ELLAZZ (.WORLD): KEIKO MATSUI

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

SENSIBILIDAD NIPONA

Dependiendo de cómo se le tome, Keiko Matsui presenta su multifacético arte jazzístico en formas deslumbrantemente contradictorias. Cuando uno la ve puede quedar hechizado por la visión de esa mujer frágil y reservada produciendo una música incendiaria sobre el piano —ella prefiere el modelo KX5 de la Yamaha por sus tonos—. Pero al escuchar con atención la decena de discos que ha sacado hasta el momento se percibe un etéreo sentido espiritual que guía incluso las piezas más agresivas.

Una dulzura pura, un oficio preciso y la emoción de la fusión se mezclan en toda su obra, convirtiendo a la tecladista y compositora en uno de los músicos más constantes y únicos del jazz contemporáneo.

Si bien Keiko y su productor y marido Kazu Matsui siempre trabajan juntos al trazar nuevas direcciones estilísticas para la evolución de su música, desde la producción en 1986 de A Drop of Water, Keiko se ha concentrado en remitirse a sus antecedentes en la música clásica y el jazz para crear melodías dinámicas.

Por ello ha afirmado lo siguiente: «Componer siempre ha sido para mí el aspecto más natural de producir discos. Me gusta poner de manifiesto mis emociones básicas. Todo gira en torno a la comunicación y en lo que estoy pensando al armar la música. Siempre ando en busca de nuevas profundidades y nuevos temas para inspirarme».

En los álbumes de Keiko hay toda una paleta de posibilidades conceptuales, desde las odas a los dioses antiguos, con sus epopeyas, mitos y leyendas, pasando por el trabajo con los pasajes pop y culminando con estilos de soundtrack cinematográfico, mezcla sonora que la ha caracterizado hasta el momento, pero siempre con un sesgo nuevo: más agresivo o energético, quizá un incremento en la confianza que la ha llevado a apartarse un poco de la sencillez con la que inició su titubeante carrera en el pasado.

En el caso de esta tecladista nipona, con sus discos logra comunicar de manera intensa sus verdaderos sentimientos. El fraseo duro y alto nivel de energía pone de manifiesto su audaz enfoque musical. La pasión es importante para ella. Siempre ha procurado provocar la emoción en sus conciertos y uno de sus intereses constantes es que los álbumes reflejen esa misma intensidad.

Las fascinantes contradicciones que emanan del arte de Keiko se remiten a su infancia, en la que su estilo de vida japonés muy tradicional se contraponía a una educación musical influida más bien por la música clásica europea y el jazz estadounidense. «Cuando era joven escuchaba decir a mis amigos que la música clásica y la tradicional japonesa era para los muertos. Todo es cosa de enfoques. A esa edad la velocidad, la estridencia y lo bombástico son materia de vida. Conforme se va uno asentando, las sutilezas, la riqueza y la herencia humana de los sonidos surge a la luz si se tiene la sensibilidad necesaria. Hoy algunas de las canciones de folk que escuché de niña se han conservado en mi memoria».

La ocupación temprana de Keiko con Mozart y Chopin, a pesar de la opinión de sus amigos, dio lugar también a un amor adolescente por la obra pianística de Chick Corea y Keith Jarrett. “En todo momento he podido encontrar discos excelentes de este par de músicos para mi beneplácito. Por esa época juvenil, el jazz de fusión estaba ganando terreno en el Japón. En vista de mis antecedentes en el piano clásico, el jazz me brindó entonces una mezcla entre partituras musicales hechas y la improvisación que no encontraba en el género clásico. El mundo se abrió para mí”.

Hacia el fin de la adolescencia de Keiko, su habilidad indujo a la Yamaha Music Foundation a reclutarla para un programa de estudios musicales avanzados, lo cual le dio la oportunidad de componer para el cine japonés. “Anteriormente no se me había ocurrido ser músico profesional. Recuerdo que de niña llevaba mis diarios musicales, apuntaba notas en lugar de palabras, pero sólo lo hacía para divertirme. De cualquier manera, siempre he tomado los retos que se me presentan por delante”.

Así, bajo los auspicios de tal patrocinador, la pianista fundó un grupo de sintetizadores con tres integrantes llamado Cosmos, cuyo propósito era promover los productos de dicha compañía. En esencia su talento le sirvió a esta última de anuncio panorámico vivo durante tres años. “Me divertí mucho con mis compañeros de banda, improvisábamos, hacíamos bromas musicales, experimentábamos con las posibilidades de los sintetizadores, fue algo muy formativo para mí”.

“Acepté el trabajo porque me daba la oportunidad de practicar, de ensayar diversas cosas y además me pagaban. Estamos tan acostumbrados al uso de la mujer en la publicidad, como objeto sexual o sujeto de consumo en sus múltiples y variadas facetas, que cada día les debe resultar más difícil a los publicistas llamar la atención con una imagen femenina. Los proyectos que me presentaron al menos así lo indicaban. Eran totalmente previsibles, sin imaginación, la cosa no iba a resultar para nadie.”

