CANON: THE CLASH (XII)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

EL OCASO DE LOS DISIDENTES

Al inicio de 1986 Mick Jones y Joe Strummer anunciaron oficialmente la disolución de Clash. Todo había llegado a su fin. El punk para entonces ya no significaba nada como movimiento. Sin embargo, pese a todas sus paradojas —y las hubo muchísimas—, el fenómeno había sido el generador de una tensión extraordinaria, de una excitación sostenida, de un desfile de héroes, mártires, traidores y fraudes y una oportunidad casi ilimitada para el arte popular.

No obstante, al igual que en la política, se trataba del tipo de revuelta que tuvo que asfixiarse bajo sus propias contradicciones, condenado a perder su forma bajo el momento que le dio forma, destinado a rebasar los alcances del cálculo y la maquinación que le había permitido cobrar autenticidad. Quizá la única ironía verdadera de toda la historia fue que, al final, todo se redujo a rock and roll: nada más ni nada menos.

¿Qué más se puede decir de Clash? Que Topper estuvo en la cárcel, luego fue baterista de Bertinac y chofer de un taxi. Intentó salir otra vez del anonimato, ya también “limpio”, con un disco como solista, Waking Up, con el que no pasó nada.

Paul Simonon continuó su carrera como pintor e hizo lo propio musicalmente con el grupo Havana 3 A.M. Mick Jones continuó con B.A.D. y luego con el reformado Big Audio Dynamite II; vendió la pieza «Should I Stay Or Should I Go?» para un comercial de la Levi’s y luego intentó una reunión de Clash para recoger los beneficios de la publicidad, pero todo quedó en eso, un intento. ¿Y Strummer?

El inquieto Joe se convirtió en padre de familia, luego en creador de soundtracks diversos, tanto de contenido musical como thrillers (Walker, Sid & Nancy, Straight To Hell, I Hired a Contract Killer, Permanente Record, entre otros).

Formó al grupo The Latino Rockabilly War, se hizo cantante y productor de los Pogues en Hell’s Ditch, estuvo en Praga con la banda local Dirty Pictures, hizo un disco como solista (Earthquake Weather), en 1999 formó a Los Mescaleros con los que realizó tres discos (Rock Art and the X-Ray Style, Global a go-go y Streetcore) y salía constantemente de gira por el mundo.

Sin embargo, Joe murió de manera trágica en su casa de Somerset a la edad de 50 años tras sufrir un ataque cardiaco el 22 de diciembre del 2002. Al siguiente año Clash ingresó al Salón de la Fama del Rock and Roll de Cleveland.

Al morir Joe Strummer desapareció con él una parte del mito del rock and roll. En un mundo al que la industria ha querido limarle las uñas, con estrellas de plástico, imitaciones y títeres, él constituyó una de las últimas grandes excepciones.

Y también hay que repetirlo. Uno de los legados más importantes del punk, del que Clash fue trasmisor esencial (y sin duda el mejor grupo de esta época, tanto por su notable discografía como por su actitud y compromiso), se expresa con tres palabras: «¡hazlo tú mismo!».

A principios de los ochenta, las compañías disqueras independientes se multiplicaron y brindaron una oportunidad a nuevos grupos de los que nadie había oído jamás. Productos de una escena alternativa activa y prolífica, Nirvana y Sonic Youth grabaron sus primeros discos en este entorno.

Herederos directos de cierta visión de la música, un buen número de estos grupos rondaron las listas después, como Green Day, Rancid, Offspring, Foo Fighters, NOFX, Pearl Jam, Soundgarden, L7, Pixies…

El movimiento punk no costó casi nada y dio a conocer a la persona inconforme, porque ¿a dónde quería llevar la revuelta primero esbozada por los Pistols y luego fundamentada por Clash? A destituir a la reina Elizabeth y a su régimen que privilegiaba a los ricos.

Fue el regalo que se le deseaba presentar en el año de su Silver Jubilee, sus 25 años de reinado pomposo. Mientras que el joven príncipe Carlos ya era ridiculizado por la prensa, que lo describía ligándose torpemente a sus primeras cortesanas. Por todas partes, los graffiti anunciaban la tónica: «English Civil War”. Crimen de lesa majestad. Nunca se difundió por la radio ni la televisión.

El rock (a través de sus distintas manifestaciones, el punk, en este caso) nunca ha pretendido sostener una verdadera revolución, aunque a menudo exhorta a la insurrección. Como todo arte, no es más que el reflejo, la expresión de una realidad. Un medio. Una voz. Pero ¿acaso en comparación han tenido los líderes políticos alguna vez el poder de cambiar al mundo? ¿De cambiar a la gente? Los punks, como Clash, sí.

VIDEO: The Clash – English Civil Wat (live 1969), YouTube (John Heston)

CANON: THE CLASH (XI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

MERCADO NEGRO Y COMBATIVO

A principios de 1980 The Clash reunió las canciones que sólo habían aparecido en sencillos e integraron Black Market Clash, una especie de antología particular y otra piel de víbora que el grupo abandonaba para continuar hacia adelante. El sencillo fue “Bank Robber”. El álbum Sandinista salió en diciembre de 1980. Seguía siendo una funda sencilla, pero en esta ocasión con tres LPs dentro al precio de dos. La compañía disquera volvió a rechinar los dientes.

Había de todo en esos discos: el reggae fue bienvenido como antes, al lado del ska, rock and roll, calypso, coros infantiles y brass band. Así como un discurso cada vez más social y político (con sus panfletos, claro está) desde el título, con su homenaje a los revolucionarios de Nicaragua.

Todas las cosas que el mismo grupo se había propuesto fueron abordadas en el controvertido álbum, que a pesar del excesivo eclecticismo tuvo momentos memorables como “Hitsville UK”, la pacifista “The Call-Up” o “Junco’s Partner”. El tema “Magnificent Seven” los hizo célebres incluso en los lugares donde aún no lo eran.

