PIEZAS DE INCRUSTACIÓN (III): ROCK NATIVOAMERICANO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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Entre el material sobresaliente acerca de la relación de los indígenas estadounidenses (nativo-americanos) y la cultura de aquel país, existen dos ejemplos de los cuales vale la pena hablar. Se trata de dos documentales sobre la influencia de la música autóctona en la Tierra del Tío Sam, tanto en la popular como en el rock. El primero está musicalizado por Robbie Robertson, y el segundo, es una obra codirigida por Catherine Bainbridge y Alfonso Maiorana.

 

Music for the Native Americans (1994) es una obra de seis horas de duración que contiene la música compuesta por Robertson para un documental estadounidense de televisión, sobre el destino de los indígenas de aquel país. Por lo tanto, muchos pasajes tienen más bien el carácter de un estudio ontológico musical que de un álbum común de Robertson.

 

Aunque su voz baja da un tono distintivo a las canciones de tono folklórico, el conjunto es dominado por los ritmos y cantos indígenas, así como los sampleados sonidos de las praderas. El resultado de esta colaboración intertribal (para la cual Robertson formó la agrupación The Red Road Ensemble) se puede describir como música tradicional moderna, porque además de las canciones mencionadas el álbum incluye sobre todo composiciones eclécticas del propio Robertson. Un proyecto testimonial y digno en el aspecto político tanto como en el musical.

 

«Tuve que cumplir 51 años antes de lograr armarme del valor para intentar este proyecto –indicó Robbie Robertson en su momento–. Antes de comenzar con las canciones tuve que cobrar conciencia acerca de mi propia identidad. Mi mamá era mohicana. Hasta entonces comprendí lo que eso significaba para mí», admitió. 

 

El viaje analítico sacó a relucir la hasta entonces oculta alma indígena del ex líder de The Band, grupo de culto. Vale la pena escuchar su búsqueda de sí mismo, donde funde elementos indígenas con blues.

 

Robbie Robertson se había mostrado fascinado por el pasado estadounidense desde su época con aquel grupo (en plena resaca psicodélica, ellos aportaban unas canciones sobrias y una imagen arcaica: «Era música plantada en la tierra, sin la ira o las alucinaciones de aquella época. Excepto Levon Helm, el baterista, todos éramos canadienses y asimilamos unas tradiciones que los estadounidenses, por cercanía, no solían apreciar. Una cultura que era más profunda y más exótica de lo que parecía, musicalizábamos migraciones mitológicas. Tardaron años en buscarnos una etiqueta: ahora dicen que tocábamos americana«).

 

Para el álbum como solista, y soundtrack de la serie, este canadiense emigrado se inspiró en su ascendencia indígena, la cual le valió el encargo de poner música al documental.  Robertson nació en Toronto, Canadá, el 5 de julio de 1943. Fue hijo único de Rose Marie Chrysler, mujer de ascendencia mohawk, que creció en la reservación Six Nations al norte del Lago Erie, lugar a donde, tras irse a vivir a Toronto, regresaba con Robbie para visitar a su familia, ahí fue donde él aprendió a tocar la guitarra y a conocer la música local.

 

La banda se armó con vocalistas e instrumentistas de diversas tribus, entre ellos la actualmente casi olvidada cantante de pop Rita Coolidge, Pura Fé, Douglas Spotted Eagle, Florent Vollant, Claude McKenzie y Bonnie Joe Hunt, entre otros convocados.

 

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El otro material es Rumble: The Indians Who Rocked the World, de Catherine Bainbridge y Alfonso Maiorana. Esta película se centra en las contribuciones pasadas por alto de los nativos americanos en la música popular. Abarca la música desde las primeras piezas de blues hasta el hair metal.

 

Uno de los hallazgos del filme es el de mostrar que ser nativo americano era  algo que los músicos generalmente ocultaban a la vista del público, la publicidad acerca de sus orígenes étnicos era algo que afectaba la posibilidad de que su música se promoviera en el mainstream.

 

Había una sensación de incomodidad en los medios estadounidenses, mezclada con un sentimiento de culpa colectivo por el trato que históricamente se le ha dado a los nativos americanos.

 

La película detalla el racismo que se dirigió hacia ellos, especialmente en la primera parte del siglo XX y la forma en que su cultura fue, de hecho, reprimida y casi borrada por completo. Esto se extendió a su música, que se consideraba subversiva.

 

Catherine Bainbridge elaboró una película sobre un tema al que realmente se ha prestado poca atención. La parte sustancial es interesante e incisiva cuando detalla todas aquellas circunstancias. Por ejemplo, las primeras grabaciones de blues de Charley Patton realmente tienen un sonido nativo americano con la entrega vocal y los ritmos distintivos, un hecho que nunca había sido notado de antemano.