“Les sugerí entonces que me dieran los instrumentos y montaran un show para el grupo: era la mejor manera de hacer propaganda a los mismos y no tenía nada que ver con sexo o el cliché de la mujer, al contrario, era la muestra de una con la capacidad para tocar un teclado, y da la casualidad de que ese teclado era Yamaha. Los ejecutivos estuvieron de acuerdo y aceptaron con gusto la idea. Sentí que la publicidad debía cambiar. El asunto era vender su visión del mundo, y al que no le gustara, no tenía que comprarla. En ese momento yo estaba por mi participación en una publicidad inteligente propositiva, nada aburrida”.

Pero un día el recreo adolescente llegó a su fin. El productor y promotor musical Kazu Matsui la escuchó en concierto y la historia cambió para ella. “Recuerdo que Kazu acababa de llegar de Nueva York, y sin la ceremonia que usualmente llevan a cabo la mayoría de los japoneses me dijo directamente que yo le gustaba para dos cosas: como solista a la cual él produjera y para su esposa. Yo dí un respingo y lo voltee a ver, pensando que bromeaba de manera muy abrupta conmigo, pero no. Estaba serio y me miraba directo a los ojos”.

“Se disculpó y añadió que, aunque le hubiera gustado hacer las cosas con más calma no tenía tiempo, debía volar de regreso a los Estados Unidos y cumplir con un par de proyectos que le llevarían más de dos años de trabajo continuo. No quería estar tanto tiempo sin volver a verme, así que sin más ni más me preguntó si quería casarme con él. A mí el hombre de cualquier manera me había gustado a mares y sin pensarlo mucho le dije que sí. En ese momento la vida me presentó un gran reto y yo lo acepté. No me arrepiento para nada, al contrario. Me ha hecho muy feliz.”

Kazu tenía mucha experiencia y éxito como productor en los Estados Unidos y de inmediato reconoció el potencial de su futura esposa. Ayudó a obtener los fondos y a coordinar su primer álbum con el sello Passport Jazz. Desde entonces se convirtió en un socio creativo para ella, tanto en el tablero de controles como en el escenario, donde el tipo interpreta con maestría la flauta shakuhachi. Él mismo ha grabado álbumes como solista y producido a destacados grupos como Procupine.

Tras el encuentro y posterior casamiento de Keiko con Kazu Matsui, la artista ha pasado por varias disqueras, pero cada obra la ha ubicado de forma continua cerca de la cima de las listas de popularidad del llamado comercialmente subgénero del New Adult Contemporary. “Desde mi punto de vista, el trabajo fuerte lo hace mi marido, yo sólo me limito a componer y seleccionar las piezas que se incluirán en cada disco, sus títulos. En realidad, lo más importante para mí es que quienes me escuchen perciban la energía y la esperanza que quiero expresar con mi música”.

La música de Keiko Matsui se remite a territorios familiares, pero también avanza con ímpetu y firmeza dentro de lo ignoto. Le gusta explorar los ritmos tribales, como en el tema “Moroccan Ashes”, que mezcla sus dulces sabores acústicos con inspiración rítmica africana. Asimismo, hace uso audaz de las percusiones en su fraseo. El toque oriental tampoco falta en sus composiciones, donde rinde tributo a sus legados tradicionales. A contracorriente esta pianista insiste en evolucionar y cada uno de sus discos es una prueba irrefutable de ello.

VIDEO: Keiko Matsui – The Road…, YouTube (Shanachie Enterteinment)

ELLAZZ (.WORLD): ME´SHELL N´DEGEOCELLO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

Con una voz cautivadora, hiphop lento que con mucho éxito busca la poesía —a través del socialismo, la religión y la revolución— y una música que fluye ligera, la bajista, cantante y multiinstrumentista Me’Shell Ndegéocello presenta textos filosos que se convierten en canciones sumamente insidiosas en sus discos.

Apoyada por jazzistas de primera línea como Joshua Redman (en el saxofón tenor), la leyenda del funk Wah Wah Watson (en la guitarra), Billy Preston (en el órgano), David Fuczinski (en la guitarra), Geri Allen (en el piano), así como algunos miembros de Gang Starr y A Tribe Called Quest, crea una mezcla original de funk, hiphop, go-go, rhythm and blues, soul y jazz. Coctel al que ella denomina hiphop alternativo.

Me’Shell Ndegéocello, nombre que significa “libre como un ave” en suahili, nació en Berlín en 1969 como Michelle Johnson, y creció en Washington, D.C., donde estudió música en la Duke Ellington School of the Arts. En 1990 se cambió a la ciudad de Nueva York y luego a Hollywood Hills en Los Ángeles. La lista de los artistas con quienes la bajista ha trabajado es impresionante. Steve Coleman, Marcus Miller, Guru, Lenny White, John Mellencamp y Arrested Development constituyen sólo una pequeña muestra.

Su sonido fascinante con claro toque setentero apoya textos que a veces hablan de relaciones personales, pero con mayor frecuencia de las dificultades afroamericanas para hallar una identidad. Madonna no tuvo miedo al contratarla como la primera producción de su disquera Maverick, Plantation Lullabies (en 1993), con lo cual demostró mucha más sensibilidad musical de la que por lo común se le atribuye.

Ese primer álbum, con su funk pesado, jazz, hiphop y rhythm and blues, cosechó loas y críticas, estas últimas porque exploró todos los ángulos en lugar de elegir una orientación definida. Al respecto ha señalado: “Me gustan Curtis Mayfield, Creedence Clearwater Revival y Cream —ha señalado—. Puedo grabar un disco de rock con John Mellencamp porque soy buena bajista. Eso es lo único que cuenta. La música es diferente que cualquier otra disciplina del arte. No es necesario especializarse, como en la pintura o la danza. Es como la vida misma”.