Como parte de sus devaneos, el grupo reinstaló a Bernie Rhodes como su mánager en 1981, pero mantuvieron un bajo perfil durante el resto del año antes de realizar una primera gira por tierra australianas. Al retornar a la Gran Bretaña en marzo de 1982 finalizaron un álbum con la formación original y bajo la producción de Glyn Johnes (que había trabajado con Led Zappelin y los Rolling Stones, entre otros).

Combat Rock se convirtió en todo un suceso comercial, sobre todo en la Unión Americana, donde piezas como “Should I Stay Or Should I Go?» y “Rock The Casbah” llegaron a los primeros lugares de las listas de popularidad.

Lo iconoclasta rebasó todos los límites. Con Combat Rock volvieron a la desviación estilística. Inclinados con mucha convicción hacia el rap funk invitaron a Allen Gingsberg a colaborar con ellos. “Clash estaba grabando Combat Rock cuando Strummer me mostró un montón de textos y dijo: ‘Tú eres un gran poeta, ¿podría repasar conmigo estas letras para canciones?’ Así que trabajamos juntos.

“Me dediqué particularmente a cambiar las generalizaciones por referencias específicas. Como en la pieza ‘Death Is a Star’, por ejemplo. En un inicio las letras eran algo vagas. Ni siquiera entendí la primea vez que se trataba de una canción sobre el cine de terror. Le dije a Strummer que indicara en qué ciudad tenía lugar: en Buffalo.

“En resumen, había que volverlo más preciso todo. Por cierto, era lo que me había recomendado Blake, gracias a su lectura. Y Kerouac, él incluso afirmó: ‘Los detalles de la vida son la base de la prosa’. En fin, Mick Jones me pidió que pronunciara unas cuantas palabras con la voz más baja posible en ‘Ghetto Defendant’.

“Eso fue lo que hice. Sin embargo, al regresar a mi casa me di cuenta de que lo que había dicho era incoherente, por decir poco. Entonces le hablé por teléfono a Strummer y le dije: ‘Puedo hacerlo mejor’, y volví a empezar. Incluso pude agregar algunas cosas más interesantes. Estuvo divertido”.

El grupo bajo la mano de Glyn Johns, sonó más áspero que nunca. De esta manera Clash se instaló en la historia como un grupo innovador e impredecible. El rock en toda su extensión.

En 1982 The Clash ya había producido dos discos sencillos, uno doble y uno triple, y se tenía que enfrentar a la tarea de pagar a través del último álbum por lo menos una parte de las deudas que habían acumulado con su compañía disquera (750 mil libras).

El disco llegó a las tiendas en tiempo récord, mientras los integrantes del grupo —que ya tenían serias diferencias entre ellos— ensayaban para una gira para la que aún no se vendían todos los boletos: “Know Your Rights”. Entonces el New Music Express anunció que Joe había desaparecido. Bernie Rhodes declaró que seguramente se había retirado para meditar la situación del “artista del rock socialmente comprometido en el mundo ‘light’ de hoy”.

En realidad, el propio Rhodes había tenido la idea de que Joe desapareciera un rato para fomentar el interés por el grupo. Sin embargo, Strummer exageró: “Bernie me dijo: ‘Ve a Texas, alójate con Joe Ely y háblame todos los días a las 10 de la mañana’. Pero fui a París y me pareció chistoso no comunicarme con Bernie”. Mientras Rhodes caía en la desesperación en Londres y un detective privado daba la vuelta al mundo, en balde, Joe se encontraba en casa de un amigo en París, recorría los cafés y participaba en una maratón.

Al retornar Strummer lo primero que hizo fue despedir a Headon (“se drogaba demasiado”), quien fue sustituido con Terry Chimes y salieron de gira, la cual se constituyó en un éxito masivo e incluyó la participación con los Who en su «primera despedida». Sin embargo, dentro del grupo la situación estaba muy deteriorada, las acusaciones de todo tipo volaban de uno al otro.

Al comienzo de 1983 Chimes fue reemplazado por Pete Howard (ex Cold Fish). Entonces Mick Jones cayó enfermo debido a sus adicciones. Ya no volvería. Strummer y Simonon llamaron a Vince White y Nick Sheppard (ex Cortinas) para la reconstrucción del grupo y grabar el lastimósamente superfluo Cut The Crap, que fue lanzado en 1985, con sólo dos temas intersantes: “Dirty Punk” y “This is England”. Asimismo, reapareció ya “limpio” Mick Jones, pero al frente de Big Audio Dynamite.

VIDEO: The Clash – Should I Stay or Should I Go (Official Video), YouTube (theclashVEVO)

CANON: THE CLASH (X)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

¿QUIÉN MATÓ A BAMBI?: PEPE GRILLO

 

Los Sex Pistols muy bien pudieron ser el primer grupo punk de la historia, como tal. Sin embargo, Clash fue el más importante, conceptualmente hablando.

 

El punk, como fue inventado (de forma malévola), inspirado y conducido a una conclusión formal (aunque no histórica) por McLaren, constituyó una revuelta caótica basada en una suma de contradicciones que lo sostuvieron en el sentido estético y lo condenaron a muerte en el aspecto social.

 

McLaren aprovechó que el rock era la cultura más importante para los jóvenes, quizá la única que realmente les interesaba; comprendió que para ellos todo lo demás (la moda en el vestir, la jerga, los estilos sexuales) emanaba del rock, estaba sujeto a sus parámetros o extraía su validez de él, y que éste, por lo tanto, no representaba sólo el ineludible primer principio de toda revuelta juvenil, sino el imprescindible blanco de ésta (vgr.: The Sex Pistols).

 

De cualquier manera, y a pesar de la espuria finalidad de McLaren, a muchos otros les resultó también posible trazar conexiones sociopolíticas con muchos otros blancos: de poderse iluminar la forma en que el rock se había convertido sencillamente en la pieza más reluciente del orden establecido, quizá su desmitificación desembocaría en la del sistema.

