Por SERGIO MONSALVO C.

EL 18 BRUMARIO DE 1977
La gira “Anarchy in the UK” comenzó. The Clash participaría en ella con Rob Harper en la batería. Y, cuando todo el grupo pensó que los contrataría la compañía Polydor, Bernie Rhodes pasó a verlos un día y les dijo: “Va a ser con la CBS, tienen media hora para firmar. ¡Rápido!”. Así que fueron a la CBS, donde fueron recibidos como… punks: “Aquí tienen una oficina, pueden romper todo lo que hay adentro, se les deducirá de sus regalías. Pero aparte de esta oficina no tienen permitido tocar nada y no deben violar a ninguna secretaria”.
Los CBS Studios estaban ubicados en Withfield Street. Ahí grabaron el primer EP y el primer LP, con Micky Foote como productor. Tres sesiones en cuatro días. Terry Chimes aceptó regresar para grabar el álbum. En cuanto a Simonon, le pintaron el nombre de cada nota sobre el mango del bajo, lo que le permitió saber vagamente dónde colocar los dedos.
“Se trataba del estudio donde se había grabado Raw Power de los Stooges, lo cual fue suficiente para mí”, comentaría Mick Jones a la postre. El EP salió el 18 de marzo de 1977. Contenía “White Riot” y “1977”: los punks eran literalmente cazados por cualquiera en la capital británica. Nada parecido a la historia de Elvis o los Beatles. En las calles también ya estaba en marcha algo parecido a una guerra civil.
LA REVUELTA TUZADA
El punk como tal se inició como un movimiento artificial, producto del sentido de la moda de Malcolm McLaren (quien puso a su tienda los sucesivos nombres de Let It Rock, Too Fast to Live, Too Young to Die y Sex antes de quedarse con el de Seditionaries), de sus sueños de gloria y de su corazonada de que la comercialización de las fantasías sadomasoquistas pudiera conducir al subsecuente fenómeno mercadotécnico.
No obstante, cuando los vagos, marginados, desempleados y lúmpenes nacidos a mediados de los años cincuenta introdujeron sus propios rencores sociales y fantasías de evasión y saqueo en los clubes de Londres (donde al principio invadían los conciertos de otros grupos para lograr la oportunidad de ser escuchados), el punk se transformó en una cultura auténtica.
En el contexto del apabullante desempleo juvenil, la creciente violencia callejera entre neofascistas, inmigrantes negros, la policía y los socialistas, además de la enervante escena Disco, el punk cuajó en pocos meses toda una suma de signos visuales y verbales: signos que eran al mismo tiempo opacos y transparentes, dependiendo de quién los observara.
El punk reveló odios y deseos tan intensos que su aparición amenazó la legitimidad del orden social y descubrió el carácter tiránico de este último, de la misma manera en que la clasificación escabrosa de la música amenazó la legitimidad del rock mainstream y evidenció el carácter tiránico de éste.
Asimismo, al descartar por estériles todos los instrumentos salvo la guitarra, el bajo y la batería, como atavíos elitistas del profesionalismo y el culto a la técnica, se trató del sonido más adecuado para expresar la ira y la frustración; para enfocar el caos, dramatizar cada día como vida cotidiana y compendiar todas las emociones en la angosta brecha entre una mirada fija y vacía y una sonrisa burlona.

El guitarrista producía una línea de fuego para cubrir al cantante, mientras que la sección rítmica los enclaustraba a ambos en una cabina de baja presión y, en respuesta a lo que se percibía como el congelamiento totalitario del mundo moderno, la música parecía una versión de eso mismo. Fue el primer movimiento que apuntó su ira al punto justo: contra quienes detentaban el poder, tanto social como musicalmente.
EL PUNK VS EL DEMONIO FASCISTA
En lo social, el punk se opuso al creciente racismo del Frente Nacional neonazi, se alineó con los jamaicanos londinenses y buscó justificación, estrategia, sabiduría y valor en el apocalipsis y la antipolítica del reggae. Lo que el punk extrajo del reggae y sus soberanos rastafaris fue la idea de la autodeterminación dentro de una nación percibida como prisión, y el concepto paradójico de la guerra de clases definido en términos totalmente culturales: una lucha que presentaría a los sustentadores del poder peticiones que ningún gobierno podría cumplir jamás.
Estoica y al mismo tiempo procaz era una lucha que de hecho no podía ser revolucionaria (sin objetivos concretos), pero sí completamente subversiva. Sin embargo, los veneros del reggae en el fondo eran religiosos, y no existía la África mítica que el punk pudiera buscar como imagen de la redención. De tal manera, el punk agregó una contradicción particular a su conjunto de contradicciones: el nihilismo.
VIDEO: The Clash – London’s Burning (live), YouTube (Joe Mullan)

