PATRICIA HIGHSMITH: EL SHOCK DE LA NORMALIDAD (V)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

SAFARI HACIA LA ESQUIZOFRENIA

La literatura policiaca que busca indagar en torno a nuevas posibilidades de la realidad tuvo en Patricia Highsmith a uno de sus hitos más representativos, cuyo estilo quedó impreso en una treintena de libros.

En esta autora, que residió sus últimos años en Suiza, no existen las reglas convencionales del escritor de thrillers en sus novelas. No hay ninguno de los clichés comunes del género. El suyo fue un estilo directo y franco. Para ella, el suspense debia encontrarse en un relato en el que hay una amenaza de violencia y peligro, amenaza que a veces se hace realidad. Un suspense capaz de explorar la esquizofrenia cotidiana que abunda en todas partes.

«Podríamos decir que por lo que hace al arte de escribir, limitarse a sorprender y conmocionar al lector, a expensas de la lógica, es un truco barato –explicaba la autora–. Lo ideal es que los acontecimientos den un giro inesperado, guardando cierta consonancia con el carácter de los protagonistas. Hay que estirar al máximo la credulidad del lector, su sentido de la lógica, pero sin romperlo… El escritor tiene que identificarse con la persona a través de cuyos ojos se relata la trama, pues los sentimientos, pensamientos y reacciones de la citada persona son el fluido vital de la narración”.

El uso de tales cualidades hizo eficaz su narrativa y en general a una literatura llena de recursos que se extendieron hacia otros géneros también practicados por la escritora, como lo demuestran sus volúmenes de cuentos The Snail Watcher and Other Stories (El observador de caracoles, 1959), The Animal-Lover’s Book of Beastly Murder (Crímenes bestiales, 1975), Slowly, Slowly in the Wind (A merced del viento, 1979), Little Tales of Misogyny (Pequeños cuentos misóginos, 1984), Mermaids on the Golf Course (Sirenas en un campo de golf, 1985) y Tales of Natural and Unnatural Catastrophes (Catástrofes, 1986), además de novelas como Edith’s Diary (El diario de Edith, 1977), The Tremor of Forgery (El escalofrío de la falsificación, 1988) o Las dos caras de enero (1989).

La mayoría de los libros de Patricia Highsmith dependen de alguna clase de reconocimiento culpable, de la aceptación sobresaltada y renuente de cualidades que no se conocen ni desean tener hasta que se ven reflejadas en otra persona. En su famosa primera novela, Extraños en un tren, por ejemplo, dos hombres muy diferentes, el psicópata Bruno y el respetable profesional Guy, se conocen de manera accidental y terminan involucrados con extrañeza en la vida del otro: matan el uno por el otro.

Su segundo thriller, The Blunderer (El cuchillo, 1951), trata de otro tipo ordinario que quiere asesinar a su esposa, pero no lo hace, y que se siente obsesionado por el verdadero asesino de ella.

Estas extrañas afinidades, estos pares de personajes ligados por compulsiones poco comprendidas y con puntos de vista discordantes, constituyen el tema constante en la obra de Highsmith y determinan el tono de su narrativa: «Me gusta mucho que en los argumentos haya coincidencias y situaciones casi (pero no del todo) increíbles –dijo–. El tema que he utilizado una y otra vez en mis novelas es el de la relación entre dos hombres, normalmente de carácter muy distinto, a veces un contraste obvio entre el bien y el mal, otras veces simplemente dos amigos cuyas respectivas maneras de ser son muy diferentes. A veces, distan de ser amigos del alma, otras son enemigos, pero sienten una curiosa simpatía el uno por el otro…»

El tema se ha dado en Extraños en un tren, The Cry of the Owl (El grito de la lechuza, 1962), El cuchillo, A pleno sol, A Game for the Living (Un juego para los vivos, 1969), Las dos caras de enero, Tras los pasos de Ripley, y se insinúa en The Glass Cell (La celda de cristal, 1964), People Who Knock on the Door (Gente que llama a la puerta, 1983) y El hechizo de Elsie (1987).

En ellas la gente se liga una a la otra debido a una fascinación mórbida, una idolatría infantil o la simple atracción erótica. Highsmith sigue la pista de sus personajes como ellos se siguen unos a otros, como si estuvieran obedeciendo a una lógica tan misteriosa e intrincada que sólo puede llevarlos otra vez a sí mismos.

En su ficción, la vigilancia y la introspección son lo mismo. Hay lugar para la tragedia y la comedia. De esta forma la escritora utilizó el recurso de las diversas perspectivas para producir cambios de ritmo y ambiente.

 

 

 

 

*Fragmento del ensayo “Patricia Highsmith: El Shock de la Normalidad”, contenido en el libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

FOTO

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

Exlibris 3 - kopie

PATRICIA HIGHSMITH: EL SHOCK DE LA NORMALIDAD (I)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EL LUGAR DEL CRIMEN (PORTADA)

 

LA EXTRAÑEZA COMO PROTAGONISTA

                                                   La amaba

pero tuve que matarla…

                                                                     Supe que la extrañaría

                                                                     así que la enterré aquí mismo

                                                                     al lado de mi puerta.

                                                                     Significaba mucho para mí…

                                            Guns n’ Roses

 

 

Las novelas de la texana Patricia Highsmith (1921-1995) son perturbadoras de manera singular. No representan grandes pesadillas catárticas sino sueños inquietantes, sugeridas sensaciones y posibilidades irresueltas. En su narrativa la conciencia se halla en un territorio neutral en el que no existen la vigilia ni los valores cognoscitivos, sólo las demarcaciones emocionales de las fantasías personales.

