CARTAPACIO: LA ETERNIDAD GUARURA

Por SERGIO MONSALVO C.

 

A serious bodyguard on the mission.

 

 (RELATO)

Dice el diccionario: “Un ‘guardaespaldas’ es una persona que actúa individual o grupalmente, protegiendo a un individuo de ataques personales, atentados, rapto o secuestro, pérdida de información confidencial u otras amenazas. Muchos personajes públicos y privados son protegidos por sus guardaespaldas, quienes trabajan en grupo, o en forma solitaria”.

Entre los personajes públicos que los utilizan están los Mandatarios de Gobierno y sus Procuradores de Justicia, por mencionar a algunos. Presidentes van y presidentes vienen. Procuradores entran, no funcionan y se van también.  Estos últimos más pronto.

En el corto tiempo que permanecen en el ejercicio de sus funciones, uno tras otro se ven en la necesidad, junto con el presidente en turno, de elaborar «acuerdos» para actuar legalmente sobre los guardaespaldas (bodyguards), vulgo guaruras, cuando sean protagonistas de escándalos o delitos.  El clamor popular por sus atropellos es tan grande y verídico que sus contratantes se ven prácticamente obligados a actuar en consecuencia.

Quienes hacen uso de los guaruras es obvio que se sienten afectados. Los «muchachos», como ellos cariñosamente los llaman, les brindan servicios y cumplen a rajatabla con su condición de cancerberos.

Funcionarios y empresarios saben del beneficio de estos seres capaces de aventar, amenazar, golpear, humillar a base de fuerza bruta y hasta de matar por sus jefes. Quiénes más que ellos fungen como solapadores y apoyo de todas las idioteces que hacen los hijitos de papi o del mismo papi.

El contratiempo para servidores públicos y ricachos es que las víctimas de las fechorías de sus «chicos» se quejen, y que hayan sido tantos que las principales autoridades de los países se vean aventadas a intervenir.

Lo lamentable para los usuarios, por otro lado, es que las biografías de sus protectores personales no se vendan en las papelerías o en los atrios de las iglesias, sino que engrosen los archivos penales.  Es lamentable, ¿o no?, pues se han dado casos también en que los consumidores han tenido que lidiar con guardianes que se han querido pasar de listos con la esposa, las hijas o en el chantaje por algún pecadillo, a pesar del cariño que le juraban a su contratante.

Los «escoltas», como gentilmente son tratados de manera oficial, por su preparación, idoneidad, responsabilidad y criterio en el ejercicio de las finas labores que tienen encomendadas, han preocupado a las altas autoridades por muchos años, tantos que éstas se van y aquéllos permanecen.

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