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LIBRERÍA Y BANDA SONORA
Toda librería acrisola al mundo y al visitar a una de ellas (de preferencia las mejores –eso incluye algunas de segunda mano–, o las más bonitas) el hecho se convierte en único y quizá irrepetible (por las circunstancias, por el objetivo, por la compañía o falta de ella, en fin por mil y una cosas). Así me sucedió cuando viajé a la ciudad de Maastricht, para conocer a la considerada por todos como la más bella librería del planeta.
En dicha metrópoli viven sólo 125 mil habitantes, es básicamente una urbe universitaria pues en ella se halla instalada una de las mejores universidades europeas: la UniMaas; asimismo, en su área citadina tienen su sede el Instituto de Bellas Artes y la Escuela Superior de Teatro.
En las calles de sus siete barrios se realizan anualmente importantes eventos como The European Art Fair y la Kunst Tour (sobre las artes plásticas), el Carnaval Limburgués, un muestrario de Alta Cocina (Preuvenemint) o de la Moda. Es decir, la oferta ha creado un muy desarrollado y cosmopolita ambiente cultural, favorecido por su ubicación geográfica. Justo en el vértice de tres países: Bélgica, Alemania y los Países Bajos.
En dicha atmósfera, pues, se fundó la considerada la librería más hermosa del mundo que se erige en el centro de la ciudad: la Selexyz Dominicanen Boekhandel, o Selexyz, simplemente.
Viajé en tren hasta ahí y tras un agradabilísmo paseo desde la Estación Central (que destaca por sus decorados), pasando por el Grote Gracht (puente edificado por los romanos durante el periodo de César Augusto) y el Markt (mercado ambulante), se llega al centro de la ciudad, al histórico casco heredado de aquel imperio y en uno de sus callejones (Dominikanerkerkstraat #1) está ese monumento nacional neerlandés: la librería Selexyz Dominicanen, también conocida en el extranjero como la Dominicanen Church.

Ésta es una antigua iglesia gótica del siglo XIII. Fue construida en 1232 y perteneció a dicha orden religiosa, pero con el transcurso del tiempo ha sufrido cambios en su funcionamiento (en mucho gracias a la laicidad del Estado) y ha sido restaurada a través del tiempo tanto en sus estructuras como en los frescos pictóricos que alberga (con pasajes de la vida de Tomás de Aquino y pinturas del siglo XVII). Recientemente (2006) fue reconvertida en librería.
El original diseño interior de la nave, realizado por el estudio de arquitectura Merkx y Girod, (que ya la hizo objeto del Premio Lensvelt, el galardón internacional más importante en este rubro), respetó al máximo el espacio fundamental de la iglesia aprovechándolo de una manera sorprendente. Y es que la altura del techo (7.5 metros) les brindó la posibilidad de fabricar una enorme estantería con escaleras y elevadores transparentes. Lo que permite tener una visión muy amplia del lugar, transformándola en una auténtica muestra de poesía arquitectónica.
Los arquitectos neerlandeses, sin embargo, se toparon con muchas cuestiones que resolver en el arriesgado diseño, ya que solo podían hacer uso de 750 metros cuadrados de los 1200 que requerían para llevar a cabo el proyecto, y al mismo tiempo debían dejar intacto el esplendor de una iglesia medieval. Todo un reto: crear una librería con una imagen atractiva, elegante y contemporánea además de tratar de proporcionarle al conjunto un atractivo único.
De este modo, aprovecharon los techos altísimos para elaborar una estructura de varios pisos en ascenso hacia la bóveda de crucería de la nave central. Dispusieron en ella estanterías de libros, rincones de descanso para el visitante que quiera sentarse a leer y espacios para oficinas de trabajo. Dicha estructura cuenta con elevadores, escaleras y cientos de libros que ocupan sus 30 metros de largo por la altura mencionada.
En la parte baja el inmueble ha sido dotado de mesas bajas para los bestsellers, las últimas apariciones y los libros infantiles, así como de un restaurante y cafetería semicircular (en lo que fuera el púlpito, un “rincón” adecuado para el relax, decorado como un pequeño escenario gótico. En general, una síntesis de perfección que cumple con el objetivo y combina arquitectura medieval y moderna.

