LA AGENDA DE DIÓGENES: LA CALLE MORGUE (III)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

Siendo así (que la investigación artística debe destruir y transformar los obstáculos que se oponen a la comprensión y a la percepción), no es de extrañar que la imaginación poética de Edgar Allan Poe creara «un desfacedor de entuertos», a causa de la evidente necesidad de un protagonista en semejanza a las condiciones que privaban en la vida misma de Poe.

Al comprender el poeta dicha necesidad trató de reforzar tal identidad creando un héroe que compartiera cada vez más la semejanza con su creador. Esto fue plasmado inmediatamente en Los crímenes de la calle Morgue, que apareció en el mismo 1841 al tomar su autor la dirección de la revista Graham’s Magazine, en cuyos primeros números lo publicó.

LA PROYECCION DEL MIEDO

Poe no fue el inventor casual de la historia detectivesca. Para él la razón era una reserva de seguridad, importante para la vida y contra sus miedos terribles.  El dualismo romántico de este escritor se centraba entre dos lados de la personalidad, entre la emoción y el intelecto, entre la sensibilidad y la mente. Mucho de lo escrito por él partió de un «yo» sensible, de una conciencia romántica profundamente impulsada a realizar un ajuste entre ella y la realidad.

La emoción era intensa, desconcertante, terrífica; el pensamiento o mente era racional, comprensivo y fascinador en su proceso. La grandeza de Poe estuvo en la proyección de ese miedo en términos totalmente nuevos. Abrió el camino que conduciría a una gama más extensa y profunda de la extensión simbólica.

 

*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

LA AGENDA DE DIÓGENES: LA CALLE MORGUE (II)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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En forma conjunta, Edgar Allan Poe descubrió las reglas del subsecuente relato policiaco: «Una vez que el autor ha optado por el misterio ‑‑subrayó– es absolutamente necesario que, en primer lugar, no emplee ningún medio indebido o poco artístico para ocultar el secreto de la trama y, en segundo término, que el secreto sea bien guardado… Si la verdad se filtrara antes del momento culminante del dénouement, el efecto buscado cedería lugar a la más grande de las confusiones.

“Si el secreto se despeja contra la voluntad del autor, sus propósitos se verán inmediatamente frustrados, pues escribe fundándose en la suposición de que ciertas impresiones han de adueñarse del ánimo del lector, lo cual no es así en la realidad si el misterio ha dejado de serlo».

Asimismo, fundamentó el modelo precoz del tipo y estilo del detective. Poe, como buen romántico, fue siempre un exponente del «yo» hipostático, del escritor que se propone continuamente el «yo» como sujeto, del artista que mira «hacia adentro» y escribe.

Esto era, por decirlo así, como tener «otra existencia». De este principio nació la investigación artística. Tomando en consideración que mucho de la vida del arte es inconsciente y la mayor parte de su actividad un misterio, en la época de Poe se mantuvo firme el principio de que el arte es, de algún modo, divino.  Por consiguiente, con el fin de consumar su divinidad, la investigación artística debe destruir y transformar los obstáculos que se oponen a la comprensión y a la percepción.

 

*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

PORTADA

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

ÍNDICE

Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

Mickey Spillane: Muerte al enemigo

Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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LA AGENDA DE DIÓGENES: LA CALLE MORGUE (I)*

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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De una extraña y ruinosa casita, de la que ciertas supersticiones habían ahuyentado a los antiguos inquilinos y la cual se situaba en una solitaria y apartada calle del barrio de Saint-Germain-des-Prés de París, hace más de 150 años surgió para los amantes de la literatura una extraordinaria novedad:  el género policiaco, con The Murders in the Rue Morgue (Los crímenes de la calle Morgue), del escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849).

En 1841, tras leer las primeras páginas de la novela Barnaby Rudge, de Charles Dickens, Poe descubrió el enigma de un crimen misterioso que ahí se relataba:  «…descubrimos el secreto –escribió Poe– inmediatamente después de haber leído la séptima página (el volumen tenía 323)».  Efectivamente, en el número del 1de mayo de 1841 del Philadelphia Saturday Evening Post (cuando la novela comenzaba a publicarse en forma periódica) Poe hizo una nota crítica develando el enigma con mucha anticipación.