 

Y teniendo en cuenta que fue uno de los actores clave en los primeros días de lo que se convertiría en música popular, hay que decir que la influencia de su cultura en la música moderna tuvo gran significado.

 

Otro intérprete clave fue Link Wray, quien desarrolló un estilo de música de guitarra que sería una gran influencia en toda la música posterior que utilizó el zumbido de la distorsión (fuzz) en el instrumento por primera vez, así como el power chors (acorde de poder).

 

Varios rockeros importantes (Iggy Pop, Salsh, Marky Ramone y Wayne Kramer) salen en pantalla rindiéndole pleitesía a este guitarrista de origen Shawnee, que mantuvo en secreto tal circunstancia “porque todo el mundo los odiaba”, como dice su hija en el documental. En 1958 le pidieron en una fiesta que tocara un foxtrot y como no sabía hacerlo decidió probar con una combinación extraña de notas. Con ello inventó el power chord, la columna vertebral del rock duro y pesado. “Sin Wray –dice Dave Grohl, baterista de los Foo Fighters– no habría The Who, ni Jeff Beck, ni Led Zeppelin”.

 

A través de la cinta nos enteramos, igualmente, de las dificultades que experimentó la cantante de folk Buffy Sainte-Marie con las estaciones de radio presionadas para que no reprodujeran sus canciones, las que se consideraban peligrosamente políticas.

 

Y luego estuvo Jimi Hendrix, cuya ascendencia cherokee fue menos promovida hacia el público que su etnia negra, aunque llegó a usar reiteradamente alguna vestimenta que lo recordaba, como su camisola con flecos, cinta en la frente, plumas y collares alusivos.

 

Más tarde, hay una mirada hacia el muy respetado guitarrista Jesse Ed Davis, a Robbie Robertson de The Band, al grupo Redbone, a los heavy metaleros Randy Castillo y Steve Salas y al rapero de hip-hop, Taboo.

 

En la parte final, aunque las cosas y los testimonios siguen siendo interesantes, se sienten un poco fragmentadas y faltos de claridad en el contexto de la influencia real de los nativos americanos. Pero en general, ciertamente, es un muy buen documental sobre tal música, con mucho que reflexionar y un enfoque importante sobre algunos músicos surgidos de aquellas raíces, que no han recibido mucha atención a lo largo de los años.

 

Definitivamente la película muestra que la influencia de los nativos americanos es algo que nunca ha recibido el reconocimiento que se merece; esta cinta intenta abordarlo y provocar más puntos de vista, que se sustenten con las investigaciones y los estudios académicos respectivos.

 

VIDEO: Link Wray – Rumble – 11/19/1974, YouTube (Classic Rock on MV)

 

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LIBROS: STREET MUSIC (FOTOGRAFÍAS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

STREET MUSIC (PORTADA)

 

FOTOGRAFÍAS

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STREET MUSIC (FOTO 2)

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STREET MUSIC (FOTO 3)

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Verlos y escucharlos enseña, descubre  

y valora la sencillez de los actos

plenos de sentimiento y soledad

 

 

 

 

Street Music

(Fotografías)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Fotografía”

The Netherlands, 2024

 

 

 

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PLUS: OuLiPo

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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PALABRAS EN JUEGO

 

Hace un poco más de sesenta años, en un restaurante parisino, se reunió un grupo de escritores y matemáticos por iniciativa del teórico del ajedrez François Le Lionnais, para debatir la fundación de un «Seminario para literatura experimental».

 

Con la nominación Ouvroir de Littérature Potentielle (Taller de Literatura Potencial) o simplemente OuLiPo, se constituyó pronto en una comunidad de trabajo muy dinámica, cuyo objetivo era el de elaborar en forma enciclopédica el mayor número posible de recursos literarios sustraídos al azar, tal como habían sido trasmitidos desde la antigüedad griega y romana, la Edad Media latina, el barroco alemán y el romanticismo europeo, además de ensayarlos de manera práctica con base en el material lingüístico contemporáneo.

 

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A partir de ello, debían desarrollarse nuevas técnicas para la producción de textos –tomando en cuenta el método de pensamiento matemático, la teoría de juegos y la de los símbolos–, así como formas de lectura para su manejo adecuado.

 

Los textos oulipoístas no poseen contenido ni significado; no tienen el carácter de un signo sino de una cosa; no comunican un mensaje sino forman el medio para mensajes potenciales que el lector, al contrario de la usanza acostumbrada, no tiene que interpretar sino aportar a su vez al respectivo contexto. 