Aquella primera obra estuvo llena de referencias al racismo, la drogadicción y la hipocresía del amor romántico. Con su voz masculina, Ndegéocello describía un infierno en el que los blancos explotan a los negros, los ricos a los pobres y los hombres a las mujeres (o al revés).

Peace Beyond Passion (de 1998), su segunda entrega, trata acerca de la sabiduría india: “Cuando has encontrado a Dios dentro de ti mismo entras en un estado de paz más allá de cualquier pasión”. El álbum está más pulido y coherente que el primero. El funk sigue presente, pero ya no protagoniza la mezcla musical. Las referencias bíblicas son constantes en las letras de este álbum: Deuteronomio, Levítico, María Magdalena y el Génesis.

Me’Shell Ndegéocello llamó de nuevo la atención con este segundo álbum, en el que con una bien elaborada mezcla de distintas músicas y fusiones recorrió el universo de la música negra moderna. Como su padre estaba en el ejército, tuvo la oportunidad de viajar bastante. No ha estado en África, pero tiene ganas de viajar ahí en busca de sus raíces históricas.

El título de Peace Beyond Passion es una metáfora de la búsqueda en general. Ésta puede ser mental, mediante las ideas que son impuestas, pero también física. La esperanza debe servir —según ella— de consuelo. Creció con música de todo tipo. Su padre dirigía una big band, por lo tanto, escuchaba mucho jazz: Ben Webster, Stan Getz, etcétera. Su hermano fue por igual una gran influencia debido a sus gustos eclécticos. Le agrada escuchar a Parliament y Funkadelic, pero también soundtracks de películas. En realidad no existe nada que no le agrade aunque sea un poco.

Con la aparición de este CD la compararon con Gil Scott‑Heron. Curioso, porque no lo conocía hasta que le dijeron eso. Pero sus verdaderas influencias están, más bien, en grupos como The Last Poets. Varias disqueras la querían contratar en sus inicios, entre ellas Warner Brothers. y Paisley Park.

Sin embargo, escogió a Maverick, recién fundada por Madonna. Ello se debió a que era una compañía nueva y tenía más libertad. El público aún no asociaba una idea definida con la música que aparece con esta disquera. Si hubiera firmado con Paisley Park habría sido muy distinto. De antemano se sabría cómo sonarían sus discos. Además, probablemente la hubieran comparado con Prince, porque los dos tocan varios instrumentos.

En 1999, con su voz misteriosa, creó un disco fascinante para coronar la década: Bitter. Cada uno de los 12 tracks que lo componen mueve de diferente manera a las personas que permiten que penetre profundamente en su subconsciente. Los temas de Bitter hablan del amor, la sexualidad, la belleza, la confianza, la fe, la lealtad y el dolor.

En una primera impresión las piezas aparentan una fría distancia, pero a la larga resplandecen por su calidez. Me’Shell sabe cómo poner a punto emociones complejas, sin dramatismo, efectos instrumentales o la fórmula conocida con el éxito del disco anterior.

En Bitter logra arrebatar con estructuras sencillas, pensadas a fondo, las cuales con la fuerza centrífuga se concentran en un nuevo núcleo estético: el blues sureño, el rock negro, el soul de Gladys Knight, la espiritualidad de Jimi Hendrix, los velos jazzísticos, las guitarras acústicas y las cuerdas. “Quien no conoce lo amargo no puede disfrutar de lo dulce”, escribe Me’shell en la pieza.

Con la entrada del siglo XXI la cantante cambió nuevamente de nombre. Ahora se hace llamar Bashir Suhaila. El primer apelativo significa “mensajera de la dicha” en árabe y “dentro de la canción” en hebreo; el segundo, también del árabe, significa “Llano suave o ligero”. Pero también produjo un álbum con el título de Cookie: The Anthropological Mixtape (en el 2002). Tal título es en homenaje al poeta hiphopero Cookie Goldberg, quien a su parecer simboliza la actitud de los negros que ella admira.

El disco es un grandioso tótem del groove, pleno de referencias e influencias varias, con desviaciones hacia la salsa electrónica, la palabra hablada, el hiphop y el go-go.

Para realizar Cookie, Me’shell invitó a colaborar a músicos como La Lá Hathaway, Caron Wheeler, Marcus Miller, Mike “Kidd Funkadelic” Hampton, la vieja banda con Federico González Peña (en los teclados), Oliver Gene Lake (en la batería) y Allen Cato (en la guitarra).

A los temas originales la cantante y compositora agregó sampleos de discursos y lecturas efectuadas por activistas como Angela Davis, Gil Scott-Heron y Dick Gregory, así como de escritores del Renacimiento de Harlem como Claude McKay y Countee Cullen y de poetas contemporáneos de “la palabra hablada” como June Jordan y Etheridge Knight. Cookie es un álbum que suena, tal como lo indica el título, como si alguien hubiera tratado de reunir todos sus amores en una cinta perfecta.