 

De tal manera, los punks emanados de tal concepto dejaron muy claro que su ataque contra el vacío del rock progresivo y del mainstream, representaba sólo un medio instintivo para un ataque mucho más perturbador contra el sexo como la mistificación tras el amor, contra el amor como la mistificación tras la familia, contra la familia como la mistificación tras el sistema de clases, contra el sistema de clases como la mistificación tras el capitalismo y, finalmente, contra la noción misma del progreso como la mistificación última tras la propia sociedad occidental de la era postindustrial (vgr.: The Clash).

 

 

Así, los pioneros de la primera hora se convirtieron en los mártires de un movimiento que, en forma subterránea y a través de etapas coloridas, siguió después su desarrollo hacia una subcultura dividida y bien delimitada, dentro de la cual pudieron subsistir una al lado de la otra, interpretaciones notablemente distintas entre sí del concepto punk, tanto en cuanto a la dirección musical como al contenido y las características externas.

 

El elemento que las unió fue, además de su condición de vida, la verdadera herencia de la revuelta original del punk: su funcionamiento único como alternativa independiente y por completo autosuficiente frente a la industria establecida del rock.

 

VIDEO: The Clash – I Fought the Law (Official Video), YouTube (theclashVEVO)

 

 

 

 

CANON: THE CLASH (IX)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

TERCERA LLAMADA…LONDON CALLING

 

Hubo que esperar al año 1979 para conocer los avances de Clash en el aspecto musical. Lo cual se dio con el lanzamiento del disco London Calling, con Guy Stevens en la producción. Tuvo lugar el 14 de diciembre. La primera canción se grabó, sin que Clash lo supiera (pensaban estar calentando motores apenas), fue “Brand New Cadillac”. Con ella mostraron que tenían el derecho a vestirse como verdaderos rockeros. Quizá porque lo eran.

 

También aparecieron para reforzar el impacto tracks como “Spanish Bombs” y “Lost in the Supermarket”. Fue un álbum doble en una funda sencilla: Clash se negó a hacerle pagar más caro a su público, aunque les resultara contraproducente y la compañía les chillara por eso.

 

La portada muestra una foto de Paul Simonon en el escenario a punto de hacer añicos su bajo. La tipografía para el título se tomó del primer LP de Elvis y se trató de un álbum que se puede reescuchar siempre con la misma emoción.

 

Y luego vinieron las giras por los Estados Unidos: “Pear Harbor 79” y “The Clash in America”. En medio, la publicación del EP The Cost of Living, que lanzó como sencillo un cover de “I Fought the Law”, de The Bobby Fuller Four’s. Durante tales tours invitaron a los hombres a quienes les admiraban algo musicalmente: Bo Diddley, Sam and Dave, Lee Dorsey, Screamin’ Jay Hawkins, Vince Taylor… todos se subieron al escenario con (o antes de) ellos. Y así el año se les fue rápido.

 

Con London Calling, el grupo se instaló en forma definitiva  en la historia de la música. Su adquirida sofisticación en los estudios de grabación no embotó su fuerza en absoluto. Todas las canciones compartieron madurez de visión y consistencia de carácter.

 

El grupo había partido al rock por la mitad y lo volvió sobre sí mismo, expuso sus respuestas fáciles a preguntas falsas y creó la necesidad de enfrentar con recelo toda la cultura popular. Las ideas acerca de cómo llegar de un sitio a otro en el rock fueron suspendidas y reacuñadas.

 

Por él hubo que replantearse algunas preguntas: ¿Puede juzgarse al rock por su apariencia? ¿Cuál es la relación entre manipulación e inocencia? ¿Entre la anarquía y el capitalismo? ¿Qué sucede cuando se separa al rock de la política? ¿Qué pasa cuando se juntan? ¿Son regresivos el interés por la técnica y el primitivismo autolimitante?

 

         

No obstante, en general para 1980 el huracán ya había pasado. El punk se disolvió quedando sólo como una brisa fresca (cuya estela esencial perdurará en las siguientes décadas). La industria cooptó el movimiento y lo neutralizó.

 

Hacen acto de presencia masiva y al mismo tiempo, la neurastenia pop de los ochenta, la restauración y la Dama de Hierro, Maggie Thatcher, para calmar los fervores rebeldes. La droga se encuentra por todas partes. La muerte prematura de Sid Vicious y Nancy Spungen se erige en símbolo de la época.

 

El punk fue un fenómeno musical y social que se manifestó a mediados de los años setenta como reacción contra el pop artificioso, el rock progresivo y el sinfónico, emparejado con el descontento social de una nueva generación de jóvenes, particularmente en Inglaterra, país atormentado por una tradicional conciencia de clases y por el retroceso económico.

 

Dicha reacción se expresa a través de una música que parte de su forma más sencilla: el rock and roll (al igual que en 1953 y en 1962). Salvaje, enardecido, enérgico y provisto de textos que se distancian de todo lo relacionado con la autoridad y la opresión, en esta ocasión también por parte de la industria del disco.

 

Desde luego no falta la imagen «escandalizadora» (cabello corto y parado, ropa desgarrada, cuero negro, insignias, aretes, tatuajes, adornos sadomasoquistas), pero mayor importancia reviste la mentalidad prevaleciente del «hazlo tú mismo», que por medio de expresiones tangibles como fanzines, clubes alternativos y disqueras independientes tiene consecuencias enormes y a la larga constituirá la verdadera fuerza de esta explosión de caos y rebelión.

 

Este aspecto de la revolución punk, difundido a través de la tendencia más amplia del new wave, es el que tiene una influencia duradera y eficaz en la evolución posterior de la historia del rock, en vista de que devuelve un poco de poder a los artistas, echa a andar la descentralización de la industria musical y, en términos generales, estimula el trabajo autónomo y la creatividad.

