Por SERGIO MONSALVO C.

En las escenas de los noticieros, en periódicos y revistas, en la red, veo de manera regular actos y fotos de los skinheads en actitudes agresivas, con gritos y consignas. Se visten con chamarras negras o grises pantalones de mezclilla, botas del ejército y llevan la cabeza rapada o el pelo a la brush. Son la carne de cañón de la ultraderecha, del fascismo que como bestia negra recorre Europa de nueva cuenta.
¿Por qué digo carne de cañón? Porque en realidad la mayoría de esos tipos sólo conoce muy superficialmente la ideología nazi, la historia de su país, su pasado. De otra manera sabrían que la xenofobia y la ignorancia ya condujeron hacia la ruina total. Los integrantes de esta secta son producto de las especulaciones económicas que privan en el continente (el mismo fenómeno social se ha presentado en Francia, Italia, España e Inglaterra). Son seres sin expectativas ni dinero para hoy o mañana. Caldo de cultivo para quienes desde relucientes escritorios, Ferraris deportivos y activos dentro de las bolsas de valores manejan sus propios intereses políticos y financieros.
Es del todo equivocado equiparar al sinnúmero de simpatizantes neofascistas con los auténticos perpetradores de actos violentos. No obstante, a quienes sin duda alguna predican la violencia y la organizan hay que juzgarlos como a cualquier criminal. Si las botellas con su contenido incendiario y explosivo son lanzadas contra viviendas repletas de gente, se trata de impunes intentos de homicidio. No hay disculpa para ello.
Atentos a cualquier instrumento para difundir el terrorismo y manipular los actos de la vida cotidiana, los ideólogos neofascistas han utilizado al rock para sus fines. Fabrican grupos y los «apoyan» para canalizar dogmas. Entre estos últimos hay una constante de adoctrinamiento: El país se encuentra sumido en una crisis, de la que son culpables los extranjeros inmigrantes y la izquierda. Por ello han de ser combatidos, incluso violentamente y si es necesario hasta la muerte. Violencia y xenofobia, armas del miedo y la desinformación. Razón suficiente para revisar las actitudes y las conductas. Habrá que hacer entender a ese núcleo de idiotas que en última instancia terminarán provocando una repetición de los hechos que condujeron a la Segunda Guerra Mundial, y que por muchas cabezas que se rapen el desenlace será el mismo.
Los dobles criterios, la mala fe, los devaneos económicos de los políticos populistas e inventores de tendencias han desviado la atención de la ira impotente y sobrecogedora, a causa de su miseria, de dichos jóvenes. Los verdaderos culpables del creciente desempleo, la falta de vivienda y de oportunidades de vida no son los inmigrantes y asilados. ¿Acaso esos políticos les han hablado del poder de los grandes bancos, de quienes especulan con ello, de las ganancias de las trasnacionales, de las transacciones del Fondo Monetario Internacional?
Si los políticos, los medios de comunicación y los líderes de opinión de estos países –y de otros (Estados Unidos) en situación semejante– continúan insistiendo en representar sólo la bella ilusión de los que lucran con el consumo en lugar de dar expresión a los perdedores, la miseria y las formas de combatirla, entonces nadie deberá sorprenderse por la guerra civil que se está desatando y desatará aún más contra los chivos expiatorios: los inmigrantes extranjeros.