A partir de su primera novela, Strangers on a Train (Extraños en un tren, 1949), la dislocación del interés del detective sobre el escritor significa un deslizamiento de la antigua estructura y de la tradicional forma de novelar. La suya es una escritura decisiva de más complejidad irritante cuyo final ya no es solucionable. Uno como lector ya no se convierte en testigo del restablecimiento de un orden perturbado, sino en el de una transformación trascendente.

En sus libros también se dan las situaciones complicadas, pero por lo general no las supone como casos enigmáticos a solucionar y normalizar al estilo detectivesco, sino que las permite surgir como el comportamiento de sus personajes principales. «Asesinos, psicópatas, merodeadores nocturnos, etcétera, están muy vistos, a menos que se escriba sobre ellos de un modo que sea nuevo.»[1]

La escritora se da a la tarea de imaginar el estado anímico de un asesino, se interesa por la génesis, realización y consecuencias del hecho, porque le interesan las posibilidades inesperadas que se encuentran ocultas en hombres de apariencia inocua. Con sus héroes y psicópatas Highsmith engendra un suspenso sobre otra clase de temor: no a la muerte que impulsa la mayor parte de la literatura policiaca centrada en el crimen, sino al temor más mezquino e íntimo: la humillación de verse atrapado tras haber cometido una acción criminal.

Ella se plantea la pregunta de cómo llega un hombre a convertirse en asesino y lo investiga en un estrecho marco psicoindividual. Para esta autora el hecho no es consecuencia de la condición maligna de todos los hombres, sino un proceso de transformación que se inicia en un principio a causa de traumas, debilidades, deseos, fantasías y miedos de la persona, así como de las cargas y desafíos particulares de su medio ambiente. «Nunca he estado al borde de asesinar a nadie, pero, a pesar de ello, puedo escribirlo, quizá porque a menudo el asesinato es una extensión de la ira, una extensión que llega a la locura, temporal o permanente.”

 

 

 

 

*Fragmento del ensayo “Patricia Highsmith: El Shock de la Normalidad”, contenido en el libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

FOTO 1

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

[1] Las citas que aparecen en el texto son del libro de Patricia Highsmith, Plotting and Writing Suspense Fiction, The Writer Inc., Boston, 1981.

Exlibris 3 - kopie

LIBROS: EL LUGAR DEL CRIMEN

Por SERGIO MONSALVO C.

EL LUGAR DEL CRIMEN (FOTO 1)

 (ENSAYOS SOBRE LA NOVELA POLICIACA)

Cuando el crimen hace acto de presencia, la sociedad se atemoriza, los individuos se tornan falaces, contumaces, medrosos. Y un hombre entra en acción: el que está dispuesto a restablecer el orden, aclarar el enigma, hacer que el o los criminales paguen cara su osadía: la de haber puesto en jaque a una normalidad aborregada, hastiada, indolente.

En los ensayos incluidos en El lugar del crimen, Sergio Monsalvo se ha dado a la tarea de dilucidar quién es quién en el proceso criminal que corroe el cuerpo social y que ha dado lugar a un género literario donde, con arte, se consignan los motivos del perseguidor y el perseguido para poner en jaque a la totalidad del hormiguero.

En El oficio de vivir, Cesare Pavese expresa: “Todos los hombres tienen un cáncer que les roe, un excremento cotidiano, un mal a plazos: su insatisfacción; el punto de choque entre su ser real, esquelético, y la infinita complejidad de la vida.” En los ensayos que dan cuerpo a este libro, Sergio Monsalvo desentraña esa complejidad expresada por varios destacados autores del género negro o policiaco”.

Emiliano Pérez Cruz

(Contraportada)

EL LUGAR DEL CRIMEN (FOTO 2)

 

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

Exlibris 3 - kopie

BIBLIOGRAFÍA: EL LUGAR DEL CRIMEN

Por SERGIO MONSALVO C.

EL LUGAR DEL CRIMEN (FOTO 1)

(ENSAYOS SOBRE LA NOVELA POLICIACA)

Cuando el crimen hace acto de presencia, la sociedad se atemoriza, los individuos se tornan falaces, contumaces, medrosos. Y un hombre entra en acción: el que está dispuesto a restablecer el orden, aclarar el enigma, hacer que el o los criminales paguen cara su osadía: la de haber puesto en jaque a una normalidad aborregada, hastiada, indolente.

En los ensayos incluidos en El lugar del crimen, Sergio Monsalvo se ha dado a la tarea de dilucidar quién es quién en el proceso criminal que corroe el cuerpo social y que ha dado lugar a un género literario donde, con arte, se consignan los motivos del perseguidor y el perseguido para poner en jaque a la totalidad del hormiguero.

En El oficio de vivir, Cesare Pavese expresa: “Todos los hombres tienen un cáncer que les roe, un excremento cotidiano, un mal a plazos: su insatisfacción; el punto de choque entre su ser real, esquelético, y la infinita complejidad de la vida.” En los ensayos que dan cuerpo a este libro, Sergio Monsalvo desentraña esa complejidad expresada por varios destacados autores del género negro o policiaco”.

Emiliano Pérez Cruz

(Contraportada)

EL LUGAR DEL CRIMEN (FOTO 2)

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

Exlibris 3 - kopie