Por SERGIO MONSALVO C.

La cantante Valkana Stoianova denominaba al minimalismo como un juego de “monodismo interactivo”: lo que importaba no era lo que el sonido podía representar sino la intensidad fisiológica de éste o bien, según decía La Monte Young, “Hay que adentrarse en el sonido”.
La música minimal estadounidense fue en un comienzo una música objetiva en el sentido de que, puesto que no se creaba ninguna tensión fisiológica, prevalecía una relación ambigua con el escucha. La música existía por sí misma y no tenía nada que ver con la subjetividad del escucha. La posición de este último se había vuelto ambigua: por una parte, fue liberado de la intención, pero por otra se vio reducido a un papel pasivo, a un mero sometimiento al proceso.
Steve Reich tuvo esto en mente al comentar que sólo era posible controlarlo todo mientras se estuviera dispuesto a aceptarlo todo. “¿Qué es más importante, la libertad o la manipulación?”. Liberar al escucha no parecía ser una preocupación fundamental de los compositores minimalistas. Puesto que cada instante podía ser el del principio o el final, se encontraba a discreción del escucha elegir por cuánto tiempo quería escuchar la música, pero nunca se perdería de nada por no escucharla.
Algunas personas señalaron el efecto bulldozer de esta música repetitiva, pero se trataba de una apreciación errónea, ya que dicha música invertía la posición tradicional: el tema ya no determinaba a la música, como lo había hecho en el pasado, sino que ésta determinaba al tema.
Tal inversión resultó en un desplazamiento hacia elementos extramusicales. A diferencia de la música dialéctica tradicional, la repetitiva no representaba un hecho físico, sino era la encarnación misma de este hecho.
VIDEO: Steve Reich – Music for 18 Musicians (Colcut Remix), YouTube (Coldcut)