 

Es decir, que sólo la lectura creativa produce el significado, «liberado» a su vez de las intenciones del autor, radicalizando así el concepto del realismo al no adjudicarle «realidad» al mundo sino a la literatura, al concebir como «realista» no el arte del autor sino el trabajo del lector.

 

Los integrantes de OuLiPo comparten con Lautrémont la convicción de que la literatura no puede ser asunto del individuo, sino debe ser «hecha por todos»; y con Maurice Blanchot que «el poeta no puede adjudicarse lo que escribe, puesto que lo que escribe, aunque lo haga bajo su propio nombre, a fin de cuentas, carece de nombre».

 

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Después de años de trabajo teórico y práctico que se expresó por medio de publicaciones individuales como Cien billones de poemas (1961/1982) de Raymond Queneau, 41 sonnets irrationnels (1965) de Jacques Bens, Zinga huit (1967) de Jacques Duchateau y E de Jacques Roubaud, el colectivo OuLiPo (entretanto engrosado con nuevos miembros como Georges Perec, Harry Mathews e Italo Calvino, por mencionar a algunos) publicó en 1973 una amplia recopilación y obra de referencia sobre la «literatura potencial». 

 

Se reunieron las experiencias y los logros del grupo dentro de un amplio contexto, permitiendo así su estudio, citas y uso (La littérature potentielle  Créations/Récréations/Récréations).

 

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Al año siguiente salió el primer número de la revista Bibliothèque Oulipienne que se ha publicado irregularmente desde entonces; y también desde 1981 está disponible el Atlas de la littérature potentielle, el cual incluye, además de varios estudios de Queneau y sobre él, una selección de textos «sintoulipoístas» de diversos autores, así como varios ensayos sobre el tema «OuLiPo y la informática».

 

La poética elaborada por este grupo se basa en su mayor parte en la manipulación alfabética, fonética, numérica, sintáctica y semántica de textos existentes; su objetivo práctico consiste en revelar y fijar las modalidades técnicas por medio de las cuales es posible generar textos a partir de textos. 

 

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Entre ellas se encuentran los anagramas, lipogramas, tautogramas y palíndromos. Desplazar, sustituir, combinar y variar son las operaciones oulipoístas fundamentales. Ejemplo de esto han sido los lipogramas de Queneau (La disparition, 1969) y los anagramas por permutación de Georges Perec (Ulcérations, 1974). Y en la narrativa de este último también La vida instrucciones de uso (1978) y de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero (1979).

 

El juego literario, artístico colectivo y la alborozada ciencia del oulipoísmo son idóneos, como ningún otro concepto literario, para estimular el intelecto, el placer y la acción del lector por igual. La literatura potencial tiene este objetivo por encima de cualquier otro: transformar las ideas en actividades y las intenciones en intensidades.

 

VIDEO SUGERIDO: A documentary saga of the Oulipo – part 1, YouTube (mshlom)

 

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BABEL XXI – SINOPSIS (143)*

Por SERGIO MONSALVO C.

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(711 – 715)

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BXXI-711 A. R. AMMONS

La poesía de A. R. Ammons, se abrió paso, encontró interlocutores y mirada cómplices, sensibilidades ajenas a las que sedujo y fascinó. De eso se trataba. Para el autor, la medida del oficio de escriba es “el trabajo bien hecho”, que se produce cuando un proyecto concreto cobra vida, a veces de manera no prevista, provocando interconexiones creativas fértiles. Así sucedió con el grupo de rock que tomó su nombre del poema y entrelazó con él sus ideas “crudas y difusas” y con ello alcanzaron la coherencia retrospectiva que sustentaría su obra de ahí en adelante. Fue el más fuerte eslabón con aquel poema que tiene al despojo (la basura) como símbolo y representación del artificio humano.

VIDEO: Garbage – Shut Your Mouth (Jagz Kooner Radio Mix, YouTube (Official Garbage)

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BXXI-712 HEY HEY, MY MY

El disco de Neil Young y Crazy Horse, Rust Never Sleeps (de 1979, título inspirado en un tema del grupo Devo) fue un álbum de homenaje a la década de los setenta que finalizaba (el cual incluyó temas en vivo grabados durante la gira del mismo, y a la postre con la película correspondiente). Contenía un tributo a Johnny Rotten en la pieza acústica “My My, Hey Hey (Out of the Blue)” y su espejo eléctrico “Hey Hey, My My, (Into the Black)”, en general una de las propuestas éticas del decálogo rocanrolero: “Es mejor arder que apagarse lentamente”. La frase que trascendería sobremanera. Sobre esa esencia habla la canción en sus dos modalidades, y que abre y cierra el disco: la acústica y la eléctrica.

