MEXICO CITY BLUES (ORIZABA 210) – I

 

SERGIO MONSALVO C.

 

MEXICO CITY BLUES (ORIZABA 210) (PORTADA)_corregida

 

MEXICO CITY BLUES

(ORIZABA 210)

 

I

 

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Jack Kerouac llegó por primera vez a la Ciudad de México a fines de mayo de 1952, con el objetivo de encontrar motivación para escribir un nuevo libro. Arribó a la casa donde vivía de tiempo antes William Burroughs, en el número 210 de la calle de Orizaba, en la colonia Roma —una zona urbana europeizada en su arquitectura (art noveau, neo-colonial y funcionalista) que en aquella década era un revoltillo populoso cuya vida se enriquecía con los intercambios entre inmigrantes libaneses, judíos, gitanos y de las propias clase media y provincia mexicanas.

Antaño Burroughs había sido su mentor y Jack aún lo consideraba como tal, por su espíritu clarividente y una cosmovisión definida por el hecho supremo de la muerte. Aquél, desde sus distintos lugares de residencia, siempre ejerció como Sumo Augur. Enfundado en ello manifestaba su rebeldía contra un sistema opresivo que presagiaba el auge del totalitarismo.

Sus visiones hablaban de estallidos de violencia urbana, de la fractura del establishment y de la juventud como punta de lanza en la instauración de cambios sociales. A todo ello lo nutría con el experimento yonqui, con la anarquía interzonas y con la alienación del individuo atrapado por las constataciones de la finitud a las que él no quiso rendirse jamás. Las bases de su lucha estaban en el ansia de transformación y en el fluir de una conciencia epicúrea, retrofuturista, discordante y tóxica.

Este Burroughs le dio entonces la bienvenida al que tomaba como un talentoso escritor y elemento pertinente de esas huestes trasgresoras. Jack se instaló y comenzó a disfrutar de las arengas agrias e ingeniosas de su anfitrión mientras fumaba marihuana y mecanografiaba el texto de Visions of Cody. A la postre, se lo envió a Allen Ginsberg, su «agente» literario por ese entonces. Drogado y tranquilo conversaba con su anfitrión y gurú y se encamaba con prostitutas.

Las drogas fueron una fuente recurrente de estimulación durante su estancia. La morfina la tenía al alcance de la mano gracias a un permiso de la Secretaría de Salubridad que le concedía a Burroughs siete gramos al mes, que le costaban 30 dólares. Ambos también comieron peyote y elucubraron tremendos diálogos. Sin embargo, tal atmósfera no duró. Un amigo de Burroughs fue arrestado por posesión y fue a dar a la cárcel. La paranoia se apoderó de él y ordenó a Jack que no fumara hierba en la casa.

Burroughs mantenía una fundamentada relación paranoica con el mundo. Se sentía vigilado por esas organizaciones gubernamentales que permiten a los estados policiacos ofrecer una fachada democrática detrás de la cual acusan a cualquiera que se oponga a la maquinaria de control (la CIA en primer lugar). «Vivo con la amenaza constante de ser poseído y con la obstinada necesidad de escapar de ello, del control —confesaba—. La muerte de Joan [Joan Volmer, su esposa, a quien durante una reunión etílica disparó y mató accidentalmente al estar probando su puntería, en la misma ciudad de México en septiembre de 1951] me puso en contacto con el invasor, y me condujo a una eterna lucha en la que no he tenido otra alternativa que la de escribir mi propio escape».

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No obstante, las drogas más duras conservaron su popularidad en aquel domicilio. La casa de Orizaba se convirtió en lugar preferido para muchos personajes residentes y de paso. Un saxofonista llamado Wig —que había tocado con Art Pepper y Shelly Manne— era cliente. Un yonqui generoso que aportó dinero y una rica colección de discos de jazz (que como protagonistas aparecerían después en Mexico City Blues). Jack, por su parte, se daba sus escapadas al bar de una mujer llamada Lola, pero también entretejía la trama de su nueva obra, Dr. Sax, de la cual Burroughs era personaje.

Mientras le duró el dinero, Jack asistió a los burdeles de la calle Órgano, donde un acostón le salía a 36 centavos de dólar. En la casa de Orizaba escribía en medio de nubes de marihuana. Aquélla era la segunda vez que intentaba hacerlo drogado y conservó el control para hacer del Dr. Sax una de sus mejores obras. Por aquel entonces tan impublicable como el resto de sus libros, y éste más a causa de su estilo surrealista.

Su situación de inédito lo tenía completamente deprimido. Sólo contaba con 60 centavos en el bolsillo de sus deslavados jeans, una vieja bolsa para dormir; una esposa, en los Estados Unidos, que intentaba refundirlo en la cárcel por no recibir la pensión para una hija que él no quería ni ver; tres libros que nadie quería publicar (su primer y único título hasta el momento —La ciudad y el campo— había aparecido en 1950); le habían robado el impermeable y diez dólares enviados por su madre, y con Burroughs tenía constantes roces a causa de su papel de gorrón.

A este último casi todo el dinero se le iba en gastos judiciales (se encontraba en pleno proceso por la muerte de su esposa). Frenético, Jack le escribió a Carolyn, la esposa de Neal Cassady, para pedirle un préstamo. Éste nunca llegó. Mientras tanto, Burroughs preparaba un viaje a Panamá y a Perú, en busca de una droga llamada yage, la panacea, según él. Jack, por su parte, estaba malhumorado, paranoico y fumando marihuana sin parar.

Sintiéndose abandonado, se refugió en la cercana iglesia de la Sagrada Familia —evocando su infancia católica—. Ebrio, gritó dentro implorando ayuda a todos los santos. Los famosos vitrales italianos Talleri del templo resistieron su andanada de dolorosos aullidos y los oídos del padre Pro (muerto durante el conflicto Cristero y cuyos jesuitas restos moraban en el bautisterio como tesoro beato) no dieron indicaciones de acusar recibo del hecho.

Sin embargo, los feligreses atónitos que por ahí se encontraban no dejaron de mirarlo durante toda su vociferación, hasta que abandonó el recinto silenciosa y erráticamente. De regreso a la casa le pidió prestados veinte dólares a Burroughs para el boleto de autobús. Éste refunfuñó y todo, pero se los prestó. A fines de junio, Jack viajó de vuelta hacia los Estados Unidos.

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*Capítulo del libro Mexico City Blues: Orizaba 210 de la Editorial Doble A, y publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

Mexico City Blues

(Orizaba 210)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A,

Colección “Textos”

The Netherlands, 2007

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