TIEMPO DEL RÁPSODA: SÓLO LAS NOCHES (VI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(POEMARIO)*

 

 

“HICE BIEN”

 

Hice bien en decirle

lo que le dije,

para que aprendiera

la muy distante…

para que no se fuera

 

 

“CUARTO PISO”

 

Con la esperanza de no perderte

me acomodé

en el aparador del rito

cuarto piso

de esta tienda de moda

donde me has descubierto

antes de la hora de abrir

como un maniquí

desnudo por tu locura

 

 

*Textos extraídos del poemario Sólo las noches.

 

 

 

 

Sólo las noches

Sergio Monsalvo C.

Editorial Oasis

Colección “Los libros del fakir”

Núm. 63

México, 1984

 

 

 

Dibujo: Heraclio

 

 

 

LIBROS: EL LUGAR DEL CRIMEN

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(ENSAYOS SOBRE LA NOVELA POLICIACA)

Cuando el crimen hace acto de presencia, la sociedad se atemoriza, los individuos se tornan falaces, contumaces, medrosos. Y un hombre entra en acción: el que está dispuesto a restablecer el orden, aclarar el enigma, hacer que el o los criminales paguen cara su osadía: la de haber puesto en jaque a una normalidad aborregada, hastiada, indolente.

“En los ensayos incluidos en El lugar del crimen, Sergio Monsalvo C. se ha dado a la tarea de dilucidar quién es quién en el proceso criminal que corroe el cuerpo social y que ha dado lugar a un género literario donde, con arte, se consignan los motivos del perseguidor y el perseguido para poner en jaque a la totalidad del hormiguero.

“En El oficio de vivir, Cesare Pavese expresa: ‘Todos los hombres tienen un cáncer que les roe, un excremento cotidiano, un mal a plazos: su insatisfacción; el punto de choque entre su ser real, esquelético, y la infinita complejidad de la vida’. En los ensayos que dan cuerpo a este libro, Sergio Monsalvo C. desentraña esa complejidad expresada por varios destacados autores del género negro o policiaco”.

Emiliano Pérez Cruz

(Contraportada)

El lugar del crimen

(Ensayos sobre la novela policiaca)

Sergio Monsalvo C.

Times Editores,

México, 1999

RAMAJE DEL ROCK: ROCK DE GARAGE (V)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

El rock instrumental de fines de los años cincuenta proviene de los intérpretes negros del jazz y del rhythm and blues, sobre todo del jump. Un aspecto importante en el jump fueron las piezas instrumentales, herencia de los comienzos del rhythm and blues, cuando el principal interés de los fans era bailar.

 

Al terminar el auge del jump al final de los cincuenta, su esencia fue retomada por los guitarristas blancos de ambos lados del Atlántico, con los Tornados y los Shadows, del lado del Reino Unido, y con los Champs, Link Wray, The Ventures, Booker T. And The MG’s y decenas más del lado americano.

 

La época de oro del rock instrumental duró hasta la llegada de la Ola Inglesa, a la que influyó, así como lo hizo con el surf y otras corrientes de moda menos importantes y fugaces. En ella diversos instrumentos fueron protagonistas antes de que lo fuera la guitarra: El sax con los Champs, por ejemplo.

 

El subgénero basó su acontecer en el uso exclusivo de los instrumentos y con una mínima o ninguna participación de la letra. Surgió para dar énfasis a la destreza individual sobre los mismos que a la larga derivó en virtuosismo, Como el órgano Hammond con Booker T. And The MG’s.

 

Mientras la industria se afanaba en vender la versión «limpia» del rock and roll, los surfeadores de California preferían la dureza de Link Wray, cuyos discos instrumentales fueron un gran éxito en 1958. Para “ensuciar” el sonido de su guitarra, Wray abrió un agujero en la bocina, descubriendo el efecto «fuzz».

 

Asimismo, gozaban de gran popularidad The Ventures. Cuando este grupo logró llegar a las listas a nivel mundial, las compañías disqueras desde luego presentaron grandes cantidades de bandas y obras hechas al vapor y copiando su distintivo estilo.