Me’shell N’Degéocello ha señalado una y otra vez que sus discos tienen un mensaje, pero cada quien lo puede interpretar de diferente manera. Es como en la comunidad sufi. El sufí sólo hace música cuando ésta alcanza a otras personas por su medio. Sólo entonces lo llama música. Para esta artista tiene que haber una respuesta del público. Aunque ésta sea el silencio. Para Me’shell la música tiene que emprender el viaje y regresar.

VIDEO: Meshell Ndegeocello – Clear Water (Official Video), YouTube (MeshellNdegeocelloVEVO)

ELLAZZ (.WORLD): CHARLOTTE GAINSBOURG

Por SERGIO MONSALVO C.

 

CERTIFICADO DE ORIGEN

 

Charlotte Gainsbourg es una actriz de reconocida trayectoria y que en el presente se han decidido por el canto como otro modo de expresarse. Pero el cabaret y la balada ya no son sus vías. Lo son los géneros del hard rock, la dark americana y el heterogéneo hipermodernismo. Los tiempos son otros. Y para mostrarlo está el ejemplo de esta francesa.

 

Ser concebida entre los jadeos orgásmicos de Jane Birkin y de Serge Gainsbourg, los cuales quedaron plasmados en la mítica canción “Je t’aime…moi non plus”, seguro que marca la existencia. Quizá por eso Charlotte, la hija de ambos famosos personajes, se dedicó a la actuación cinematográfica y al canto (como expresión paralela).

 

Hoy, ella, una adulta bien plantada, tiene un aire juvenil y un carisma ambiguo que le permite asumir distintos papeles. Aunque “tímida por naturaleza”, como ella misma se ha definido, es poseedora de una imagen que puede transformar su supuesta fragilidad en firmeza o temeridad a discreción.

 

Charlotte Gainsbourg (nacida en Londres en 1971) debutó en el cine en 1984 con Paroles et Musique a los 13 años de edad, al lado de Catherine Deneuve, y desde entonces no ha dejado de trabajar con grandes directores hasta consolidarse como estrella en el biopic I’m Not There de Todd Haynes sobre Bob Dylan (2007), o el filme Antichrist de Lars Von Trier (2009). Muchas cintas han certificado su consistencia como actriz.

 

El papel de Charlotte Gainsbourg en la película de Lars Von Trier, la hizo acreedora al premio a la “Mejor interpretación femenina” del Festival de Cine de Cannes, en 2009.

 

A la postre, el cineasta danés contó que se decidió por Charlotte para el protagónico femenino luego de que la parisina y veinteañera Eva Green (con antecedentes en Los soñadores y Casino Royal) fuera elegida, pero por cuestiones de agenda, y una serie de demandas muy peculiares y complicadas (“¡Eva Green quería enseñar sólo sus pezones y nada más!”), quedó fuera del elenco del filme.

 

“Elegí a Charlotte al comprobar cómo se sumergía en el proyecto pese a su natural timidez. No había visto muchos trabajos suyos antes. Apenas hablé con ella de su personaje, pero lo interpretó desde el primer momento de forma muy precisa. Para Charlotte fue un reto muy grande y también una liberación”, relató el polémico cineasta.

 

Dentro de la música han sido menos sus manifestaciones, pero eso sí, ninguna ha pasado desapercibida. En cada una ha estado respaldada por la composición y/o la producción de hitos dentro de la escena.

 

El álbum Charlotte Forever (1986) fue el inicio del camino con temas y realización de su padre (el legendario Serge); la pieza principal fue “Lemon Incest”, a dúo con él y que levantó ámpula por las implicaciones y el video respectivo ⁅Lemon Incest (High Definition), YouTube].

 

 

Tras un largo paréntesis de tiempo sacó a la luz 5:55, su segundo disco de estudio (en 2006), en el cual apareció rodeada de luminarias con temas y producción de Air y Nigel Godrich. También colaboraron como letristas de lujo Jarvis Cocker (miembro de Pulp) y Neil Hannon (de Divine Comedy)

 

A la postre lanzó IRM (2009, un disco de experiencias mórbidas) tras otro lapso de silencio bajo el manto del poliédrico Beck (composición, producción y dirección musical), aunque ella es la gran protagonista, sin lugar a dudas.

 

Un acierto del Beck productor que además puso a disposición de Charlotte un abanico de canciones de la más diversa índole estilística, tanto en las letras como en las rítmicas, que exigió de ella una interpretación versátil e igualmente variada. Exigencia de la que salió avante y con la cual quedó patente su inconfundible y susurrada voz.

 

Hechos: la relación de la actriz con Beck proviene de la admiración que el músico estadounidense le profesa al fallecido Serge Gainsbourg, a quien su padre (David Campbell) compuso los arreglos orquestales de su primer disco.

 

El músico y productor, Beck, que en 2002 sampleó la canción “Melody en paper tiger”, reconoce la influencia del mítico cantautor francés fallecido en 1991. “Casi no hablamos de ello. Sentí que había un gran respeto por el trabajo de mi padre, pero preferí no saberlo porque me dejaba libertad para ir en otra dirección”, contó Charlotte a la postre.

 

“Beck tenía una especie de banco de datos con ritmos y sonidos que había grabado antes de que yo llegara a Los Ángeles. Una biblioteca sensacional. Y cada vez partíamos de un ritmo. Elegíamos una percusión, se sumaba otro instrumento, y al final una melodía”, dijo la actriz y cantante.

