y evocamos ríos subterráneos, con lluvia que hierve,
el sonido pedregoso del inicio,
el eco de su voz o su rugido.
La sal del mar se ancla ahí, en ese mapa.
Emerge la cueva con temblor y altar en el camino.
El oxígeno, la sombra y su mediodía.
El cielo que atardece y la medianoche,
el azul y su mañana.
Paredes, cordilleras, acantilados, afluentes y zumbidos.
El ronroneo de sus matrices.
Arena y roca en el encuentro de una causa.
Viene para quedarse.
Ayuda a tus andanzas, las embellece y cura,
las energiza y protege, las armoniza y vibra.
El ojo lo fija y llena de color.
¿Qué buscas en él?
Rumia su verbo y el adentro.
Entonces su contorno hablará,
aleteará, encaminará, desbrozará,
relampagueará y avasallará.
Con él todo parecerá posible,
entenderemos y la vida salvará el instante
y cualquier hora,
como las canicas a los niños.
Hay días en que no dan ganas de ponerse las palabras,
pero sí el cristal con su alboroto de color.
Un siempre y un nunca aquí y allá.
Amarillos, verdes, azules, rojos y negros.
Su lenguaje nos arma, porque presta atención a las cosas
que se dicen una sola vez y en plegaria.
Rocío, remolino, raíz, con su ardor y leyenda.
La huella en la ceniza.
Una cumbre soleada y su sedimento de cal,
el monte como chispazo.
Rumia el cristal su lenguaje,
de cosas que inventa y repara,
pero igual calla, elige una mudez colorida
y su silencio sacude o desbarata,
fosiliza o enroca,
pero siempre, casi siempre,
posee la fuerza encantada
y sabe que te abrasa.
*Texto de presentación del volumen Crystals, de la Editorial Doble A, cuyo contenido (fotografías) ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.
Alguna vez el fotógrafo húngaro Brassaï (Gyula Halász, 1899-1984) dijo que “no se pueden atrapar las cosas de la vida, la vida misma, a través del realismo o del naturalismo, únicamente podemos hacerlo por medio de los sueños, los símbolos o la imaginación”. La serie “Gloves” posee algo de todo ello. Son fotos- partículas en las que el tiempo ha quedado detenido.
La serie es un intento de narrativa y una sucesión onírica de imágenes tan ordinarias que rompen lo lineal de la realidad para confrontarla. Los objetos atrapados ahí son como un paréntesis misterioso en medio de la cotidianidad. Entre dos hechos: un momento de súbita iluminación, un gesto único, una señal, un aviso enfocado por el guiño de una prenda.
Tales objetos huérfanos están, además, faltos de grandilocuencia, de sucesos importantes, de anécdotas colectivas. Sin embargo, resultan un indicador de que hay o hubo vida. Representan momentos intrascendentes, insustanciales, donde lo anodino es precisamente lo más sustancial de la vida, en tanto que la nutre a la hora de tratar de recordar lo distorsionante y sin glamour de un olvido, de un descuido. Los mostrados aquí son unos pequeños objetos perdidos y dispersos, y acaso con una historia que contar.
Gloves 1 – Cruzar el camino
Atravesar
con vigor
e intuición
hacia otra ruta
Gloves 2 – Catch the Sun
Atraparlo
para comprobar
si hay en él
un lugar para cada uno.
Gloves 3 – Gotcha!
La sensación de sentirse
descubierto al descubierto
con ansias de diluirse
*Texto de presentación e ilustraciones del volumen Gloves, de la Editorial Doble A, cuyo contenido (fotografías) ha sido publicado de manera seriada en el blog Con los audífonos puestos, bajo ese rubro.