 

De esta manera, la corriente asegura su permanencia y transformación en subcultura activa, mucho tiempo después de que la primera ola del punk se hiciera pedazos por su propio carácter anárquico, no controlado y por ello sumamente vulnerable.

 

Conforme en todo al eslogan «Cash from Chaos», con el que el empresario Malcolm McLaren había lanzado su creación, de manera inevitable el comercio y la industria encajonan al fenómeno, lo planchan y lo preparan para la venta, justo al inicio de los ochenta.

 

VIDEO: The Clash – London Calling (Official Viseo), YouTube (theclashVEVO)

 

 

 

 

CANON: THE CLASH (VIII)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

PROHIBIDO PROVOCAR

 

¿En qué radicó, pues, el espíritu punk, su actitud? Digamos que fue la del pequeño que decidió no dejarse impresionar por los grandes y afirmó: «No quiero un puto Rolls Royce, jódanse». El diccionario decía: «Punk: persona sin valor». Sin embargo, lo que le faltó explicar a la acepción fue que esa persona estaba orgullosa de serlo.

 

Con orgullo y la capacidad de burlarse de sí, los punks adoptaron este término familiar. Con sentido del humor. Y la decisión de no permitir que los ricos se apropiaran del mundo, comenzando por el rock, el vehículo de la identidad. El espíritu del rock desde tiempo atrás había dejado de pertenecer a las estrellas del mismo.

 

«El movimiento punk fue un combate contra el sistema, la sociedad y el orden establecido. No obstante, en lugar de salir a la calle para pelearnos a golpes, preferimos empuñar nuestras guitarras… Por primera vez tuvimos la impresión de que cualquiera podía crear un grupo, salir al escenario y escapar del desempleo o del futbol en el que se escudaban los skinheads» (Joe Strummer).

 

En Inglaterra a esto lo llamaron PROVOCACIÓN.

La estética del kitsch, adquirió la calidad de símbolo en 1977. Y el tema «Complete Control» de Clash fue una queja muy realista durante esta era. Se comenzó por transformar el uso del cabello para no ser confundido con un fan de Pink Floyd; se le tiñó de colores y se moldeó a tijeretazos para no serlo con los Bee Gees, Travolta y el fenómeno superconformista de la música Disco. La zanja quedó abierta.

 

Los punks se cuidaron mucho de no dejarse confundir con esos acicalados. Ni tampoco con los skinheads. Ni con los teddy boys (rockeros reaccionarios que ya fastidiaban a los mods en Brighton desde 1966 y que atacaron a los punks con batallones formados sobre la King’s Road en 1977). El pelo fue su señal de salida al pensamiento libre.

 

Bob Marley se instaló en Londres después de sufrir un atentado en Jamaica. Inmediatamente grabó “Punky Reggae Party” con Lee «Scratch» Perry, como muestra de solidaridad. Entre revolucionarios hay que ayudarse. La industria disquera se siente amenazada, y con razón, por los sellos independientes que prosperan.

 

 

El segundo LP de Clash, Give ‘Em Enough Rope (1978), sería producido por Sandy Pearlman, el mentor del Blue Öyster Cult y de los Dictators. Después de haberle escupido a los Estados Unidos, el grupo se clava de cabeza en el medio con un rock muy pesado (“Safe European Song”, “English Civil War”, “Tommy Gun”, “Julie’s in the Drug Squad”) y con la equilibrante “Stay Free”, quizá su canción más bella, en la que Mick Jones evoca a sus amigos de la infancia convertidos en muchachos rudos que, después de un asalto mal logrado se la pasan tres años en la cárcel de Brixton.

 

Las giras se sucedieron, lo mismo que el exceso en el consumo de la coca y otras sustancias, así como el despido del mánager Rhodes en favor de Caroline Coon. Paul Simonon se hizo tatuar y provocó que todo mundo cambiara entonces de uniforme. Tras la ropa de cuero, llegaron las botas Harley y otros símbolos del rock and roll.

 

La película Rude Boy fue filmada por ese entonces, un testimonio en el que se les pudo ver tal como eran entonces: en 1978. La cinta saldría mucho después, pero hablaría de ese periodo. En Give ‘Em Enough Rope mostraron en pleno su estilo de garage y algunas de sus mejores piezas.

 

En los Estados Unidos, los críticos se volvieron locos con el disco: “violencia creativa”, comentaron. El éxito de todas formas se impuso a pesar del malestar por su anterior manifiesto, “I’m So Bored with the United States”, y el álbum se escuchó por doquier en la Unión Americana, el mercado más grande de discos del mundo.

 

VIDEO: The Clash – Tommy Gun (Official Video), YouTube (theclashVEVO)

 

 

 

 

CANON: THE CLASH (VII)

Por SERGIO MONSALVO C.

¿ARDE LONDRES?

 

Con su insistencia en los estándares bizarros y desdeñosos de la decencia, el punk despedazó la máscara de la cultura dominante; su misma falta de naturalidad dio a su propia cultura el aspecto de un truco, como resultado de una economía de sobrevivencia.

 

El cabello cruelmente teñido y tijereteado, los rostros mutilados por el piercing, atuendos sadomasoquistas (tomados, por supuesto, de los estantes de McLaren, como era justo) y ropa desgarrada —un estilo lumpen que sacaba a la luz del día la noche de los muertos vivientes— trazaron límites, separaron a los jóvenes de los viejos y a los jóvenes entre sí.

 

Todas estas cosas obligaron al establecimiento de nuevas alianzas, forjaron nuevas identidades y, al anunciar que estaban cerradas todas las posibilidades, despejaron vías de negación y afirmación que un año antes no existían ni siquiera como fantasías. Fue una revuelta estilística y el estilo de la revuelta al mismo tiempo.

 

Centrado totalmente en Londres, el punk se expandió por el Reino Unido y su exigencia de atención mundial no conoció restricciones: en sentido musical y político se manifestaba como heraldo de las cosas por venir, de todo lo temido y de todo lo que ni siquiera podía imaginarse.