 

Reubiquémonos. Estamos en 1958, tiempo en que Elvis entra al ejército. Los Estados Unidos aplauden a estrellas pop aptas para toda la familia. Sin embargo, en la playa californiana de Balboa sucede algo. Se sacude el Rendevouz Ballroom con el primer concierto del guitarrista Dick Dale. Nacía el sonido surf.

 

Por regla general, los beach bums o «vagos de la playa», fans de Dale, no gozaban de una buena reputación. Rechazaban las reglas del trabajo, la disciplina y los valores familiares que el Estado y los padres deseaban inculcar a la joven generación. Preferían la tabla de surf al pupitre escolar.

 

El fabricante de instrumentos Leo Fender abasteció a la comunidad con las obligatorias guitarras Stratocaster y con amplificadores provistos de aparatos de eco, característicos para el sonido de los surfeadores. Dick Dale se convirtió en estrella de culto musical y se le denominó como el «padre de la guitarra heavy metal».

 

 

El surf instrumental retoma con regularidad nuevos aires y practicantes garageros en todo el mundo. Es un camino abierto que siguen docenas de grupos con convicciones semejantes, los cuales rinden tributo al sonido speed instrumental enriquecido por el eco.

 

El acto de surfear nació en Hawai. En el siglo XV se contaba ahí con un amplio repertorio de cánticos para implorar a los dioses las olas adecuadas. No obstante, fue hasta principios del siglo XX que los estadounidenses descubrieron esta diversión de aquellos «nobles salvajes».

 

Sin embargo, el deporte no se desenvolvió plenamente sino hasta los años cincuenta. Desde Los Ángeles hasta México, el clima resultó ideal en las playas para la vida al aire libre.

 

Dicho clima atrajo a muchos veteranos de las recientes guerras en el Pacífico y en Corea, quienes las habían pasado en Hawai. Así que no deseaban acostumbrarse nuevamente a las cadenas de la rutina fabril. Por otra parte, Los Ángeles gozaba del auge económico.

 

Grandes industrias y zonas residenciales brotaron del suelo como hongos y otorgaron un nivel de vida muy alto a la población. De esta manera, las filas de los exsoldados renegados se vieron engrosadas con los adolescentes de las mismas inquietudes, quienes preferían la tabla de surf al pupitre escolar.

 

Dichos jóvenes crearon sus propias modas y normas de conducta. El vodka con jugo de naranja era la bebida preferida, que se acompañaba con un cigarro de marihuana. Su vestuario consistía en pantalones cortos de lona y camisas estilo Hawai o Pendleton, estas últimas a grandes cuadros.

 

Dick Dale, por su parte, mezcló estas influencias con las melodías de sus padres y de esta manera, proporcionó a la música un exotismo auténtico que luego degeneró en kitsch gracias al despiadado efecto de miles de grupos de música ligera.

 

Entre 1958 y 1961, Dick tuvo varios éxitos a nivel local y luego nacional. Sin embargo, la corriente se comercializó y las disqueras empezaron a solicitar letras, el sonido surf entró en decadencia y el olvido…hasta que apareció en el soundtrack de Pulp Fiction, la taquillera película de Quentin Tarantino.

 

Dick Dale se convirtió en estrella de culto musical y la especializadísima revista estadounidense Guitar Player, por ejemplo, lo denominó como el «padre de la guitarra heavy metal».

 

El surf tomó un segundo aire con nuevos seguidores y practicantes garageros en todo el mundo. ¿Y el «rey de la guitarra surf» Dick Dale? En el final de la primera década del siglo XXI, se encuentra celebrando giras constantes por Europa.

 

Dale, de carácter huraño y gustos nada comunes, proclamaba que la música era sexo, y su guitarra, el rugido del puma y el murmullo del océano. El sonido de la naturaleza. Eso era lo que buscaban los jóvenes surfeadores del sur de California: el contacto de los elementos naturales con su música.

 

VIDEO: Link Wray – Rumble -11/19/1974, YouTube (Classic Rock on MV)

 

 

 

 

LIBROS: LA MUERTE Y SUS CRIATURAS

Por SERGIO MONSALVO C.

