Por SERGIO MONSALVO C.

¿ARDE LONDRES?
Con su insistencia en los estándares bizarros y desdeñosos de la decencia, el punk despedazó la máscara de la cultura dominante; su misma falta de naturalidad dio a su propia cultura el aspecto de un truco, como resultado de una economía de sobrevivencia.
El cabello cruelmente teñido y tijereteado, los rostros mutilados por el piercing, atuendos sadomasoquistas (tomados, por supuesto, de los estantes de McLaren, como era justo) y ropa desgarrada —un estilo lumpen que sacaba a la luz del día la noche de los muertos vivientes— trazaron límites, separaron a los jóvenes de los viejos y a los jóvenes entre sí.
Todas estas cosas obligaron al establecimiento de nuevas alianzas, forjaron nuevas identidades y, al anunciar que estaban cerradas todas las posibilidades, despejaron vías de negación y afirmación que un año antes no existían ni siquiera como fantasías. Fue una revuelta estilística y el estilo de la revuelta al mismo tiempo.
Centrado totalmente en Londres, el punk se expandió por el Reino Unido y su exigencia de atención mundial no conoció restricciones: en sentido musical y político se manifestaba como heraldo de las cosas por venir, de todo lo temido y de todo lo que ni siquiera podía imaginarse.
El primer disco LP de Clash, con su nombre como título, salió a la venta el 8 de abril de 1977. En realidad, se trataba de una antología pero también de un buen álbum. La pieza “Deny” sin duda fue inspirada en parte por Chrissie Hynde; “I’m So Bored with the United States”, a su vez, fue una canción de ruptura, de separación.
Strummer lo comprendía todo y escribió “London’s Burning” para la ocasión, en el departamento ilegalmente ocupado del número 42 de Orsett Terrace, sin despertar a Palmolive de las Slits, que dormía a su lado. Los conservadores periodistas del New Music Express incluso les inspiraron una canción tras leer una crónica particularmente conservadora: “Clash, el tipo de banda de garage que haría bien en regresar rápido a su garage”, comentaron algunos críticos. “Somos una banda de garage de garagelandia…, pues sólo quienes viven en la calle conocen la verdad”, respondió Joe.

The Clash, con Mick Jones y Joe Strummer al frente, se sube justo a tiempo al tren del punk y con su debut, The Clash (CBS, 1977), llevan al punto de ira a la juventud inglesa. «White Riot», «London’s Burning» y «Remote Control» conjuran la rebelión, mientras que «Police and Thieves» marca la primera aparición de ritmos reggaeseros en un disco de punk.
Eran canciones que explotaban en un frenesí de humor sarcástico. Los temas abordaron desde el desempleo hasta la música undergruond, el imperialismo y la rebelión.
Las grandes tiendas se niegan a vender los nuevos discos. Todos los grupos punks, como Clash, se benefician de esta publicidad, pero también padecen la propaganda de su olor a azufre. Son humillados, censurados y acusados de nazis. El cantante de los Stranglers fue arrestado en el escenario porque llevaba puesta una playera con el emblema «Fuck». Johnny Rotten fue agredido a navajazos por neonazis en un estacionamiento.
Joe Strummer multiplicó sus declaraciones públicas a fin de distanciarse de la extrema derecha marginal, de los skinheads que el Frente Nacional trata de vincular con esta explosión popular. Porque eso es. El punk se convirtió en un fenómeno. Un relámpago deslumbrante, una toma de conciencia respaldada por música excitante. Casi una revolución.
En el punk, el diálogo entre la juventud negra y la juventud blanca inglesa asumió una forma explícita, como quedó probado por el apoyo que muchos seguidores dieron a la campaña «Rock contra el racismo». Éstos bailaron al son del reggae, emularon los estilos de los negros y se vieron a sí mismos, al igual que los negros, excluidos de la cultura británica dominante.
El intento punk por expresar una afinidad con la cultura rasta y el reggae mediante la subversión de los símbolos del nacionalismo (por ejemplo, el uso iconoclasta de la bandera inglesa y de la imagen de la cabeza de la reina) y mediante el trazado de paralelismos entre la experiencia del racismo y la de los blancos desposeídos en una canción como «White Riot» de Clash, contuvo ambigüedades que fueron susceptibles a la manipulación fascista.
Tales contradicciones no resultaban sorprendentes, dado que el punk nació de la misma crisis social y económica que produjo el surgimiento de la actividad del ala derecha nacionalista. Pues la impotencia, el deseo de impactar y el sentimiento de ira ante la presunción oficial expresados por el colectivo punk más ligado a la clase trabajadora, eran precisamente los mismos motivos y sentimientos que empujaron a los jóvenes blancos sin poder y sin empleo hacia el racismo organizado: los skinheads.
La frase del día en Inglaterra: “I WANNA RIOT”.
VIDEO: The Clash – Remote control (Live at Mont de Marsan – France…), YouTube (RottenAndVicious)