 

Charlotte Gainsbourg es una diva del celuloide de complexión menuda, físico atractivo y talentos demostrados, que al recurrir al oficio de cantante, como una faceta más de su personalidad, ha buscado evolucionar dentro de tal carrera y sobre todo ha sabido rodearse de grandes personajes de la música para navegar hacia resultados decorosos (Stage Whisper, 2011 y Rest, 2017, han sido sus siguientes producciones).

 

“Para mí el cine es una liberación, algo con lo que estoy mucho más familiarizada. Aunque no me sienta profesional, me pongo menos nerviosa”. Con la música es otra historia. “Soy un manojo de nervios, estoy insegura en todos los pasos de la producción. Ahora empiezo a escribir letras y siempre me asaltan las mismas dudas: ¿Serán buenas? ¿De dónde voy a sacar la inspiración? No sé juzgar lo que estoy haciendo”.

 

Sin embargo, por parafrasear un viejo dicho: detrás de esta pequeña gran mujer siempre hay grandes hombres para envolver su voz de sirena.

 

VIDEO: Charlotte Gaingsbourg – Deadly Valentine (Official Music Video), YouTube (Charlotte Gaingsbourg)

 

 

 

 

ELLAZZ (.WORLD): ETTA JAMES

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL CORAZÓN DE LA MADRUGADA

 

Etta James nació el 25 de enero de 1938 en Los Ángeles, California. Igualmente efectiva como cantante de blues, soul y rhythm and blues, se mantuvo en el mundo de la música por cinco décadas.

 

Después de cantar con el grupo vocal The Peaches, Etta fue descubierta por Johnny Otis en los tempranos años cincuenta y firmó con la compañía Modern en 1955. Una de las más satisfactorias etapas de su carrera se dio en la década de los sesenta, cuando Leonard Chess le propuso grabar un disco para su sello.

 

Etta fue la artista de este último que más éxitos consiguió en aquella época. Desde 1960 a 1969 obtuvo 21 hits en las listas de popularidad. El grosor de sus audiencias aumentó día con día y los mejores compositores del momento la buscaban para que interpretara sus canciones.

 

Sin embargo, la era de la música Disco apareció y las compañías ya no apoyaron los géneros de la James. En los años ochenta la cantante realizó numerosas giras por los clubes de jazz de los Estados Unidos con una banda de Chicago.

Posterior a ellas, un largo periodo de adicción a la heroína la mantuvo alejada de los escenarios y su nombre se sostuvo a base de antologías y de algún material de gospel.

 

En los años noventa Etta retornó aliviada y con una gran fuerza interpretativa. El comeback estuvo enmarcado por el disco Heart of a Woman al que le confirió un signo distinto, más enfático en cuanto a la identidad y más maduro dentro de su estilo.

 

El concepto que la animó cuando comenzó a pensar en el nuevo CD fue la posibilidad de hacer algo que no había hecho antes: dedicar un álbum a la mujer. Los temas que escogió fueron interpretados por las divas de la vieja escuela, quienes la inspiraron al inicio de su carrera y de algún modo le sirvieron de modelo: Dinah Washington, Sarah Vaughan, Carmen McRae y Billie Holiday.

«Etta James era directa, sensual, descarnada, procaz y ubicada en un lugar en el que pocos artistas tienen las agallas para existir», dijo Bonnie Raitt, mujer del blues, al conocer la muerte de la cantante en enero del 2012. Sabía lo que decía. Ese lugar era el corazón de la madrugada. El espacio donde aquella intérprete luchaba y sucumbía contra sus demonios, una y otra vez.

 

Una hora terrible para ella en diversas épocas, quizá desde que comenzó su éxito, cuando fue descubierta por Johnny Otis en los tempranos años cincuenta, o luego en el momento en que Leonard Chess le propuso grabar para su sello en los sesenta.

 

De cuando el desamor y sus malas relaciones con varios hombres (incluyendo al propio Chess) produjeron perlas definitivas y poderosas del rhythm and blues, cargadas de tal emoción: «I’d Rather Go Blind», «Trust in Me», «My Dearest Darling», “All I Could Do Was Cry». Canciones de lamento.

 

Sin embargo, «At Last», su balada cumbre, se significó en la antípoda del dolor. Era un tema venturoso (la canción fue escrita en 1941 por Mack Gordon y Harry Warren y se hizo popular desde que apareciera en la película Orchestra Wives).

 

 

 

El productor entendió el potencial de la cantante en este sentido e hizo que la acompañara una orquestación de cuerdas. Su versión, entre decenas de la misma, ha sido insuperable.

 

En sus horas de desvelo a Etta no le importaba tanto cómo hubiera sido su día, sino que por fin había terminado. Y casi al instante se preguntaba cómo soportaría el siguiente.

 

En el corazón de la madrugada esta cuestión, aunada a sus heridas abiertas y errores, se le imponía: ¿Por qué no zafarse de la angustia con un poco de polvo, una vez más?

 

Se pinchaba para no sentir ese dolor. El de enfrentar con desánimo un nuevo día. “La vida es un camino largo y viejo –cantaba su admirada Bessie Smith–, pero tiene que finalizar”. Era una canción amarga y reveladora para Etta. Sin embargo, algo todavía la impulsaba a encontrar lo perdido y a reparar la falta de amor. 

 

Creía que todas las peregrinaciones sentimentales de los hombres y las mujeres llevan a eso. Le parecía que a un ser humano sólo lo podía salvar otro ser humano.