 

(FRAGMENTO)*

 

“Desde hace siglos, la melancolía ha proyectado una sombra gigante sobre el arte. La poesía, escultura, pintura, novela, música han creado monumentos impresionantes a tal sentimiento, con toda una corriente subterránea dirigida a exaltar la tristeza de este mundo: el weltschmerz romántico, como lo atestigua el concepto estético que declaró al dolor espiritual como parte esencial de lo poético.

“Hoy en día, quizá ellos —los hacedores de los géneros musicales del dark wave, ethereal, illbient, gótico, bluepop, spiritual trance, ambient retro, simphonic metal o alguna variedad de la música atmosférica, entre otras— se asuman en el eco, en la súplica poética por la vida extraterrena, en el anhelo irrestricto y exigente de otra realidad sobrenatural.

“Quizá ellos lo perciban, y lo hacen por esa sombría avenida donde como músicos deambulan mascullando sus tristezas. Quizá de cualquier manera tengan que emprender la vagancia imaginaria alrededor de sus desiertos cotidianos, gritando su desesperanza. A veces juegan a la música distrayendo la pena. La certeza de que la vida no significa nada, de que todas las cosas hechas por ellos en el intento de parecer productivos no tienen ningún valor en la vida, los llevó, armados de un fuerte nihilismo, a una búsqueda interior, para explorar quiénes son y quiénes desean ser…”

 

 

*Fragmento del libro La Muerte y sus Criaturas, publicado en la Editorial Doble A. El CD que acompaña este texto se compone de la versión sonora que hizo Will Lagarto sobre el mismo, con su proyecto musical Las Brujas.

 

La Muerte y sus Criaturas

Sergio Monsalvo C.

Las Brujas/Will Lagarto

Editorial Doble A/ISY Records

Colección 2×1 (Words & Sounds)

The Netherlands, 2007

TIEMPO DEL RÁPSODA: SÓLO LAS NOCHES (V)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(POEMARIO)*

“ACTO DE CONTRICIÓN”

 

Le regalé

el palpitante altar de mi carne

para cubrir el hueco

de su duda inextricable

Quiso sondearlo todo y saber

por qué al beberme

descubriría sus faltas

y pediría perdón como una hoja bajo el cielo

Su risa de cristal

la mostró después

como una buena devota

Obtuvo así la absolución

“NO AMANECER”

No amanecer

con la lengua rasposa

por los tragos,

ni con el dolor de cabeza,

ni con una mujer al lado.

Simplemente

no amanecer.

 

*Textos extraídos del poemario Sólo las noches.

 

Sólo las noches

Sergio Monsalvo C.

Editorial Oasis

Colección “Los libros del fakir”

Núm. 63

México, 1984

Dibujo: Heraclio

LIBROS: AVE DEL PARAÍSO

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(FRAGMENTO)*

 

Querida Martha-Maga: ¿Recuerdas que fue una madrugada cuando decidiste conocer Le Boeuf sur le Toit, el lugar que en 1950 era guarida de escritores como Jean Cocteau, cineastas como René Clair o músicos como Satie y Maurice Ravel?

 

A las dos de la mañana llegamos al sitio y tú, echando vaho por la boca, gritaste el nombre de la rue Pierre-1er-de Serbie. Caminaste rápida hacia el número 43-bis y, aunque decepcionada porque el bar había desaparecido, te repusiste y la soledad de la avenida compensó la ausencia.

 

Luego te pusiste a actuar a lo ancho de la banqueta aquella pelea que tuvieron Charlie y el saxofonista tenor Don Byas por cuestiones de estilo en el bop.

 

Las viejas hostilidades afloraron en una noche semejante. “Dos machos retándose por un concepto”, dijiste. Charlie sacó su navaja. Byas la abrió un instante después. Ambos danzaron bajo las luces nocturnas en círculos retadores.

 

Cuando el tiempo del ritual ya no tenía un más allá, Charlie lanzó una carcajada, cerró su navaja y la guardó. Se paró frente a Byas con las manos en los costados y estático invitó al otro saxofonista a picarlo.