El primer disco LP de Clash, con su nombre como título, salió a la venta el 8 de abril de 1977.  En realidad, se trataba de una antología pero también de un buen álbum. La pieza “Deny” sin duda fue inspirada en parte por Chrissie Hynde; “I’m So Bored with the United States”, a su vez, fue una canción de ruptura, de separación.

 

Strummer lo comprendía todo y escribió “London’s Burning” para la ocasión, en el departamento ilegalmente ocupado del número 42 de Orsett Terrace, sin despertar a Palmolive de las Slits, que dormía a su lado. Los conservadores periodistas del New Music Express incluso les inspiraron una canción tras leer una crónica particularmente conservadora: “Clash, el tipo de banda de garage que haría bien en regresar rápido a su garage”, comentaron algunos críticos. “Somos una banda de garage de garagelandia…, pues sólo quienes viven en la calle conocen la verdad”, respondió Joe.

 

 

The Clash, con Mick Jones y Joe Strummer al frente, se sube justo a tiempo al tren del punk y con su debut, The Clash (CBS, 1977), llevan al punto de ira a la juventud inglesa. «White Riot», «London’s Burning» y «Remote Control» conjuran la rebelión, mientras que «Police and Thieves» marca la primera aparición de ritmos reggaeseros en un disco de punk.

 

Eran canciones que explotaban en un frenesí de humor sarcástico. Los temas abordaron desde el desempleo hasta la música undergruond, el imperialismo y la rebelión.

 

Las grandes tiendas se niegan a vender los nuevos discos. Todos los grupos punks, como Clash, se benefician de esta publicidad, pero también padecen la propaganda de su olor a azufre. Son humillados, censurados y acusados de nazis. El cantante de los Stranglers fue arrestado en el escenario porque llevaba puesta una playera con el emblema «Fuck». Johnny Rotten fue agredido a navajazos por neonazis en un estacionamiento.

 

Joe Strummer multiplicó sus declaraciones públicas a fin de distanciarse de la extrema derecha marginal, de los skinheads que el Frente Nacional trata de vincular con esta explosión popular. Porque eso es. El punk se convirtió en un fenómeno. Un relámpago deslumbrante, una toma de conciencia respaldada por música excitante. Casi una revolución.

 

En el punk, el diálogo entre la juventud negra y la juventud blanca inglesa asumió una forma explícita, como quedó probado por el apoyo que muchos seguidores dieron a la campaña «Rock contra el racismo». Éstos bailaron al son del reggae, emularon los estilos de los negros y se vieron a sí mismos, al igual que los negros, excluidos de la cultura británica dominante.

 

El intento punk por expresar una afinidad con la cultura rasta y el reggae mediante la subversión de los símbolos del nacionalismo (por ejemplo, el uso iconoclasta de la bandera inglesa y de la imagen de la cabeza de la reina) y mediante el trazado de paralelismos entre la experiencia del racismo y la de los blancos desposeídos en una canción como «White Riot» de Clash, contuvo ambigüedades que fueron susceptibles a la manipulación fascista.

 

Tales contradicciones no resultaban sorprendentes, dado que el punk nació de la misma crisis social y económica que produjo el surgimiento de la actividad del ala derecha nacionalista. Pues la impotencia, el deseo de impactar y el sentimiento de ira ante la presunción oficial expresados por el colectivo punk más ligado a la clase trabajadora, eran precisamente los mismos motivos y sentimientos que empujaron a los jóvenes blancos sin poder y sin empleo hacia el racismo organizado: los skinheads.

 

La frase del día en Inglaterra: “I WANNA RIOT”.

 

VIDEO: The Clash – Remote control (Live at Mont de Marsan – France…), YouTube (RottenAndVicious)

 

 

 

 

CANON: THE CLASH (VI)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

EL 18 BRUMARIO DE 1977

 

La gira “Anarchy in the UK” comenzó. The Clash participaría en ella con Rob Harper en la batería. Y, cuando todo el grupo pensó que los contrataría la compañía Polydor, Bernie Rhodes pasó a verlos un día y les dijo: “Va a ser con la CBS, tienen media hora para firmar. ¡Rápido!”. Así que fueron a la CBS, donde fueron recibidos como… punks: “Aquí tienen una oficina, pueden romper todo lo que hay adentro, se les deducirá de sus regalías. Pero aparte de esta oficina no tienen permitido tocar nada y no deben violar a ninguna secretaria”.

 

Los CBS Studios estaban  ubicados en Withfield Street. Ahí grabaron el primer EP y el primer LP, con Micky Foote como productor. Tres sesiones en cuatro días. Terry Chimes aceptó regresar para grabar el álbum. En cuanto a Simonon, le pintaron el nombre de cada nota sobre el mango del bajo, lo que le permitió saber vagamente dónde colocar los dedos.

 

“Se trataba del estudio donde se había grabado Raw Power de los Stooges, lo cual fue suficiente para mí”, comentaría Mick Jones a la postre. El EP salió el 18 de marzo de 1977. Contenía “White Riot” y “1977”: los punks eran literalmente cazados por cualquiera en la capital británica. Nada parecido a la historia de Elvis o los Beatles. En las calles también ya estaba en marcha algo parecido a una guerra civil.

 

LA REVUELTA TUZADA

El punk como tal se inició como un movimiento artificial, producto del sentido de la moda de Malcolm McLaren (quien puso a su tienda los sucesivos nombres de Let It Rock, Too Fast to Live, Too Young to Die y Sex antes de quedarse con el de Seditionaries), de sus sueños de gloria y de su corazonada de que la comercialización de las fantasías sadomasoquistas pudiera conducir al subsecuente fenómeno mercadotécnico.