 

Su voz, su canto, siempre lo sugirieron. Pero también estaba consciente de que eso no pasaba casi nunca.

 

Así estuvo décadas y décadas entrando y saliendo de tal certeza, entre los vapores del narcótico y los comebacks a la escena que le hacían todo más indescifrable. Hasta que la sangre finalmente se le enfermó bajo la piel de un cuerpo ya de por sí roto y sus ojos ya no pudieron ocultar el desorden de la mente. La agonía por fin terminó.

 

No obstante, “At Last”, su balada, quedará por siempre grabada en la memoria colectiva como la suntuosa joya que destaca en un mundo cruel y oscuro, como la nívea pluma que flota sobre el pantano de la adversidad, como la exposición más sincera de un deseo femenino.

 

A pesar de la aspereza que la caracterizaba, Etta habló de manera sensible de aquella pieza y de su interpretación de la misma: “A lo largo de mi carrera he creído que son las mujeres quienes compran mis discos, principalmente. Ellas han sido mis máximas seguidoras y en realidad quería dirigirme a ellas. Cada vez que canté la canción traté de expresar algunas cosas que reflejaran el corazón de la mujer. Por otro lado, siento que la única razón por la que un hombre compraría uno de mis álbumes sería por descubrir qué le gusta a una mujer, por consideración a ella». Ninguna mejor razón, Etta, ninguna mejor razón.

 

VIDEO: Etta James – At Last, YouTube (Etta James)

 

 

 

 

ELLAZZ (.WORLD): VICTORIA SPIVEY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

Fue con las mujeres que comenzó a grabarse el blues. Incluso existe una leyenda, bastante acertada en lo que respecta al contexto social, de que fue una mujer (Ma Rainey) quien le puso nombre al género. En fin, que el papel de la mujer dentro de él ha sido muy importante, enriquecedor y sobre todo impulsor.

 

A ellas les corresponde en gran medida la época clásica con nombres como Mammie Smith, Blu Lu Barker, Francine Reed, Memphis Minnie, Ida Cox, Bessie Smith, Victoria Spivey y demás pioneras. Con el transcurrir de las épocas las féminas consiguieron instalarse en un nicho aparte como un artículo genuino.

Spivey quería cantar al estilo de Ida Cox. Aprendió a tocar el piano de pequeña, en su Texas natal donde nació en 1908, acompañando los cortos en un cine. De allí fue girando por diversos tugurios del sur, y con veinte años los cazatalentos de la compañía Okeh la descubrieron en St. Louis.

A partir de esa fecha, 1926, Spivey se convertiría en la artista de blues más famosa de su tiempo. Fue de las pocas en sobrevivir a la Depresión y seguir cantando en los años cuarenta. Lo hizo gracias a su trabajo en el cine, en comedias musicales como Hallellujah, el primer musical negro de la MGM en 1929.

Su carrera fue impresionante por la cantidad de éxitos que grabó, muchas composiciones suyas, como la que le otorgó el debut, un blues angustioso titulado “Black Snake Blues”, que el guitarrista Blind Lemon Jefferson, a quien ella había conocido justo después de esta grabación, grabó a la postre con el nombre de “Black Snake Moan”, asegurando que era composición suya, una discusión entre ambos que nunca se llegó a aclarar.

El asunto de los derechos de autor en esos tiempos era terrible, casi siempre se los quedaban los editores de las discográficas y los artistas percibían una miseria en las grabaciones.

Con una voz extraordinaria, Spivey se hizo especialista en piezas arriesgadas, casi podríamos denominar góticas, que hablaban de sexo turbio (“Down In The Alley”), enfermedad y magia, otro tema muy presente en el blues (“Hoodoo Man”).

Los directivos le prohibieron actuar con el piano, porque daba mala impresión, pero en la última grabación de su vida para la televisión la vemos cantar su célebre lamento sobre la tuberculosis, acompañada por el piano.

Enseguida llegarían las colaboraciones con otros músicos, especialmente con uno de los mejores guitarristas del siglo pasado, Lonnie Johnson, con quien grabó números memorables y protagonizó escenas de violencia en las giras.

El repertorio de Spivey está entre lo mejor de los artistas de su época: escribió “Dope Head Blues”, donde se describe el consumo de cocaína, la escalofriante “Blood Thirsty Blues”, en la que una asesina de hombres cuenta su historia como en un cuento de terror, o “Good Cabbage”, un himno al sexo femenino.

“Queen Vee”, como se le llamaba, manejó su carrera de forma inteligente, enfrentándose a una industria que no entendía el papel de las mujeres, y mucho menos negras.

En los años cincuenta, cuando se había medio retirado a cantar góspel, observando el revival folk, decidió volver a grabar con Lonnie Johnson y poner en marcha un sello independiente para músicos de su edad, Spivey Records.

Un jovencísimo Bob Dylan apareció haciendo coros y tocando la armónica en su primer LP de 1962, y en el sello grabaron estrellas como Big Joe Williams o Muddy Waters. Spivey murió en el año 1976, todavía cantando y actuando, una de las más grandes intérpretes de su tiempo.

VIDEO: Victoria Spivey and Lonnie Johnson – Blak Snake Blues 1963, YouTube (Rockin’ Blues Takis)

 

 

LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) VOL. III

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. III, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.