 

Byas, desconcertado, no se movió: “Estás loco, Bird, bien loco”, le espetó. Charlie sonrió de nueva cuenta y se dio la vuelta para volver a entrar al bar. Fue la última vez que estuvo en París.

 

 

 

*Fragmento del cuento Ave del Paraíso, publicado por la Editorial Doble A.

 

 

 

 

 

 

 

Ave del Paraíso

Sergio Monsalvo C.

Colección “Palabra de Jazz”

Editorial Doble A

México, 1998

 

 

LIBROS: CORRIENTES DE LO ALTERNO (VOL. I)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

(COMPILACIÓN DE TEXTOS MUSICALES)

 

Corrientes de lo alterno es una deliciosa colección de ensayos sobre música cuyos temas van del trash al acid jazz, pasando por el rock chicano, el grunge, Frank Zappa y la música minimal. Los ensayos aparecieron originalmente en la revista Corriente alterna, y luego fueron compilados por Sergio Monsalvo para la Editorial Ponciano Arriaga de San Luis Potosí, que los editó en dos volúmenes.

Además de abordar la historia de los géneros y dar buenas referencias de discos quehayqueescuchar, este libro trae una amplia colección de anécdotas del rock, e información sobre ciertos temas que están estrechamente relacionados con él, como el sadomasoquismo, el cyberpunk o el (des)uso del vinil”.*

 

 

 

 

*Reseña referencial aparecida online en el blog mislibrossonrock.blogspot el 9 de enero del 2008.

 

 

Ilustración de la portada: PELÁEZ.

 

 

Corrientes de lo Alterno Vol. I

(Compilación)

Sergio Monsalvo C.

Editorial Ponciano Arriaga

Colección Ciencias Sociales

San Luis Potosí, México, 1998

 

 

ROCK CHICANO: FRAGMENTO (3)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

UNA TIERRA QUE DANZA

 

En los años cincuenta, los DJ’s de Los Ángeles desempeñaron un papel muy importante en el surgimiento de sonidos locales y regionales que a menudo se convirtieron en una parte de los hits nacionales. En 1952 Hunter Hancock presentó una ardiente pieza instrumental para saxofón llamada “Pachuco Hop”, de un músico negro que vivía en la zona del Este, de nombre Chuck Higgins.

 

Unos años después, Hancock se cambió de radiodifusora, a la KGFJ, primera estación local que trasmitiera un programa de puros músicos negros siete días a la semana. Un vasto público del este de Los Ángeles era su auditorio. Más o menos al mismo tiempo, los DJ’s como Srt Laboe y Dick “Huggy Boy” empezaron a tocar jump y doo-wop en la radio.

 

 

Los saxofonistas negros de jump que se escuchaban ahí, como Joe Huston, Big Jay McNally y Chuck Higgins, tuvieron gran influencia sobre los saxofonistas chicanos de jump Li’l Bobby Rey y Chuck Ríos. A mediados de la década, la compañía Starla de Laboe sacó un disco intitulado Corrido Rock de la Masked Phantom Band, cuya atracción principal era el músico Bobby Ray.

 

Era una pieza instrumental en la que varios saxofones tocan en armonía una melodía norteña encima de un rápido compás de rock and roll, en un antecedente directo de Los Lobos. Li’l Bobby grabó también “Alley Ooop” con los Hollywood Argyles, mientras que Chuck Ríos y los Champs lograban un éxito nacional con el tema instrumental “Tequila”.

 

En 1956 Johnny Otis descubrió a Li’l Julian Herrera; este cantante chicano con fuertes influencias de Jesse Belvin y Johnny Ace (muerto por aquellos años) fue la primera estrella del rhythm and blues salida del Este. Junto con Johnny Otis escribió “Lonely Lonely Nights” que se convirtió en un tema exitoso.

 

Es una balada de doo-wop, hecha al estilo negro, pero con algo distinto –el acento, la voz, la actitud–. Era rock chicano. Otis presentó a Li’l Julian a su creciente público en el legendario estadio El Monte Legion, que se erigió en el salón de baile por excelencia a fines de los cincuenta y principios de la década siguiente.

