CARTAPACIO: «EL REY CRIOLLO»

Por SERGIO MONSALVO C.

 

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No se puede negar que tus entradas son espectaculares. La práctica hace al maestro. Empujas violentamente las puertas abatibles y penetras hasta el centro de la cantina. Esto, sin embargo, no es lo que llama la atención de parroquianos y meseros, acostumbrados de alguna manera a tales actitudes.  No. Lo que comienzan a intentar definir desde el fondo de cada uno de sus seres es el presentimiento, la sensación inquietante de verse ante algo desconocido, remoto.

Tú, en el centro del establecimiento, volteas con una actitud de concentración total hacia todos lados, mientras inicias el movimiento de tus brazos en busca del traste que traes en la espalda –la guitarra acústica, un instrumento mugroso que pende de una correa que quizá en algún momento fue un cinturón indígena‑‑, ofreces la oportunidad de que el personal se percate del parecido físico que guardas y cultivas con cierto cantante popular.

La facha y la actitud rupestre. El look de identificación, tal vez un poco descuidado también debido a que no te has podido bañar ni cambiar de ropa en varios días, pero eso da énfasis, personalidad, ¿o no? Y luego están esos lentes oscuros como los de Dylan, que con tanto afán buscaste en los puestos del mercado del centro, para fomentar el misterio.

Entretanto ya tienes la guitarra delante tuyo, apoyada en la rodilla y con la correa colgando desenfadadamente. Tras un conteo bajo, sordo, apoyado por el golpeteo de la polvosa bota, das los primeros acordes lentos, blueseros, para luego acelerarlos sorpresivamente e iniciar la historia con una vivísima voz:  «Hay un hombre en la ciudad al que le gusta el rock/Toca la guitarra, y bien que sabe cantar/La gente que lo ve dice que es el mejor…/Cuando empieza a tocar la gente comienza a gritar…”

Y efectivamente, comienza a gritar. No te soportan en medio del juego de dominó, de la confesión tequilera o del chisme oficinesco. Los meseros igual gritan que te salgas y empujan hacia la salida. «¡Pinches neoliberales!» gritas también y te sales, sabiendo que una vez más se pisotearon tus derechos como heredero directo de los Teen Tops. Ni modo, en México «si tú quieres saber lo que es el rock and roll/sólo viendo al rey lo podrás conocer…»

 

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