JAZZ: CLIFFORD BROWN

Por SERGIO MONSALVO C.

 

 

Hombres como Mozart, Gershwin o Clifford Brown parecen saber que disponen de un tiempo limitado. Por lo tanto, en su música, trátese de una ópera de tres horas o de una improvisación de 15 minutos, hacen que cada nota cuente, logran que cada sonido pague dividendos dobles. 

 

En los solos de Clifford Brown con la trompeta, además de hacer alarde de una técnica que casi no tiene igual en el jazz, sus acometidas sirven principalmente para romper las defensas del escucha. Una vez que queda al descubierto el corazón, «Brownie» se pone a trabajarlo con solos conmovedores de enorme profundidad emocional. 

 

La proeza técnica, por lo general mejor apreciada a nivel intelectual, en el caso de Brown incluso excedió al virtuosismo. Como sucede con los bateristas más impactantes del género, sobre todo su compañero Max Roach, o como pasa con un atleta destacado, la técnica de Brown de suyo era una experiencia emotiva.

 

Dizzy Gillespie fue el primer músico célebre en animar al joven de 19 años a insistir en su carrera escogida, allá en su ciudad de origen, Wilmington, Delaware, en 1949. Por Diz y otros, la voz se corrió hasta Charlie Parker y Art Blakey. Brown finalmente se fue de casa para realizar una gira por Europa con Lionel Hampton en 1952. 

 

Su inmortalidad fue asegurada cuando él y Max Roach fundaron un grupo fijo dirigido por los dos, el conjunto más excepcional de su momento (incluyendo al pianista Richie Powell y a Harold Land y luego Sonny Rollins en el sax tenor).  En menos de dos años grabaron cinco álbumes de música increíble (si este texto logra despertar su apetito, consígase la caja Brownie: The Complete EmArcy Recordings of Clifford Brown). 

 

La desaparición de Clifford Brown a los 25 años de edad, cuando su vida fue arrancada por la carretera (un demonio que ha causado tantas muertes entre los grandes músicos como el abuso de cualquier droga), fue una derrota singular para la comunidad del jazz. 

 

No sólo porque apenas comenzaba a explorar su vasto talento, sino porque, si bien su música expresaba todos los estados anímicos desde una animada exuberancia hasta baladas desconsoladoras (sobre todo en sus álbumes con Sarah Vaughan, Dinah Washington, Helen Merrill y cuerdas) y el blues, no conoció ni rastro de sentido trágico o pesimismo.

 

 

La vida de Clifford Brown, pues, un grande entre los jóvenes trompetistas de hard bop y jazz y célebre por la cualidad ligera y fresca de su estilo, terminó bruscamente por su trágica muerte en un accidente automovilístico. Dejó un legado comparable con el de otro trompetista muerto joven, Bix Beiderbecke.

 

Brown recibió su primera trompeta en 1945.  Estudió con Robert Lowery y tocó con Miles Davis y Fats Navarro en 1948. Hospitalizado en 1950 debido a un accidente automovilístico, grabó sus primeros discos en 1952 con un grupo de rhythm and blues, los Blue Flames de Chris Powell. 

 

En 1953 realizó unas grabaciones de estudio con el trombonista J. J. Johnson y el pianista y arreglista Tadd Dameron, antes de irse de gira por Europa con la orquesta de Lionel Hampton. Pese a la prohibición impuesta por este último a sus acompañantes en lo que a grabaciones individuales se refería, «Brownie» (el apodo de Clifford) se escabulló de un hotel en Estocolmo vía la salida de emergencia para juntarse con el trompetista Art Farmer. 

 

El solo interpretado por Brown en «Stockholm Sweetnin» de Quincy Jones es considerado un clásico. Las grabaciones efectuadas en París durante la misma gira salieron con la compañía Vogue.

 

De regreso en Nueva York, Brown grabó con Sarah Vaughan y se unió brevemente al grupo encabezado por el pianista Horace Silver y Art Blakey, antes de la formación de los Jazz Messengers. 

 

La grabación en vivo A Night at Birdland (Blue Note, 1954) muestra a Brown completamente a gusto con el hard bop, alternando con la fuerza de la batería manejada por Blakey.

 

A continuación, Brown se trasladó a Los Ángeles a fin de unirse a otro baterista de bebop, Max Roach, en un quinteto que alcanzó su cumbre con la incorporación de Sonny Rollins en 1955. La pureza y fluidez del tratamiento melódico de Brown en «Joyspring» de su propia autoría, así como en el clásico «Love Is a Many Splendored Thing», se evidencian claramente en Remember Clifford (Mercury, 1954). 

 

La composición de Rollins «Pent-up House», incluida en Three Giants (Prestige, 1956), demuestra el entendimiento perfecto que existía entre el trompetista y el saxofonista.  Cuatro días después de realizar esa grabación, Brown murió.

 

Su influencia sobrevivió en la obra de una generación más joven de trompetistas cuyos representantes más destacados fueron Freddie Hubbard, Lee Morgan y Charles Tolliver.

 

VIDEO: Clifford Brown – Oh, lady be good – Memories of you, YouTube (logudorian)