 

El éxito adquirido por Ritchie Valens, con los hits obtenidos tras su fallecimiento (“La Bamba”, “Come On Let’s Go” y “Donna”), sirvió para convencer a algunos productores independientes de que posiblemente algo bueno hubiera ahí en aquella zona. A comienzos de los años sesenta, tras la llegada de la Ola Inglesa, los grupos se formaban por todas partes, en los garages familiares, dando con ello inicio a una edad de oro al este de Los Ángeles y otras zonas del Sur estadounidense donde las versiones de Valens eran elemento primordial del repertorio.

 

Los frecuentes espectáculos de “batallas de grupos”, organizados en el East L.A. College concentraban la acción. El sonido Motown tuvo una influencia muy fuerte sobre los grupos de la zona, pese al hecho de que las relaciones relativamente amistosas entre los negros y los chicanos que se dieron en la era inmediatamente posterior a la guerra habían ido deteriorándose con el tempo.

 

El movimiento por los derechos civiles hizo comprender a los chicanos que la realidad de ambas culturas era muy diferente. Los barrios empezaron a separarse sobre la base étnica. Hacia fines de los cincuenta surgieron graves problemas entre las pandillas de negros y de chicanos, y los programas de ayuda social en los sesenta por parte del gobierno, los pusieron en competencia por los mismos trabajos.

 

No obstante, una sola cosa los seguía uniendo: el Motown. Marvin Gaye, los Temptations o Mary Wells: todos eran escuchados al final del día de duro trabajo y sin trabajo, sin importar el color de la piel. Hubo incluso varios grupos del este de Los Ángeles, tales como los Mixtures y Ronnie and the Pomona Casuals, integrados por negros, blancos y chicanos.

 

Billy Cárdenas, un productor independiente, se propuso la idea de crear una compañía de “motown chicano”. Para este fin le expuso el asunto a Eddie Davis, el más importante productor de la región, y le presentó a los Premiers. Tal colaboración dio como resultado una nueva versión de “Farmer John” de Don y Dewey, que pudo llegar al número 19 de las listas de poularidad nacionales en 1964.

 

Conforme Cárdenas llevaba su promoción de baile con grupos del este de Los Ángeles por varios salones (incluyendo el Shrine, que posteriormente se convirtió, toda proporción guardada, en el equivalente al Fillmore), la situación se puso en movimiento.

 

 

El grupo Cannibal and the Headhunters se convirtió en la atracción principal de dichos salones de baile, y logró colocarse entre los primeros treinta éxitosos a nivel nacional con su versión de “Land of a Thousend Dances” de Chris Kenner, en abril de 1965. Más avanzado el año fueron teloneros de los Beatles durante la gira de éstos por los Estados Unidos, con King Curtis como respaldo.

 

Los eternos rivales de Cannibal and the Headhunters en los shows musicales fueron Thee Midniters, liderados por el dinámico Li’l Willie G (García), que se inspiraba en James Brown. Thee Midniters habían grabado también “Land of a Thousend Dances”, antes de aquéllos o de Wilson Pickett, alcanzando el número 67 en la lista del Billboard.

 

Sin embargo, llegaron a su punto culminante al sacar al mercado, posteriormente en el mismo año, su pieza instrumental “Whittier Boulevard”, un casi himno al hacer inmortal al puente de la Calle 6 que conduce al este de Los Ángeles, y se presentaron en el Tazón de la Rosas ante 38 mil personas, junto con The Turtles, Herman’s Hermits y Lovin’ Spoonful.

 

Otros grupos de la zona, como Ronnie and the Pomona Casuals, los Salas Brithers, los Teenagers, los Haptones, Chan Romero (con su “Hippy Hippy Shake”) y los Blendells lograron hits locales y regionales.Los grandes discos del Este se convirtieron en hits porque eran melodías para bailar, para fiestas, al mismo nivel que los discos para baile de la Motown, pero sin el mismo sonido pulido.

 

El concepto del “motown chicano” de Billy Cárdenas tuvo éxito artístico pero no comercial. No logró construir una empresa competitiva que garantizara la distribución y promoción a nivel nacional y que sólo limitó el sonido de la zona Este a un fenómeno regional.

