también un peregrinaje a esta tumba parisina en Père Lachaise. Pegó la foto Polaroid que tomó en uno de sus famosos cuadernos y escribió ahí mismo una sentencia aduladora: «Mira esta tumba. (¡Qué monumento tan visitado!) ¿Por qué los estadounidenses no honramos así a nuestros poetas? Mi mente se movió antes que mi boca. Finalizó el sueño. La piedra se desintegró y él se alejó volando. Limpié las plumas de mi impermeable y contesté a esa pregunta: ¿Por qué no miramos atrás?».

VIDEO: Père Lachaise/ Jim Morrison Grave (1943-1971) (A feast Of Friends), YouTube (Ozgur Ozturk)

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