—Diana, por favor, una mirada hacia las cosas importantes—, inquirí, mientras te entrevistaba: “El amor es muy escurridizo, por eso busco atraerlo con baladas”, dijiste.
(O sea, que esas canciones usadas por ti atrapan esos momentos: la vida del detalle. Y lo hacen de manera sofisticada, con técnica impecable, refinada, dulce y rítmica, fascinante como un deseo bien expresado. En una palabra, persuades. Estimulas a probar licores fuertes con el fulgor súbito del lenguaje. Quien te escuche siempre sacará provecho de ello. El impacto será evidente. Por ti se descubre a la mujer que da forma a sorpresas y sentimientos: un modo de alcanzar el saber por los oídos. Delicioso banquete de intensidades evocativas, de citas voluptuosas, de ausencias sin nombres propios Logras la atención en los márgenes de una tiniebla real, sin duda.
Hay mujeres que inundan mientras cantan. Tú, una de ellas. Es preciso subrayarlo: eres lento temblor, ahogo dilatado y la sospecha, que pasa y traspasa, de que el placer no vendrá solo. Habrá dolor que deje también su huella. Interpretas así. Juegas con el riesgo. Y lo sabes. Y te gusta. Lo disfrutas. Te muestras en cada tema probado por el tiempo. Y al gotear tu fraseo, al fluir por tu lengua, lo humedeces todo)
—“Sí. El amor es escurridizo, por eso busco atraerlo con baladas”—, repetiste. Mientras yo, profesionalmente, mantuve firme el micrófono frente a tu boca.
*Texto extraído del poemario Baladas I, de la Editorial Doble A.
*Este texto es parte del libro Amsterdamas, de la Editorial Doble A, que se ha publicado a través del blog Con los audífonos puestos de manera seriada en la categoría “Tiempo del Rápsoda”.
El dios nórdico de las pequeñas cosas me las ha obsequiado desde mi llegada a estos lares. Debo decir que lo ha hecho de forma infalible y en algunas ocasiones hasta en exceso, sobre todo cuando sus dádivas ya no son únicamente de visión sino con el complemento extra del arte, en alguna de sus formas: pintura, música, canto, arquitectura urbana…
En este último rubro con el escenario de la propia ciudad, Ámsterdam, cuyo nombre evoca en mí la imagen y el sentir táctil de la porcelana. Algo tan lejano de un dique. Esa alegórica porcelana puede ser el hecho de la caminata, una comida “exótica”, un café bebido al azar, un concierto esperado, una película en el interior de la filmoteca, una sorprendente exposición en un museo, esa tienda de discos que es mi nirvana, un canal bello e inesperado, el paisaje citadino mismo…
Ámsterdam es una gran dama, luminosa, malévola a veces, pero siempre generosa con sus despliegues. Se siente, como escribiera Dayna Kurtz, sobre ella: “September, whatever Amsterdam in the rain/ Walked around for miles/ No one here knows my name/ (…) Never felt so free all my life/ I know I’m a stranger here/ And I’m not looking down/ And if I am, it’s because of/ My Amsterdam Crown…”
*Texto introductorio al poemario inscrito en la Editorial Doble A y cuyo contenido he publicado también en el blog Con los audífonos puestos, por entregas, en la categoría “Tiempo del Rápsoda”.
*Este texto es parte del libro Amsterdamas, que se ha publicado a través del blog Con los audífonos puestos de manera seriada en la categoría “Tiempo del Rápsoda”.
“México ha sido siempre tierra de poetas, pero la situación actual no tiene paralelo histórico. Hay unos 600 poetas jóvenes que han empezado a publicar después de nuestras antologías. Poesía en movimiento(1966), Poesía joven de México(1967) y Ómnibus de poesía mexicana(1971). Esta Asamblea de poetas jóvenes de México reúne a 164 nacidos entre 1950 y 1962.
El concepto de asamblea, el método para reunirla y presentarla, han sido creados para un caso sin precedentes: una explosión de la población poética que, como fenómeno de conjunto, rebasa los marcos ordinarios de la crítica y resulta difícil de apreciar.
Desde mediados del siglo XIX, hay un crecimiento sostenido de la poesía mexicana, una tradición creadora, una autonomía y originalidad que México no ha logrado en muchos campos (artísticos, intelectuales, científicos, económicos, deportivos). No hay razón alguna para suponer que esta tradición vaya a interrumpirse. La abundancia, la juventud, cierta falta de oficio, algunos cambios de gusto, la dispersión de grupos y publicaciones, hacen confuso el panorama. Pero de la abundancia quedarán las excepciones, el tiempo corre, el oficio se adquiere: la confusión oculta una explosión de salud”.
*Texto de la contraportada del libro Asamblea de Poetas Jóvenes de México. Publicación en la que incluyeron dos textos míos en la página 107.