 

De alguna manera el desarrollo fue paralelo a lo que pasó con la música del surf. Los Beach Boys, que contaron con todas las condiciones de la producción, disfrutaron de un éxito nacional, pero otros grupos talentosos sin buena conducción, con mayor énfasis sobre los aspectos locales de la subcultura, como Dick Dale and the Del-Tones o los Challengers, nunca extendieron su popularidad fuera del sur de California (esto sería conseguido hasta el revival que fomentó Quentin Tarantino con su película Pulp Fiction, quien programó a los primeros en el soundtrack).

 

Pese a que hubo poco contacto entre los representantes del surf y los del este de Los Ángeles (salvo las peleas en las playas) no puede negarse que casi todas las piezas instrumentales de aquel ritmo incluyen entre sus elementos algún tipo de música tradicional traídos del otro lado de la frontera por los chicanos.

 

VIDEO: Thee Midniters Whittier Blvd, YouTube (Latin Soul)

 

 

 

 

LIBROS: ANA RUIZ

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

SUEÑOS EN TRANSICIÓN*

(ENTREVISTA)

 

El jazz (en su forma más free) es aquello que permanece de un sueño en la vigilia. Es una reverberación mental completamente afectiva que se anida en la memoria. Si no, ¿cómo explicar que podamos captar, de manera precisa, el eco de una música de la cual no se escribe ni una sola nota, ni se pinte su color?

 

Es un desdoblamiento poético que se fija en el espíritu como un goce fugaz de recuerdo imperecedero. Algunos mortales son capaces de recrearse en ello. Uno de éstos lleva por nombre Ana Ruiz. Es una pianista, pionera del género en un país reacio, que nació en la Ciudad de México el 2 de agosto de 1952.

 

Ella sabe que sólo equivale a la intimidad de un pianista la voluntad de comunicación. Una paradoja. Una sublime paradoja. Más aún cuando los aplausos estallan a causa del silencio tras su música. Los polvos mágicos que se disuelven en el fondo de un licor divino.

 

Ella sabe que su sueño jazzístico es forma pura y virgen, al que va levantándole sus arquitecturas sobre tinieblas frescas y significativas de las que surgirá flora y a veces lienzos alegóricos. Como el personaje de la Cantante Calva de Ionesco, que siempre se apresura a recomenzar.

 

Ana alguna vez fue calva. Por lo tanto, comprende que el más hermoso de los ejercicios físicos y espirituales es la peregrinación por esas formas territoriales de circulación personal, secreta, de virginidad en los signos.

 

El viaje con todos los sentidos despiertos, con el cuerpo aligerado por la marcha: estado en el que todos los dispositivos de la intuición funcionan. La tarea es dejarlos despertar, flotar, emerger de sí misma, como un desprendimiento astral.

 

Ella sabe que tales formas se convierten en manos sobre las teclas, con intenciones conmovedoras, ardientes, frágiles o fuertes. En libertad plena. Y lo sabe por sus ojos obsesivos, brillantes órganos de la adivinación.

 

La posibilidad de vidas múltiples y simultáneas, en notas diversas, como mundos en metamorfosis. Modalidades rítmicas, armónicas, melódicas. Cada una como objeto único que busca cabalgar en la imaginación. Pasa de uno a otro paisaje. El éxtasis está en la forma que los reúne: el free.

 

Todo cede ante su facultad de verse, de ver esas manos, de pasar de una vida a otra, de no consumirse en una sola. Ella lo sabe.

 

S.M.: Ana, ¿cómo se dio en tu caso el aprendizaje de la música?

A.R.: “En mi familia hay muchos músicos. Mi abuela era pianista, ella estudió el instrumento con [Alba Herrera] Ogazón y le encantaba tocar. Yo de muy chiquita le daba vuelta a las hojas mientras ella tocaba, iba leyendo la partitura y la disfrutaba con ella. Tocaba cosas maravillosas y las gozábamos. Un tío por parte de mi abuela era Carlos Chávez. Yo estudié música con Otilia, su esposa, y ésta nos dio clase a todos mis primos y hermanos. Yo aprendí a tocar con un teclado mudo. En él recibí toda la técnica. Una vez con estos elementos nos pasaba al piano, al piano acústico, nos daba solfeo y enseñaba a mover los dedos. Después me metí al Conservatorio Nacional junto con mi hermana Citlali, ella estudiaba viola. Mis otros hermanos estudiaron guitarra y oboe respectivamente. En la familia siempre oímos música clásica. La popular estaba vetada, aunque yo la escuchaba a escondidas”.