 

No obstante, cuando los vagos, marginados, desempleados y lúmpenes nacidos a mediados de los años cincuenta introdujeron sus propios rencores sociales y fantasías de evasión y saqueo en los clubes de Londres (donde al principio invadían los conciertos de otros grupos para lograr la oportunidad de ser escuchados), el punk se transformó en una cultura auténtica.

 

En el contexto del apabullante desempleo juvenil, la creciente violencia callejera entre neofascistas, inmigrantes negros, la policía y los socialistas, además de la enervante escena Disco, el punk cuajó en pocos meses toda una suma de signos visuales y verbales: signos que eran al mismo tiempo opacos y transparentes, dependiendo de quién los observara.

         

El punk reveló odios y deseos tan intensos que su aparición amenazó la legitimidad del orden social y descubrió el carácter tiránico de este último, de la misma manera en que la clasificación escabrosa de la música amenazó la legitimidad del rock mainstream y evidenció el carácter tiránico de éste.

 

Asimismo, al descartar por estériles todos los instrumentos salvo la guitarra, el bajo y la batería, como atavíos elitistas del profesionalismo y el culto a la técnica, se trató del sonido más adecuado para expresar la ira y la frustración; para enfocar el caos, dramatizar cada día como vida cotidiana y compendiar todas las emociones en la angosta brecha entre una mirada fija y vacía y una sonrisa burlona.

 

 

El guitarrista producía una línea de fuego para cubrir al cantante, mientras que la sección rítmica los enclaustraba a ambos en una cabina de baja presión y, en respuesta a lo que se percibía como el congelamiento totalitario del mundo moderno, la música parecía una versión de eso mismo. Fue el primer movimiento que apuntó su ira al punto justo: contra quienes detentaban el poder, tanto social como musicalmente.

         

EL PUNK VS EL DEMONIO FASCISTA

 

En lo social, el punk se opuso al creciente racismo del Frente Nacional neonazi, se alineó con los jamaicanos londinenses y buscó justificación, estrategia, sabiduría y valor en el apocalipsis y la antipolítica del reggae. Lo que el punk extrajo del reggae y sus soberanos rastafaris fue la idea de la autodeterminación dentro de una nación percibida como prisión, y el concepto paradójico de la guerra de clases definido en términos totalmente culturales: una lucha que presentaría a los sustentadores del poder peticiones que ningún gobierno podría cumplir jamás.

 

Estoica y al mismo tiempo procaz era una lucha que de hecho no podía ser revolucionaria (sin objetivos concretos), pero sí completamente subversiva. Sin embargo, los veneros del reggae en el fondo eran religiosos, y no existía la África mítica que el punk pudiera buscar como imagen de la redención. De tal manera, el punk agregó una contradicción particular a su conjunto de contradicciones: el nihilismo.

 

VIDEO: The Clash – London’s Burning (live), YouTube (Joe Mullan)

 

 

 

 

CANON: BRIAN WILSON (82 AÑOS, 7 MOMENTOS)

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

La melodía, esa sucesión de sonidos que le da identidad y significado a una sonoridad en particular, fue el leit motiv en la turbulenta vida de Brian Wilson, un genio de la música popular, que en junio del 2025 dijo adiós al mundo a los 82 años de edad (infinitas gracias a este gigante por sus piezas).

 

La melodía es lo que había sacado a flote la mente, muchas veces extraviada en mares de inestabilidad, del considerado uno de los compositores más importantes e innovadores del siglo XX.

 

Y fue, también, el elemento que lo hizo evolucionar como artista y concatenarse estéticamente con personajes semejantes a lo largo de su dilatada carrera. He aquí, a continuación, siete momentos, necesariamente simplificados, de tal evolución.

 

 

  1. I) La originalidad del dúo Jan & Dean, formado por Jan Berry y Dean Torrence, emergió en 1958 con los arreglos, las armonías vocales, coros y el uso del falsete. Su música fue un auténtico soundtrack de la diversión veraniega: canciones llenas de briza marina, rayos de sol, olas, tablas de surf, bikinis, fiestas playeras nocturnas y carreras de coches (“Baby Talk”, “Dead Man’s Curve” o “Jennie Lee”, entre otras).

 

La aparente superficialidad temática estaba apoyada por la producción cuidada, nítida y compleja de Jan Berry. Su trabajo impactó al jovencísimo californiano Brian Wilson, que se volvió amigo de Berry y logró colaborar en la construcción de algunos éxitos del dúo (como “Surf City”).

 

Ellos fueron una influencia determinante en Wilson (con su omnipresente y decisiva atmósfera conceptual), además de su admiración por los grupos vocales como The Four Freshmen.

 

II) Brian y sus hermanos (Dennis y Carl) decidieron fundar un grupo semejante junto a su primo Mike Love y Alan Jardine. Meses después, como The Beach Boys, grabaron «Surfin'» para Candix Records a fines de 1961. La canción de Brian apuntaló la imagen del grupo: muchachos alegres para quienes la vida significaba ir a la playa, andar en coche, ligarse a las jóvenes y surfear.

 

Luego, el padre de los Wilson les consiguió un contrato con Capitol y los hits se sucedieron uno tras otro, al igual que las giras. «Surfin’ USA», como ejemplo, manifestó las raíces de Brian. La pieza fue copiada prácticamente nota por nota de «Sweet Little Sixteen» de Chuck Berry a la que le agregó armonías vocales como los Four Freshmen, adaptó el texto a sus propias ideas y creó así una producción de sonido ligero.

 

El estilo se convirtió en un patrón temático y musical para el nuevo género en los Estados Unidos, el surf. A fines de 1964, Brian Wilson sufrió un colapso nervioso. Las continuas presentaciones, la violencia paterna y la obligación de firmar éxitos nuevos fueron demasiado para él. Así que decidió concentrarse en el trabajo de estudio.