Al meditar acerca del método analítico que utilizó para lograrlo, Poe asentó al respecto en su ensayo Filosofía de la composición: «Resulta clarísimo que todo plan o argumento merecedor de ese nombre debe ser desarrollado hasta su desenlace antes de comenzar a escribir en detalle. Sólo con el dénouement a la vista podremos dar al argumento su indispensable atmósfera de consecuencia, de causalidad, haciendo que los incidentes y sobre todo el tono general tiendan a vigorizar la intención…una vez conocida la intención, pueden hallarse en cada página las huellas del designio del novelista».

*Fragmento del ensayo “Edgar Allan Poe: La Poesía en el Crimen” del libro El Lugar del crimen, de la editorial Times Editores, cuyo contenido ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

PORTADA

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

 

 

 

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Introducción: La novela policiaca, vestida para matar

Edgar Allan Poe: La poesía en el crimen

Arthur Conan Doyle: Creador del cliché intacto

Raymond Chandler: Testimonio de una época

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Friedrich Dürrenmatt: El azar y el crimen cotidiano

Patricia Highsmith: El shock de la normalidad

Elmore Leonard: El discurso callejero

La literatura criminal: Una víctima de las circunstancias

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LA AGENDA DE DIÓGENES: EL CIELO PROTECTOR (PAUL BOWLES)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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En El cielo protector, de Paul Bowles, tres estadounidenses deambulan por una novela que es la caldera del diablo.

África, para estos metropolitanos, es un peregrinaje a tierras marchitas donde la frescura es un concepto desconocido, donde no crece nada excepto el ser humano, que tiene que enfrentarse a sus antagonistas primigenios: el amor, la locura y la muerte.

Paisaje y atmósfera se vuelven uno en cada ser de Paul Bowles, un autor de verdaderas polendas.

Para Paul Frederick Bowles (nacido en Nueva York en 1910, y fallecido en Marruecos en 1999), el trabajo de escribir música y el de escribir palabras eran excluyentes entre sí. En la infancia y adolescencia fue autor de relatos y poesías. Posteriormente se inclinó por su otra vocación: la música.

Bowles abandonó la Universidad de Virginia después del segundo semestre para no volver nunca más. Sus proyectos se encaminaron a dejar la casa paterna y viajar sin dejar de hacerlo. Su primer periplo lo llevó a París, con la intención de conocer a Gertrude Stein.

Después de darse a conocer como autor de novelas y relatos, pasó menos tiempo en la composición musical. Su primer libro importante fue El cielo protector (1949), que fue llevado a la pantalla por Bernardo Bertolucci.

La mayoría de sus libros, posteriores a éste, tiene su ubicación en el norte de África, donde el autor se estableció definitivamente después de la Segunda Guerra Mundial.

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LA AGENDA DE DIÓGENES: BARBA AZUL (MAX FRISCH)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Barba Azul de Max Frisch (Alfaguara/CNCA, Colección «Fin de Siglo», 1990) es un libro de identidades. Un proceso legal y el monólogo consecuente del protagonista, a causa de la acusación del crimen de su séptima esposa, son los motivos del autor para reflexionar sobre las realidades de tiempo en que vive.

Frisch, escritor suizo (1911-1991), padeció la persecución y la vigilancia de su propio gobierno debido a sus posturas políticas y sociales.

En el libro (publicado por primera vez en 1982) la dramaturgia de aquel país, representada en sus máximos niveles por Frisch y Dürrenmatt, surgió poderosa y arrebatadoramente fecunda, la introspección se adaptó para explicar el mundo en evolución y se materializó en este texto que presentó el fruto de un teatro vivo, social y moderno que hablaba del tema de la identidad de manera crítica.

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LA AGENDA DE DIÓGENES: UN IMPULSO CRIMINAL (P. D. JAMES)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Un impulso criminal de P. D. James (Colección Fin de Siglo, CNCA/Editorial Patria, 1990) es una novela inscrita en la más clásica corriente de la narrativa policiaca tradicional: en el interior de su trama hay un misterio, un secreto que poco a poco va siendo revelado.

El muerto aparece desde sus primeras páginas y sigue su camino en silencio esperando que alguien mediante una pesquisa descubra al victimario y sus motivaciones.

Como ruptura con un tipo de protagonistas que escapaban de la medida más generosa, dandis empedernidos o diletantes de la investigación, la novela policiaca encontró una nueva vertiente –desde principios del siglo XX– en quienes ejercían dicha investigación desde los cuarteles de la policía.