 

S.M.: ¿Cómo fuiste de niña, cómo fue la relación con tus padres?

A.R.: “Muy buena, muy amable. Siempre fui rebelde, siempre quise hacer cosas y todas mis emociones y demás iban a parar al piano, las volcaba en él. Mis padres gozaron mucho esta situación, siempre les gustó que tocara”.

 

S.M.: ¿Tu padre a qué se dedicaba, a qué se dedica?

A.R.: “Mi papá ya murió. Era campesino y fue compositor de boleros, de guarachas, etcétera. Le encantaba hablar sobre su pueblo, sobre el campo, las mujeres, el amor por Jalisco”.

 

S.M.: ¿Cuáles fueron tus discos favoritos primero como niña y luego como adolescente?

A.R.: “Beethoven me gustaba muchísimo, Dave Brubeck, lo mismo que los Rolling Stones. Los Beatles nunca fueron de mi agrado, no eran algo que me emocionara, como los Doors, por ejemplo. En la casa teníamos que oír otro tipo de cosas, pero en una recámara nos escondíamos todos los hermanos y poníamos el radio para oír a los Doors y cosas así, que eran raras o muy nuevas”.

 

S.M.: ¿Tienes algún disco entrañable para ti que haya causado cambios en tu vida?

A.R.: “Sí, claro. Los de Ornette Coleman y de Cecil Taylor. A este último lo entendí desde muy joven. La gente me decía: ‘Es un loco que nada más aporrea el piano’. Pero yo realmente siempre lo entendí. Tenía una estructura y un desarrollo. Había un juego y se reía del mundo, gozaba al hacerlo. A mí Cecil Taylor me cambió muchísimo. Sus primeros discos me hicieron decir: ‘¡Guau!, ¿qué es esto?’. Desde entonces he oído mucha música, pero ya no hay un disco que me llame la atención, en el que me haya clavado, ya no”.

 

S.M.: ¿Cuál es tu definición particular de la palabra jazz?

A.R.: “Es la forma que tienes para platicar sobre ti. Desde cómo te despertaste ese día hasta cuál es tu dolor más grande en el mundo. Es la manera de expresarlo y de decir ‘aquí estoy’”.

 

 

 

*Fragmento de la entrevista, publicada originalmente en el blog Con los audífonos puestos, bajo el rubro Ana Ruiz de la Serie Ellazz (.mex), que realicé el día 20 de febrero del 2001. Tras la publicación del libro Tiempo de solos (que edité junto al fotógrafo Fernando Aceves) quería continuar el proyecto de hacer más perfiles de los jazzistas mexicanos, Ana era parte de esa continuación. Sin embargo, los planes cambiaron. Vine a vivir al extranjero y aquello quedó trunco. Desde entonces no había tenido noticias de ella hasta que me encontré con una muy breve referencia online en la revista número 17 del Instituto de Estudios Críticos y de la cual hago referencia a continuación:

“Pianista y compositora mexicana dedicada a la improvisación y el free jazz desde 1973. Ha formado parte de los grupos Jácara, Baile y Mojiganga, Atrás del Cosmos, La cocina, Radnectary La Sociedad Acústica de Capital Variable. Ha compuesto música para películas, coreografías, y documentales. Desde febrero de 2015 comienza, con el auspicio de la Fonoteca Nacional, la recuperación de la música del grupo Atrás del Cosmos para editar varios discos compactos con el interés de dejar una constancia histórica y dar a conocer este grupo al mundo”.

 

 

 

Ana Ruiz

Una entrevista de

Sergio Monsalvo C.

Editorial Doble A

Colección “Palabra de Jazz”

The Netherlands, 2020