 

 

Ellazz (.World) Vol. III

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2022

Contenido

Cassandra Wilson

Doris Day

Lena Horne

Melody Gardot

Mindi Abair

Mosaic Project

Natalie Cole

Sabina Hank

Viktoria Mullova

LIBROS: ELLAZZ (.WORLD) VOL. II

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Durante muchos años, las cualidades necesarias para adentrarse en el mundo del jazz se consideraron prerrogativas netamente masculinas. Entre ellas estaba una agresiva confianza en sí mismo, con la disposición a lucir e imponer la capacidad y potencia de interpretación en el escenario. Otra era la concentración exclusiva en la profesión, incluyendo ausencias frecuentes de casa y el derivado abandono de la familia.

 

A lo ya mencionado se agregaba la capacidad de moverse en ambientes difíciles y peligrosos, como lo eran los clubes nocturnos, infestados de vicios y administrados muchas veces por gángsters. Con frecuencia a las circunstancias mencionadas se sumaba la posibilidad de beber vastas cantidades de alcohol, ingerir drogas duras o las dos cosas juntas, según el caso, sin dejar de tocar de manera coherente hasta el amanecer del siguiente día.

 

En el pasado, una mujer decidida a formar parte de la comunidad de músicos y a no dejarse intimidar por dicho ambiente duro e impregnado de humo, en el que los compañeros de trabajo solían ser puros hombres, con frecuencia tenía que pagar el precio de su osadía, con costos tendentes a ponerla en su lugar, tales como la pérdida de su respetabilidad, la cual encabezaba la lista, además de la desaprobación social y familiar, y a veces ser relegada al ostracismo.

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. II, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

 

 

 

 

Ellazz (.World) Vol. II

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2020

 

 

Contenido

 

Jesse (Relato)

Esperanza Spalding

Hülsman-Lavergnac

India

June Tabor

Karrin Alyson

Lisa Bassenge

Lynn Arriale

Madeleine Peyroux

 

 

LIBRO: ELLAZZ (.WORLD) VOL. I

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

LA MUJER EN EL JAZZ*

 

Para escuchar a las mujeres en el jazz no bastan ni las expectativas ni los manierismos en el dibujo de lo esperado. Ellas generan con sus historias ese placer impagable del desarrollo histórico argumentado y cifrado en sus intersticios creativos, en los relatos biográficos, en las obras conseguidas. En líneas generales, las mujeres en el jazz no traicionan la poética del género como muchos pudieran pensar, es más, le insuflan un interés que trasciende las perspectivas habituales.

 

Uno escucha los discos de las jazzistas no tanto para saber cómo argumentan sino para disfrutar con su transcurso en la construcción del argumento. Esta es una manera de defender un género, desde su esencia Y buscar así el diverso ángulo creativo. Es decir, las mujeres tienen en el jazz el mismo problema que los hombres: la necesidad de un público.

 

El de las mujeres en este género es el arte de acomodar su música a unas leyes que a muchos oídos parecen infranqueables, tanto como una teoría cibernética. Y justamente es en esa maestría, en ese difícil arte de transitar por lo ignoto (original), tanto como por lo transitado (standard), con la sensación de la singularidad y la brillantez, donde estriba gran parte del atractivo mayor de sus propuestas.

 

Un tema como el de ellas en el jazz adquiere existencia gracias a la evolución constante de la que han sido capaces. Quienes se han sumergido en tal evolución las han contemplado a sus anchas y encarnado en la concreción de sus músicas, creando con tal circunstancia un armonioso y preciso encadenamiento de evocaciones, de recuerdos, que siempre sorprenden, y en lo que el tiempo pierde toda consistencia y no impone su rígido orden.

 

La serie Ellazz (.World) ha mostrado la complejidad y riqueza de sus vidas. Con sus ritmos propios y asociaciones entre imágenes, pensamientos, situaciones, sensaciones, amistades, ternuras, amores, nostalgias, y también miedos, ansiedades y a veces el logro del sosiego y la serenidad de lo ejecutado. Y no hay nada en sus discursos particulares que sea indiferente, todo cuanto compone la vida de una jazzista, aun cuando algo parezca nimiedad, adquiere una gran relevancia, cada instante de vida rememorado posee un enorme interés.

 

 

 

*Fragmento de la introducción al libro Ellazz (.World) Vol. I, publicado por la Editorial Doble A, y de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos.

 

 

 

 

Ellazz (.World) Vol. I

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2020

 

Contenido

 

Aki Takase

Andrea Parker

Anita O’Day

Aziza Mustafa Zadeh

Barbara Dennerlein

Bebel Gilberto

Dee Dee Bridgewater

Diana Krall

Dinah Washington

Eliane Elias

 

ELLAZZ (.WORLD): BILLIE HOLIDAY

Por SERGIO MONSALVO C.

 

LADY DAY POR SIEMPRE

 

No es que cantara como lo hacía y punto. No. Hoy, como en ese entonces, como mañana, la voz de Billie Holiday te involucra y no puedes escaparte de sus certezas, que siempre serán un cobijo para las tuyas. Por eso el de ella fue (es) un arte universal.

 

En él caben el gesto vocal, la coloratura, el drama, el toque suntuoso del jazz, y la actitud: en síntesis, es el estilo encarnado. Una forma que se proyecta en cada hecho y cada palabra interpretada.