A esta maravilla contemporánea se le suman, además de la poética de los cambios estructurales de la edificación, la de la transformaron del libro a lo largo de la historia, la de la formación del lector en ésta época, la de la librería como centro sagrado, la del oficio del librero, de las edición de los ejemplares (incluyendo la tipografía), de la traducción, de la oferta de libros en lenguas diferentes al neerlandés, reflexiones panorámicas sobre el libro y la universidad y la valoración patrimonial acerca de todo ello con una perspectiva histórico-arquitectónica, en fin un repertorio muy ad-hoc para todo visitante.
La visita a librería semejante es un momento tan escurridizo como efímero, fugaz, para el placer estético de un instante, que de cualquier manera queda reverberando en la mente de quien tiene la fortuna de caminar por sus pasillos y recovecos y compartir con otros congregados el amor por los libros, la lectura y las librerías. Para luego, tras asimilar la experiencia, referirse a ella como un viaje artístico maravilloso y único.
VIDEO SUGERIDO: SELEXYZ DOMINICANEN MAASTRICHT, YouTube / o Dominicaner kerk – Maastricht, YouTube)


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INTRO
Es verano y pululan por doquier, pero igualmente se les encuentra en otoño, primavera o invierno. Sin embargo, es en el verano cuando junto a los experimentados de la andanza callejera aparecen también los novatos y los primerizos. Así que las calidades varían, lo mismo que las músicas que interpretan.
Los folklores de todos los continentes o la adaptación de la cultura popular global a ellos es uno de los atractivos que representan hoy en día, tanto como la variopinta instrumentación. No obstante, el jazz, lo clásico, el pop, el rock, el folklor o el hip hop siguen siendo el repertorio entre tanta mochila aventurera.
Aventura que puede perseguir varios fines. Entre lo divertido está el viaje, conocer otros países y formas de vida, autofinanciarse el conocimiento. Entre lo pragmático, para conseguir la colegiatura universitaria o un dinero extra aprovechando las vacaciones; la exposición pública de alguna destreza, idea y su perfeccionamiento; la transformación de la vida en algo alternativo, al margen social, con un objetivo existencial.
Pero la opción también puede ser patética, de sobrevivencia pura y dura, como la de muchos inmigrantes o de gente que no encuentra lugar en las ciudades, que malvive en las orillas, sin otra expectativa que resolver el día con día a expensas de una voz o un instrumento, de los permisos, de la generosidad de la gente o de la astucia para evitar la multa o el arresto.
La historia de estos músicos nació en la Provenza (antigua región del sudeste de Francia) durante el ocaso del siglo XI. El primer trovador conocido fue Guillermo de Poitiers (1071-1127). El estilo del cual fue precedente floreció a lo largo de dicha centuria, junto a sus mitos románticos y caballerescos.
Los trovadores normalmente viajaban grandes distancias y llevaban consigo noticias entre una región y otra, las cuales trasmitían con cantos en las plazas públicas de los villorrios, pueblos y ciudades, aunque también contaban costumbres y otras formas de cultura, ante el pasmo, asombro y festejo de las audiencias.
Estos personajes pertenecían mayoritariamente a la nobleza, a menudo a medio camino entre el caballero andante y cortesano y el soldado mercenario.
Con sus canciones amorosas, sobre todo, pero también con sus composiciones de propaganda a favor o en contra de uno u otro reino, sus debates sociales y, en definitiva, con su visión del mundo, iniciaron una historia cultural y política con una variedad de ejemplos que no encontramos en ningún otro documento de la época en Occidente.
A la zaga de estos personajes surgieron los juglares, que eran artistas del entretenimiento en aquella Europa medieval. Eran hombres dotados también para tocar instrumentos musicales, cantar y contar historias o leyendas.