VIDEO: Neil Young – Hey Hey, My My (Into the Black) – Live al Farm Aid 2003, YouTube (Farm Aid)

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BXXI-713 EMMANUEL JAL (REMAKE)

“¿Cómo es posible que alguien pueda pensar que es divertido matar?”, se pregunta el joven sudanés Emmanuel Jal. Él sabe por experiencia que no lo es. Las circunstancias de la guerra civil en su país lo obligaron a participar como combatiente a los 8 años de edad. Fue un niño soldado, un lost boy, que padeció las atrocidades que ningún niño de cualquier parte del mundo debe sufrir. A pesar de las muchas penalidades sobrevivió gracias a la ayuda de organizaciones internacionales. Aprovechó dicha ayuda y en la actualidad con el hip hop como instrumento cumple con su misión de griot contemporáneo, el que denuncia y lleva las noticias no sólo a su localidad si no al mundo entero.

VIDEO: Emmanuel Jal ‘Baakiwara’ Live, YouTube (emmanueljal)

Michael Buble's Christmas in Hollywood - Season 2015

BXXI-714 NAVIDAD XIV

El disco Christmas de Michael Bublé se ha convertido en un clásico al que el tiempo ha legitimado. Pertenece por derecho propio a la misma categoría del de Bing Crosby o al de Elvis Presley. La voz de Bublé es fuerte y clara. Canta con solvencia, intención y flexibilidad. Y, por si fuera poco, el sonido es perfecto. En ‘White Christmas’ compite definitivamente con la versión de Crosby, pero Bublé le da un giro y agrega la voz de Shania Twain a la mezcla, que resultó brillante. El escenario sonoro y la dinámica están bien representados además por sus versiones del cancionero tradicional. Después de tal lanzamiento exitoso (ventas certificadas, premios y reconocimientos) fue apodado “Mister Christmas”, con justa razón.

VIDEO: Michael Bublé – It’s Beginning To Look A Lot Like Christmas (Official HD Audio), YouTube (Michael Bublé)

Calligraphy lettering 1974 birthday, Made in 1974

BXXI-715 1974

En el devenir de su existencia los músicos del género rockero que en 1974 habían colaborado de manera decisiva en convertir “una simple moda pasajera de no más de tres meses” —como calificó Frank Sinatra al rock and roll en sus inicios—, que al principio se consideraba fugaz y puberta, en una auténtica forma de arte, vida y cultura. Hoy, de cada nota de aquellos álbumes de David Bowie, Big Star, The Rolling Stones, Lou Reed, Badfinger y Lynyrd Skynyrd, entre otros, y de cada canción que los componen, se cuelgan 50 años de historia, 50 largos, turbulentos y gloriosos años, porque finalmente como cantaran los Stones en uno de ellos: es sólo rock and roll, pero nos gusta.

VIDEO: DAVID BOWIE – DIAMOND DOGS – LIVE LORELY 1996 – HQ, YouTube (theMusicfmyLife1)

*BABEL XXI

Un programa de:

Sergio Monsalvo C.

Equipo de Producción: Pita Cortés,

Hugo Enrique Sánchez y

Roberto Hernández C.

Horario de trasmisión:

Todos los martes a las 18:00 hrs.

Por el 1060 de AM

96.5 de FM

Online por Spotify

Radio Educación,

Ciudad de México

Página Online:

http://www.babelxxi.com/

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IMAGO: BROKEN WINGS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

(FOTOGRAFÍAS)

 

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Broken Wings I

 

Anhelo las alas/…

 

 

 

 

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Broken Wings II

 

taladas al vuelo.

 

 

 

 

 

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HISTORIA DE UNA CANCIÓN: «SYMPATHY FOR THE DEVIL» (THE ROLLING STONES)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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EL CRACK Y CÓMO LOGRARLO

 

El año de 1968 emergió como un enorme NO a la sociedad y a sus manejos. Aspiró a la permuta en todos los órdenes de la vida, y en todo aspecto fue fundamental encontrar idearios que respaldaran en teoría las realizaciones concretas de cada campo.

 

El del arte no fue una excepción. La pintura, el teatro, la literatura, el cine y la música cubrieron sus horizontes con dicha constante. El real pensamiento revolucionario-musical fue de conceptos totales. Los que buscaban una nueva visión del mundo. Los que fundamentaran el cambio. Algunos resultaron fallidos.

 

Todos esos instantes hablaron de revolución y lo hicieron en un giro constante de la espiral evolutiva de la música popular por excelencia: el rock, como protagonista y como soundtrack de fondo. Con su enfoque artístico nuevo, libre e indeterminado, el rock se significó como pensamiento comunitario frente a las filosofías de los distintos partidos y gobiernos.

