Por SERGIO MONSALVO C.

EL CORAZÓN DE LA MADRUGADA
Etta James nació el 25 de enero de 1938 en Los Ángeles, California. Igualmente efectiva como cantante de blues, soul y rhythm and blues, se mantuvo en el mundo de la música por cinco décadas.
Después de cantar con el grupo vocal The Peaches, Etta fue descubierta por Johnny Otis en los tempranos años cincuenta y firmó con la compañía Modern en 1955. Una de las más satisfactorias etapas de su carrera se dio en la década de los sesenta, cuando Leonard Chess le propuso grabar un disco para su sello.
Etta fue la artista de este último que más éxitos consiguió en aquella época. Desde 1960 a 1969 obtuvo 21 hits en las listas de popularidad. El grosor de sus audiencias aumentó día con día y los mejores compositores del momento la buscaban para que interpretara sus canciones.
Sin embargo, la era de la música Disco apareció y las compañías ya no apoyaron los géneros de la James. En los años ochenta la cantante realizó numerosas giras por los clubes de jazz de los Estados Unidos con una banda de Chicago.
Posterior a ellas, un largo periodo de adicción a la heroína la mantuvo alejada de los escenarios y su nombre se sostuvo a base de antologías y de algún material de gospel.
En los años noventa Etta retornó aliviada y con una gran fuerza interpretativa. El comeback estuvo enmarcado por el disco Heart of a Woman al que le confirió un signo distinto, más enfático en cuanto a la identidad y más maduro dentro de su estilo.
El concepto que la animó cuando comenzó a pensar en el nuevo CD fue la posibilidad de hacer algo que no había hecho antes: dedicar un álbum a la mujer. Los temas que escogió fueron interpretados por las divas de la vieja escuela, quienes la inspiraron al inicio de su carrera y de algún modo le sirvieron de modelo: Dinah Washington, Sarah Vaughan, Carmen McRae y Billie Holiday.

«Etta James era directa, sensual, descarnada, procaz y ubicada en un lugar en el que pocos artistas tienen las agallas para existir», dijo Bonnie Raitt, mujer del blues, al conocer la muerte de la cantante en enero del 2012. Sabía lo que decía. Ese lugar era el corazón de la madrugada. El espacio donde aquella intérprete luchaba y sucumbía contra sus demonios, una y otra vez.
Una hora terrible para ella en diversas épocas, quizá desde que comenzó su éxito, cuando fue descubierta por Johnny Otis en los tempranos años cincuenta, o luego en el momento en que Leonard Chess le propuso grabar para su sello en los sesenta.
De cuando el desamor y sus malas relaciones con varios hombres (incluyendo al propio Chess) produjeron perlas definitivas y poderosas del rhythm and blues, cargadas de tal emoción: «I’d Rather Go Blind», «Trust in Me», «My Dearest Darling», “All I Could Do Was Cry». Canciones de lamento.
Sin embargo, «At Last», su balada cumbre, se significó en la antípoda del dolor. Era un tema venturoso (la canción fue escrita en 1941 por Mack Gordon y Harry Warren y se hizo popular desde que apareciera en la película Orchestra Wives).
El productor entendió el potencial de la cantante en este sentido e hizo que la acompañara una orquestación de cuerdas. Su versión, entre decenas de la misma, ha sido insuperable.
En sus horas de desvelo a Etta no le importaba tanto cómo hubiera sido su día, sino que por fin había terminado. Y casi al instante se preguntaba cómo soportaría el siguiente.
En el corazón de la madrugada esta cuestión, aunada a sus heridas abiertas y errores, se le imponía: ¿Por qué no zafarse de la angustia con un poco de polvo, una vez más?
Se pinchaba para no sentir ese dolor. El de enfrentar con desánimo un nuevo día. “La vida es un camino largo y viejo –cantaba su admirada Bessie Smith–, pero tiene que finalizar”. Era una canción amarga y reveladora para Etta. Sin embargo, algo todavía la impulsaba a encontrar lo perdido y a reparar la falta de amor.
Creía que todas las peregrinaciones sentimentales de los hombres y las mujeres llevan a eso. Le parecía que a un ser humano sólo lo podía salvar otro ser humano.
Su voz, su canto, siempre lo sugirieron. Pero también estaba consciente de que eso no pasaba casi nunca.
Así estuvo décadas y décadas entrando y saliendo de tal certeza, entre los vapores del narcótico y los comebacks a la escena que le hacían todo más indescifrable. Hasta que la sangre finalmente se le enfermó bajo la piel de un cuerpo ya de por sí roto y sus ojos ya no pudieron ocultar el desorden de la mente. La agonía por fin terminó.
No obstante, “At Last”, su balada, quedará por siempre grabada en la memoria colectiva como la suntuosa joya que destaca en un mundo cruel y oscuro, como la nívea pluma que flota sobre el pantano de la adversidad, como la exposición más sincera de un deseo femenino.
A pesar de la aspereza que la caracterizaba, Etta habló de manera sensible de aquella pieza y de su interpretación de la misma: “A lo largo de mi carrera he creído que son las mujeres quienes compran mis discos, principalmente. Ellas han sido mis máximas seguidoras y en realidad quería dirigirme a ellas. Cada vez que canté la canción traté de expresar algunas cosas que reflejaran el corazón de la mujer. Por otro lado, siento que la única razón por la que un hombre compraría uno de mis álbumes sería por descubrir qué le gusta a una mujer, por consideración a ella». Ninguna mejor razón, Etta, ninguna mejor razón.
VIDEO: Etta James – At Last, YouTube (Etta James)