Esta vez se trata de agentes que cumplen con su trabajo, como el comandante de la Scotland Yard Adam Dalgliesh, que quizá carezca de la brillante inventiva de Holmes o de Ellery Queen, pero siente la responsabilidad de su cargo y cuenta con la solemne máquina policial para auxiliarlo (se supone que la autora P. D. James basa su personaje en un retrato real de un jefe policiaco).

Cuando este oficial de policía –que en esta novela quiere descubrir al culpable de un asesinato en un centro psiquiátrico de Londres–, investido de la fuerza de toda una organización, sustituye al héroe primadónico de la literatura policiaca clásica, la detección del crimen alcanza su etapa de madurez como empresa científica moderna.

Este Dalgliesh emprende su búsqueda apoyándose en los mecanismos científicos, pero también en el análisis psicológico, la ambientación y la comprensión de la gente que rodea la escena del crimen. La intuición y el sentimiento, aunado a la interpretación de las pistas, lo conducen a la solución.

LA AGENDA DE DIÓGENES: LOS JUGUETES DE LA PAZ (SAKI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Los juguetes de la paz de Saki (Colección «Botella al mar», coedición CNCA/Alfaguara, 1991) es una reunión de cuentos para niños del escritor Héctor Hugh Munro (Saki), quien nació en Birmania en 1870 y murió en Francia en 1916.

En estos relatos sucede lo que todo niño siempre ha anhelado: ganar en la batalla contra los adultos. Y ello acontece con humor y mordacidad y además conciliando las exigencias de la creación literaria con el gusto de los jóvenes por la información y la realidad.

Cada uno de los cuentos de este volumen plantea problemas fundamentales del mundo contemporáneo a través de aventuras infantiles o juveniles y muestra las repercusiones de ese mundo sobre sus habitantes.

Los escenarios ya no están restringidos y los niños tienen el sitio primordial sin falsos didactismos moralizadores.

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LA AGENDA DE DIÓGENES: HISTORIA DEL CERCO DE LISBOA (JOSÉ SARAMAGO)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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La historia del cerco de Lisboa de José Saramago (Editorial Seix Barral, 1990) es una novela encauzada en la corriente de la narrativa histórica que ha tomado mucha popularidad y fuerza, en algunos casos, en el mundo entero.

El escritor portugués reafirma con este título todas sus contribuciones al género. La historia, para este autor, es un elemento dúctil que se presta a que la imaginación recree los hechos evocándolos con gran sentido del humor.

Al unísono de su personaje, altera contenidos para participar con su propia contribución al llenado del espacio en blanco de una historia ya dada, y lo hace con ejemplar maestría evadiendo los clichés y haciendo de lo ya sabido una auténtica novedad. Un legítimo divertimento barroco.

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LA AGENDA DE DIÓGENES: KURT COBAIN (LECTOR)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Contrariamente a lo que suele pensarse sobre él, Kurt Cobain era un lector consuetudinario y con una cultura autodidacta más que aceptable, a pesar del medio en que se desarrolló, en Aberdeen, Washington, como hijo de una mesera y un mecánico de autos, en un ambiente poco propicio para el desarrollo intelectual.

En la cultura del rock, desde su plataforma sesentera, todo autor de canciones suele tener una relación cercana con la literatura. Si bien las letras de las piezas por mucho tiempo no fueron consideradas estrictamente como poesías, muchos músicos desarrollaron este aspecto de manera muy ligada al mundo literario (lo cual tuvo su pináculo y reconocimiento como otra forma literaria con la obtención del Premio Nobel, por parte de Bob Dylan).

Kurt Cobain era un gran lector, estaba orgulloso de ello, y la estética de sus letras –muchas recubiertas de una buscada banalidad rabiosa, pero de encriptados sentimientos y el uso de interesantes figuras poéticas–, estuvieron muy influenciadas por su bagaje literario.

Por sus manos y ojos pasaron el ensayo, la poesía y la narrativa. Desde los grandes clásicos, transitando por los beats y hasta radicales manifiestos feministas. Igualmente, como todo lector que se precie, en determinado momento, el líder de Nirvana hizo una breve lista de sus obras favoritas de la literatura.

Comenzó con William Shakespeare (Hamlet) y Dante Alighieri (La Divina Comedia), y continuó con autores y títulos más cercanos en el tiempo: William Burroughs con Yonqui y El Almuerzo desnudo (escritor al que admiraba, al que sintió como su mentor, y con el cual pudo tener un encuentro cercano antes de morir, en la casa de aquél, así como una colaboración que quedó grabada en un disco que se volvería de culto: The “Preacher” They Called Him).