 

 

III) La otra influencia marcada de Wilson fue Phil Spector. Precursor del pop barroco. Creador de innumerables joyas de las Crystals, Darlene Love, las Ronettes, los Blue Jeans… Generador del éxito instantáneo que le depararía una permanencia sonora eterna. Con él se erigió la leyenda del “Wall of Sound” (Muro de Sonido) y la de su prestigio como productor genial. Dotaba a las composiciones de su sonido (incluidas múltiples pistas de acompañamiento superpuestas para abrumar al oyente: inquietudes y emociones juveniles respaldadas con pop orquestal o con instrumentos de la misma).

 

The Beach Boys Today! (de 1965), álbum bajo la producción total de Wilson, está considerado el primero de gran calidad musical compuesto por Brian. Era innovador en los arreglos (basados en la obra de Spector). Wilson abandonó las temáticas del surf y de autos.

 

Las letras eran, sí, sobre amor adolescente, pero eran canciones mucho más profundas, con interesantes arreglos así como desgarradoras armonías y melodías, como las de su maestro.

 

VIDEO: Good Vibrations – The Beach Boys (Stereo mix), YouTube (jpezeta)

 

  1. IV) Mientras el resto del grupo andaba de gira, Brian se dedicó a preparar el L.P. Pet Sounds (Capitol, 1966), que se convirtió en su proyecto solista. Hoy, todo historiador, estudioso y crítico del rock, está de acuerdo en que este disco representa una obra maestra y la culminación de ideas del mastermind de los Beach Boys.

 

En tal disco el pop sinfónico de Brian Wilson y los textos poéticos de Tony Asher están ya muy lejos de las canciones de surf en los que el grupo había fundado su éxito hasta ese momento. El público (atónito), la disquera (medroza) y sobre todo los demás miembros del grupo (estrechos de miras y en contra, por lo mismo) tuvieron que acostumbrarse al repentino cambio de curso.

 

Las ventas del álbum fueron un poco decepcionantes al principio, aunque «Sloop John B», «Wouldn’t It Be Nice» y «God Only Knows» fueron grandes éxitos. Y no fue sino hasta en los años siguientes, cuando los Beatles siguieron el mismo camino con el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que se comprendió en el mundo la importancia de Pet Sounds.

 

 

  1. V) Tras Pet Sounds Brian pensó en un proyecto aún más ambicioso, Smiley Smile (en 1967). El núcleo central era una oda a los elementos: tierra, viento, luz, agua y fuego. A pesar de la admiración causada con su anterior obra en los mismísimos Beatles (por las exquisitas voces, la brillantez de su producción, las posibilidades de mejores estudios de grabación, sin olvidar los imaginativos arreglos y las sublimes composiciones, que ya reflexionaban sobre el paso del paraíso juvenil a la madurez), el entorno no compartía su anhelo creativo y pugnaba por el retorno a la antigua senda.

 

La situación no ayudaba a la de por sí frágil psique de Brian, quien llamó como letrista a Van Dyke Parks. A la colaboración no contribuyó que durante las sesiones Wilson consumiera ingentes cantidades de marihuana, anfetaminas y LSD, generándose un ambiente de alta tensión.

 

Brian no lo aguantó y se olvidó de la obra Smile (originalmente, Dumb angel), que quedó inconclusa y quemada en parte, por él mismo, aunque al final se rescataron algunos temas ya producidos por él (para Smiley Smile), como el que sería el pináculo del grupo: Good vibrations.

 

 

  1. VI) Smile quedó como el más famoso álbum inacabado. Sin embargo, en el 2004 (casi 40 años después), Wilson retomó el proyecto como solista, grabándolo de nuevo y editándolo como Brian Wilson presents Smile. Revisó y articuló meticulosamente las 70 bobinas -de cuatro y ocho pistas- que se conservaban.

 

El ya publicado Smile muestra una labor titánica. En él Wilson mostró su fascinación por lo que llamaba en aquel entonces «grabaciones modulares»: pequeños fragmentos musicales que luego encajaría en un collage. También le encantaban los efectos de sonido o los ruidos aptos para ser integrados a la música.

 

Lo que descubrimos hoy, al escucharlo, es a un grupo en expansión, explorando delicadas orquestaciones, lejos del impacto apabullante de Phil Spector. Se trata de un pop fantasioso, que solo en tiempos recientes se ha convertido en tendencia, con grupos como Flaming Lips o Animal Collective. Algunos lo llamarán psicodelia pero en el fondo era una extensión del trabajo de gente como Aaron Copland o George Gershwin.

 

 

VII) Los herederos de George Gershwin autorizaron a Brian Wilson a que completara dos canciones inacabadas, a su vez, en las que Gershwin trabajaba en el momento de su muerte, en 1937: “The Like In I Love You” y  “Nothing But Love”. Ambas formaron parte del nuevo trabajo de Wilson como solista que apareció en el 2010: Brian Wilson Reimagines Gershwin.

 

En palabras del propio Wilson: “Gershwin tenía un don para la melodía que nadie ha igualado, su música es intemporal y siempre accesible. Este es el proyecto más espiritual en el que he trabajado”.

 

(Tras ello continuó con una labor semejante al ser llamado para hacer sus propias versiones sobre las piezas musicales de las películas de Walt Disney. El resultado: In the Key of Disney. Fantasía pura.)

 

 

Sin duda, Gershwin dotó a las canciones de grandes invenciones armónicas y fue pionero en emplear ritmos del jazz en sus composiciones clásicas. La conexión con Brian Wilson, otro maestro de los arreglos musicales (hacedor del monumental Pet Sounds), es más que interesante.

 

Sirva el hecho para reconocer la labor de dos hombres que ahora están unidos tanto por un disco como por su lugar en el Pantheon de la Música, pero que por su cuenta, en épocas distintas, dotaron a la música popular de un cuidado mundo compositivo. Wilson y Gershwin, unidos por el don de la melodía.

 

VIDEO:  Brian Wilson Reimagines Gershwin – ‘The Like In Love You’, YouTube (russeliphilip)

 

 

CANON: THE CLASH (V)

Por SERGIO MONSALVO C.