 

Al ubicarse contra las políticas estatales, tal música –con valores intrínsecos de historia, contexto, calidad interpretativa y de composición— se alejaron de las convencionalidades y de sus consecuencias predecibles: ortodoxia y conservadurismo.

 

La revolución en la música popular se practicó dentro del contexto social influido por los deseos comunitarios domésticos y globales coincidentes, pero las decisiones del cómo y del por qué quedaron a cargo, por lo general, de los grupos y de cada uno de los exponentes con sus expresiones artísticas particulares. Muchas veces interrelacionadas con otras disciplinas. Como con el cine, por ejemplo.

 

En aquel tiempo, la cinematografía francesa era la que llevaba la vanguardia. Había dialogado con el free jazz y con el muy fresco estilo bossa nova en tiempos recientes. Pero aún no lo hacía con el rock. El mayo del 68 le proporcionó la oportunidad a través de uno de sus heraldos: Jean-Luc Godard.

 

En la década que va de 1958 a 1968 se demostró que la cultura tenía ideología, que no era un asunto aséptico o puro. En Francia dicha cuestión nació de los individuos y de su circunstancia. El país salía de una desgastante guerra colonial con Argelia y los hechos motivaban cambios. Los palpables y estructurales se dieron en el terreno cultural.

 

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El presidente De Gaulle nombró como ministro de Cultura a André Malraux. Un escritor cuya biografía era soluble con su obra y viceversa. Este excombatiente favorable a la República durante la Guerra Civil española y fogueado documentalista —que preludió en L’Espoir. Sierra de Trauel al neorrealismo italiano y abogó por las cualidades del expresionismo alemán— se propuso mezclar la política prestigiosa, a la que él representaba como intelectual, con la obra social de trascendencia.

 

Además de mantener el diálogo con los artistas, creó las casas de cultura y le concedió créditos importantes y una legislación proteccionista al cine de calidad, a los nuevos valores y a la Cineteca francesa. Esto se tradujo en el aumento en la colección de películas y en la instauración de cineclubes por doquier. En esas salas de entre 60 y 260 butacas se fundamentaron carreras y cinefilias y se conocieron a los futuros directores del nuevo cine francés, al que la prensa comenzó a llamar “la Nouvelle Vague”: Francoise Truffaut, Jacques Rivette, Eric Rohmer, Claude Chabrol y Jean-Luc Godard, entre otros.

 

Reunidos en torno a la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma, bajo la dirección de André Bazin, estos realizadores, anteriores críticos y  guionistas se lanzaron contra las condiciones que la cinematografía institucional imponía —ahora con un Malraux anquilosado en el gaullismo— y postularon innovaciones conceptuales y técnicas: el uso de cámaras de 8 y 16 mm, locaciones e iluminación naturales y la corta duración del rodaje para reducir costos; la renovación el lenguaje fílmico con cámaras al hombro y estilo de reportaje, tomas largas, fotografía en blanco y negro, actores emergentes y guiones e interpretaciones con grandes dosis de improvisación. Cantos a la espontaneidad, al deseo liberador desde la óptica del espíritu joven.

 

En ello iba implícita la libertad de expresión, que tuvo como piedra de toque el realismo ontológico con el que reducían al mínimo las intervenciones manipuladoras y artificiales. Era un cine muy personal, “de autor”, y alejado de las modas comerciales. Por lo tanto, también era muy crítico con su entorno y momento histórico. Con una visión muy desoladora de la vida.

 

Lo cual forjó un estilo plagado de referentes, tributos y que redescubrió la “mirada” de la cámara y el poder del montaje. Con dicho bagaje Truffaut obtuvo éxito con Los 400 golpes. Pero fue Godard fue quien impuso el auténtico manifiesto con Sin aliento. En ella introdujo digresiones y los lenguajes verbal (cartesiano) y cinematográfico (discursos entrecortados, fundidos, movimientos de cámara y miradas fijas) como provocación.

 

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En esa línea se mantuvo hasta el filme La China y el fin de la Nouvelle Vague. A la postre vendría su radicalización ideológica al servicio del marxismo-leninismo. Situación que lo convertiría en un paria justo a la llegada del Mayo del 68 y en la búsqueda de salidas a su ideario. El rock fue la respuesta.

 

Godard no era un aficionado rockero ni mucho menos, pero durante el movimiento a nivel mundial se dio cuenta del eco que tenían las acciones y declaraciones de sus artistas más representativos. Tenían posturas extra musicales. Siguió con detenimiento el hecho de que Mick Jagger se involucrara ese año en una gigantesca manifestación en el flemático Londres para protestar ante la embajada estadounidense por lo sucedido en Vietnam.

