Por SERGIO MONSALVO C.
EL SWING DEL REICH/ 14 (Y FINAL)
Las otras orquestas de importancia que disfrutaban el apoyo del público alemán en 1939, justo antes de comenzar la guerra, fueron los Original Teddies que bajo la dirección de Teddy Stauffer tocaban en el Club Delphi de Berlín; la de Max Rumpf que sustituyó a los Teddies en el mismo lugar en abril de 1939.
Asimismo estaban los Weisse Raben en el Zenner de Berlín; la banda de Heinz Bätjer que se presentaba en la sala Siechen de la casa Femina en Berlín; la orquesta de Kurt Widmann en el Imperator; la banda de Erhard Bauschke en el Moka-Efti de la Friedrichstrasse, frente al Imperator.
Igualmente actuab la All Star Band de Hermann Rohrbeck y la orquesta de solistas de Kurt Hohenberger en el bar Rosita. Entre los nuevos solistas, hoy se diría los «nuevos valores», figuraron el baterista Fred Brocksieper, el pianista Hans Schattergan y el guitarrista Meg Tevelian. Brocksieper y Tevelian se erigieron en dos pilares del jazz y el swing en Alemania durante la guerra.
Haciendo caso omiso de sus atractivos como acompañamiento para el baile, el swing ganó muchos adeptos como música. Fueron los obsesionados con el baile los que le valieron la mala reputación a dicha música, sobre todo al jazz.
La gran masa de la población tuvo por ello la impresión de que los «bailarines del swing» eran fans del jazz y del swing, una circunstancia que (no sólo en Alemania) causó y sigue causando grandes daños y mermas en la reputación de ambos estilos.
En 1936 surgió el término despectivo «Swing-Heinis», con el que el lenguaje popular se refería a quienes bailaban el swing o a cualquier hombre de cabello largo y vestimenta llamativa que no correspondiera a la «sana sensibilidad popular nacionalsocialista». Por desgracia, también ocurría que los «puristas», los seguidores del jazz de la primera época, utilizaban el término despectivo de «Swing-Heini» para calificar a los amigos del jazz más nuevo.
Puesto que el swing como música y como baile solían ser equiparados entre sí, la Cámara de Música del Reich empezó a proceder con mayor vehemencia contra el swing. El baile ya estaba prohibido desde hacía tiempo. Ahora se pretendía que las orquestas alemanas no utilizaran más el término «swing», ni en su nombre ni en su repertorio. La meta era un «estilo alemán de música bailable» que los músicos por fin debían desarrollar, después de no lograr nada desde 1933. Tal era la situación a mediados de 1939.
Los amigos del swing encontraron cierto solaz también en el cine estadounidense. Obligados por un contrato comercial a largo plazo, los nazis se vieron obligados a admitir las producciones de la Twentieth Century Fox, la Metro Goldwyn Meyer y Paramount, aunque se procuraba limitar las proyecciones a las grandes ciudades. Sobre todo en Berlín se presentaban todas las películas estadounidenses importantes, algunas incluso hasta entrados los años cuarenta.
Hubo varias cintas de interés para los aficionados al jazz y el swing: Broadway Melody 1936 y Broadway Melody 1938, On the Avenue, Born to Dance, Rebecca of Sunnybrook Farm, Swing High-Swing Low, Double or Nothing, Banjo on My Knee, así como las series de caricaturas de Walt Disney: Silly Symphonies y Mickey Mouse, además de Popeye y Betty Boop, a menudo acompañadas por tonadas de jazz y de swing.
La popularidad de estos géneros musicales aumentó durante estos años, pese a todas las polémicas y dificultades debido al ascenso y gobierno nazi, y sólo fue interrumpida por la guerra. De esta manera se formó una nueva comunidad de amigos del jazz que tuvo un desarrollo completamente natural y dispuso por lo tanto de conocimientos en muchos casos más hondos acerca del jazz y el swing que muchos de los fans actuales.
Toda una paradoja histórica, mezclada con ingredientes musicales, bélicos, nacionalismo, racismo, prohibiciones, baile y mucho miedo al sax.