Por SERGIO MONSALVO C.

En esta época la lectura literaria está en dificultades. Estamos en un momento en que los lectores ya no quieren leer las grandes obras, los clásicos, por “extensos y complicados”, según las encuestas al respecto. Comienza a regir el imperio de “lo breve y fácil”.
La tendencia de la literatura actual a la simplicidad (provocada por las campañas de las editoriales mismas) se debe a que las personas se quejan (sobre todo jóvenes) de la dificultad de esos lenguajes y la densidad de los estilos. Las redes sociales e Internet han constreñido y limitado los vocabularios para beneplácito de los Estados (y sus gobiernos controladores), pues a los populistas les encanta el lenguaje simple.
Los profesores, autores y gente comprometida con la cultura, han dicho por doquier que la verdadera vía del arte y el pensamiento es el quehacer del pensamiento y eso requiere tiempo y reflexión, para dirimir las cuestiones que todo texto importante plantea.
Han expresado su temor a que las próximas generaciones pierdan valores que ha llevado muchos años conseguir, por rechazar la expansión del lenguaje y la complejidad de las tramas, ya que esa es precisamente la esencia de cualquier arte y la sociedad, sometida a los algoritmos, ha renunciado a ellas: No hay nada bueno, nada duradero y valioso que no sea difícil, las cosas sencillas son simplemente sencillas, pero las difíciles son mucho más que ellas mismas, ha escrito uno de ellos.