 

Dicho evento —en el que como notas destacadas se hablaba del hecho inédito, de la rara y multitudinaria participación juvenil y de la mezcla de los sectores participantes (de pacifistas a anarquistas ultra)—  terminó en violencia callejera y con una dura represión policiaca.

 

Los Rolling Stones se encontraban en el centro del huracán polémico por el lanzamiento del sencillo “Street Fighting Man”, que recogía de alguna manera las experiencias que Jagger había sacado durante aquella revuelta. El tema se había convertido en un himno a nivel global y cada movimiento, independientemente de su particular reclamo, lo usaba como estandarte sonoro: “¿Qué puede hacer un muchacho pobre/ excepto cantar en una banda de rock and roll?/ Porque en el aletargado Londres/ no hay lugar para un manifestante callejero”.

 

Con ello los londinenses participaban de manera directa en el espíritu del momento —al igual que con declaraciones en la prensa—, a diferencia del Cuarteto de Liverpool, que se había ido en masa a escuchar el adoctrinamiento del Maharishi Mahesh Yogui.

 

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Los Stones estaban dando los últimos toques a su nueva producción (Beggars Banquet) y entrarían al estudio a grabar el remate: “Sympathy for the Devil”. Godard vio entonces ahí la posibilidad de apoyar su mensaje. Hizo las llamadas justas para poder filmar al grupo durante la hechura de la canción y tejer con aquellas imágenes su discurso político.

 

Sintió que el grupo sería un excelente emisor de sus recientes experiencias: en la trasmisión de un ideario con el que había participado durante el mayo francés junto a otros intelectuales, cuya línea política fluctuaba entre el marxismo-leninismo y el maoísmo; y con la creación del colectivo “Dziga Vertov”, que filmaba en 16 mm cintas influenciadas por el cine soviético: “películas revolucionarias para audiencias revolucionarias”. Con tal objetivo llegó para dirigir One plus One.

 

Cuando al cine, previo a su creación, se le asigna una función fuera de su naturaleza (contar historias con una cámara), pierde su valía, su esencia, y languidece. Esto le sucedió a Godard con esta película. Con ella quiso adoctrinar y perdió la excelencia revolucionaria de la que había gozado con Sin aliento. En ésta había sido innovador y crítico, libre.

 

En One plus One comprometió su cine por la determinación de intereses ajenos a la propia creación. No fue más que propaganda. Sin embargo, permaneció en la parte que la salvó del olvido eterno. Y por eso a la cinta se le conoce por su otro nombre: Sympathy for the Devil: la documentación precisa y minuciosa de la grabación y, ésta sí, en estado de gracia creativa de los Rolling Stones.

 

La canción ha perdurado por sí misma como una cuestión de fe rockera en la crítica libre de su entorno. La verborrea con la que Godard quiso envolverla (cuyo discurso e ideología el tiempo desfasó) sólo sirvió para ponerla aún más en relieve: El NO a la sociedad trasmitido por la imagen cinematográfica sonorizada, frente al “no” del libelo totalitario.

 

VIDEO: Sympathy For The Devil (4K Clip) – In the Beginning – ABKCO, YouTube (ABKCO Records & Films)

 

 

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BABEL XXI-715

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Calligraphy lettering 1974 birthday, Made in 1974

 

 

 

1974

(OBRAS QUE CUMPLEN CINCUENTA)

 

 

 

Programa Radiofónico de Sergio Monsalvo C.

 

 

https://www.babelxxi.com/715-1974-obras-que-cumplen-cincuenta/

 

 

 

 

 

 

 

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NAVIDÁDIVAS: NAVIDAD XIV (SONIDOS CLÁSICOS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Michael Buble's Christmas in Hollywood - Season 2015

 

 

El lounge es un género de música, una variación, principalmente del jazz, que se conoce desde mediados del siglo pasado. Se caracteriza por presentar ritmos sensuales y provistos de una instrumentación sofisticada. Esta última está basada, fundamentalmente, en los abundantes sonidos del swing y de la big band, combinado con ideas de diversos géneros, para convertirse en una mezcla sonora placentera y de fácil asimilación.

 

Hoy por hoy, el lounge es un término amplio que frecuentemente se basa en versiones de piezas populares de hoy, de antaño o tradicionales.

 

Este subgénero, y sus derivaciones actuales, es sobre todo un “modo de interpretación”, por el que pueden pasar géneros tan diversos como el jazz, la bossa nova, el mambo, el chachachá, el rock, la música étnica, el pop o la electrónica. El resultado es una música fina y agradable. Por extensión, la palabra que define tal ambiente pasó a designar a toda una cultura dedicada al placer, la comodidad y la elegancia. Es toda una estética contemporánea.