Se diferenciaban de los trovadores por sus orígenes humildes y por tener como fin entretener (el término, además de los cantores, abarcaba también a los saltimbanquis, a los lanzadores de cuchillos, equilibristas, domadores, etcétera) y no ser autores de sus versos. Éstos últimos, eran generalmente copias de versificaciones de trovadores arregladas por ellos mismos, aunque sí llegaron a existir quienes componían sus propias obras.
Dentro de la primera etapa del siglo XII y la primera mitad del siglo XIII predominaron los juglares épicos (poetas cultos en realidad) que normalmente recitaban tiradas y fragmentos de poesía narrativa o biográfica. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XIII y en el siglo XIV predominaron más los juglares líricos que recitaban la llamada «poesía cortesana».
Las diferencias, pues, entre trovador y juglar estuvieron bien marcadas: el primero era un poeta lírico de condición social elevada, que se acompañaba de una melodía fija y cuyo texto se fijaba por escrito y no se transmitía con variantes, además de que no necesitaba utilizar sus facultades artísticas como medio de vida.
El juglar, por su parte, llevaba una vida ambulante, recitaba con una entonación específica de acuerdo a la temática, memorizaba los textos e incluso improvisaba a partir de determinados motivos. Además, podía ayudarse con la mímica y la dramatización. La suya se trataba de una narrativa de transmisión oral y carácter folclórico o popular.
Sin embargo, a veces hubo mezclas entre los dos conceptos. Los primeros llegaron a dramatizar en ocasiones y los segundos incluían entre su repertorio las creaciones de los trovadores.
El epítome de aquellos oficios se dio con François Villon, poeta culto francés que vivió y cantó en París a mediados del siglo XV. La aventura le dictaba sus escritos acerca del amor y sus desventuras, de lo bello y su pérdida, de lo que vivía junto a sus amigos -los marginales de la época-: asiduos a las tabernas de mala fama, las prostitutas y la delincuencia. Su andar se desarrolló en una época de disturbios y violencia urbana que tuvo su epicentro en el barrio latino de la ciudad, y a la que él volvió burlesca con su poesía autobiográfica, puntillosa y crítica.
En la actualidad, los trovadores modernos se han vuelto profesionales del canto. Sus estilos van del alt country al folk rock, de la dark americana a la world music, entre otros estilos. En ellos se deposita la poesía que intenta explicar lo cotidiano, mientras que los juglares contemporáneos son los músicos callejeros que repiten los versos de aquellos en toda instrumentación y folklor populares.
Su tradición tiene imán y data, según se ha visto, de la Edad Media, en Europa, de cuando vagaban por las ciudades y poblados y por lo tanto tenían una gran influencia en la vida cotidiana de la gente. Desde entonces, el canto y otras extravagancias amateurs han sido un espectáculo regular en los barrios urbanos, con lo intermitentes que pueden ser, y los estilos se esparcen por distintos grupos compuestos por las diversas nacionalidades que se juntan.

En general son agrupaciones formadas con músicos que practican la música callejera para alcanzar mayor perfección en su área frente al público, y también con la intención de ganarse la vida de manera temporal con dicho oficio.
Y ellas se han forjado bajo la filosofía de hacerle llegar al público su música, ganarse unas monedas y al mismo tiempo proporcionarle a la gente un momento agradable durante el día, en su ir y venir por la ciudad.
Los músicos que conforman dicha actividad es gente que lo hace por hobby, o profesionales que así ensayan; son viajeros fugaces, turistas mochileros o inmigrantes exiliados por las persecuciones, las guerras y la intolerancia, con los homeless (sin techo) desechados por el sistema.
Pero también son activistas sociales que de esta manera hacen propaganda a sus ideas. Son desempleados, lúmpenes o mendigos poseedores de algún instrumento para hacerse de un poco de dinero para comer. En medio de esto cantan sobre el amor y su búsqueda.
Siempre han preferido realizar dicha actividad en el exterior y cuando es posible en el Metro. Sin embargo, prefieren los espacios abiertos, donde las personas se toman el tiempo de escuchar con atención, sin tener que correr para alcanzar un vagón o con el estrés de la aglomeración en horas pico.
Lo suyo está en la creación del escenario para el sentimiento, para la emoción; en la seguridad para alcanzar ambas cosas con la colaboración del oído atento del escucha.
Éste debe poner todo de su parte en el invite que su canto y música representa, y un instante antes de caer en la explosión del encuentro consumado, darse cuenta del disfrute del que goza y saborear lo que sucederá un segundo después en plena conciencia dentro de la pasión, para desplegar su arte en pleno, cual romance de juglar callejero.

*Introducción y fotografías extraídos del volumen Street Music, publicado por la Editorial Doble A y, de manera seriada, por el blog “Con los audífonos puestos”.
Street Music
(Fotografías)
Sergio Monsalvo C.
Editorial Doble A
Colección “Imago”
The Netherlands 2023

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