NIDO DE RATAS

 

A The Clash se le pudo ver y oír tempranamente en el número 22 de la Davis Road, en Sheperds Bush. Ahí ensayaban al principio, en el departamento ilegalmente ocupado por Viv Albertine; en la casa de la abuela de Mick Jones en Wilmcote House, donde Chrissie Hynde también ensayaba con frecuencia; y en Camden Town, en otro departamento ilegalmente ocupado, en este caso por Bernie Rhodes, sitio al que llamaron “Reharsal Reharsals” y que muy pronto fue reclamado y “decorado” por Simonon.

 

Al poco tiempo despidieron a James (que se fue para formar Generation X con Billy Idol, y luego con Sigue Sigue Sputnik), llamaron para suplirlo a Tony Crimes (Terry Chines). “Probamos a todos los bateristas de la zona, les cortamos el pelo y ensayamos con ellos, pero Terry era el mejor”, según diría a la postre Mick Jones. El 4 de julio dieron su primer concierto con los Sex Pistols en el Black Swan de Sheffield, si bien su debut oficial tuvo lugar en el Reharsal Rearsals el 13 de agosto de 1976. En octubre Clash encontró a su formación casi definitiva: Mick Jones, Paul Simonon y Joe Strummer y nadie más.

 

Los Buzzcocks ensayaban con ellos, luego llegó Roadent, acabado de salir tras 14 días en la cárcel que les ayudaría como roadie y en diferentes cosas, al igual que “The Baker”, un tipo del Subway Sect Contingent quien se quedaría con ellos. Paul, Joe y Roadent ya vivían en el Reharsal. Se conectaron a la luz del departamento ubicado dos pisos debajo del suyo y dejaban prendida la estufa todo el tiempo para no morirse de frío.

 

Un viejo amplificador AC 30 tocaba a Tapper Zukie, Big Youth y Dr Alimantado de día y de noche. En Portobello se compraban chamarras de cuero baratas en colores rosa, azul, morado o verde fluorescente, y arreglaban su ropa a la Jackson Pollock, agregando slogans como “Hate and War” o “Creative Violence”. La palabra “punk” ya estaba en todas las bocas. Incluso en las más conservadoras. Las primeras sesiones de grabación tuvieron lugar entonces.

 

VAGABUNDOS AL BANQUETE

El acontecimiento se dio en el estudio de Polydor con Guy Stevens, un productor que había trabajado con Mott The Hoople y a los Small Faces, entre otros. Grabaron cinco canciones: “1977”, “Janie Jones”, “Career Opportunities”, “White Riot” y “London’s Burning”, pero ninguna vería la luz en esa compañía.

 

Entonces, Terry Chimes se separó de ellos. Estaba harto de las botellas que el público les aventaba en todos los conciertos, así como de la “política”, como él le decía. Dicho de manera más sencilla y citando a Mick Jones: “A Terry no le interesaba el punk, sólo tocar la batería y ganar dinero para comprarse un Roll’s Royce” y eso molestaba mucho a Strummer.

 

El primer «festival» punk fue realizado en el otoño de 1976 en el minúsculo 100 Club de Oxford Street y desató la ira de la prensa. «No saben tocar», tronaba el periódico New Musical Express. El Melody Maker exclamaba: «Son vulgares y le escupen al público.» (Que terminó por pagarles con la misma moneda. Las batallas de escupitajos durante los conciertos, lanzados por los acelerados, histéricos y descarados músicos de las diferentes bandas, muy pronto se convirtieron en un cliché del punk.) La música era caótica y nerviosa.

 

 

Se inauguró también el Roxy Club, el primero dedicado al punk. El DJ del mismo era un rasta que, a falta de discos punks (aún inexistentes), ponía mucho reggae. Por primera vez, una generación negra inglesa se encontró con los blancos, con la música como interés común. Faltaba poco para que se eligiera a Margaret Thatcher como primera ministro.

 

En ese mismo momento en Nueva York, los Ramones también realizaban un esfuerzo estilístico. Piezas cortas, nada de técnica ni de solos. Energía pura. También se les criticó en la prensa musical: «No saben tocar.» Sin embargo, sus lectores más jóvenes leyeron entre líneas: «Por fin un grupo que provoca críticas, algo distinto a Genesis y Peter Gabriel”.

 

El primer disco de 45 rpm de los Damned, ultrarrápido, salió con Skydog, la legendaria marca de Marc Zermati. Sin embargo, la verdadera explosión social ocurrió con el manifiesto Anarchy in the U.K., el primer EP de los Sex Pistols.

 

La palabra del día en Inglaterra: DESTROY.

 

Como lo había previsto McLaren, la provocación rindió frutos y la trasnacional compañía EMI pago adelantos consistentes a los Pistols. El disco salió con una funda negra. Enseguida fue prohibido. Las letras sugerían insurrección, antinacionalismo, falta de sumisión, anticlericalismo y revuelta: justo lo que obtienen las autoridades en respuesta a sus prohibiciones. El joven público se escandaliza por la injusticia y nace así el movimiento punk. EMI echa a los Pistols y McLaren se guarda el dinero.

 

Su golpe ha dado resultado. Y reanuda el ataque con más fuerza todavía al crear la versión punk del himno inglés «God Save the Queen», que presenta a la compañía A&M. Diez años después del fabuloso himno estadounidense interpretado por Hendrix en Woodstock. «La reina no es un ser humano/ su régimen es fascista/ ella no tiene futuro.»

 

El eslogan del día en Inglaterra: NO FUTURE.

 

Un eslogan que las creencias populares aplican a la generación punk misma, en realidad se dirige contra la monarquía británica imperialista y su aire de respetabilidad, contra la derecha y el Partido Conservador, que siguen en el poder.

 

VIDEO: The Clash – 1977 Single Version (1977 Single), YouTube (Tifeldig123)