 

Citó igualmente a Jack Kerouac con En el camino y Los vagabundos del dharma (los escritores beats fueron siempre de su predilección); J.D. Salinger con El Guardián entre el centeno; Charles Bukowski con La Senda del perdedor; Samuel Beckett con Tres Novelas, así como nombres como el de Katherine Dunn (Geek Love), S.E. Hinton (The Outsiders), Camille Paglia con sus Ensayos Completos y los Selected Works de Elinor Wylie.

 

Sin embargo, al hablar de tal listado, mencionó aparte, y con mucho entusiasmo, que una de sus obras favoritas de todos los tiempos era El Perfume de Patrick Süskind. Sobre este último título dijo al respecto: «He leído El Perfume como unas diez veces en mi vida y no puedo dejar de leerlo. Es como si algo lo estacionara en mi bolsillo todo el tiempo y simplemente no me deja».

El Perfume es un relato extraño, irónico y perturbador en torno a un antihéroe enajenado de la sociedad. Jean-Baptiste Grenouille es un bastardo huérfano, despreciado y degradado, que vaga por la Francia del siglo XVIII asesinando a hermosas jóvenes a fin de destilar con sus aromas corporales un perfume que lo transformará en el hombre más deseable y poderoso sobre la Tierra.

Los críticos han descrito la novela regularmente como un cuento de hadas, como una novela filosófica y como una alegoría de la megalomanía política.  En este último caso, algunos de dichos especialistas han trazado paralelos entre Grenouille y Adolf Hitler. Süskind confirmó la observación. El Tercer Reich, explicó, «siempre estuvo al fondo de las mentes de los miembros de mi generación. No importa que uno escriba poemas, obras de teatro o novelas. Incluso entonces es el tema», afirmó.

El autor bávaro observó con interés que los críticos franceses y anglosajones captaron la alegoría política de su relato, mientras que los críticos de su propio país no la vieron.

Los reseñistas alabaron la espléndida evocación lograda por Süskind del París y de la campiña francesa del siglo XVIII. También elogiaron sus discursos fascinantes y detallados sobre el proceso de la fabricación del perfume que figuran a lo largo de la novela. Uno de los aspectos más descollantes de la misma.

Según coinciden la mayoría de los especialistas, parte de la brillantez del texto es el uso que el autor da a los olores, tantos los sensuales como los repugnantes, como un leit motiv. El reconocido escritor y crítico John Updike llamó a esta «reconstrucción del mundo en términos de aroma» una «proeza encantadora».

Süskind, asimismo, habló de su método de investigación como el de un sumergimiento en el mundo de los olores durante los dos años que dedicó a escribir la novela. Viajaba por las regiones productoras de perfume del sur de Francia sobre una pequeña motocicleta (Scooter): «Con los goggles puestos, apenas podía ver; y con el casco, no escuchaba nada –ha recordado -. El olfato era prácticamente el único sentido que me funcionaba sobre la Vespa».

Asimismo, y en oposición, algunos críticos hicieron hincapié en que varios aspectos cruciales de la historia parecen artificiosos, sobre todo el desenlace.

Igualmente, se cita la incongruencia de que uno de los rasgos monstruosos de Grenouille sea la ausencia total de olor corporal, a la vez que por coincidencia posee también un sentido del olfato extraordinariamente agudo.

Sin embargo, lo que más apaciguó a los reseñistas, fueron, quizá, el acierto del autor de no crear personajes de más en la novela, y el hecho de que Süskind no haya incitado en los lectores empatía alguna con el protagonista, a pesar de la habilidad de Grenouille para cautivar y mantener la curiosidad sobre sí mismo, a través de toda la historia.

A la postre, la mayoría de los críticos llegó a la conclusión de que la narración absorbente e imaginativa de Süskind permitía dejar de lado la verosimilitud y abandonarse al fascinante texto escrito con un magnífico estilo.

En fin, yo creo que al igual que El nombre de la rosa de Umberto Eco, El Perfume es una fábula histórica y un libro canónico que se fundamenta (y muy bien) en la ficción, no en el realismo, para intrigar y deleitar a los lectores (con todos sus sentidos), y para reincidir en ella, tanto como para leerla diez veces y escribir alguna canción ilustrativa (“Scentless Apprentice”), como en el caso de Kurt Cobain, que descubrió en ella infinidad de cosas, además de inspiración.

VIDEO: Nirvana – Scentless Apprentice (MTV Live And Loud, Seattle – 1993), YouTube (DrainedNirvana)

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