 

La voluntad por el tono existencial y también la chispa del romance aparecen en las letras que interpretaba. Debido a lo cual le costó el triple de trabajo que a cualquier otro ser lidiar con tales consignas.

 

Como consecuencia las fracturas de la vida le llegaron una y otra vez y nunca lo dejaron de hacer, como dentelladas de perro rabioso.

 

         

En su canto hubo el esfuerzo y los rastros del que sobrevive, del experimentado lleno de cicatrices que no se ufana de ellas ni las ostenta, pero que sabe son suyas y le pertenecen.

 

Por lo tanto, cuando la escuchas crees en la esencia de lo que glosa, en su legitimidad y tienes el convencimiento de que las palabras son recovecos de la propia vivencia trastocados en canción.

 

La existencia no tiene remedio, parece decir, pero la afirmación no es una sentencia trágica o resignada. En su oficio significó también el rescate de una llave verbal que abriría los instantes vividos de cualquiera que la oyera en el futuro.

 

 

Cada melodía llega desde entonces como un evocador sentimiento presente, eterno, que procede a redescubrir. Emite su misterio y luego lo desmenuza.     

No en los tonos regulares que la gente está acostumbrada a percibir, sino con el manejo diverso de lo que una voz puede crear al echar mano de la balada como caleidoscopio, como aparato de ilusionismo para encontrar las formas de lo que duele, poco o mucho.

 

El asombro ante dicho manejo ilumina las imágenes y obliga a sostenerse en el sinremedio con vibrantes frases metafóricas y de reconocimiento. Reflejo y espejismo que se despejan, gracias a sus intenciones.

 

 

Si preguntas cómo canta, te puedo responder que nunca has oído frasear a alguien tan lenta y cansinamente, ni arrastrar así la voz. No traza coordenadas exactas que te ubiquen en la nostalgia o la melancolía, pero al oírla sabrás que te ha localizado en el mapa de las emociones.

 

Esta explicación sobre sí es algo que seguro la hubiera halagado. Siempre pensó que diferenciarla era el mejor cumplido que podían hacerle: el estilo era su orgullo.

 

El estilo es el único modo en que un artista puede decir lo que tiene que decir en forma particular. “La frase soy yo”, solía afirmar Miles Davis, por ejemplo.

 

Y si el resultado es insólito, como en ella, no es porque las palabras en que se expresó lo fueran, pero sí la manera que tuvo esa cantante, esa mujer, de concebir el universo que la rodeaba. Lo que el lenguaje hizo fue ceñirse a su visión del mundo como lo hacen las mallas de una bailarina a su cuerpo.

 

VIDEO: Billie Holiday, My Man, YouTube (gemurin)

 

Lady Day (como la evocaban los músicos) fue una persona dotada de una sensibilidad y una inteligencia nada ordinarias, que vio y sintió cosas donde los demás no.

 

Porque, justamente, una de las misiones del arte es develar realidades que para el común de los mortales pasan desapercibidas: un sentimiento, una perspectiva, una trama, un resplandor, un matiz. El artista es un revelador. Y esa revelación se concreta en una forma que se denomina estilo.

 

Gracias a él fue respetada por los músicos de jazz y de otros géneros y parte de ese respeto estuvo también relacionado con su accionar en escena: salía, comenzaba a cantar, caminaba con elegancia por el escenario, terminaba la pieza, hacía una inclinación y se iba; jamás pretendió ser una vocalista de variedades.

 

 

Su personalidad se sublimaba ante la emoción especial que exhibía y comunicaba en tales demostraciones, así como por su magnífico dominio de lo musical.

 

Supo, además, acompañarse de instrumentistas ejemplares y de arreglos concebidos para complementarla a la perfección. Fueron el fondo de terciopelo que enmarcaba la joya de su voz.

 

Teddy Wilson, Lester Young y Buck Clayton la amaron de veras en escena. Las grabaciones que realizó con ellos están entre los máximos placeres del jazz.

 

 

Todavía hoy resulta sorprendente si se le escucha por primera vez. No se parece a ninguna exponente conocida y cuanto más se oye su voz, más se comprende lo adecuada y justa que era para el significado de lo que interpretaba.

 

Esto, al igual que su capacidad emotiva y gusto melódico se fundían con lo que cantaba en ese momento para hacer del tema una obra de arte individual, de la especie que sólo el blues y el jazz pueden favorecer. Nunca transformó una pieza en busca del efectismo; para ella el resultado dramático y el musical eran lo mismo.

 

Con el transcurrir doloroso de su vida y de experiencias infames, los tempos musicales se volvieron más y más lentos; en su repertorio pulularon historias que hablaban de amores no correspondidos, rotos, mancillados, con una profundidad y franqueza contundentes.

 

Su existencia fue en verdad muy trágica, pero supo mantener la distancia artística. No se limitaba a recrearse en tales sentimientos frente al micrófono.

Aprendió a extraer de sí misma esos sentimientos y a trasmitirlos con sinceridad al escucha, con un matiz de oculto sollozo: fue la quintaesencia de la balada; de la magia y el estilo. Lady Day por siempre.

 

VIDEO: Billie Holiday – Lady Sings the Blues (Live @ Carnegie Hall) Verv…, YouTube (RoundMidnightTV)