 

Es, pues, un concepto que evidencia de manera perfecta un sonido y una intención en la manera de hacer música, siempre bajo el mismo tenor: música de calidad, interpretada por músicos a la altura.

 

En tiempos recientes se tiene a esta corriente musical como una alternativa para entrar en relación con otras expresiones artísticas actuales y muy sofisticadas con melodías de buen gusto, sonidos orquestales, acústicos o electrónicos, agradables y atmosféricos con sabor especial, para momentos o épocas determinadas, como la navideña, por ejemplo.

 

Quienes han llevado esta corriente a su pináculo han sido los crooners. Digamos que todo comenzó hace cien años con la ópera en Italia. Unos, los menos, triunfaban y se contrataban con las grandes compañías para viajar por el mundo y presentarse en las salas más famosas. Pero también estaban los otros, los más, que a pesar de practicar bien el bel canto no hallaron cabida en la escena de aquella música elitista. Y entonces, que podía hacer un cantante pobre y desempleado sino entrar a trabajar a los cabarets y bares con variedad, para poder mantenerse.

 

También podían viajar, en cuarta clase, con rumbo al sueño americano y aprovechar sus talentos. Así arribaron a los Estados Unidos los pioneros de lo que a la postre se conocería como los crooners.

 

Hicieron suyo el canto sentimental y el susurrado con inflexiones. La limpieza del nombre comenzó con la llegada de la radio en los años veinte del siglo XX y su masificación.

 

Luego aparecieron los herederos: Bing Crosby, Dean Martin, el propio Frank Sinatra, Nat King Cole, Sammy Davis, etcétera. Ellos llevaron a lo más alto un oficio que se ha estabilizado en nuestros días tras algunos años en decadencia debido a la preeminencia del rock y el pop.

 

Y lo han hecho de manera inteligente y, como desde sus comienzos, agregando a su talento vocal los materiales de la canción popular. Los estilos personales se han enriquecido con los filones de Broadway, los soundtracks y las listas de popularidad, o sea, los standards. Pero el swing está en manos de cantantes capaces de mantener el tipo ante una big band.

 

La música reclama también esa experiencia, pero con algunas condicionantes: un nuevo orden para interpretar los valores conocidos y la ruptura de la linealidad temporal que lleva implícita, cumplido esto no queda más que aplaudirlos espontáneamente. Aplaudir lo que ya se conoce, pero parece nuevo bajo su estética, como en el caso de Michael Bublé, ejemplo del crooner actual.

 

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Bublé (nacido en Buranby, Columbia Británica, en 1975), es un cantante con varias características en su haber. Es poseedor de una poderosa voz con excelente uso de los tonos y las armonías, además de derrochar elegancia tanto en sus interpretaciones como en su accionar escénico. Está por encima de todos los cantantes de tal estilo que actualmente pululan por el mundo. Tiene categoría y, sobre todo, calidad.

 

Esos valores inaprensibles e innatos que lo identifican con su forma de hacer música, confortable, asequible, bien hecha en su selección y orquestación y mejor acabada. Sin embargo, este artista no sólo hace música de calidad, sino que además la sabe exponer y vender. Es un tipo que alienta al escucha, que lo hace mantenerse consciente de lo que está oyendo y disfrutando con ello.

 

Como los auténticos crooners aparece en el escenario como una estrella: siempre elegantemente vestido y con una actitud que reboza presencia y dominio de su quehacer, creando un ambiente distendido y receptivo. Es un crooner moderno cuyo repertorio abarca del swing al pop, del songbook estadounidense (donde se le atribuye haber ayudado a renovar el interés del público por los standards tradicionales, siguiendo la estela de intérpretes como el mencionado Frank Sinatra, Tony Bennett o Nat King Cole) al rock en formato de versiones, no cóvers.

 

Con ello ofrece un confortable espacio de comunión en el que nadie se siente extraño. Eso lo logra tanto en el escenario como en los discos. Y en el navideño que hizo (hoy clásico), ni qué decir. Es uno, que hasta los que refunfuñan con la Navidad lo disfrutan, con la sensación de estar incurriendo en un placer culpable.

 

Christmas fue el séptimo álbum de estudio de Michael Bublé, publicado en 2011, cuando el cantante sintió que su carrera estaba más que consolidada. En él colaboraron ​​​​varios artistas conocidos: Shania Twain en “White Christmas” y con The Puppini Sisters en “Jingle Bells”, por ejemplo.

