*Este texto lo escribí a mediados de los años noventa. El pintor tijuanense había colaborado conmigo ilustrando la primera edición del poemario Blue Monk y otras líricas sencijazz, para la Editorial Doble A en 1994. Entablamos amistad y luego nos perdimos de vista. Ya viviendo de este lado del Atlántico me enteré de su muerte en noviembre del 2009. Sirva este escrito para recordarlo.
*Texto extraído del poemario Bouquet, de la Editorial Doble A, cuyo contenido ha sido publicado en el blog Con los audífonos puestos de manera seriada bajo el rubro “Tiempo del Rápsoda”.
En su canto hubo el esfuerzo y los rastros del que sobrevive, del experimentado lleno de cicatrices que no se ufana de ellas ni las ostenta, pero que sabe son suyas y le pertenecen. Por lo tanto cuando la escuchas crees en la esencia de lo que glosa, en su legitimidad y tienes el convencimiento de que las palabras son recovecos de la propia vivencia trastocados en canción.
La existencia no tiene remedio, parece decir, pero la afirmación no es una sentencia trágica o resignada. En su oficio significó también el rescate de una llave verbal que abriría los instantes vividos de cualquiera que la oyera en el futuro. Esta melodía llega desde entonces como un evocador sentimiento presente, eterno, que procede a redescubrir el riesgo de amar sin red protectora. Emite su misterio y lo desmenusa.
Hay canciones en las que sientes el espíritu, pero en las baladas encontramos al auténtico ser del hombre frente a la otredad. La balada lenta pertenece a una especie distinta de canción. En ella el asunto es comunicarse con uno mismo, en otra revisita. Y la forma en que un intérprete la trate servirá de medida exacta sobre la profundidad de su propia estima como artista.
La balada no perdona ni admite margen para el error, separa a los hombres de los muchachos. Bien dicha cristaliza emociones, elimina las barreras entre el intérprete y tú. Te revela verdades y habla ante el espejo. Es un relato con todas sus letras y matices, un lienzo que permite ver la infinita graduación de aciertos y errores.
Ese canto incrementa la oportunidad para tratar con los ritmos de la emoción, con el flujo del pensamiento, con el doloroso goteo del querer y el desamor. Rasga las puertas que luchabas por cerrar o temías reabrir. Son territorios de franqueza que te dan espacio para dedicarle atención a cada nota y frase, y le ofrecen al cantante la oportunidad de brindar paréntesis de definición, instrumentos para romper las fronteras entre lo escuchado y lo sabido. El camino directo está reservado para esas melodías que hablan de tu forma de transitar por la otredad y comprender que con ellas no estás solo para escuchar el crack del corazón.
*Texto extraído del poemario Baladas Vol. II de la Editorial Doble A.