 

El álbum fue producido por David Foster, Bob Rock y Humberto Gatica y fue grabado en Vancouver y Los Ángeles. En él, Bublé abordó 15 temas clásicos navideños, incluidos “Silent Night”, “Have Yourself A Merry Little Christmas”, “It’s Beginning To Look A Lot Like Christmas” y, por supuesto, “Santa Claus is Coming To Town”.

 

Como un plus especial, Bublé también escribió una canción original: “Cold December Night”. A propósito del álbum, el intérprete dijo lo siguiente: “La Navidad siempre ha sido mi época favorita del año para mí y mi familia, así que, por supuesto, era un sueño particular hacer el álbum navideño ‘definitivo’. A pesar de que era verano y hacía 35 grados en Los Ángeles, realmente entramos en el espíritu navideño mientras grabábamos el álbum. Teníamos todo el estudio decorado con luces y adornos navideños en él”.

 

El disco Christmas de Michael Bublé se ha convertido en un clásico al que el tiempo ha legitimado. Pertenece por derecho propio a la misma categoría del de Bing Crosby o al de Elvis Presley. La voz de Bublé es fuerte y clara en todo momento. Canta con solvencia, intención y flexibilidad. Y, por si fuera poco, el sonido es perfecto. En ‘White Christmas’ compite definitivamente con la versión de Crosby, pero Bublé le da un giro y agrega la voz de Shania Twain a la mezcla, que resultó brillante.

 

El escenario sonoro y la dinámica están bien representados además por sus versiones de “Holly Jolly Christmas” y “Have Yourself A Merry Little Christmas”. Todos los temas fueron arreglados para piano y voz. Michael Bublé después de tal lanzamiento exitoso (ventas certificadas, premios y reconocimientos) fue apodado “Mister Christmas”, con justa razón.

 

¡FELICES FIESTAS!

 

VIDEO: Michael Bublé – It’s Beginning To Look A Lot Like Christmas (Official HD Audio), YouTube (Michael Bublé)

 

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CANON: THE BYRDS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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CREAR CORRIENTE

 

Jim McGuinn, un músico de folk formado en Chicago, había tocado la guitarra para Bobby Darin, Chad Mitchell y Judy Collins, antes de intentar una carrera por su propia cuenta interpretando canciones de los Beatles en los cafés neoyorquinos del Greenwich Village. 

 

Inspirándose en George Harrison por su innovación en el tema “A Hard Day’s Night”, decidió entrar al rock con una guitarra eléctrica de 12 cuerdas. En ese tiempo conoció a David Crosby, otro folklorista que rondaba por el mismo circuito musical. 

 

Ambos se trasladaron a Los Ángeles donde Crosby conocía a gente que pudiera ayudarles en sus planes. Ahí se reunieron con Chris Hillman, un bajista, con el cantante y compositor Gene Clark y con el baterista Michel Clark. 

 

Acordaron integrarse en un grupo al que en primera instancia denominaron The Beefeaters para después cambiarlo por The Byrds, con el cual grabarían por primera vez en 1965. En ese entonces también Jim McGuinn cambió su nombre por el de Roger.

 

El primer álbum de la banda se llamó Mr. Tamborine Man, con el cual inauguraron una nueva corriente rockera, el folk-rock, y se constituyeron en una incomparable agrupación que denotaba la influencia evidente de Bob Dylan, el estilo de los Beatles, el country and western y el rhythm and blues, con lo cual originaron el nuevo rock estadounidense.

 

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Las novedosas armonías vocales y de la distinguidísima guitarra de McGuinn les acarrearon el éxito inmediato. Sus aventuras lisérgicas y la experimentación musical produjeron notables resultados, que se pueden paladear en los discos Turn! Turn! Turn! (1966), Fifth Dimension (1966) y Younger Than Yesterday (1967).

 

Tras estas grabaciones abandonaron al grupo Crosby (quien posteriormente se uniría a Stills y Nash) y Gene Clark. Como trío, editaron The Notorious Byrd Brothers (1968) y Sweetheart of the Rodeo (1968). Hillman y Michel Clark dejaron al grupo también y McGuinn lo reorganizó con nuevos músicos, entre los que destacó Gram Parsons. 

 

En 1972, después de otros siete discos, el grupo desapareció definitivamente.  Su estilo e influencia permanecieron tan vigentes como sus canciones, basta recordar: “Mr. Tamborine Man” (de Dylan), “Eight Miles High”, “So You Want to Be a Rock n’ Roll Star” o «My Back Pages», entre muchas otras que los ubicaron entre el canon del rock para siempre.

 

VIDEO SUGERIDO: The Byrds – All I Really Want To Do (Live 1965), YouTube (TransatlanticMoments)

 

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